Luis Mosca, economista y ex ministro de Economía y Finanzas
Favorecida por el contexto internacional, la economía uruguaya cierra el año con un balance positivo, en términos generales. Basado en proyecciones de la OCDE y el FMI, Luis Mosca especuló que «en el 2018 la economía uruguaya crecería nuevamente a una tasa superior al 3%».
¿Cómo evalúa el 2017 para la economía uruguaya?
Algún breve comentario previo sobre el contexto. En líneas generales, el 2017 fue un buen año para la economía internacional. Tanto el FMI como la OCDE coinciden en estimar una tasa de crecimiento global del 3.5% y destacan que asistimos a un incremento más sincronizado entre los países desarrollados y los emergentes.
Entre estos últimos, China crece a un ritmo del 6.8% anual, algo por encima de lo inicialmente previsto. El comercio internacional de bienes y servicios, por su parte, y más allá de los embates proteccionistas, crece a un ritmo aún superior.
Importa destacar que si bien la actividad económica se mantuvo a un buen ritmo de expansión, la inflación ha sido muy moderada y la política monetaria se ha ido acomodando pausadamente, persistiendo con tasa de interés que siguieron en niveles muy bajos, siendo aún negativas en términos reales.
Una mayor expansión de la actividad económica mundial, en particular el mayor ritmo de crecimiento de China y el mencionado retiro pausado de los estímulos monetarios, han sido factores claves para mantener un clima de mucha confianza en los países emergentes, que ha seguido impactando favorablemente en las condiciones financieras y en los flujos de capital, en el fortalecimiento de nuestras monedas y en la evolución de los precios de las commodities.
En síntesis, hemos seguido beneficiándonos de un escenario internacional benigno para nuestro país. Y ello se complementa con un mejor contexto regional. Debemos considerar que, tanto Argentina como Brasil, afortunadamente, han dejado atrás la recesión económica que padecieron, que fue particularmente severa en el caso de Brasil. Argentina crecería este año cerca de un 3% y Brasil lo haría a una tasa del 1%.
En este escenario, Uruguay vuelve a crecer. La tasa anual para el año 2017 superaría a la estimada por el FMI (3.1%) y se aproximaría al 3.4%. Los últimos datos disponibles dejan en claro dos cosas. En primer lugar, en la comparación interanual, cae la actividad en los sectores de producción de bienes transables (Sector Primario e Industria Manufacturera) y también en la Construcción.
«Hemos seguido beneficiándonos de un escenario internacional benigno para nuestro país».
En el sector agropecuario no son los precios internacionales donde reside estrictamente el problema. Si bien ya no se asiste a los niveles excepcionales del 2012 al 2014, estamos en niveles similares a los del 2010, ciertamente muy superiores que los registrados en el trienio 2005/07, años en los cuales hubo muy buenas tasas de crecimiento económico. Más bien debería identificarse la raíz del problema en que la estructura de costos (las tarifas, en particular el costo del combustible, la mano de obra y la carga tributaria) es muy alta con este tipo de cambio.
En segundo lugar, mirando ahora los componentes de la demanda, el consumo privado crece a un ritmo difícilmente sostenible hacia el futuro, a una tasa superior que el PIB, al tiempo que cae la inversión bruta. En particular, la Inversión Bruta Fija del Sector Privado ha descendido y representa actualmente un 16% en relación al PIB.
La evolución del consumo privado está asociada al crecimiento en el ingreso de los hogares. Y en particular al aumento del salario real. Promedialmente, en el 2016 había aumentado un 1.6%. Este año, se va a duplicar esa tasa de crecimiento real. Naturalmente que ello tiene su impacto en el empleo, una de las áreas donde se registra un deterioro, pese a que la economía está creciendo.
Si se suman los desocupados y los subocupados, o sea quienes trabajando a tiempo parcial quieren trabajar más horas, entre ambos han aumentado aproximadamente en 50.000 personas en el último trienio. Adicionalmente, debe considerarse que la oferta de trabajo ha descendido en el período. Esto es, hay gente que desestimulada por no encontrar oportunidades se ha retirado de la búsqueda de trabajo. Estas personas no son recogidas en las estadísticas de desempleo, porque no son propiamente considerados desocupados. En su mayoría son jóvenes. La situación es simétrica con el empleo. La mayor intensidad de pérdida de empleos se da en gente joven; siendo la industria, la construcción y la agropecuaria los sectores más afectados.
