Un gran amigo, un hermano, mantiene en su estado de whatsapp la palabra “confianza”. Esto me ha inspirado a escribir estas muy breves reflexiones de un concepto que creo fundamental en la vida, desde varias perspectivas que claramente alcanzan y juegan un rol clave en los mercados e inversiones.
Por Carlos Saccone | @Carlossaccone
La palabra “confianza”, procedente del verbo “confiar”, que a su vez procede del latín confidere, constituido por el prefijo “con” (encuentro), luego el término “fiar” del latín fidare y el sufijo anza. La confianza, o la falta de ella, gobierna gran parte de las interacciones entre seres humanos. Como es notorio en una familia que encontramos unida y compacta, existen altos grados de confianza. De la misma forma en una organización, trabajar en un ambiente de confianza resulta clave para la tranquilidad y productividad de sus miembros. Tenerse confianza dentro del equipo, al jefe, al subordinado, al colega, resulta un aspecto clave para el éxito de una empresa, aunque, naturalmente no el único.
“La confianza es una de las formas de capital más esenciales con las que cuenta un líder. Construir la confianza, sin embargo, requiere pensar sobre el liderazgo desde una nueva perspectiva; es sobre el empoderamiento que se les da a las personas”, nos dice el Harvard Business Review en un artículo publicado hace poco menos de un año. Continúa la nota describiendo al “triángulo de la confianza”, cuyos vértices son: 1) la autenticidad, 2) la lógica, y 3) la empatía. Sin dudas que la confianza puede ser fácil y rápidamente destruida si falla uno de estos, y es claro, volver a construir confianza será un camino mucho más largo la segunda vez, en caso de que sea posible.
Si la confianza en otros es importante, la confianza en uno mismo es imprescindible en varios aspectos de la vida. La confianza también está presente en las inversiones y el mercado. El tema general ha sido estudiado por la sicología y ciencias del comportamiento, y en especial la disciplina conocida como “Finanzas Comportamentales”, donde el “exceso de confianza” (Overconfidence) implica que, en el marco de inversiones financieras, uno sobreestime sus habilidades o cualidades. Un experimento muy difundido es aquel en el que a un grupo amplio y con ausencia de sesgos (a los efectos de la inclusión en el grupo) de personas se les pregunta quienes piensan “que conducen su vehículo mejor que el promedio de las personas”. Si no existiera exceso de confianza no ocurriría que la mayoría manifieste que maneja mejor que el promedio, como ha sucedido. Esto es así porque como seres humanos tendemos a sobreestimar nuestras capacidades o habilidades. También en el mercado de acciones es muy conocido un experimento de los profesores Brad Barber y Terrance Odean, quienes analizaron la conducta de clientes de una institución de brokerage de Estados Unidos desde febrero de 1991 hasta enero de 1997. En su estudio detectaron que los hombres “operan” (compran y venden) con mucha más periodicidad que las mujeres, dado que los hombres tenemos una inclinación por conductas más riesgosas, en otro caso de “exceso de confianza”. En este caso particular, la situación redunda en que los hombres tengan mayores pérdidas financieras que las mujeres.
La “confianza” también está presente en el mercado de bonos. De hecho, la confianza para invertir es absolutamente clave. ¿Dónde estoy asignando mi dinero? ¿Sé realmente lo que existe detrás? ¿Quién es el Estado que está emitiendo este bono? ¿A quién le estoy prestando mi dinero, básicamente?
En este contexto, la confianza se traduce en, por ejemplo, una calificación de crédito, donde una agencia califica la “capacidad y voluntad de repago” de dicho crédito. Es así como un potencial inversor confiará más o menos que se le paguen en tiempo y forma los intereses y se le amortice el capital. No son perfectas, definitivamente, y han sido criticadas ciertas veces por su demora en adaptar sus ratings al dinamismo de las diversas situaciones. Pero es una forma sencilla, homogénea y aceptada. Sin embargo, los precios del mercado de bonos en general van más rápido que las calificadoras; esto es la interpretación que realiza el mercado de la situación en muchas oportunidades y que no considera a la calificación de crédito. Este es el caso donde la discrecionalidad del inversor y su tamaño son lo suficientemente relevantes; por ejemplo, en el caso de los inversores profesionales como los fondos de inversión o fondos de pensión. En este caso, para dimensionar la “cantidad de confianza” que tienen en tal o cual bono, tomarán indicadores adicionales, como por ejemplo los Credit Default Swaps, que incorporan información más actualizada. También en el caso de un país, las acciones y planes de política económica, la reputación, credibilidad y consistencia de su equipo de gobierno; todo repercutirá en la construcción de la confianza en ese país. ¿Qué sucede cuándo un inversor no confía lo suficiente en su deudor? Le exigirá mayores garantías, que en el caso del mercado de bonos se traduce finalmente en una mayor tasa de interés que se deberá pactar.
Es por ello por lo que en un contexto de tasas en dólares extremadamente bajas -cerca de cero en ciertas ocasiones-, desconfíe de “retornos asegurados” o “sin riesgo” que prometen algunos. He visto, con preocupación, publicidad en redes de inversiones locales con “retornos fijos y sin riesgo de 9%”. Desconfíe y recuerdo que, a mayor retorno esperado, mayor riesgo asociado.
En definitiva, la confianza se encuentra presente en varios aspectos de nuestras vidas. En la familia, en la vida en las organizaciones, y en nuestras propias finanzas personales juega siempre un rol clave.