ALEJANDRO STIPANICIC, PRESIDENTE DE ANCAP
A 90 años del nacimiento de Ancap, tras haber llevado adelante diversas reformas, la empresa estatal debe caminar hacia una profunda transformación energética donde predomine una visión sustentable que se convierta en una política de Estado.
¿Qué balance hace de los últimos 40 años de Ancap?
Claramente Ancap ha sido una empresa dinámica, pujante y muy profesional, pero la orientación estratégica fue variando en las diferentes administraciones.
Este año el organismo festeja sus 90 años de vida, en un período de cambio desde los cimientos de su rica historia en la que acompañó la evolución del país, hacia una profunda transformación energética que siente la obligación de adoptar y para la que asume el compromiso de promover.
Ancap es una empresa profesional y trasciende administraciones y circunstancias. Durante nueve décadas gestionó el complejo industrial más sofisticado y crítico del país, para producir y suministrar los combustibles que requiere nuestra sociedad. Una vida ligada a la evolución de un sector siempre innovador y lleno de desafíos, la encuentra preparada para los retos del futuro.
¿Cuáles han sido los hitos más importantes de la empresa pública en estas cuatro décadas?
En los 80, el reordenamiento institucional del país dio marco a los pasos iniciales en las transformaciones de los negocios. A fines de esa década e inicios de los 90 el foco exclusivo fue la refinación de petróleo, se produjo la salida de la industria de los alcoholes y las primeras incursiones en el exterior para la exploración petrolera.
Luego vino el marcado enfoque en lo comercial con la nueva imagen corporativa que renovó nuestra red de estaciones, la asociación comercial en el negocio del cemento y el comienzo de la diversificación, con la incursión en empresas en Argentina para prever la inminente pero nunca acontecida apertura de los mercados por el Tratado del Mercosur y la primera gran transformación energética del país con la introducción del gas natural desde Argentina.
En la primera década del nuevo milenio ocurrió la ejecución de la primera obra de ampliación de la refinería desde los 60 con el montaje del complejo de gasolinas y la eliminación del plomo en las naftas, la incursión en la distribución de combustibles, el ingreso en la comercialización minorista de supergás y el frustrado proceso de asociación con una empresa petrolera global.
Desde mediados de esa década tomó fuerza el proceso de diversificación, con el retorno a los agrocombustibles y un período de muy fuertes gastos en montajes industriales favorecidos por condiciones inéditas en el financiamiento del abastecimiento de petróleo. El uso de fondos de la operativa corriente para la ejecución de proyectos comenzó a generar un acelerado deterioro en las finanzas de Ancap, que se agravó con el insuficiente retorno de esas iniciativas que concluyeron en la necesidad de promulgar una ley en diciembre de 2015 para capitalizar a la empresa en unos 600 millones de dólares.
Luego de la capitalización, devino un período de fuerte contracción en la actividad, con importantes restricciones en gastos e inversiones y la notoria intervención del gobierno a través del Ministerio de Economía y la Oficina de Planeamiento y Presupuesto en las decisiones de la gestión rutinaria. En ese período se generó una fuerte discusión pública, con duros cuestionamientos no solo a las decisiones políticas sobre obras y proyectos, sino sobre la esencia misma de la empresa.
¿Cómo analiza la situación actual del organismo?
Ancap está fuerte, tanto en su solidez patrimonial como en su dimensión humana. La empresa está reordenando sus procesos internos con expectativas, grados de autonomía y sistemas de control entendidos y acordados entre los diferentes niveles.
Los funcionarios se adaptaron a la realidad impuesta por la pandemia de forma muy natural, demostrando versatilidad, compromiso y comprensión de los cambios en el entorno. Esto no solo es importante para la coyuntura, sino que es la mayor fortaleza que tiene la organización para encarar los desafíos del futuro.
La empresa mantiene su atención en la tensión que supone la situación sanitaria, en las operaciones de rutina y, a la vez, en los cambios en la gestión en todas las dimensiones. También se proyecta al futuro a través de la introducción del hidrógeno como un foco principal en la visión en el largo plazo.
“En Uruguay, la transformación de la demanda energética y, en particular, del transporte hacia una demanda no fósil, va a llevar no menos de 15 años”.
En un mundo de transformaciones, ¿qué perspectivas a futuro maneja para el rubro de los combustibles? ¿Por dónde pueden ir esos cambios según la marcha del mundo, más allá de los gobiernos?
Los combustibles fósiles van a ir dejando paso a energéticos renovables en una cadencia diferente para cada país y cada economía.
Los biocombustibles van a evolucionar a nuevas generaciones de combustibles con nuevas bases de materia prima para disminuir la competencia con los alimentos, usos cada vez más específicos y de mayor exigencia. Las refinerías van a ir incorporando materias primas de origen vegetal para acompañar el proceso en los próximos años, donde el gas natural parece posicionarse como principal energético de transición y el hidrógeno como principal nuevo actor en el largo plazo.
En Uruguay, la transformación de la demanda energética y, en particular, del transporte hacia una demanda no fósil, va a llevar no menos de 15 años. El desafío de Ancap en los años venideros radica en transitar esa evolución con una refinería eficiente a pesar de su escala, pero que se destaque por su versatilidad y adaptabilidad. La refinería debe orientarse a ofrecer mayor cantidad de productos y servicios, a incorporar solamente tecnologías que apunten a procesos industriales que incluyan fuentes de materia prima diferentes al petróleo y a generar alianzas regionales para optimizar los activos existentes, particularmente, la logística.
En simultáneo, en estos próximos 10 años, Ancap debe proyectarse hacia el mundo sin fósiles, abandonando la noción de empresa petrolera y adoptando una visión de empresa energética sustentable, con una oferta incrementalmente diversificada en un ámbito internacional y promoviendo alianzas y asociaciones con actores privados.
Un ejemplo de ello es que el organismo está utilizando toda su experiencia en la exploración del petróleo y gas natural para liderar la oferta de bloques offshore, para la producción de hidrógeno a partir de energía eólica para la exportación a gran escala.
Para que Ancap siga siendo motivo de orgullo de los uruguayos en 2040, su visión como empresa energética sustentable necesariamente debe transformarse en política de Estado.