POR JOSÉ MUJICA CORDANO, EXPRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
Cabe agradecer el espacio brindado por el semanario CRÓNICAS que me permite escribir unas pocas reflexiones. Este semanario, desde su fundación ha sido y es un espacio republicano de reflexión tanto político como económico. Fue y es testigo privilegiado de los avatares más diversos. En lo internacional, desde la crisis económica en el Sudeste Asiático hasta el estallido de la burbuja inmobiliaria ocurrida unos nueve años después. En nuestro país supo analizar hechos tan importantes, como el quiebre de la tablita o la crisis del 2002. Pero también, siguió objetivamente otros momentos más gratos, como el crecimiento económico que tuvo el país en los tres gobiernos anteriores. Por eso, no solo cabe el agradecimiento, sino manifestar el privilegio de poder escribir esta reflexión.
Sin lugar a duda, el Uruguay ha vivido fuertes transformaciones políticas durante los últimos 40 años. Véase que en este período histórico pasamos de vivir en una dictadura cívico-militar hasta poder, finalmente, consolidar nuestra democracia. Una democracia con sus imperfecciones, pero con la virtud de ser un mínimo civilizatorio para la sociedad. Ese mínimo civilizatorio que implicó la consolidación democrática, así como el diálogo y la negociación con el que piensa diferente, es un aspecto trascendental en nuestra historia reciente. Creo, sin temor a equivocarme, que esa ha sido una de las transformaciones políticas más importantes.
Somos un país pequeño y estamos inmersos en un mundo que nos exige un máximo entendimiento entre todos nosotros. Cuidar ese mínimo civilizatorio que hace al diálogo democrático es un mandato de nuestra vida. El ejemplo de lo que debemos hacer nos lo da nuestra propia historia, por eso, debemos aprender de lo que hicimos bien para consolidar la democracia.
Desgraciadamente, hoy empieza a vivirse en nuestro país una suerte de grieta que nos afecta como sociedad. Hay varios hechos que dan cuenta de esto y que deben preocuparnos especialmente, porque como expresé, somos chicos y el mundo exige que estemos unidos. La falta de diálogo con la oposición por parte del gobierno ha sido una constante en el tratamiento de la pandemia. Cuando más debimos entendernos, terminamos mostrando serias divisiones. Hubo propuestas constructivas que no fueron escuchadas; me temo entonces que nos encontremos ante una forma de política rebajada que prioriza el interés partidario por encima del interés del país.
Lamentablemente, esta historia se repite. Hace poco la Junta Departamental de Canelones no le votó el fideicomiso a la Intendencia, porque supuestamente hubo presiones del gobierno. Este tipo de acciones, infelizmente nos van acercando a vivir una grieta, como la que vive nuestra hermana República Argentina. Parece mentira que los ediles hayan recibido “de arriba” la orden de no acompañar un fideicomiso que implicaba inversión en obras para los canarios, anteponiendo la chacrita política por encima de los intereses de la población. Los ediles dijeron la verdad: habían recibido la orden terminante de no votarlo.
Sin dudas, en lo inmediato afecta al pueblo de Canelones, pero desgraciadamente me temo que se persigue otra finalidad. Una finalidad de mediano o largo plazo, desde el punto de vista político. Afectar todo lo que se pueda al adversario pretendiendo, de ser posible, su desaparición. Este camino sin retorno, que tanto ha afectado a países hermanos, comienza a percibirse acá. En el camino, la que queda de rehén es la gente, que es la que termina quedando relegada. Tanto costó consolidar un diálogo democrático, que temo, sinceramente, que este se siga perdiendo en los tiempos venideros.
Por eso, más allá de reflexionar sobre los últimos 40 años, quisiera referirme al futuro, a lo que se viene, a dónde tenemos que apostar como país, mirando al diferente y tratando de acordar, sin avasallar a las minorías y generando consensos. Es inconcebible una sociedad sin acuerdos y consensos. Esto no significa darle el visto bueno al otro en todo, es apenas escuchar y entender que se gobierna para un país y no para solo una mitad.
Espero que aprendamos algo de todo esto y sepamos, en los próximos 40 años, volver a consolidar nuestra república. Que dentro de 40 años alguien pueda rememorar los 80 años de este semanario y realice una reflexión muy distinta a la que hoy hago. Espero que así sea.