Fernández Trigo: “Al acuerdo no hay que ponerle fechas, pero hay que apreciar el nivel de optimismo de uno y otro lado”

Juan Fernández Trigo, Embajador de la Unión Europea en Uruguay


La vieja Europa está conmocionada. Siria es una herida de guerra en sus puertas. Una avalancha de refugiados cruza diariamente las fronteras y se derrama por los países del bloque en busca de un nuevo horizonte. Con esa Europa, lacerada por las cicatrices del terrorismo y la retórica nacionalista de algunos líderes, el Mercosur busca cerrar un acuerdo económico de larga data. Hoy, con la sombra del Brexit como amenaza, y una economía estadounidense que, de la mano de Trump, empieza a mostrar visos de proteccionismo, el Tratado de Libre Comercio entre el Mercosur y la Unión Europea (UE) abre nuevas expectativas. Tras analizar el contexto europeo, Fernández Trigo se muestra optimista de un futuro acuerdo y lo argumenta, no sin antes reflexionar respecto a que hay un camino por recorrer y a la hora de hacer concesiones, lo más importante viene al final del proceso.

Por Oscar Cestau | @OCestau

Juan Fernández Trigo es un catalán que ha recorrido el mundo.“Me he movido muchísimo, tengo problemas en saber exactamente dónde estoy”, dice de entrada. Estudió en Barcelona, vivió en Madrid –su madre es madrileña-, y luego tuvo muchos destinos en el extranjero.

Su vinculación con el mundo diplomático se dio de una forma bastante accidental, según él. “En mi familia no había ningún antecedente y, por lo tanto, fue más bien llevado por el interés que me ocasionaba el temario. Mucho de humanidades, idiomas, historia… Toda la valorización de esas materias a la hora del reclutamiento de los diplomáticos me parecía que compatibilizaba muy bien con mis intereses personales”, rememora. Así que tomó esa opción.

Su primer destino fuera de España fue Bruselas, luego Marruecos, después Vietnam, y de vuelta a España para ocupar el cargo de subdirector general de temas Económicos del Ministerio de Asuntos Exteriores. Posteriormente, pasó a la Embajada de las Naciones Unidas, en Nueva York, etapa en la que tuvo la oportunidad de participar en el Consejo de Seguridad, porque España estuvo entre el 2003 y el 2004 como miembro no permanente. De ahí se fue a Cuba, como número dos de la Embajada; más adelante a Haití, como embajador; de ahí a Paraguay, en la misma función; y finalmente en 2013 se lanzó a probar la experiencia europea como embajador de la UE en nuestro país.

¿Qué visión tiene del desembarco masivo de refugiados que se ha estado dando en gran parte de Europa tras la crisis en Siria?

