Alfredo Antía Behrens, presidente de la Cámara de Industrias del Uruguay, director de EFA Laboratorios y presidente de la Asociación de Laboratorios Nacionales
El jueves 26 de noviembre de 2020, el empresario farmacéutico, Alfredo Antía, fue electo presidente de la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU), esta vez tras una puja electoral -algo que no sucedía en la gremial de los industriales desde hacía casi dos décadas-, que le dio el apoyo de dos tercios de los votos. En diálogo con Empresas & Negocios, el ejecutivo expresó que no esperaba la nominación, pero que la validación de su figura a través de los votos le genera no sólo reconocimiento y apoyo, sino también un compromiso muy grande para representar a todos los sectores involucrados a la Cámara en momentos complicados de Uruguay y el mundo. Si bien la charla puso foco en la situación de la industria y las cuestiones que hoy la apremian -como la caída de la actividad y el empleo-, también salieron a relucir temas como el modelo de conducción que le quiere imprimir a su gestión, la situación del Mercosur y el impacto que tiene sobre la producción nacional, la educación y la seguridad social. También hubo tiempo para conocer un poco más del personaje, sus gustos y vivencias.
Por Oscar Cestau | @OCestau
Alfredo Antía nació en Punta Carretas, más precisamente en la actual calle Zorrilla de San Martín, ex Ellauri, y en ese barrio se circunscribió, esencialmente, su vida. Fue al Colegio de los Hermanos Maristas de Punta Carretas, donde cursó desde los cinco años hasta que finalizó el Bachillerato de Medicina. En ese mismo centro de estudios conoció a quien hoy es su esposa. Él tenía 16 años y ella 14. Hoy ya llevan 34 años de matrimonio, con tres hijos y dos nietos.
Su padre, Enrique Antía, era arquitecto, y en el desarrollo de su profesión trabajó esencialmente para Conaprole, ideando y proyectando la gran mayoría de las plantas de la compañía -salvo las últimas, por una razón de tiempo-, siendo el responsable de la construcción de las más trascendentes que se erigieron en las décadas de los ‘60, ‘70 y ‘80, etapa de gran crecimiento de la empresa láctea en el país. Su madre, Consuelo Behrens, fue funcionaria de la Jefatura de Policía de Montevideo, donde ingresó siendo muy joven como traductora, y fue tomando posiciones, particularmente en el área social. Su actitud hacia el trabajo comunitario la impulsó a fundar el Servicio Social Policial. Luego de jubilada, trabajó hasta el último día de su vida en forma honoraria en la Escuela Roosevelt de discapacitados físicos, sitio donde hoy colabora, también de forma honoraría, la esposa del titular de la CIU, además de ejercer la escribanía en forma particular.
El hogar de los Antía era grande. Enrique y Consuelo tuvieron ocho hijos -tres varones y cinco mujeres-, todos nacidos con una diferencia de dos años. Alfredo ocupa el séptimo lugar de esa lista. “Todos los que Dios disponga, decía doña Consuelo cuando se casó y así fue. Después vino la generación de mis hijos y de mis sobrinos, que ya son 36, y es imparable el número de niños que nacen cada año. Quiere decir que hubo una amplia ramificación a partir de esa unión entre mi madre y mi padre”, rememora el entrevistado.
Alfredo es doctor en Medicina y Tecnologías Veterinarias. “Hice esa carrera que abracé con gusto mientras la estudié. Pero me casé muy joven, y eso me llevó a vincularme rápidamente a la vida laboral en el laboratorio farmacéutico EFA, que en su origen aparece mi abuelo”, cuenta. La razón social es Laboratorios Antía, Moll y Cía. SA, conocido comercialmente como EFA. “Ahí hice un camino donde fui sorteando etapas. Empecé como visitador médico, luego fui ascendiendo en los distintos cargos jerárquicos hasta el día de hoy, que soy el presidente de la empresa”.
¿Qué le dio ese periplo laboral, que empezó en la calle como visitador médico, que fue sorteando etapas, y que luego se circunscribió ya a una tarea de conducción, con otras responsabilidades?
El trabajo siempre es una escuela de vida. A eso tengo que agregarle la universidad, que también lo es; ambas actividades contribuyeron a una formación que fui aquilatando, arraigando con el paso del tiempo y me permitió hacer una carrera tanto en EFA, donde tomé las más altas responsabilidades, y más adelante en el gremio de empresas farmacéuticas, donde me integré primero como directivo suplente de la asociación de laboratorios, después como directivo titular, y finalmente como presidente, donde ya voy por el cuarto período. Por tanto, ya tengo una experiencia en ese sector. Seguramente esa trayectoria fue la que me llevó a ocupar hoy el cargo de presidente de la CIU.
