Garcé: “En 10 años habrá llegado a su fin la Era Progresista”

EDICIÓN EMPRESAS & NEGOCIOS Nº 100

Adolfo Garcé, politólogo, investigador del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la UdelaR


En un mundo donde es cada vez más difícil anticipar tendencias, Uruguay deberá centrarse en reformar la educación, revisar las políticas sociales y reestablecer el clima de negocios.

¿Cómo imagina al Uruguay, en general, en el mediano y largo plazo –o cómo le gustaría que fuera-?

Quisiera ser muy cauto. Cada vez me parece más difícil anticipar tendencias. ¿Quién predijo la implosión del campo socialista? ¿Quién podía imaginar, hace 20 años, la tragedia que está viviendo Venezuela, o hace 10, que Lula estaría preso en Brasil y que Donald Trump sería presidente de Estados Unidos? ¿A quién se le hubiera ocurrido pensar que, sobre las ruinas del MLN-T, se terminaría edificando el fenómeno electoral más exitoso de los últimos 20 años? De todos modos, invitado a arriesgar, creo que podemos esperar cambios relevantes en la política, la economía y la sociedad.

En 10 años habrá llegado a su fin la Era Progresista. El Frente Amplio (FA) ganó tres elecciones consecutivas y puede llegar a ganar una cuarta, pero me parece realmente muy difícil que logre hilvanar cinco. Los ciclos políticos se agotan. Los liderazgos en el FA se habrán renovado. Sin Pepe Mujica, Danilo Astori ni Tabaré Vázquez, sin Víctor Rossi, Marina Arismendi ni María Julia Muñoz, será el tiempo finalmente de las nuevas generaciones frenteamplistas. Supongo que, sin su insólito caudillo, el predominio del MPP (Movimiento de Participación Popular) se habrá terminado.

No me atrevo a decir qué puede pasar en la oposición. Si Luis Lacalle Pou no logra vencer al FA en 2019, podría ser seriamente desafiado por los nuevos liderazgos que ya se vienen consolidando. Si blancos y colorados no hacen bien su trabajo, el Partido de la Gente, pescando en el crecientemente caudaloso río revuelto de la desconfianza hacia “los políticos”, podría convertirse en un fenómeno político relevante.

Por otro lado, la economía va a seguir cambiando, impulsada por un desarrollo tecnológico que parece ganar velocidad día a día. La robotización seguirá avanzando e incrementará su presión sobre el empleo. La sociedad también va a cambiar. Me quiero detener solamente en un aspecto. Poco a poco, por méritos propios, pero especialmente por defectos ajenos, estamos volviendo a ser un país de inmigrantes. Como en otras partes, la competencia entre nativos e inmigrantes en el mercado laboral generará tensiones inéditas.

¿Qué tareas fundamentales debería encarar el próximo gobierno en forma prioritaria pensando en el desarrollo del país?

Desde la restauración de la democracia en 1985 hasta ahora, Uruguay ha progresado de modo muy visible. Pero todavía queda mucho para hacer. Para mi gusto, las tres tareas más importantes son reformar la educación, revisar las políticas sociales y reestablecer el clima de negocios.

El FA se tomó en serio muchos problemas, pero no ha sido capaz de hincarle el diente a fondo al problema educativo. En el haber, en esta materia, está el incremento muy importante del presupuesto educativo, la universalización de la educación inicial y la disminución de la brecha digital, especialmente gracias al Plan Ceibal. Pero no ha sido capaz de enfrentar el problema, gravísimo en muchos sentidos, del abandono liceal. La Presidencia de Mujica, por su parte,  tuvo un mérito: instaló el tema en la agenda pública. La segunda Presidencia de Vázquez frustró las expectativas que él mismo alimentara durante la campaña electoral de 2014.

El próximo gobierno no podrá mirar para el costado. Tendrá que asumir el reto de hacer una reforma estructural. El libreto está disponible gracias a un largo proceso de acumulación de conocimiento que EDUY21 ha logrado sintetizar. La educación sigue siendo clave. No hay desarrollo económico ni integración social sin inclusión educativa. Pero es también decisiva desde el punto de vista de la calidad de la democracia; sin educación no hay ciudadanía activa y crítica.

El FA, como es natural dados sus principios y creencias, apuntó con decisión hacia la promoción de la igualdad. Hizo un enorme esfuerzo por modernizar y ampliar nuestro tradicionalmente generoso estado de bienestar. Acertó creando un ministerio, llevando adelante el Plan de Emergencia, e implementando una amplia batería de políticas sociales. Le corresponde también el mérito de haber favorecido los derechos de las mujeres y promovido la diversidad en materia de género. Pero no ha logrado reparar la fractura social. Cualquiera sea el elenco que resulte electo el año que viene, tendrá que atreverse a revisar los paradigmas que sustentan las políticas sociales. La oposición, desde hace años, viene señalando errores. El debate se ha instalado también en el FA.

Durante cerca de 10 años, el FA logró compatibilizar su fuerte vocación redistributiva con tasas sobresalientes de crecimiento económico. Este ciclo se terminó en 2015. La economía crece muy lentamente. El FA, como corresponde a un partido de izquierda, puso mucho peso en el platillo de la balanza de los trabajadores. El bienestar de éstos creció, pero poco a poco, la empresa privada empezó a sufrir. El FA, como suele ocurrir cuando gobierna la izquierda durante muchos años, ha incrementado el tamaño del Estado y las regulaciones. El mercado se queja. La rentabilidad cayó y la inversión se frenó. Para relanzar el crecimiento, el equilibrio entre trabajadores y empresarios, y entre Estado y mercado, deberá moverse, cualquiera sea el partido de gobierno.

¿Cuáles son los temas en que Uruguay, como país, tendría que poner énfasis, sin importar nivel ni sector de actividad, apuntando a un mayor desarrollo de su sociedad y de su economía en la próxima década?

Aquí también quiero distinguir asuntos económicos, sociales y políticos. En lo económico hay que poner más énfasis que hasta ahora en la construcción de un potente sistema de innovación. La gran lección de la crisis de 2002 fue que, para minimizar el impacto de los shocks externos negativos, para aumentar en independencia y avanzar hacia un desarrollo sustentable, debíamos apostar decididamente a la innovación, la ciencia y la tecnología. Esto es más cierto todavía ahora, que hace 15 años. En lo social, hay que prestar más atención a los desafíos de la demografía. El cuidado de los adultos mayores adquiere importancia creciente. La necesidad de incrementar la población económicamente activa es cada vez más acuciante. Aumentar la tasa de natalidad y favorecer la inmigración, desde este punto de vista, se vuelve un desafío de orden mayor. En el plano político, el gran reto será evitar que la confianza en las instituciones democráticas y en sus principales actores siga declinando.