¿Cuáles fueron los temas más relevantes y en los que se centró el gobierno?
Sin hacer un inventario exhaustivo, durante el año en curso la Administración en el área económica procuró avanzar en distintos temas: en la inserción internacional, en el área fiscal, en el programa de inclusión financiera, en la posibilidad de incorporar una nueva inversión extranjera de gran porte (UPM 2), en abocarse a la solución del denominado problema de ‘los cincuentones’.
En el área fiscal, a comienzos de año se dispuso un nuevo ajuste (algo inferior al 1% del PIB), como se hiciera en el 2015 (de 1.1 a 1.3% del PIB) y también en el 2016 (próximo al 1.4% del PIB). Pero el déficit global se mantiene en el mismo porcentaje desde fines del año 2014.
Pese al esfuerzo de alguna empresa del Estado (UTE) para ayudar a la Tesorería, pese también al incremento de la recaudación tributaria asociada a una mayor expansión del consumo y a un crecimiento muy importante en la recaudación del IRPF, los gastos siguen aumentando mucho y el déficit global se mantiene en 3.5% del PIB.
La contracara de un gasto público creciente, fundamentalmente en salarios, pasividades y transferencias, rubros muy intensivos en componentes no transables, es el deterioro del tipo de cambio real, ya de por sí presionado por un déficit que demanda de mayor endeudamiento para su financiamiento.
«Lo de UPM 2, más allá de que se lleve o no adelante el emprendimiento, sirvió como prueba de las deficiencias que el país tiene para capturar grandes proyectos».
Estas circunstancias son un importante factor explicativo (no el único) del deterioro de la competitividad extrarregional de la economía, atemperado por el mantenimiento de una buena capacidad de competencia con la región, que actúa como resguardo, como escudo de protección del nivel de actividad de la economía.
El propio FMI nos habla de un deterioro apreciable de nuestra competitividad. La mala solución arbitrada al problema de ‘los cincuentones’, aunque su impacto financiero se diferirá en el tiempo, y fundamentalmente la presión que se ejercerá sobre la próxima Rendición de Cuentas, la última donde se pueden efectuar incrementos de partidas para rubros salariales en el período, no permiten alentar muchas esperanzas de contener la expansión del gasto. Expansión que ya de por sí va a producirse en algunos componentes importantes, como el BPS.
En la presentación oficial de la última Rendición de Cuentas se muestra que entre 2008 y 2016, ley de flexibilización mediante, el número de jubilaciones aumentó un 23%. Y las jubilaciones por incapacidad se multiplicaron por cuatro. Para el 2018 se estima un déficit de U$S 691 millones (era de U$S 440 millones en el 2016).
Lo de UPM 2, más allá de que se lleve o no adelante el emprendimiento, sirvió como prueba de las deficiencias que el país tiene para capturar grandes proyectos. En el memorándum están inventariadas nuestras principales carencias, tanto en el plano de la calificación de los recursos humanos, como en la necesidad de una mayor flexibilización en el vínculo laboral, como en la disminución de la presión tributaria, como en superación de las carencias de infraestructura.
Restaría adicionar el área de acceso a los mercados. Allí también tenemos un gran déficit. Pese a los esfuerzos de los sectores que promueven una paulatina inserción con el área del Pacífico, aún no se ha podido aprobar en el Parlamento el acuerdo con Chile, circunstancia que difícilmente pueda concretarse en esta legislatura. Se insiste en profundizar el Mercosur, en ponerle un respirador artificial, pero me parece que ni siquiera tenemos muy claro nuestro vínculo con Brasil y con Argentina.
En un caso, con Brasil, un día declaramos ciudadana ilustre a Rousseff, se juzga que Temer accedió al poder por un golpe de Estado, otro día jerarcas de la Cancillería señalan en el Parlamento que hubo intentos de soborno, otro día se aumenta la tasa consular, luego por parte de más de un ministro se hace un cuestionamiento público de la reforma laboral aprobada en Brasil, etc., etc.