Esta vez, las elecciones en la CIU se dieron en un proceso diferente al que se venía dando, de lista única. Esta vez hubo elecciones con dos candidatos. ¿Por qué cree que dos tercios de los socios lo eligieron para conducir la Cámara?
Seguramente la masa social de la CIU puso la mirada en una figura que, si bien ya integraba el consejo, como era mi caso, vio por ahí la proyección que podía darse y puso los ojos en lo que había sido mi actividad a lo largo del tiempo en la gremial de Laboratorios Farmacéuticos; y así puso en mí su voto de confianza. También fue importante el respaldo de varias gremiales que son fundamentales en la interna de la Cámara, que confió e hizo campaña a efectos de que se conociese mi persona y al grupo que respaldaba en ese momento a la Lista 1, que fue la que nos llevó a ocupar este lugar. Simplemente todo ocurrió en forma muy rápida porque en menos de un mes hicimos una suerte de presentación pública y un trabajo tratando de acercarnos a la mayoría de la masa social, expresando nuestras ideas, la línea de pensamiento, lo que habíamos hecho y lo que pensábamos hacer; y la convocatoria, considero, fue muy buena. Si bien alguien puede preguntarse qué pasó, y el motivo por el cual hubo competencia interna, creo que esa instancia le dio jerarquía a las decisiones que tomó esa masa electoral en el sentido de validar los procesos. La elección da validez y fortaleza, hace participar a los socios y, de algún modo, compromete a los dirigentes electos a la hora de escuchar, de tener oídos y tiempo en intentar comprender las distintas dinámicas y dificultades que se plantean en los sectores industriales del país. Luego, en ese contexto, con mucha energía, cargarse las pilas para poder defender esos sectores que, por cierto, participan de este país donde la industria ha sido muy golpeada en el último tiempo.
Ese apoyo nos genera un reconocimiento y un compromiso muy importante para tratar de dar lo mejor de nosotros y poder representarlos adecuadamente.
Tiene una amplia trayectoria en lo que respecta al trabajo gremial a nivel empresarial. ¿Eso le permite tener una visión diferente de los problemas y del camino que debe tomar la industria nacional?
La exposición a los problemas es una suerte de aprendizaje continuo. Acá lo importante es tratar de dimensionar cuál es el escenario en el que las empresas desarrollan su actividad, ver qué cosas dependen de uno, porque no se trata de estar llorando, pidiendo y golpeando puertas, sino de reconocer dónde está lo que al alcance del mundo de la empresa se puede resolver. Por cierto que el entorno es importante, y en ocasiones el mismo depende de circunstancias fortuitas, como lo que estamos viviendo ahora con la pandemia y que pasa por encima de la voluntad de los hombres. Pero hay otros aspectos que tienen que ver con la organización de la sociedad, con reclamos que son históricos de nuestra gremial, y que van en el sentido de tratar de tener un ámbito amigable a la inversión, al desarrollo, a los negocios, y que permita a las empresas tener mayor competitividad. Si logramos eso, lo demás viene por añadidura, todo va a ser más fácil, y el beneficio va a ser no solo para las industrias, sino también para sus trabajadores, que hacen de su tarea una misión muy importante para el desarrollo de nuestros productos.
La caída en la industria venía ya desde antes. La pandemia lo que hizo fue agravar el panorama. ¿Cuál es su visión de la situación actual del sector?
La pandemia llegó en marzo de 2020, pero la industria prácticamente no crece desde el 2012. En 2013 y 2014 tuvo empates en lo que respecta al crecimiento de la producción industrial, hubo una pequeña subida en el 2017, y después otra vez contracciones hasta 2020, donde en el mes de marzo nos encontramos con una caída en tobogán, que felizmente pudimos sobrellevar, donde la industria hizo un gran esfuerzo, lo mismo que el país. Hubo medidas muy inteligentes de parte del gobierno, que en vez de cerrar, como ocurrió en otros lados, hizo todo lo posible por tratar de mantener la actividad. Eso, y el comportamiento de la ciudadanía para tratar de frenar el virus, determinaron que al mes de noviembre habíamos tenido ya un rebote en V, como dicen los economistas, habiendo recuperado la producción previa a la pandemia. Lamentablemente, el empleo no acompañó esa recuperación del sector. A noviembre ya teníamos registro de que aproximadamente el 50% de los puestos que habíamos perdido, se habían recuperado. Esa curva los economistas la describen como una forma de pipa (o logo de Nike), es decir, una caída y un lento ascenso, que por cierto se da en el sector industrial, pero que se está replicando en todos los ámbitos de la economía.