La crisis Siria ha provocado toda esta crisis migratoria que por proximidad hemos sufrido. Me gustaría señalar que puede a veces transmitirse de una forma exagerada que Europa está en crisis, sin embargo, estamos celebrando el 60 aniversario de la firma del Tratado de Roma, que dio paso a la fundación de la UE, y considero que los objetivos que ahí nos marcamos han sido cumplidos a total satisfacción. Hemos creado una zona de prosperidad en la cual no hay guerras, donde todo el mundo quiere vivir. La institucionalidad europea no está en crisis, seguimos funcionando, aprobando normativas. Es verdad que hay que enfrentar nuevas realidades. Hoy en día los problemas son, evidentemente, transnacionales… Luchar contra el cambio climático, o mismo contra el asunto de las migraciones, exige una respuesta colectiva, integrada, por lo tanto, lo último que podemos hacer es considerar que lo que tenemos en marcha no funciona para resolver esos problemas. Los problemas van apareciendo, son nuevos, incluso la UE ha dado pasos siempre a partir de las situaciones de crisis. La UE nació después de una guerra mundial atroz para acabar con ese enfrentamiento secular entre las potencias europeas. Y yo creo que eso es algo que hemos conseguido, es decir, pacificar el continente. Nadie tiene problemas de territorios ya dentro de la UE. La UE creó el mercado interior a partir de la constatación de que había que dar un paso más a partir de la crisis económica de los 70 y los 80. Cuando se hizo necesario tener una moneda única, la UE puso en marcha el Tratado de Maastricht, que dará lugar a la unión económica y monetaria y al euro en el 2002. Y posteriormente, cuando en el 2008 tuvimos la crisis económica, nos lanzamos a la creación de la unión bancaria. Entonces, somos un continente que da respuestas de vanguardia a los problemas que van surgiendo. Que hay problemas, es innegable, que hay que buscar soluciones, también. No son fáciles, porque el mundo se enfrenta a una globalización. Hoy en día la gente anda buscando una realidad nueva para poder salir de la pobreza, y nosotros, con nuestros inconvenientes puntuales y dificultades, tratamos de hacer frente a todo eso. Creo también que parte de los problemas no son exclusivamente europeos. Podría decirse que la crisis de los refugiados es europea por una razón exclusivamente geográfica. Pero aceptemos que el drama sirio está a las puertas de Europa y, por lo tanto, nosotros tendremos que saber dar respuestas a esa situación.

¿Europa estaba preparada para acoger un flujo de refugiados semejante?

Europa no estaba preparada, como creo no lo estaba nadie para hacer frente a una avalancha de esas características. De hecho, tuvimos que ir buscando soluciones que pudieran hacer frente a ese fenómeno, y que en un primer momento ha sido difícil poner en práctica. El acuerdo inicial de reparto de refugiados requiere de controles previos para asegurarse de que esas personas realmente están en una situación que les da derecho a ser considerados dentro de esa condición, y eso ha enlentecido todo el proceso de absorción. Y si bien hay que hacer un esfuerzo de absorción, debe ser llevado a cabo dentro de las condiciones legales para que estas personas lleven una vida digna. Es necesaria una integración decente, No hay que ser ingenuos pensando que toda absorción es buena, sino solamente aquella que se pueda hacer en condiciones en las cuales estas personas no puedan resultar después explotadas o que determinadas mafias de desaprensivos se aprovechen de sus condiciones de debilidad.

“Hay que ser conscientes de que el paquete tiene que ser equilibrado, no solo en la agricultura, sino también en la industria. Agricultura por los dos lados, también industria por los dos lados; por tanto, lo que hay que conseguir es el punto de equilibrio”.

¿Puede suponer un riesgo que estos refugiados no encuentren en Europa las oportunidades que buscan?

Por supuesto que ellos pueden buscar algo que luego el mercado de trabajo no pueda ofrecer. No hay que olvidar que las condiciones no son ilimitadas; precisamente eso es lo que lleva también a la cautela. No podemos asegurar un puesto de trabajo a cada una de las personas que llaman a la puerta, y esto también se tiene que entender. Si aceptamos que cualquiera y en cualquier circunstancia puede llegar, no solamente ellos van a tener condiciones poco favorables, sino que además se generan tensiones dentro de las sociedades, que al final terminan provocando olas de xenofobia, de racismo, que no son buenas ni favorecen la integración ni la mejora de las condiciones de las personas.

¿La crisis de los refugiados está generando que algunos nacionalismos empiecen a aflorar en algunos países de Europa?

Yo creo que el nacionalismo es una reacción no solamente derivada del tema de los refugiados. El nacionalismo surge, sobre todo, cuando se producen situaciones de crisis económica, así que me parece que no solo se lo pueda vincular al asunto de los refugiados, sino que deriva de muchas razones. Por ejemplo, una parte de la población percibe que las instituciones les son lejanas. Quizás en este momento se haya puesto de manifiesto a partir de la crisis de los refugiados, pero en mi opinión las causas son más profundas, y sería un error creer que resuelto el tema sirio se acabaría con la ola de nacionalismo que se está dando en algunas zonas de Europa. Pero a la vez hay una reacción. Creo que las recientes elecciones en Holanda muestran que la población, en su mayoría, no está por las opciones nacionalistas.