También está claro que Mauricio Macri no es persona muy grata para varios sectores de la coalición de gobierno. Entonces se condena la represión que hubo a manifestantes el día que se aprobaba en el Congreso el cambio en el mecanismo de ajuste de las pasividades (la mal llamada “reforma previsional”), o se promueven movilizaciones por el affaire Maldonado.
Es todo muy especial…
¿Cómo vislumbra el 2018 en materia económica?
El mundo y la región seguirían siendo benignos para nosotros. La economía mundial, según las proyecciones de la OCDE y del FMI, crecería a una tasa aún mayor (3.7%), la mayor desde 2011. La tan mentada ‘desaceleración’ de la economía china igualmente implicaría una muy buena tasa de crecimiento, en torno al 6.5%.
Ambas son muy buenas señales para nuestro país; razonables tasas el mundo desarrollado, y además, una muy buena tasa de crecimiento en China, ha implicado -e implicará- el mantenimiento de buenas oportunidades comerciales.
En la región, se prevé que Argentina crecería un 3.1% y Brasil lo haría en un 2.6%, según la mediana de las encuestas de sus respectivos bancos centrales. Son buenas tasas. Se mantendría la fuerte apreciación del peso argentino; el abatimiento de la inflación en el vecino país seguiría siendo una prioridad. Dicho en otros términos, Argentina seguiría siendo muy cara.
El real se devaluaría a un ritmo acorde con una economía que está estabilizada, con niveles de inflación ligeramente por encima del 3%. Plantea algunas dudas el escenario electoral del año próximo, pero no se prevé ninguna alteración brusca del real.
Tuvimos una excepcional temporada turística en el 2017 y en el 2018 literalmente habrá una ‘explosión’ en la temporada. Los precios de nuestras commodities de exportación se han incrementado algo y no existen razones para prever su caída en el 2018.
La tonificación esperada del dólar no es muy relevante; sólo se recuperaría parte del terreno perdido frente a las principales monedas en el transcurso del 2017, en una economía global que como vimos seguiría creciendo y lo haría a una tasa algo superior. La gradual normalización monetaria de la FED podría debilitar lentamente a las monedas de nuestros países, que en algunos casos se verían afectadas por factores de naturaleza política (elecciones nacionales en México, en Brasil y en Colombia).
El consumo privado en nuestro país seguiría creciendo, a instancias de salarios que, aunque a un menor ritmo, continuarían aumentando en el 2018. Claramente un crecimiento al ritmo del 2017 no podría sostenerse en el mediano plazo.
Tendremos el efecto del funcionamiento a pleno de la refinería de Ancap, que en el 2017 estuvo paralizada en buena parte del año. Probablemente asistiremos a un mayor ritmo de ejecución de la obra pública y se espera un aumento en la inversión bruta fija en el sector privado. Así lo incorporamos en nuestras proyecciones.
«Es hora de comenzar a centrar la discusión en aspectos que protejan los puestos de trabajo existentes, más que en los porcentajes de aumento salarial».
También estimamos una variación del tipo de cambio algo por encima del IPC. Si bien no habría una marcada recuperación de nuestro índice de competitividad, por lo menos se insinuaría una mejoría que revertiría su sostenido deterioro.
Los aspectos reseñados son los insumos básicos que nos permiten inferir que en el 2018 la economía uruguaya crecería nuevamente a una tasa superior al 3%.
¿Cuáles son los desafíos que tiene por delante la economía uruguaya? ¿Qué posibles amenazas ve en el horizonte y qué aspectos se deben corregir para seguir manteniendo el crecimiento?
Hace ya algunos meses, fue divulgado el último reporte Global de Competitividad por parte del Foro Económico Global, dándonos cuenta de un nuevo retroceso, esta vez de tres lugares. Estamos ubicados en el lugar 76 en un total de 137 países relevados. En su evaluación, el Foro releva 12 pilares básicos. Uruguay tiene las mayores carencias en tres de ellos: tamaño del mercado (falta de acuerdos comerciales), ambiente macroeconómico (elevada carga fiscal, burocracia estatal, carencias de infraestructura), y eficiencia del mercado laboral.
