PABLO MIERES, MINISTRO DE TRABAJO Y SEGURIDAD SOCIAL
Innumerables transformaciones han tenido lugar en el mundo del trabajo en las últimas cuatro décadas, destacándose el impacto de la globalización y la incorporación de la tecnología. La realidad actual, marcada por una crisis del empleo agudizada por la pandemia, genera importantes desafíos a futuro.
¿Qué balance hace de los últimos 40 años del trabajo en Uruguay?
Cuarenta años es mucho tiempo para evaluar la evolución de cualquier tema con el ritmo actual de los cambios sociales, pero si hablamos del mundo del trabajo, la sensación aumenta.
En efecto, las transformaciones ocurridas en el mundo laboral han sido enormes. Basta solo recordar que hace 40 años no existía internet ni la telefonía celular, por lo que el empleo estaba esencialmente vinculado y acotado al desplazamiento físico de los trabajadores a sus lugares de trabajo, no solo en los sectores agropecuario o industrial, sino también en los rubros administrativos y de servicios.
Sin embargo, en los años 90, a partir del famoso libro de Jeremy Rifkin titulado “El fin del trabajo”, se puso arriba de la mesa, como tantas veces en la historia humana, la tesis de la eventual desaparición del trabajo, asociada directamente al papel de la incorporación tecnológica en los procesos productivos.
También, como tantas veces, el tiempo demostró y, creo yo, seguirá demostrando, que ha habido y continuará habiendo enormes e inimaginables cambios en las formas de trabajo, así como en los roles laborales, pero el trabajo humano seguirá siendo un componente fundamental de nuestra vida en sociedad.
En Uruguay, las transformaciones del trabajo han sido formidables. Hemos transitado por momentos más estables y otros de mucho mayor dinamismo.
Desde mi punto de vista, los dos grandes motores que generaron cambios sustanciales en el mundo laboral del país en estas décadas, fueron la apertura comercial y la globalización por un lado y, por otro, la incorporación de la tecnología relacionada a la automatización y la digitalización de los procesos productivos.
La apertura comercial generó impactos fuertes sobre el perfil productivo de nuestro país, determinando afectaciones a generaciones de trabajadores cuyas tareas estaban asociadas a modalidades de producción que dependían de un ambiente protegido con respecto al mundo exterior.
La automatización y la digitalización siguen en proceso de desarrollo y su impacto en el mundo laboral ha sido y continúa siendo de enorme gravitación para la transformación de los perfiles laborales de los trabajadores.
¿Cuáles han sido los hitos más importantes en materia de empleo en estas cuatro décadas?
En estas cuatro décadas hemos pasado por muy diversas circunstancias.
Desde el punto de vista de la demanda laboral, hemos vivido épocas de importante incremento del empleo y momentos de agudas crisis, acompañando los vaivenes del crecimiento de la economía.
En 40 años hemos vivido tres crisis agudas en el empleo: la que comenzó a fines de 1982 con la ruptura de la tablita cambiaria y se desarrolló durante el año siguiente con un significativo incremento del desempleo; la más grave, que tuvo lugar en 2002, en la que el desempleo alcanzó niveles históricos en torno al 20%; y la crisis que ya se venía generando desde 2016 y que impactó los niveles de empleo con la pandemia desde el año pasado.
A su vez, hemos tenido momentos de auge en nuestro mercado de trabajo a fines de los años 80 y principios de los 90, pero fundamentalmente en el período que va de 2010 a 2014, donde se alcanzaron los mayores niveles de la tasa de empleo y los menores niveles de desempleo.
Asimismo, en estos 40 años debe destacarse el fenómeno de la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral que, aunque aún se registran cifras que muestran inequidad en la inclusión laboral –tanto en las tasas diferenciales de desempleo por género como en los niveles de remuneración-, ha sido uno de los fenómenos más potentes de cambio en estas décadas.
Por otro lado, ha sido persistente la particular dificultad de ingreso al mercado de trabajo de los jóvenes, cuya tasa de desempleo desde hace décadas se ubica en el triple de la del conjunto de la población.
¿Cómo analiza la situación actual del trabajo?
Estamos en un momento de crisis del empleo. La situación de nuestro país ya venía registrando problemas en el campo laboral desde 2016 en adelante: pérdida de puestos de trabajo, aumento del número de trabajadores en seguro de paro y tasas de desocupación crecientes.
Sobre esta realidad se produjo el impacto de la pandemia que, más allá de ser un fenómeno de escala planetaria que ha afectado el mercado laboral en todo el mundo en sentido estricto, ha generado un impacto significativo en nuestro país que agravó el escenario preexistente.
Ha sido necesario desplegar una gran batería de medidas para la contención y mantención de los puestos de trabajo a través de los subsidios de los seguros de paro totales y parciales, de subsidios para trabajadores informales y medidas de apoyo a las empresas de diferentes sectores de actividad.
Tenemos el desafío de la reactivación, que depende del crecimiento de la economía y la captación de inversiones privadas, así como del impulso de la inversión pública.
Al mismo tiempo, es fundamental ajustar con rapidez la oferta de capacitación y reconversión laboral para acompañar el proceso de reestructuración del mercado de trabajo.
“Ha habido y continuará habiendo enormes e inimaginables cambios en las formas de trabajo, así como en los roles laborales, pero el trabajo humano seguirá siendo un componente fundamental de nuestra vida en sociedad”.
En un mundo de transformaciones, ¿qué perspectivas a futuro maneja para el empleo? ¿Por dónde pueden ir los cambios según la marcha del mundo?
Sin duda que el ritmo del cambio de la estructura del mercado laboral se va a acelerar y es absolutamente prioritario preparar a las nuevas generaciones para un escenario mucho más dinámico, en el que las habilidades digitales y las aptitudes blandas van a ser cada vez más relevantes.
Las nuevas generaciones deberán adaptarse cada vez más a una dinámica de constante cambio en sus roles laborales y a incorporar la idea de que la necesidad de aprender y añadir nuevas competencias es permanente y está presente como un requisito durante toda la vida laboral.
La flexibilidad en las condiciones de trabajo, el teletrabajo, las modalidades de vínculos menos estables y más cambiantes, son algunas de las características que ya están presentes y se potenciarán aún más en los próximos tiempos.