Hay que aclarar que cuando hablamos de recuperación de la industria hacemos alusión al promedio, porque hay sectores que tironearon mucho para arriba. Recuerdo, y lo he mencionado en alguna oportunidad, que en el inicio de la pandemia, cuando estábamos todos inquietos, fue muy discutida la vuelta de la construcción, pero ese retorno fue muy importante. La construcción empuja a muchos sectores industriales, dinamiza, pero además tuvo un comportamiento exitoso desde el punto de vista sanitario, cumpliendo con los protocolos que la vuelta a la actividad marcó. Ese fue un impulso que después se reflejó en otros sectores industriales. También ha ayudado la producción láctea, la de vinos, la de arroz, la pesca y otros sectores que han funcionado al alza como los plásticos o los medicamentos. Pero hay otros que, lamentablemente, no han acompañado, que ya no venían bien –textil, vestimenta, tops, curtiembres-, y particularmente este año sufrieron mucho las autopartes y la industria automotriz. En este momento estamos a la espera de las vacunas, y una vez que pasemos este túnel tenemos la esperanza de que con las herramientas que están sobre la mesa, particularmente en lo que tiene que ver con el nuevo decreto de la ley de inversiones, somos optimistas de que va a haber un flujo importante de actividad que nos permita salir del pozo y recuperar la parte más sensible y preocupante que vive este momento el país, que es la del empleo.
¿Hacia dónde apuntará su gestión? Porque ahora hay que representar el interés de todas las empresas y segmentos, los que están bien, y también a los otros.
Lo que desearía es comprender bien cada uno de los sectores. Hay muchos aspectos que son transversales a la actividad industrial… Tenemos que trabajar muchísimo con el gobierno para tratar de entender dónde hay dificultades, las cuales, comparativamente con otros países, nos ponen en una situación de desventaja. Al escenario normativo, los costos laborales, el famoso costo país –la carga que tienen los impuestos que pagamos, el peso que implica los salarios y la devolución en cuanto a los beneficios productivos de los mismos, o los costos energéticos sobre los cuales se está trabajando pero todavía estamos lejos-, tenemos que sumarle otras cosas, quizás pequeñas pero que son importantes. ¿Cuáles? Las que tienen que ver con la burocracia, con el comercio exterior, con el costo que sale en el Uruguay mover un contenedor versus lo que sale hacerlo en los puertos vecinos, particularmente en Brasil, donde el costo es el 50%, o menos, del que tiene hacerlo en el Puerto de Montevideo.
En resumen, ¿qué es lo que nos estaría faltando?
Mercados, donde tenemos dificultades claras. En ese sentido se han hecho gestiones en estos últimos días por parte del presidente de la República, pero claramente estamos en desventaja, particularmente para nuestro sector agroindustrial exportador, que debe pagar aranceles, y lo hace en los mercados donde más nos conviene estar, que son los que pagan los productos a los mejores precios. A eso tenemos que agregarle relaciones laborales armónicas, cooperativas. Creo que la mirada debe estar puesta en esos elementos, particularmente en los que tienen vinculación con la capacidad de poder hacerlo por nosotros mismos. Creo que en el tema de las relaciones laborales, tanto las fuerzas del trabajo como del mundo empresarial debemos de encontrar un punto de equilibrio, donde tenemos que tener en cuenta que el elemento que manda es que hay más de 200 mil uruguayos desocupados y casi 80 mil en el seguro de paro. Con esos números no podemos más que ser solidarios y abiertos a la necesidad de evitar cualquier zona de fricción que conduzca a que el clima de negocio y de inversión en el país no sea el que estamos necesitando. La inversión es, esencialmente, un acto emocional, y a las condiciones de país -de competitividad a la que hacíamos referencia, de certeza jurídica, que por cierto las tiene-, debemos agregar ese aspecto de la vinculación laboral; todo esto en el plazo inmediato. Y hay que hacer unas cuantas tareas en materia educativa para las próximas generaciones y para las actuales, para los que han perdido el trabajo y para los que aún lo conservan, porque es importante saber cuál es el nivel de las capacidades de nuestros trabajadores en el momento actual, donde la mano del hombre tiende a ser sustituida por los sistemas, por las máquinas. Porque este pedacito de mundo que es el Uruguay no va a estar ajeno a ese cambio.
Ni bien asumió, ya en su primer discurso habló de reivindicar al emprendedor y al empresario que invierte y mueve la economía. ¿Cree que en Uruguay el empresario no es visto de la forma que debería?
