“La ética tiene que estar presente en el ámbito empresarial por el impacto en la sociedad”

Jorge Tomasi Crisci, presidente del Automóvil Club del Uruguay


Su currículum es vasto. Con una extensa trayectoria en el sector farmacéutico, hoy vuelca su experiencia en otros sectores de la sociedad. Preside el Automóvil Club del Uruguay (ACU) cuando la institución está cumpliendo un siglo de vida. En ese contexto, el ejecutivo cuenta los eventos que se enmarcan en un año de festejos.

Además, es presidente de los directorios del Parque de las Ciencias y Laboratorios Clausen. Apasionado por diversas actividades de servicio, pone a la ética como el precepto empresarial más preciado, y esta rige su accionar.

Por Oscar Cestau | @OCestau

A poco de empezar, cuando la charla derivó hacia los primeros años de vida del entrevistado y sus experiencias laborales, el plan de nota previamente establecido fue quedando de lado. Las anécdotas empezaron a fluir y cada historia se fue retroalimentando con la siguiente. En ese periplo empresarial por el que transitó Tomasi, algunas vivencias le dejaron experiencias de vida, otras, en cambio, le ayudaron a moldear un estilo de gestión que aún hoy pregona.

 ¿Dónde se crió?

La primera toma de conciencia la tengo en Salto, porque si bien nací en Malvín, en la calle 5 de Abril, hoy Rivera, entre Río de la Plata y Amazonas, cuando yo tenía un año y medio a mi padre lo trasladaron a Salto por su trabajo, y allá nos fuimos. A Montevideo volvimos el 16 de julio de 1950 –día de la gesta de Maracaná-, con la ciudad en la calle. Yo, con tres años, veía un revuelo bárbaro en la calle y no entendía la razón. Volvimos a Malvín, a la calle Candelaria, donde viví toda mi niñez y mi adolescencia.

Hijo de padre funcionario de AFE y madre ama de casa, dedicada a la crianza de sus hijos, Jorge estudió primero en el liceo público y, posteriormente, en el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo. Luego, empezó la carrera de Ciencias Económicas pero no culminó. Después se formó en Administración y Dirección de Empresas y cursó la Licenciatura en Marketing en la Universidad Católica, estudios que no alcanzó a culminar debido a que la actividad laboral le ocupaba todo el día. “La formación la tuve a través de las distintas empresas en las que trabajé, acá y en el exterior, haciendo todo lo que había por hacer en materia de administración, marketing, dirección y manejo de personal”, explicó. 

El fallecimiento de su madre, cuando aún era un adolescente, significó un duro golpe. Al mes de ese infortunio, con 17 años, tuvo que salir a trabajar. Esa primera experiencia fue en la administración y en la caja de una estación de servicio de un empresario español –una de las tantas que este tenía en Montevideo-, ubicada en Avenida Italia y Dámaso Antonio Larrañaga –hoy Luis Alberto de Herrera-.

“El señor tenía una única hija, entonces vino desde España un primo hermano, la enamoró y se fueron para allá. Por esa razón el padre quedó con un humor de perros, y vivía gritándome. Al tercer día, como a las 20:00, me vino a hablar de mala manera y yo no me aguanté, le contesté como se merecía y me fui”, recordó entre risas.

La historia entre Antonio –así se llamaba el español- y Jorge tuvo muchos capítulos.

“Yo vivía con mi hermana, y mi dormitorio daba al frente, a un jardín. Al otro día del problema en la estación de servicio a media mañana ella me despierta y me dice ‘te buscan’. Miro por la ventana y era el español. Me ve y empieza a gritar. ‘Mira la hora que es… ¿Tú no piensas ir a trabajar?’. Pensé un instante y le dije: ‘yo si no me baño no voy a ningún lado, si me quiere esperar…’ Todo a propósito por el trato que había recibido. Me bañé, me vestí con parsimonia y salí. Me estaba esperando aún y cuando subí al auto, de las cuatro cubiertas el español dejó dos en el pavimento de la bronca que tenía. No me habló en todo el camino, se bajó, dio un portazo y yo me fui para la oficina. A partir de ahí hijito para aquí, hijito para allá; empecé a ser una especie de hijo sustituto. Así fue mi primera actividad laboral. Esa experiencia duró unos tres años. Dos veces más me fui, y siempre me fue a buscar. Pero como no cumplía con sus promesas, de que tenía el futuro asegurado con él, me iba. Había un vínculo afectivo importante, porque me trataba como a un hijo, pero yo me había casado, entonces tenía otras responsabilidades”, rememoró Tomasi. Incluso, el primer auto que tuvo se lo compró Antonio, ya con Jorge fuera de la empresa.