“Aceptemos que el drama sirio está a las puertas de Europa y, por lo tanto, tendremos que saber dar respuestas a esa situación”.

Este presente genera la impresión de que el bloque europeo, conformado -de momento- por 28 estados, está frágil.

Con esa Europa, y sus problemas, es que el Mercosur pretende cerrar un acuerdo de libre comercio. Una UE sin el Reino Unido, precisamente un impulsor de este acuerdo. Y si de sensación térmica se habla, mientras el viejo continente parece encontrarse en una etapa más de reflexión que de acción, por estos lares es al revés, y las pretensiones son de acelerar el proceso. Más teniendo en cuenta que las negociaciones llevan más de tres lustros.

¿Cuán convencida está la UE de este acuerdo?

Nosotros sí tenemos interés y queremos un acuerdo con el Mercosur por el que llevamos, además, muchos años negociando, prácticamente desde el 99. Pero justamente porque llevamos tanto tiempo, y que hayamos retomado tantas veces la negociación, implica que hay un interés de los dos lados en no dejar caer este proceso. Queremos que el acuerdo contemple lo que se anda buscando, y es que haya un desarme real en el 90 por ciento de los productos y que estemos exprimiendo al máximo las posibilidades de la zona de libre cambio que queremos crear.

Nuestro acuerdo actual nos ha dado unos niveles de comercio en torno a los 128 mil y 130 mil millones de euros. Las inversiones europeas en la zona del Mercosur alcanzan unos 286 mil millones de euros. Con un acuerdo mejorado, todo esto podría provocar muchísima más riqueza y prosperidad en un mercado de 750 millones de personas. Por eso creemos que hay que exprimirlo al máximo y sacarle el mayor número de ventajas. Es verdad que se han hecho algunas ofertas, y las mismas tienen que afinarse. Con gran ayuda de Uruguay reabrimos el año pasado una negociación que había quedado paralizadas desde el 2010; y ahora estamos en la segunda tanda negociadora.

a-img_0047Fernández Trigo hace hincapié en que el clima que impera hoy en el Mercosur abre nuevas perspectivas a la negociación, y destaca como uno de los argumentos la llegada de Mauricio Macria la presidencia en Argentina, que ha generado un cambio de posición en favor de un libre cambio mucho más ágil. A la vez, insiste con la voluntad de la UE de llegar a un acuerdo, aunque, reconoce, aún quedan detalles por afinar de uno y otro lado lo más rápidamente posible.

 “Si bien llevamos tiempo negociando, son muchos los sectores que hay que tratar, no solamente la oferta de bienes. Tenemos que hablar de las compras públicas, de reglas de origen, de propiedad intelectual, de normativas sobre competencia, es decir, una serie de campos que no son los más accesibles para el gran público, pero que son los que completan lo que podríamos definir como un buen acuerdo. Además, hay que revisar algunos capítulos que en cierto modo ya estaban hechos, porque el mundo cambia y la evolución es constante. Este es un acuerdo al que no hay que ponerle fechas, pero en estos momentos tiene unos niveles de optimismo de uno y otro lado que hay que apreciar.

Hay sectores que no ven con buenos ojos este acuerdo, como por ejemplo el sector agrícola europeo, liderado por Francia  y, en menor medida, España. Y un acuerdo UE – Mercosur, sin incluir los intereses del sector agroindustrial de ambas partes, parece ser inviable. ¿Qué tanto se ha avanzado al respecto en el sector agrícola?