Me gustaría muchísimo que si pasamos raya dentro de un par de años, encontremos que desde esta Cámara se ha hecho una campaña en favor de reivindicar el rol del empresario, particularmente del empresario industrial. ¿Qué es lo que hay atrás de quien arriesga y qué es lo que está en juego? En la industria entran insumos y salen productos, pero en todo ese tránsito hay una cadena de agregado de valor en términos económicos y sociales. La industria, en términos globales, emplea a 160 mil personas en el país, y allí aparecen operarios simples pero también doctores en ciencias, y esa convivencia en el ámbito del trabajo hace a una mejor sociedad. Allí se comparten valores de desarrollo humano, de educación, de salubridad, del hecho de que se puede ascender en la escala de la empresa en la medida en que las personas se preparan. Hay una labor enorme que hace la Cámara en beneficio de las empresas asociadas, pero a la vez es la industria que lo hace de cara a sus trabajadores, en su preparación y desarrollo personal, lo que les permite subir posiciones. Eso es muy valioso, y lo digo con el mayor respeto por un comercio, que vende un producto, y que hace una transacción comercial. Acá hay desarrollo, ya sea productos finales o bienes industriales, pero creo que es muy valioso para la sociedad valorizarlo así. Esa no es ni más ni menos la historia de la industria en el mundo. Donde encontramos países más industrializados tenemos sociedades más justas y con mayor calidad de vida, y eso es lo que queremos para el Uruguay.
¿Faltan emprendedores?
En la medida que las condiciones del país estén dadas para la inversión, los emprendedores están. Creo que hay que alimentar el espíritu emprendedor, y hacerlo en el sentido no sólo de las condiciones que se den para las inversiones, sino también para valorizar a la persona en sí, que de golpe arriesga su patrimonio para que ese emprendimiento funcione. Y en ese riesgo se suman otras personas que, si las cosas funcionan bien, terminan desarrollando un emprendimiento exitoso. Creo que hay que hacer una campaña desde la educación inicial en adelante, no sólo para preparar a las personas para el trabajo futuro, sino también para darle el valor que corresponde a los ciudadanos que asumen ese riesgo de apalancarse en sus fuerzas y en un entorno de país para sacar la economía adelante.
Ha mostrado preocupación por los procesos de extranjerización de empresas y habló de que sería positivo elevar de 8% a 20% la preferencia para la industria nacional en las compras públicas. ¿Ya tuvo contactos con alguien del gobierno por esos temas?
Con respecto al tema de la extranjerización, es un dato de la realidad que no se puede obviar ni evitar. Quizás allí también habría que mencionar el hecho de que muchas veces, justamente porque las empresas pierden competitividad y empiezan a ver cómo el esfuerzo de seguir adelante se hace tan cuesta arriba, terminan vendiéndose. De la misma forma, empresas más grandes, para ganar competitividad y sobrevivir, lo que hacen es tratar de concentrar porciones de mercado. Es un dato de la realidad que no tenemos más que admitir y aceptar que es así. En la medida que se produzca en el Uruguay, que es lo valioso porque se sigue generando valor y empleo, vamos a acompañarlo. De hecho, tenemos muchísimos socios que están en esa característica y condición.
En lo que refiere al segundo punto, al margen de preferencia nacional, creo que estamos viviendo un momento de emergencia que justifica revisar al alza ese margen de preferencia, al menos por un tiempo, de modo tal de unir las capacidades ociosas que tiene la industria nacional con la necesidad de empleo de tantas personas. El país tiene que tomar opciones porque, después, ¿qué otras iniciativas le quedan? ¿Subsidiar al Banco de Previsión Social (BPS) para poder cumplir con los seguros de tantas personas que quedan fuera de la foto; y en el último escalón subsidiar al Ministerio de Desarrollo Social para las personas que ya no tienen esos seguros del BPS?
Hay que ver que la industria ha sido particularmente perjudicada por la pérdida de competitividad durante mucho tiempo. Venimos de años con un dólar muy planchado, que ha favorecido muchísimo la importación, y un aumento de los costos internos. Si se tiene en cuenta los datos que recoge Ceres desde el año 2006 en adelante, los salarios en dólares hasta el día de hoy crecieron un 64%, mientras que comparado con el IPC ese dólar se depreció un 39%. Quiere decir que el dólar, que es la moneda que utiliza el exportador, rinde menos para pagar salarios y rinde mucho menos para pagar costos internos. Si a eso se le suman las dificultades del mercado exterior, los costos locales, que han crecido por encima del poder de compra de esos dólares, entonces encontramos que la producción industrial ha caído. Las industrias cuando pierden dinero durante mucho tiempo aguantan un cierto período, y después empiezan a tomar decisiones, y es en ese momento en que pasa el destino de las personas. Por eso creo que el país tiene que tomar nota de esta realidad y decir ‘bueno, para comprar barato, como digo yo, comprémoslo acá’. Porque a veces en ese 8% -o el 20% si se llegase-, estamos hablando de precios de productos de orígenes donde las economías son incomparables, con salarios que si se aplicasen en el Uruguay serían esclavizantes, y con condiciones laborales inaceptables. De las cosas que están al alcance de la mano para hacer, dadas las dificultades que tiene la administración con los movimientos de caja para atender tantos reclamos de tantos sectores, creo que el país tiene que darle una mirada a eso.
¿Cómo ve el papel del gobierno en esta crisis a la hora de apoyar a las empresas? ¿Se hizo lo suficiente o se podría haber hecho algo más?
