Hace algunos meses, los hábitos de consumo de los residentes del área metropolitana cambiaron de forma brusca. No vale la pena detallar de forma cronológica lo que hemos vivido con el agua de OSE en esta zona del país, pues es de público conocimiento, pero cabe utilizar este gran problema coyuntural como una excusa para analizar algunos temas de fondo.
Por Tobías González (*)
Hace algunos meses, los hábitos de consumo de los residentes del área metropolitana cambiaron de forma brusca. No vale la pena detallar de forma cronológica lo que hemos vivido con el agua de OSE en esta zona del país, pues es de público conocimiento, pero cabe utilizar este gran problema coyuntural como una excusa para analizar algunos temas de fondo.
Uruguay es un país particular en lo que al agua se refiere. Nuestra Constitución es de las pocas en el mundo que establece el agua potable como un derecho humano y que explícitamente no permite la entrada de competencia privada al sector, es decir, el Estado a través de OSE es el único capaz de brindar este servicio. Esto último fue establecido así hace no muchos años, en 2004, con el llamado “Plebiscito del agua”. A partir de ese momento y de forma explícita el agua potable dejó de ser un posible negocio para los agentes privados.
El artículo 47 de la Constitución establece que: “El acceso al agua potable y el acceso al saneamiento, constituyen derechos humanos fundamentales” (…) “El servicio público de saneamiento y el servicio público de abastecimiento de agua para el consumo humano serán prestados exclusiva y directamente por personas jurídicas estatales”.
En otros países el Estado tiene un rol en la conservación y cuidado del agua y las Constituciones recogen el derecho al agua, pero en casi ninguno se prohíbe a los privados participar en el negocio, ni mucho menos se establece un monopolio estatal para todo el país.
En el caso de Uruguay muchos han argumentado que por una cuestión de escala el servicio de agua potable es un “monopolio natural” y lo más eficiente es que una única empresa estatal lo provea. Analicemos un poco estas premisas.
En primer lugar ¿qué tan eficiente es OSE realmente?
Para poner bajo la lupa esto veamos algunos datos comparativos entre diversas empresas de abastecimiento de agua y saneamiento del mundo y evaluemos cómo se para OSE frente a ellas.
Para este análisis se consideraron 65 empresas de agua y saneamiento del mundo: 9 de América Latina, 36 de Asia, 10 de Estados Unidos y Canadá, 9 de Europa y 1 de África. Estas empresas son todas compañías que cotizan en diferentes Bolsas de Valores del mundo.
En términos de resultados, OSE presentó en 2022 una ganancia por debajo de la que se vio en varias de las otras empresas. En particular, tuvo un margen de EBITDA[1] de 23%, lo que la ubicó en el puesto 46 de las 65 empresas, bastante alejada del promedio (32%). De hecho, si tomamos el resultado operativo de OSE (deduciendo las amortizaciones y depreciaciones y considerando el efecto de los resultados diversos) tanto sobre su activo, como sobre su patrimonio muestra resultados bastante malos y muy bajos o negativos en términos reales (resultado operativo sobre activo: 4,6% y resultado operativo sobre patrimonio: 8,1%).
Estos peores resultados comparativos responden, en parte, a una estructura de gastos muy pesada. Si tomamos el ratio GAVS (Gastos de Administración y Ventas) sobre ventas, OSE se ubica como la séptima empresa con el ratio más alto, con 42% y muy por encima del promedio de 18%. La burocracia del ente estatal frena toda posibilidad de lograr mejores resultados.
Finalmente, en términos de eficiencia propiamente dicha, tomamos el ratio: Ventas sobre Propiedad planta y equipo y activos intangibles, que nos indica la capacidad de funcionamiento que tiene la empresa y cómo gestiona sus activos para poder vender, es decir, es una medida de la productividad. En este sentido, OSE se ubica en la posición 34 con un ratio de 0,34, siendo el promedio de 0,60.
En resumen, OSE no compara bien con esta muestra de empresas de su sector en el resto del mundo. Las dificultades que ha tenido para realizar inversiones en el último tiempo pueden estar explicadas por su ineficiencia, sus grandes costos burocráticos y en definitiva por su imposibilidad para generar beneficios altos y sostenidos.
Pese a esto, hay quienes plantean que no es posible la competencia privada en el abastecimiento de agua y saneamiento dado que OSE es un “monopolio natural”. Por lo cual, la única alternativa es hacer más eficiente a OSE. Podemos compartir que hay que hacer a OSE más eficiente, pero una de las formas más conocidas de hacer una empresa eficiente es hacerla competir con otras.
El argumento del monopolio natural dice que, dada la estructura de costos de este servicio, solo OSE puede brindar el servicio, ya que se requiere una inversión inicial muy grande y no tiene sentido “duplicar” las cañerías. Sin embargo, si este argumento se comprobara en la realidad no habría sido necesario, en primer lugar, poner en la Constitución de la República un artículo prohibiendo a todo agente privado brindar este servicio. Es decir, el hecho de que en el pasado hayan surgido empresas privadas dispuestas a ofrecer servicios de agua y que el Estado haya tenido que prohibir por la fuerza su existencia derriba el argumento de que OSE es un monopolio natural.
En conclusión, dejar en manos de una única empresa un servicio tan esencial para las personas parece un error. A lo largo de la historia, la competencia ha demostrado ser el mejor mecanismo para mejorar la productividad y abaratar todos los servicios. Uruguay debe aprovechar el problema actual del agua para volver a debatir el monopolio estatal de OSE.
[1] Este ratio surge de dividir el EBITDA (que son los resultados antes de intereses, amortizaciones e impuestos por sus siglas en inglés) entre las ventas.
(*) Académico Supernumerario, Ganador Premio Academia Nacional de Economía 2022.