Toda negociación lleva a que lo más importante a la hora de hacer concesiones no venga al principio, sino que haya que juzgarlo al final del proceso. No es del todo cierto que Europa no tenga interés en el tema agrícola; Europa tiene intereses ofensivos también en estos asuntos. El tema de los productos lácteos es muy importante para nosotros, al igual que el del aceite de oliva, el de los vinos… Hay sectores en los cuales queremos que se abran los mercados porque tenemos gran interés en meternos en el Mercosur y, evidentemente, sabemos que eso tiene una contrapartida.

“Toda negociación lleva a que lo más importante a la hora de hacer concesiones no venga al principio, sino que haya que juzgarlo al final del proceso”.

No se puede ocultar que los mercados europeos han sufrido las consecuencias de la caída de los envíos agrícolas a Rusia a raíz de las sanciones por el tema ucraniano, pero yo creo que todos somos conscientes que tiene que haber un equilibrio a la hora de negociar. A su vez, Europa entiende que en lo referente a la oferta de productos industriales, el Mercosur también tiene que hacer un esfuerzo. No puede haber ese desequilibrio ni esa asimetría en el tema arancelario en cuanto al desarme. Hay que ser conscientes de que el paquete tiene que ser equilibrado, no solo en la agricultura, sino también en la industria. Agricultura por los dos lados, también industria por los dos lados; por tanto, lo que hay que conseguir es el punto de equilibrio.

¿Es viable políticamente un TLC del Mercosur con China y,  al mismo tiempo, la profundización comercial del Acuerdo UE – Mercosur?

Ahí no me atrevo a opinar. Lo que en estos momentos sabemos es que tenemos un mandato para negociar, que lo estamos haciendo desde hace más de 15 años y, por tanto, lo otro no es nada más que un proyecto, que por otra parte tampoco sé si lo va a asumir el Mercosur de acuerdo a las declaraciones que escuchamos recientemente dentro de sus estados miembros. Así que yo prefiero quedarme con una realidad: estamos negociando, y en eso tenemos que centrarnos.

¿Cómo avizora la UE la crisis institucional que está atravesando Brasil, y que –indudablemente– ha afectado su economía? ¿Hasta dónde puede ser un impedimento para la profundización de las negociaciones?

En los últimos años hemos encontrado en Brasil a un país muy proclive a la apertura y a la liberalización. De hecho, en épocas en las que hemos tenido la oportunidad de relanzar esta negociación,   el gobierno brasileño -tanto en la etapa de Dilma Rousseff, como ahora con Michel Temer-, ha estado siempre dispuesto a apoyar el proceso de relanzamiento. Es más, siempre hemos tenido un apoyo muy grande desde la perspectiva de la industria brasileña, sobre todo de las cámaras empresariales de San Pablo. En épocas donde más dudas habían surgido, estas cámaras fueron las más favorables a empujar la negociación, y eso es un lobby muy importante. Por lo tanto, no creemos que haya cambiado para nada la perspectiva de los intereses industriales brasileños.

“Hoy lo que nosotros detectamos tanto en Argentina como en Brasil –y por supuesto en Uruguay y Paraguay-, es una voluntad de acelerar lo más posible la negociación”.

Así que no tenemos por qué sospechar que las dificultades coyunturales que pueda tener Brasil les pueda llevar a un cambio de política. Hoy lo que nosotros detectamos, tanto en Argentina como en Brasil –y por supuesto en Uruguay y Paraguay-, es una voluntad de acelerar lo más posible la negociación.

¿La nueva  postura estadounidense con respecto al comercio internacional, obliga a la UE a replantearse la dicotomía “multilateralismos versus regionalismo”?