El gobierno ha tomado algunas decisiones que han sido satisfactorias y valiosas. La primera que se me ocurre es la del seguro de desempleo parcial. Esa herramienta le dio una mano importante a muchas empresas de distintos rubros de actividad en el país. Pero ha tenido otras… Una decisión que para nosotros fue importante y está incluida en la ley de urgente consideración (LUC) es el tema de los piquetes y las ocupaciones; el reconocimiento constitucional del derecho al trabajo y a la propiedad, y por cierto, el derecho a la huelga. Es decir, todos los derechos incluidos en una norma. Eso es importante no para la coyuntura, pero sí para el futuro, para volver a la normalidad del trabajo en el país. Hay medidas de coyuntura que también son valiosas. Por ejemplo, la ley de presupuesto admite la posibilidad de que las empresas puedan descontar las pérdidas de ejercicios anteriores en su totalidad; estábamos limitados a poder descontar solo el 50% de esas pérdidas. Se han tomado unas cuantas medidas que tienen que ver con la admisión temporaria, la devolución de impuestos a la exportación, algunas medidas con las pequeñas y medianas empresas… Muy probablemente se necesiten más para aflojarle la cincha a los sectores que tienen más dificultades. Yo diría que hay que mirar en una foto como estaba el Uruguay antes de marzo, y el concepto tendría que ser ‘antes de marzo, antes de la pandemia, todos estos sectores estaban funcionado de tal forma, entonces esos sectores tienen que volver a funcionar igual que antes’, porque claramente lo que les afectó fue el problema sanitario, que es un tema absolutamente extraordinario que ha vivido el país y el mundo. El primer foco tendría que ponerse ahí.
La Cámara asumió una postura firme y de respaldo a lo que ha hecho el gobierno en el tema del etiquetado de alimentos, que es contraria a lo que expresan algunas sociedades científicas sobre este asunto. ¿Cómo argumenta su postura la CIU?
Considero que acá se ha politizado mucho el tema. Es un tema netamente técnico, que tuvo un decreto original en el gobierno del Dr. Tabaré Vázquez. Este gobierno lo que hizo fue presentar un decreto mucho más exigente, que corrigió ahora con esta última disposición, que deja prácticamente igual la situación al decreto del gobierno de Vázquez. En suma, lo que importa es que muchísimas industrias nacionales han procedido ya a cambiar la formulación de sus productos para hacerlos, desde el punto de vista de su composición, más saludable; y de la misma forma van a hacer cambios en otras mercaderías para recorrer ese mismo camino. Como resultado final, la población se va a ver beneficiada por el lado de la reducción de las grasas, de las sales y de los azúcares, que por ahí si son excesivos, son innecesarios y dañan la salud. Lo que importa es eso y que se instala, aunque nos resulte un poco chocante a todos, el aviso de que esos alimentos en exceso pueden generar daño.
En mi opinión, hay que tratar de poner más color celeste a las decisiones que el país tiene por delante y dejar la política partidaria para otro momento, porque hay medidas más que trascendentes por delante para encarar.
¿Por ejemplo?
La reforma de la seguridad social. Nosotros hemos asistido en estos últimos días a varios eventos con las autoridades suecas (N.de R.: representantes de la Agencia Sueca de Pensiones) tanto a nivel de gobierno, como de empresas y de sindicatos, y ellos lograron un acuerdo donde todos los políticos estuvieron de acuerdo, pero también las empresas y los trabajadores. Y generaron un régimen que hoy es posible y es aplaudido. Estamos lejos en madurez para llegar a algunas decisiones, por supuesto, pero nosotros nos debemos ya no al presente, sino que debemos dejarle algo mejor a los que vendrán. No es posible que el Uruguay tenga casi el 29% de su presupuesto para subsidiar al BPS, y creciendo; en el año 2005 era el 21%. La realidad marca que la pirámide poblacional del país se achica en su base, porque tenemos cada vez menos jóvenes y la esperanza de vida aumenta, entonces hay cosas que son clarísimas. Quizás debamos aceptar que la realidad marca que tenemos que trabajar un poco más y hacer algunas reformas para que las jubilaciones puedan ser buenas. Habrá dificultades y tendremos que asumirlas, porque esto tiene costos, pero ese costo es para los uruguayos que hoy gobiernan y para los que gobiernen mañana, que serán de este color político o de otro, y para dentro de 15, 20 y 30 años. No puede un país desarrollarse y apalancar su futuro si no arregla algunas cosas como la seguridad social o la educación. Tenemos el triste récord de que seis de cada diez niños no terminan el liceo, entonces ¿cómo vamos a hacer para incorporarlos en el mundo del trabajo? Por ahí hay también una bandera para levantar para la industria y para el mundo del trabajo. Nuestras empresas gastan mucho dinero en preparar a esos jóvenes para la actividad, y quizás lo que habría que hacer desde el Estado es impulsar la contratación de jóvenes con beneficios específicos para las empresas que toman jóvenes, y que lo hacen en las condiciones en que la educación del Uruguay los entrega.
