Por Federica Chiarino | @FedeChiarino
Para los ciclistas aficionados, la bicicleta es mucho más que un medio de transporte. Es compañera, o hasta quizás amiga y, como tal, quieren que siempre esté radiante. Esos ciclistas se ven, muchas veces, en la necesidad de ocultar las súper marcas que sus bicis llevan tatuadas. A veces por seguridad, o en ocasiones para distinguirla del resto. Las marcas son industriales, hay miles de clones, y eso convierte a su amiga de dos ruedas en una más del montón.
Entre esos amantes del pedaleo, y con las mismas inquietudes, se encontró Sofía a principios del año 2014, cuando comenzó a buscar alternativas para hacer de su bici un modelo único y seguro. Ella la usaba -y la usa- día y noche, para transportarse de un lado a otro. Un día la transformó en un birrodado colorido, lleno de vida, único y distinguible. Nadie tenía una bici igual. Su amiga, Andrea, quedó fascinada al verla, y le preguntó cómo había hecho para darle ese aspecto. La respuesta estaba en un vinilo con una imagen única y llena de vida, con el que Sofía había cubierto el antiguo color y la marca de su bicicleta. “Vamos a transformar esto en un microemprendimiento”, propuso Andrea. Y, en seguida, ambas pusieron manos a la obra.
Hoy, cuando un ciclista elije a Sofía y a Andrea para dotar a su bicicleta de un nuevo look, lo primero que debe hacer es medirla y, en algunos casos, enviar fotos. Allí, las emprendedoras se hacen una idea de cuántos metros cuadrados de vinilo serán necesarios para vestir a ese modelo. El abanico de diseños de KiwiMelón es “tan amplio como la cantidad de imágenes que hay en internet y de ideas en la cabeza”, indicó Sofía.
Los clientes de este emprendimiento son, en su mayoría, mujeres jóvenes, con un estilo hippie chic y amor por las bicicletas. Pero KiwiMelón ha realizado cambios de look a todo tipo de bicis y clientes. Niños, adultos cincuentones, hombres, mujeres, usuarios diarios de la bicicleta y aquellos que solo la utilizan para dar un paseo cuando el día está lindo. Hay solo una cosa que todos los clientes de KiwiMelón tienen en común: la bicicleta, para ellos, no son solo dos ruedas, una cadena, un asiento y unos caños, sino un objeto preciado, algo que es parte de su vida.
El costo de una bicicleta personalizada por KiwiMelón hoy es de $1.600, precio que las emprendedoras consideran accesible, si se toma en cuenta todo el trabajo y gasto que requiere cada modelo. Según Andrea, el material base, que es el vinilo, ya es bastante costoso. A eso deben sumársele las horas de trabajo cuidadoso que las jóvenes dedican. “En realidad, nosotras no sacamos una ganancia importante. Lo hacemos porque nos gusta”, afirmó Sofía.
“Arte en bicis” es el leitmotiv de KiwiMelón. El trabajo es artesanal, en su totalidad. Sofía y Andrea delegan la impresión de los vinilos a Copiplan, pero el resto es todo mérito suyo. Con manos, tijeras, mucha paciencia y amor por su trabajo, acomodan su agenda de actividades para no dejar de lado el proyecto que tanto adoran.
Las dos emprendedoras ven a KiwiMelón como su trabajo secundario. Andrea tiene 26 años y es comunicadora, da clases de cine en colegios y en la Escuela de Cine del Uruguay y coordina el festival “Tenemos que ver”. Sofía es licenciada en Recreación Educativa y trabaja como educadora inicial, además de realizar tareas vinculadas a la murga y el maquillaje artístico. Ambas son educadoras de un grupo de scouts.
Los próximos pasos para KiwiMelón estarán relacionados con atacar su punto débil: el marketing. Sofía ya estuvo hablando con una conocida suya, gestora cultural de profesión, que trabaja en una pre-incubadora de emprendimientos. En un tiempo, planean concretar una reunión para diseñar un plan de acción que dote a KiwiMelón de mayor visibilidad en el mercado, establecer conexiones y atraer nuevos clientes. En este aspecto, las emprendedoras corren con una ventaja: casi sin buscarlo, se han ganado un nombre dentro del mundo del pedaleo, siendo llamadas para participar en festivales como FIM Bici, el Día de la Bicicleta, Radio a Pedal y Libera Tu Bici.