Yo creo que el multilateralismo ya se ha demostrado, al menos en los últimos años, que por muy deseable que sea no nos ha funcionado. La Ronda de Doha está prácticamente parada, o por lo menos con muy pocos avances. Nosotros hemos optado por el regionalismo desde hace mucho tiempo porque pensamos que de esa forma se consigue una liberalización, por lo menos, lo más profunda posible dada esa coyuntura de parálisis o de escasa actividad a nivel multilateral. El hecho de que los Estados Unidos en este momento estén pasando por esta fase de apoyo al proteccionismo es algo que no nos convence, por lo tanto, vamos a seguir con nuestra hoja de ruta. Hemos desarrollado en los últimos años una labor muy importante de extensión de nuestros tratados de libre comercio. Nuestra idea es que a través de la liberalización del comercio y la inversión, se crean puestos de trabajo y se genera riqueza. Si otros no piensan lo mismo, vamos a tratar de aprovechar el espacio que van dejando. Estamos convencidos de que debemos continuar con esta ola de integración a nivel regional ya que la multilateralidad no está en estos momentos lo suficientemente garantizada.

¿La victoria política de los “europeístas” en las últimas elecciones celebradas en Holanda, debe ser festejada por la Unión, o el resultado final hubiera sido irrelevante para el futuro europeo?

El resultado hubiera sido más bien preocupante si hubiera ganado la extrema derecha en Holanda. Yo creo que esto, si tiene alguna ventaja, es que la gente se permita reflexionar las consecuencias del voto castigo o del voto airado. Puede que en los últimos tiempos la gente, en su análisis de los problemas, tienda a creer que los responsables son las burocracias, los gobiernos, y busquen, en cierto modo, esos mensajes de soluciones fáciles, inmediatas, drásticas. Yo creo que en estos momentos la población está reaccionando frente a esas actitudes que solo miran el momento y no miden las consecuencias. Lo que sucedió en Holanda es una muy buena noticia, más teniendo en cuenta que es uno de los fundadores de la UE, y un socio que ha hecho del comercio prácticamente que su esencia. Hubiera sido una muy mala noticia que el escepticismo se instalara en el gobierno holandés.

Una de cal y otra de arena: antes de las elecciones de Holanda, tuvimos el Brexit. ¿Cómo impactará en el bloque europeo la salida del Reino Unido?

La decisión británica para nosotros ha sido traumática porque, evidentemente, es la segunda potencia económica europea, con un 17 por ciento del PIB. Las consecuencias de su salida desde el punto de vista presupuestario hay que resolverlas. Si desaparece alguien que está aportando el 12 por ciento del presupuesto, todo el mundo tiene que suplir ese vacío. Pero la falta de Gran Bretaña es mucho más importante que eso y va a tener consecuencias de todo tipo. Tenemos que renegociar acuerdos comerciales y hacerlo también a partir del momento en que se presente la notificación. Vamos a tener que establecer formas jurídicas para que la separación sea lo menos traumática posible, pero nosotros seguimos con la idea de la integración. Estamos cada día más convencidos de que no hay solución a los problemas colectivos encerrándonos en un mundo de nacionalidades excluyentes, buscando el aislacionismo, creyendo que los flujos de población de puede parar. No vamos a recoger velas, y sí vamos a mantener lo que hemos conseguido, que es mucho. Como decía al principio, hemos acabado con las guerras, y parte de esa solución viene de concebir que el extranjero no es un enemigo ni el culpable de nuestros males, sino que hay que integrarlo y trabajar con él.


A la par de Europa

¿Cuál es la visión que tiene de nuestro país?

Este es un país muy influenciado por los europeos. Lo noto en el propio hecho de que los uruguayos digan que son un país formado por inmigrantes europeos. Es, por otra parte, un país que ha tenido una evolución en lo que son las reformas de principios del Siglo XX muy en paralelo a Europa. Hubo iniciativas muy importantes, como la protección del débil, de los menores, el estado de bienestar, la aparición del divorcio, el voto de la mujer; algunas, incluso, se dieron antes que en Europa. Pero lo que más llama la atención es esa institucionalidad bastante racional que ha tenido, salvo la dictadura de los 70 y 80. Este ha sido un país que luego de terminadas las guerras civiles no ha tenido problemas de institucionalidad ni de violencia institucional, salvo, repito, la dictadura.