En Uruguay siempre está en la discusión pública los temas competitividad y productividad, pero continuamente queda la sensación de que hay pocos avances. ¿Cuáles, en su opinión, son las reformas que hay que llevar adelante para avanzar con buenos resultados en estos dos conceptos que se utilizan comúnmente en los debates económicos?
El Estado para el Uruguay pesa demasiado. Hay que ver que tenemos casi el 20% de la fuerza laboral del país dependiendo del Estado; eso es más de 300 mil uruguayos. Por cierto, no son los que pagan el desempleo en el país. En los últimos cinco años Uruguay destruyó más de 50 mil puestos laborales… no tenemos los datos exactos de la destrucción de la pandemia, pero claramente son del sector privado, no del público. El sector público tendrá que incorporar en algún momento el seguro de paro, como existe en la actividad privada. En la actividad privada, cuando mandamos gente al seguro de paro no podemos tomar personal; quizás ahí hay un freno para reasignar recursos. Además, todo esto ha ocurrido en el medio de la revolución digital, donde vemos que muchos de los trámites que podemos hacer a nivel del Estado pueden llevarse a cabo desde un teléfono, ya no desde una computadora. Entonces, me parece que hay que sincerarse como país y ver el costo que implica un Estado pesado sobre las cuentas nacionales, sobre la tributación de las empresas, sobre la tributación de los trabajadores; y si el beneficio que recibe la población con esos costos elevados no es bueno y no está a la altura, entonces estamos en problemas. Si el beneficio es recibir la educación de baja calidad que se recibe, estamos en problemas.
Los sindicatos de la industria uruguaya se organizaron para conformar la primera Confederación sindical de la industria a nivel nacional. ¿Cómo observa esa iniciativa?
Si efectivamente eso se hace perdurable, lo veo con buenos ojos. Si hay trabajadores que entienden lo que es la reducción del empleo, la pérdida de horas trabajadas, el cierre de empresas, son los que están en el sector privado. A la par, tenemos un PIT-CNT muy fortalecido desde el sector público, que no vive esta realidad a la que estamos haciendo referencia. Por eso creo que es importante tener en cuenta la opinión de esos trabajadores en la medida que puede aportar un halo de realidad de lo que es la actividad privada en el país y lo que cuesta competir cuando las condiciones de competitividad son injustas en cuanto a la carga impositiva y a los costos internos que tenemos las empresas para poder continuar.
La industria está muy vinculada a lo que son las exportaciones en la región, sobre todo a Argentina y Brasil. ¿La situación de esos dos países, socios comerciales e integrantes del Mercosur, abre las puertas al optimismo, o por el contrario, causa preocupación?
Causa preocupación, porque hay que ver que hoy por hoy, solamente pensando en el tipo de cambio y en una paridad histórica, estamos con Brasil con una diferencia del 40% y con Argentina en un 60%. Pero no es solo la diferencia cambiaria, también son las trabas que ponen los países a la hora del ingreso de productos; ahí hay un tema de sinceramiento del Mercosur. A veces lo que no está escrito pero que se transforma en traba burocrática es lo que termina impidiendo el acceso de los productos al mercado. El tema es que este es nuestro barrio, y en el barrio donde estamos existen nuestros vecinos, entonces lo que tenemos que tratar de hacer es encontrar, con mucha cintura y capacidad de persuasión, nuestro lugar para poder dar oportunidades a las empresas y a sus trabajadores.
¿Cuál es su visión general del bloque?
La noticia de hace unos días de la búsqueda de la flexibilización por parte del gobierno uruguayo, en la medida que pueda cumplirse, para el país es una oportunidad. Esto porque, de algún modo, nos permitiría convivir, por un lado, con la existencia de este barrio con las tensiones que provoca; pero por otro, abrir puntualmente algunas puertas al desarrollo de nuestros productos en otros mercados. No sé si la política, la política internacional y la diplomacia lo permitirán, pero como objetivo nos parece muy bueno.
El ejemplo de una industria que supo hacer los deberes
Antes hablamos del Mercosur e hizo alusión a Argentina y Brasil, y los problemas que en el vecindario se generan. ¿La industria farmacéutica es un sector que siente las asimetrías entre los países?
Particularmente porque es una industria altamente regulada desde el punto de vista sanitario, y los países, si bien han nacionalizado normas Mercosur -y Uruguay lo ha hecho-, hay aspectos que hacen a la jerarquía de la autoridad sanitaria de cada uno. Uruguay se debe una agencia independiente de medicamentos que no solamente regule lo que se produce y se vende en el mercado, sino también lo que se importa, lo que se autoriza, que le dé una estatus jerárquico a nivel internacional que ayude a las empresas a su presentación fuera de fronteras. Ese es un tema que está pendiente, que estuvo a punto de ser incluido en la ley de presupuesto que votó recientemente el Parlamento, pero entiendo que Salud Pública, agobiada por la cantidad de cosas que debió enfrentar este año, no tuvo tiempo para profundizar en ella, pero seguramente lo va a hacer porque es necesario.
