DIEGO LABAT, PRESIDENTE DEL BANCO CENTRAL DEL URUGUAY
En las últimas cuatro décadas, Uruguay alcanzó una solidez financiera que mantiene hasta el día de hoy, aunque todavía tiene reformas estructurales pendientes. En la actualidad, a pesar de la compleja situación económica que atraviesa el país, ya se han empezado a observar algunas señales de reactivación.
¿Qué balance hace de los últimos 40 años de la política económica uruguaya?
En estos últimos 40 años se han consolidado algunos conceptos de la política económica que lentamente, como en general en Uruguay, han dejado de cuestionarse, al menos para la enorme mayoría de la opinión pública y, por tanto, los distintos gobiernos en mayor o menor medida les han dado continuidad.
El primero en importancia es quizás la idea de la apertura para un país chico como Uruguay, que debe necesariamente competir y crecer mirando hacia afuera sin ponerse límites, dejando de lado proteccionismos que solo nos dieron pésimos resultados.
Mantener los equilibrios macroeconómicos ya no es una cuestión a discutir. La casa en orden es la condición primera para luego pensar para adelante. En estos 40 años no siempre se han conseguido estos equilibrios, pero entiendo como un logro haber llegado a consensos mínimos de su importancia.
En el debe creo que quedan varios cambios estructurales que el país no ha querido o no ha podido hacer, que justamente mejoren la institucionalidad, den más robustez a los conceptos mencionados anteriormente y aseguren las bases para un crecimiento sustentable.
No hemos logrado un Estado moderno, bien enfocado en servir a los ciudadanos y con agilidad para brindar los servicios públicos que se le requieren.
En la actividad económica en general nos siguen faltando incentivos adecuados para que los uruguayos emprendamos más, tomemos riesgos, seamos creativos y estemos convencidos de que nuestro futuro depende cada vez más del esfuerzo que haga cada uno de nosotros.
¿Cuáles han sido los hitos más importantes en materia económica en estas cuatro décadas?
Por ser la actividad que me compete, quiero destacar en particular las reformas en el sistema financiero que se hicieron inmediatamente después de la crisis de 2002, adecuándose a los mejores estándares internacionales y la creación de nueva institucionalidad, que se agregaron a reglas de juego sólidas que el país ya tenía como la libre entrada y salida de capitales o la libertad en la fijación de precios. Todo este conjunto de reglas de juego son las que han hecho que en momentos difíciles como los que vivimos estos últimos dos años por el covid-19, el sistema financiero haya sido parte de la solución.
¿Cómo analiza la situación actual de la economía de nuestro país?
Hoy nuestra economía está lentamente saliendo de la emergencia sanitaria. Se han empezado a ver los primeros síntomas de recuperación.
El manejo sanitario empieza a mostrar resultados y estos se reflejan en la actividad con la vuelta a la normalidad. Durante la emergencia sanitaria se han tomado diversas acciones pensando en el día después y eso es muy importante para las expectativas de los agentes económicos y su disposición a retomar negocios, pensar nuevas inversiones, reintegrar recursos humanos, entre otras cosas.
En la medida que el resto del mundo mantenga también esta tendencia y la región haga algunos esfuerzos para equilibrarse, los próximos serán años muy buenos para la economía de nuestro país.
En un mundo de transformaciones, ¿qué perspectivas a futuro maneja para la economía uruguaya?
En 40 años, el mundo ha cambiado y mucho. Las perspectivas para Uruguay son muy buenas. Importantes sectores de la economía son sólidos y competitivos, y serán seguramente quienes tiren del carro hacia adelante.
De todas formas, para que estas perspectivas sean duraderas es necesario que el país sea valiente y haga muchas tareas que tiene pendientes.
Es necesario no solo dar un contexto económico adecuado con algunas reformas necesarias, sino que el país empiece a pensar más en grande, con cabeza bien abierta, mirando hacia el mundo, de forma tal que seamos un polo de atracción y de referencia, primero en lo económico, pero también en lo cultural, en lo social, en lo ambiental y en diversos ámbitos.