En líneas generales, hay una clase media importante, aunque a la vez creo que el país tiene retos por delante, como el tema educativo y la demografía. Este es un país que se hizo gracias a la educación, entonces este es un asunto al que hay que hacerle frente ya. Lo mismo que el tema de la demografía. Acá no nace gente, ni tampoco vienen inmigrantes, por lo tanto ahí también hay otro desafío.


El escritor

¿Podemos decir que es un diplomático escritor?

Si, y no es pretencioso porque he publicado ya tres novelas, aunque no gano mucho dinero”

‘El amante casual’, ‘Boquerones en Brooklyn’ y ‘La traición de la Habana’ son los tres títulos publicados por el representante de la UE en Uruguay, que ya trabaja en su cuarto libro.

 “De la misma forma en que hay personas que dedican cuatro o cinco horas a mirar televisión, o juegan al golf, al fútbol o al tenis, en mis ratos libres me gusta escribir. Me relaja, me despeja mucho la cabeza. Cuando uno escribe no hay que pensar en otra cosa que en dónde poner la coma, entonces se olvida de todo lo demás”.

¿Tienen alguna fuente de inspiración particular esas novelas?a-img_0003

Creo que no, y cada una es diferente, aunque algunas personas que han leído mis libros dicen que siempre se refleja esa variedad de ambientes en los que he vivido. Quizás, y lo he visto con el tiempo, que de una forma subconsciente uno refleja preocupaciones que se tienen en determinada época de su vida. Puede que un hilo conductor sea el humor… No me gusta hacer cosas demasiado dramáticas, aunque quizás en la última novela el humor es prácticamente inexistente dado que la temática es mucho más trágica… la historia de la esclavitud, la revolución cubana, etc.

El teatro es otra de sus pasiones, y desde su lugar ha hecho mucho por esta actividad en Uruguay.

 “Me gusta mucho y, afortunadamente, aquí hemos podido disfrutar de buen teatro. Hemos creado el Premio Escena, que premia obras de autores europeos, y que este año tendrá su quinto acto. Nosotros no indicamos obra alguna, sino que es la propia sociedad teatral del país la que elige”, explica.

A la vez, agrega que si los derechos de autor no fueran tan caros habría más teatro europeo en nuestro país. Aún así, la oferta es de entre 15 y 20 obras por año.


Señas de identidad

Juan Fernández Trigo -58 años-, es Licenciado en Derecho e ingresó a la carrera diplomática en 1986.  Nació en la provincia de Barcelona, más precisamente en Terrassa, una localidad que en su momento tuvo mucha importancia debido a su industria textil. “Mi padre era médico en uno de los pueblos de la zona, y por cuestiones accidentales mi madre dio a luz en Terrassa”, reseña.

De su país extraña la comida y, desde luego, el jamón serrano. “Si hay algo que no me gusta de Uruguay es que no dejen entrar el jamón serrano; eso póngalo porque hay que decirlo y machacarlo. El pata negra tiene que entrar. Permiten jamón muy poco curado, deshuesado, y creo que si Estados Unidos ha sido capaz de levantar toda la normativa fitosanitaria que impedía que entrara el jamón, sería bueno que Uruguay hiciera lo mismo”, reclama con una cuota de humor.

Se confiesa hincha del Barça, y dice que cuando le toque irse de Uruguay va a extrañar el respeto de la gente. “Me llama mucho la atención, viniendo yo de un país donde la gente es muy agresiva en la política, los niveles de respeto muy considerables hacia el adversario. Eso hace más fácil la convivencia”, manifestó al respecto.

Sus gustos musicales son variados. Van desde un estilo tradicional, como Joan Manuel Serrat –a quien considera que se lo valora más en América que en la propia España-, o Frank Sinatra, hasta Amy Winehouse y Beyoncé.