Alfredo Antía: “Uruguay seguirá teniendo una industria competitiva”

EDICIÓN ESPECIAL 40 ANIVERSARIO

ALFREDO ANTÍA, PRESIDENTE DE LA CÁMARA DE INDUSTRIAS DEL URUGUAY (CIU)


“Somos un país con un potencial enorme”, sostuvo el presidente de la CIU, Alfredo Antía, para quien se debe avanzar en reformar la educación, apertura comercial, maduración de las relaciones laborales, mejores precios de la energía, y una transformación del sector público.

¿Qué balance hace de la evolución de la industria en los últimos 40 años?

La industria sigue siendo uno de los principales sectores de la economía uruguaya, con importantes vínculos hacia atrás, con los proveedores de materia prima, insumos y servicios, así como hacia adelante con otros sectores económicos a los cuales les vende la producción, tanto localmente como en el extranjero.

En ese marco, una de las principales transformaciones se ha dado por la globalización de la economía, lo que llevó a que se operara un corrimiento hacia los proveedores de oriente, haciendo que se mantuvieran aquellas empresas nacionales más competitivas, empresas menos dependientes de la mano de obra y más intensiva en el uso de capital.  En función de ello, el aumento de los costos de producción locales, incluida la mano de obra, fueron elementos sustantivos a la hora de mantener una competitividad para nuestra producción, lo que llevó de todas formas a que muchas empresas optaron por abandonar la producción en el país. 

Igualmente, la industria siguió teniendo un rol preponderante en la generación de empleo, tanto en calidad como en cantidad, directo e indirecto, pagando salarios por encima del promedio de la economía, así como en la generación de divisas a través de las exportaciones. También la industria contribuyó en todos estos años a descentralizar la economía, ya que tiene un despliegue territorial bastante extendido.

Otro elemento relevante que caracteriza la evolución de la actividad industrial en una mirada de largo plazo es el mayor cuidado del medio ambiente, la producción más limpia, más integrada a la generación energética, y muy cuidadosa de la contaminación y la generación, así como el tratamiento y reutilización de los residuos.

Ahora bien, el desempeño industrial no evolucionó como en los países de reciente desarrollo como Corea, Finlandia o el propio Israel. Esa magra performance se debió a factores de contexto, y a los relativamente magros avances en productividad a escala empresarial que no permitieron aprovechar las oportunidades que el mundo nos brinda.

¿Qué expectativas hay para los próximos 40 años? ¿Qué innovaciones o alertas se pueden esperar para el sector?

Uruguay seguirá teniendo una industria competitiva en lo que refiere al procesamiento de las materias primas que produce, particularmente agropecuarias. En un mundo con una población creciente, y una frontera agrícola acotada, la producción de alimentos se mostrará dinámica y allí seguramente seguiremos avanzando, invirtiendo y mejorando el entramado industrial.

Como proveedor de cercanía, podemos imaginar que mantengamos la orientación a fabricar productos industriales para atender la demanda regional de Argentina y Brasil, potenciando los actuales sectores, y con nuevos emprendimientos en sectores y productos no tradicionales para nuestro país. 

Pensamos en una industria que seguirá apuntando a la autogeneración de energía, particularmente renovable, así como adecuando su producción para bajar la emisión de residuos y envases al mercado, en un mundo manufacturero más circular que el actual.

La automatización en la fuerza de trabajo -y la pérdida de empleos en consecuencia- ha sido uno de los factores clave para el sector en los últimos años. ¿Qué puede hacer Uruguay al respecto en la materia? 

Lo primero es poner la cuestión educativa en el centro. Como sociedad deberíamos consensuar que tenemos un problema grave que resolver. Lo venimos esquivando, y dedicando esfuerzos a otras reformas que, si bien son necesarias, no son tan importantes como la educativa.