¿Cómo es hoy la ecuación laboratorios nacionales versus laboratorios extranjeros?
En materia de producción, el gran volumen que consume el país es de origen nacional; estamos hablando de cerca del 90% de las unidades físicas. Y no solamente eso, sino que además la industria nacional ha logrado expresión en el exterior: un 25% de la producción se exporta. Quiere decir que la confianza sobre los productos está ganando terreno afuera, y eso habla por sí solo del valor que tiene esto para el Uruguay. El sector farmacéutico implica aproximadamente el 6% del PBI industrial, con buenos niveles de calidad de empleo y de salarios, por el grado de especificidad y de contratación de técnicos que tiene. Es un ejemplo virtuoso de una industria que supo hacer los deberes y encontró la empatía del entorno en cuanto a la producción, por ejemplo, de profesionales y de la Universidad de la República.
“Soy simplemente un militante”
Pertenece a una familia muy vinculada a la política. ¿Tiene pensado incursionar en ese ámbito en el futuro?
No, para nada. Lo he hecho desde el lado del militante desde muy joven, diría que desde niño, porque nací muy condicionado en un hogar donde los asuntos del país eran los temas de la conversación de cada almuerzo y de cada cena. Desde el punto de vista de la filiación partidaria, también muy condicionado… Era blanco antes de nacer. Mis padres eran muy amigos de Wilson, entonces eso contribuyó y mucho a mi amor por el Partido Nacional. Pero soy simplemente un militante. Y ahora que ocupo este cargo, esa posición no hace más que quedar a un costado a la hora de la valoración de los temas, de liderar las políticas, porque tengo muy claro cuáles son los principios que me guían, y sé también que los valores que me condujeron aquí no tienen nada que ver con la política. De hecho, he sido y soy presidente de la Asociación de Laboratorios y me ha tocado actuar con gobernantes del Frente Amplio durante todos los años anteriores, con quienes he tenido excelentes relaciones y logros que han sido valiosos para el sector. De modo que sé separar los tantos.
El impulso de la sangre
Su compromiso con la tarea que ha emprendido al frente de la CIU queda patentada con una anécdota. “Hace unos días, conversando con un médico amigo, que dirigía una importante empresa de asistencia médica en el Uruguay me decía ‘Che, agarraste la CIU, con la situación en que está la industria. ¿Con qué energía vas a encarar todo esto? ¿Cómo hacés? Vas a sacarle tiempo a tus cosas. ¿Por qué hiciste esto?’. Yo me quedé en silencio, y ahí me dijo ‘ya sé, lo hiciste un poco por la teta de la que mamaste’. Y ahí recordé que mi vieja era anti no te metás, porque cada vez que había un problema aparecía mamá con una solución. ¿Pero mamá, ese lío te vas a agarrar?, le decía yo. Y la actitud de ella era esa. Hay una impronta familiar también ahí en esa descendencia y a mí me debe de haber tocado una parte de eso”, reflexionó.
Señas de identidad
Alfredo Antía tiene 59 años, está casado, tiene tres hijos y dos nietos.
Además de ser el presidente de la CIU, es actualmente director de Laboratorios Antía, Moll y Cía. SA (EFA Laboratorios) y presidente de la Asociación de Laboratorios Nacionales. Fue presidente de la Asociación Latinoamericana de Industrias Farmacéuticas (Alifar) por dos períodos, único titular de dicha asociación en ser reelecto.
Hablamos de su infancia al comienzo de la charla… ¿A qué imagen de esa etapa le sacaría una foto para encuadrar?
“Al almuerzo de los domingos. La familia grande, ampliada con mi abuela, con los tíos y con los tíos abuelos. Grandes tertulias”.
¿Qué hobbies tiene?
De grande me ha surgido la preocupación por la práctica del deporte, cosa que nunca había hecho. Eso me llevó no solo a controlar factores de riesgo cardiovasculares, lo que es muy bueno, sino que además me permitió bajar de peso. Después me introduje en el camino de las carreras, y hasta medias maratones –ya he hecho varias-. No deja de ser una satisfacción porque uno se pone a prueba a sí mismo y compite contra eso. A veces parece mentira que lo pueda hacer, sin embargo lo hace. Creo que es un buen mensaje y un buen elemento a considerar; yendo despacito, pero dando pasos hacia adelante se puede mejorar muchísimo, y si eso ayuda a la calidad de vida en todo sentido, creo que está muy bueno.
