Diego O’Neill, presidente de la Cámara de la Construcción del Uruguay (CCU)
Se cierra un buen año para la industria de la construcción, y así lo confirma 0’Neill con algunos datos que desglosa al comienzo de la charla. Ante la finalización de obras en 2023 de la segunda planta de UPM y del Ferrocarril Central, el sector encara el desafío de mantener los niveles de actividad y ocupación. En lo que respecta a la inversión privada, considera que los estímulos son correctos y suficientes, así como el clima de negocios, mientras que por el lado de la inversión pública, lo importante, remarca, es la concreción de proyectos que están en carpeta.
¿Qué balance hace del sector de la construcción en 2022? ¿Se cumplieron las expectativas?
El 2022 ha sido un muy buen año para la industria de la construcción. Por el lado de la actividad, el dato reciente del BCU del tercer trimestre marca un crecimiento del 8.4%, por lo que al cierre del año estimamos un crecimiento por encima del 6%, completando un bienio de fuerte desempeño. Si recordamos que en 2020 la construcción fue el único sector de actividad que creció, los guarismos de estos últimos dos años no tienen una componente de rebote postpandemia, sino que se trata de crecimiento genuino. Por otra parte, el dato de ocupación para el mes de setiembre muestra que superamos la barrera de los 60 mil trabajadores directos en obra, y el promedio de ocupación anual, para eliminar los efectos de ciclo, estará en el orden de los 57 mil trabajadores. Este valor marca un crecimiento anual promedio de 8.000 puestos de trabajo, lo que explica el 20% de todos los nuevos puestos de trabajo que se crearon en el país en 2022, ubicando a la construcción como la principal fuente de generación de empleo y uno de los motores de reactivación de nuestra economía.
Mirando al 2023, ¿qué expectativas tiene para el sector, y cuáles son los grandes desafíos por delante mirando el corto y mediano plazo?
Mantener el nivel de actividad y ocupación actual es uno de los principales desafíos para el sector, que enfrenta la finalización de las obras de UPM en estos meses y del Ferrocarril Central promediando el año entrante. En lo referente a la inversión privada, los estímulos son correctos y suficientes, así como el clima de negocios, por lo que el flujo de inversión dependerá más de razones exógenas como las tasas de interés internacionales y el tipo de cambio, entre otras. Por el lado de la inversión pública, lo importante es la concreción de los proyectos que están en carpeta: el plan de inversión en la red vial del MTOP; el plan Avanzar de intervención en asentamientos y el programa Sueños en Obra del MVOT; el proyecto de planta potabilizadora de OSE en Arazatí; la iniciativa privada de saneamiento para localidades del interior del país; y demás proyectos previstos. El otro aspecto que impactará en la actividad es la negociación de un nuevo convenio colectivo a regir desde el 1º de abril de 2023. Lograr un convenio equilibrado, con una vigencia lo más extendida posible, que mantenga el salario real de los trabajadores y de seguridad a empresarios, será un muy buen marco para la actividad, despejará la conflictividad en el sector y dará certezas a los inversores. Finalmente, el desafío ambiental, en particular la gestión de los residuos de obra civil (ROC), en que la creación del decreto reglamentario específico de la Ley 19.829 de Gestión Integral de Residuos que se espera para marzo 2023, introducirá un escenario disruptivo respecto de cómo se han gestionado los residuos históricamente. Hemos sido impulsores de este cambio, pero queda mucho camino por recorrer en la implantación de la metodología de gestión de ROC en las empresas, encaminando a la industria a un modelo de economía circular.
¿Cuáles considera son las fortalezas del sector de la construcción local, de cara a un futuro que aparece como de incertidumbre a nivel global, tanto en el contexto geopolítico como en lo que respecta al mercado laboral?
La construcción ha desarrollado múltiples fortalezas a lo largo de los últimos años: la flexibilidad y capacidad de adaptación a nuevas modalidades de ejecución; el desarrollo de capacidades para participar en el financiamiento de proyectos (PPP, Cremaf, etc.); el expertise por la participación en proyectos de gran envergadura y complejidad como las plantas de celulosa; los consorcios con empresas extranjeras de escala mundial; la fuerte inversión de las empresas en maquinaria y equipo con incorporación de tecnología de última generación; la madurez en las relaciones laborales y la negociación colectiva. Estas son las principales fortalezas que destacamos para enfrentar los desafíos de un mundo complejo e incierto.