Lo segundo es la calificación y entrenamiento de los que van quedando por el camino, aquellos trabajadores obsoletos producto del avance tecnológico. Habrá que dedicar esfuerzos importantes en recalificar, pensando no solo en la empleabilidad, sino también en la posibilidad de que se transformen en trabajadores por cuenta propia o inicien el camino del emprendedor. 

En tercer lugar, deberíamos avanzar a una mayor maduración de las relaciones laborales, para la cual se precisa de la voluntad de todas las partes. Actualmente tenemos una institucionalidad disfuncional, que por algo fue observada por la propia Organización Internacional del Trabajo. Un país como el nuestro, con estándares europeos en materia de ratificación de convenios internacionales, no merece ser observado como ocurre actualmente por el modelo de negociación colectiva. Cambiarlo tendrá impacto en el empleo, porque asegura condiciones justas para acordar los niveles salariales. Tenemos además el desafío de modificar normas vinculadas al trabajo individual, que van quedando obsoletas, encorsetando a las empresas y a los trabajadores, particularmente en las mipymes, lo que desincentiva la contratación. Me refiero particularmente a la posibilidad de compensar horas, fraccionar licencias, definir descansos intermedios, etc.

Una de las principales preocupaciones para el sector es la recuperación de la competitividad. En su opinión, ¿qué caminos deben recorrer futuros gobiernos para que Uruguay crezca en competitividad? ¿Ve a Uruguay compitiendo en las grandes ligas internacionalmente?

Somos un país con un potencial enorme. La historia muestra que hay oportunidades para todos, los más grandes, los más chicos, los que tienen recursos naturales y los que no, los países cercanos a los centros de consumo, pero también los alejados. No hay recetas, cada país debe hacer su camino. 

Entiendo que no deberíamos esperar a futuros gobiernos; a nuestro gobierno actual, aún le queda la mayor parte de su camino y mucho se puede lograr en este tiempo. 

Seguidamente, relato lo que la CIU cree necesario impulsar para potenciar el crecimiento económico y mejorar el bienestar de la población.

En primer lugar, consideramos indispensable reformar la educación, a efectos de que podamos preparar a nuestros niños y jóvenes para el trabajo del futuro, con un enfoque distinto al actual, más flexible, con más posibilidades de que los estudiantes vayan armando su propia currícula, y con una conexión mucho mayor con el mundo del trabajo, orientando la educación técnica y universitaria a modalidades de formación dual.

En segundo lugar, creemos que Uruguay debe lanzarse a abrir nuevos mercados, mejorar el acceso para ponerse en pie de igualdad con sus competidores. Los acuerdos comerciales dan previsibilidad a la inversión y el comercio, y es lo que estamos precisando para aumentar la inversión.

Un tercer aspecto a abordar es el de las relaciones laborales que desarrollé en la pregunta anterior.

Cuarto, es necesario un manejo macroeconómico prudente, que vele por los equilibrios básicos. No nos podemos engañar con las calificaciones de la deuda, que apuntan a otro objetivo cuando evalúan al país. Seguimos teniendo una inflación elevada y persistente, importantes niveles de déficit fiscal, y un comportamiento procíclico del gasto público, que además empeora su performance por ciclo electoral al final de cada período de gobierno. Esos desequilibrios impactan en los niveles de tipo de cambio, desalineando los niveles de precios relativos en comparación con nuestros competidores.

Otro aspecto a encarar en los próximos años es el de los precios de los energéticos y productos bajo monopolios públicos. El inversor necesita previsibilidad, que los precios no dependan del gobernante de turno. Donde hay posibilidad de mercados en competencia, profundizarla, y donde no es posible, se precisan unidades reguladoras independientes que no permitan el abuso del monopolio. A este respecto, también nos debemos una reforma institucional vinculada al gobierno corporativo de las empresas públicas, diseñando los incentivos adecuados a efectos de optimizar la gestión.

Por último, el sector público debe acelerar su proceso de transformación, aumentar su productividad, trasladando mejores costos a la población y a las empresas, y siendo más eficiente y amigable para quienes utilizan sus servicios.