¿Hincha de?
Nacional.
¿Tres jugadores de Nacional de su preferencia?
Luis Artime, Juan Martín Mugica y el “Chino” Recoba. Lo de Mugica viene con una anécdota… Yo tenía 10 años. Era 1971 y Nacional había salido campeón de América y del Mundo. Yo iba al colegio de mañana, y al mediodía había un programa deportivo que no lo podía ver nunca. Pero caí enfermo, con gripe, y ahí sí pude ver el programa. Allí daban la oportunidad de participar de un sorteo enviando cartas al Canal 4, y el ganador iba a cenar con su jugador favorito. Entonces yo mandé 70 cartas. Pero en un momento me cansé de escribir, y como no tenía buena letra, una de mis hermanas me dijo que ella me las llenaba. En las que hice yo puse siempre a Artime, pero ella decía que Mugica era muy buen mozo entonces las que llenó ella puso su nombre. Y yo a él no lo tenía para nada en la lista de mis líderes. Quiso el destino que en una montaña de cartas, saliera uno de mis sobres con el nombre de Juan Martín Mugica. Después él pasó por mi casa a buscarme, fuimos a cenar, salí en los canales, fue todo muy divertido.
¿Una comida?
El asado.
¿Una bebida?
El vino… un tannat.
¿Usa Twitter, Facebook, Instagram u otra red social?
Twitter sí, e Instagram un poquito para poner fotos de mis nietos. Twitter para decir las cosas que pienso y siento más allá de la posición que hoy me toca, porque se trata de un ámbito privado de la vida que tiene que ver conmigo, que también pueden ser que tenga que ver con esta actividad, pero que en general tienen que ver con todo.
¿Qué está leyendo ahora?
Estoy leyendo por segunda vez ‘La caída de los gigante’, de Ken Follet. Es una trilogía, y me compré los dos siguientes en inglés. Trato de hacer eso para mantenerme entrenado en ese idioma.
¿Tiene alguna frase de cabecera?
Creo que hay que honrar la vida, y pasar por la misma dejando una huella. Es una enseñanza que me costó entender cuando era muy chico. Uno de los curas del colegio lo mencionó a raíz de una tragedia que había ocurrido en la familia de uno de los compañeros. Recuerdo que dijo que por este mundo estamos de paso, que es breve, y que lo que hagamos sería bueno que viva para el recuerdo. Eso en los distintos ámbitos en los que nos toca actuar… el personal, profesional, familiar. Trato de aplicarlo, no sé si con mucho éxito, pero intento hacerlo.
¿Con qué persona –celebridad o no, y sin importar de qué época- le gustaría sentarse a tomar un café?
Extraño a mis padres… Tuve el privilegio de tener dos jefes de familia formidables. Esa sería una opción. Como persona pública fui contemporáneo de Wilson Ferreira, y siendo un chiquilín tuve la posibilidad de conversar con él varias veces en el exterior y realmente era imantador, una figura maravillosa.
¿En qué otra cosa le hubiese gustado trabajar?
Me quedó colgada la profesión, pero la vida son opciones. Me fue muy útil a la hora de mi formación y como ser humano, porque la universidad es una caja abierta al conocimiento y enseña mucho al razonamiento y al desarrollo de la mente y de la ubicación espacial de la persona. Creo que el hecho de haber optado por lo que hice, desarrollarme en la empresa, en el sector farmacéutico, haber colaborado mucho a que la empresa que presido tenga hoy una ubicación mucho mayor que la que tenía tiempo atrás, alcanza para llenar mi tiempo. Y si mi tiempo se vuelve corto, tengo la actividad gremial tanto en la Asociación de Laboratorios como en la CIU, de modo que estoy satisfecho con todo lo que hago, aunque siempre se dice que siempre se puede hacer algo más.
¿Qué características lo definen?
Creo que suelo formar buenos vínculos con las personas, quizás porque me muestro tal cuál soy, y porque me entrego; pienso en mí y en mi familia, pero también mucho en los demás. Eso genera empatía con las personas, y lo alimento en la relación personal y los demás me toman, entonces se produce una suerte de vinculación empática.
Soy un tipo responsable, me exijo mucho a mí mismo, quizás más de lo que debo. Ahora con esta posición no hago más que cargarme de asuntos que nunca pensé que iba a estudiar, como por ejemplo la reforma de la seguridad social, participar una mañana en un zoom con los organizadores de los créditos laborales suecos para ver si es viable en Uruguay. La vida nos expone a una variabilidad de cosas que eran impensadas. Hace unos meses no se me ocurría estar acá, sin embargo me llamaron los colegas y me dijeron, en una sala llena de gente, ‘nos damos cuenta que sos tú’, y quedé impactado; eso es lo atrapante de todo esto. Quizás ellos puedan juzgar mejor que es lo que tienen para decir de mí.