Es un buen vademécum de los aspectos donde el país debería hacer los mejores esfuerzos por mejorar. A algunos de ellos (acceso a los mercados) ya nos hemos referido y no alentamos expectativa de cambios relevantes.
La flexibilización de la legislación laboral es un aspecto muy importante. Y generalmente se le visualiza como parte del arsenal del que suele hacer uso el neoliberalismo para explotar a los trabajadores. En tiempos donde el trabajo es jaqueado tecnológicamente, donde se pierden puestos laborales en todos lados, es absurdo que aquí insistamos, por ejemplo, con la ocupación de los lugares de trabajo como una extensión del derecho de huelga.
La flexibilización, propiamente, se está llevando a cabo en muchos países. Se está llevando a cabo en Alemania, también en Francia. Se trata de que en la próxima ronda de Consejo de Salarios se repare en el progresivo deterioro en el mercado de trabajo y en la pérdida de puestos de trabajo. Es hora de comenzar a centrar la discusión en aspectos que protejan los puestos de trabajo existentes, más que en los porcentajes de aumento salarial. Es hora de facilitar la capacitación de la gente en las empresas para afrontar los desafíos que plantean los procesos de automatización.
Sobre la presión fiscal, está claro que estamos llegando a límites que entrañan mucho riesgo. El gasto público, bien medido, incorporando a las cajas paraestatales, a las sociedades satélites de Ancap y a las sociedades anónimas manejadas por la CND, excede el 37% en relación al PIB. Es un nivel excesivamente elevado para un país como Uruguay. También sabemos que la presión tributaria es una de las mayores en América Latina. Hay un reciente trabajo comparativo del BID que así lo sustenta.
Sobre las carencias de infraestructura, hay mucho material elaborado. Existen estudios relativamente recientes de comisiones de técnicos de distintos partidos políticos.
Sobre nuestro sistema educativo, ¿qué más se puede agregar? Los países, en su avance, encuentran un límite en lo que se denomina su frontera de posibilidades, dada por sus recursos materiales, por la calidad de su gente, por la productividad de su economía. El permanente desafío es tratar de correr esa frontera para poder seguir creciendo. Capturando inversiones, capacitando gente, mejorando la productividad. Para ello, hay que seguir el vademecum señalado por el Foro Económico Global. Esa es nuestra principal amenaza: estar al borde de nuestras posibilidades y no poder seguir creciendo. Es vital para todos los uruguayos, sin bandería político-partidaria.
¿Ve posibilidades de avance en la inserción internacional para el año que viene?
Sinceramente no la veo. Me daría una gran satisfacción alguna decisión sobre nuevos acuerdos comerciales. El expresidente Mujica solicitó desterrar la expresión TLC de nuestro léxico, para que haya chance de concreción de algo.
¿Qué expectativa le generan en materia de comercio internacional los avances anunciados entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur, tras la reunión de la OMC en Argentina?
Por partes. En la última reunión de la OMC si hay algo a destacar es que no hubo sorpresas. Fue la expresión más cabal del ocaso del multilateralismo en el mundo. Ojalá que sea un impasse transitorio. Mala noticia para nuestro país; pero finalmente esperada.
Estados Unidos en su juego de avances ‘pico a pico’, esto es, siguiendo la doctrina Trump de llevar a cabo acuerdos bilaterales donde el poder de negociación de USA es más potente. China, que ahora proclama ser la primera espada en defensa y promoción del multilateralismo, pero que centra su avance en negociaciones bilaterales, también. No hay dudas que fueron el principal beneficiario del multilateralismo. Fueron los creadores del ‘GO’, juego de estrategias que ya tiene cientos de años de vida.
Y por último, el otro gran jugador, Europa, que mantiene su credo proteccionista en defensa de aquellos sectores que nos resultan particularmente sensibles a nosotros. Y una vez más ello quedó de manifiesto en las negociaciones Mercosur-UE.