Consciente de que su vocación iba por el lado de lograr impactar positivamente en las personas y que ello la moviliza, la licenciada en Relaciones Laborales tiene claro que una acción que la motiva es poner el acento en los otros.
Partiendo de esa base, y teniendo claro de su preferencia por lo social, empezó a estudiar psicología, pero al poco tiempo de haber empezado la carrera se dio cuenta que el terreno de acción y el ejercicio de esa profesión no iba a ser lo que imaginaba.
Entonces, empezó la carrera de Relaciones Laborales en la Universidad de Buenos Aires, algo que era una novedad para ese tiempo. Todo fluyó fácilmente: concurrió a una charla informativa y le encantó. Ese nuevo campo que se le abría cuadraba perfecto con lo que ella buscaba y le daba la oportunidad de llevar a cabo acciones que tuvieran impacto de manera positiva en la vida laboral de las personas y, en muchas ocasiones, también en lo personal, algo que se relacionaba con su primer intento en psicología.
Su primer trabajo fue a los 16, cobrando facturas de servicio en una inmobiliaria, donde trabajaba medio turno después del liceo, una etapa que recuerda con mucho cariño, porque, en ese lugar, aprendió sobre la responsabilidad del trabajo y a vincularse con las personas.
Más adelante, en mayo de 2020, llegó a GDN UY, y su comienzo en la compañía estuvo marcado por muchas emociones, además del entusiasmo que le generaba asumir un nuevo desafío profesional en un país que no era el suyo, en plena pandemia. Allí llegó gracias a que fue invitada a participar en un proyecto de transformación de la unidad de negocios de los Supermercados TaTa, donde tuvo la responsabilidad de conformar el equipo de gestión humana para el negocio, un grupo que hoy en día trabaja de forma cercana y colaborativa con el resto de equipos.
Lo que más disfruta Gabriela de esta empresa es la gente que la compone, sin importar cargo, jerarquía o antigüedad, además del cálido vínculo, de mucho respeto y valoración por las personas.
Pero también es consciente de que trabaja en el empleador privado más grande del país y de los desafíos y responsabilidades que ello implica. Estar en una compañía así, según dice, es un desafío que afronta todos los días. Y, asumirlo, le permite leer las necesidades y expectativas de los equipos, principalmente de las nuevas generaciones de colaboradores, que los impulsan a ser innovadores y creativos al momento de brindar una experiencia laboral.
Más allá de su trabajo, en su tiempo libre Gabriela disfruta mucho los planes con amigos, con comida de por medio como excusa. Al estar lejos de su familia, sus amigos, según dice, son su familia extendida. A su familia la componen su madre, su hermano Juan, su cuñada “Pepi”, y sus dos sobrinos, Benjamín y Olivia. Su rol de tía la hace muy feliz, pero hay una persona especial: su abuela. Esta, confiesa, es la persona más especial de su vida y la lleva al sentimiento del hogar, porque “predicaba con el ejemplo” y era una gran cocinera. Pero, sobre todo, le enseñó que, con la forma de ser de cada quién, es posible dejar una huella.
Su oficina tiene que ser un espacio que invite a la conversación, pero confiesa que es un lugar en el que pasa poco tiempo, porque se autodefine como una persona inquieta, pero lo que no le puede faltar es un buen par de zapatillas.
Rayuela, emblemático libro de Julio Cortázar es su obra preferida. Además, le gusta el rock argentino y el tano, pese a que le gusta escuchar de todo, principalmente lo nuevo. Disfruta mucho de viajar y conocer circuitos no turísticos, intercambiar con personas locales de los lugares que visita y jugar a sentir la vida como si viviera allí.