¿Qué auto fue?

Un Renault 4CV modelo 1956. Me acuerdo como si fuera hoy… Después de salir de mi trabajo yo le iba a dar una mano a la persona que había puesto en mi lugar la estación de servicio de Coimbra y General Paz. Estando ahí vi que una señora paró un Renault 4CV modelo 56 en impecable estado con un cartel de venta. Me acerqué, miré el auto, nos pusimos a hablar y le pregunté cuánto costaba. “Pido 550 mil pesos”, me contestó. Estoy hablando del año 70. A mí me daban vuelta y no se me caía ni un peso. Le dije que me parecía mucho, a lo que me contestó: “¿Para usted cuánto vale?”.  “Para mí 450 mil”, le dije. “Pero contado”, me retrucó. “Por supuesto”, le dije. “En ese caso hablamos”, prosiguió. Para salir del paso, le expresé que yo estaba esperando recibir un dinero. Me dejó su teléfono y se fue. Cuando volví a la oficina, Antonio me dijo que me había visto hablar del auto con la señora. “La dejaste ir, no puede ser (Tomasi imita el acento), llámala ya”. Decide entonces llamarla él y le hace una oferta: 200 mil pesos y 12 conformes de 25 mil. “Y me los viene a cobrar acá”, le agregó. Le hizo un cheque por 200 mil pesos, los conformes, y así fue que tuve mi primer auto.

¿Qué enseñanzas le dejó esa primera experiencia laboral?

Que cuando uno siente que tiene la razón, o que es injusto lo que está pasando, es muy importante pararse firme y de frente, y no dejar que avancen de mala manera. Esa forma de actuar me ha dado mucho resultado a lo largo de mi vida en distintas instancias, y en todas me fue muy bien.

Se casó joven…

Si, muy joven. Me casé en el 68. O sea, estoy cumpliendo 50 años de casado.

¿Cómo continuó su etapa laboral?

Trabajé en la administración de una empresa constructora. El hecho de cumplir tareas ahí me permitió conocer a mi esposa, pero no porque ella trabajara ahí. Después estuve en la parte de ventas de una inmobiliaria. Posteriormente, cuando tenía 23 años, un amigo me preguntó si quería ser visitador médico. Yo no sabía mucho de qué se trataba, pero acepté. Me llevó al laboratorio Icu-Vita. Fui a una entrevista con la propietaria y al otro día empecé a tomar clases. Tuve un mes de clases con el Dr. Raúl González Puig, figura de la medicina uruguaya. Ahí trabajé como visitador médico un año y diez meses. Después pasé a laboratorio Gramón, donde estuve cuatro años, también como visitador médico.

A la vez que desgrana las diferentes etapas que fue transitando, Tomasi relata un montón de historias que le tocó vivir en las distintas empresas por las que pasó. 

“En ese momento –se refiere a la etapa en Gramón– yo competía en pruebas de automovilismo, entonces salía en los diarios. A raíz de eso, el gerente me dijo que mi trabajo no era compatible con el automovilismo. Le contesté que no entendía la razón, pues esa actividad me deparaba otra conversación con los médicos, me daba otras aperturas, y la verdad es que me iba muy bien con eso. Yo le dije que iba seguir con el automovilismo porque lo hacía los fines de semana, no molestaba a nadie y era mi tiempo”, recordó.

“Cuando uno siente que tiene la razón, o que es injusto lo que está pasando, es muy importante pararse firme y de frente, y no dejar que avancen de mala manera”.

Antes de que el tema tuviera otras implicancias, surgió la posibilidad de un cargo en Ciba Geigy (hoy Novartis). “Entré por la ventana, porque la selección estaba prácticamente cerrada, y me tomaron. Me entrevistó Pablo Roberto …., el gerente, un tipo que era el número uno de la industria farmacéutica. Comenzamos la charla y yo empecé a hablar de todas mis virtudes, entonces en un momento me dice: “me parece muy bien, veo que usted conoce bien sus virtudes, pero dígame una cosa: ¿sus defectos?”. “Mire, son tantos que tengo miedo de olvidarme de alguno y no me gustaría no darle toda la información completa, así que prefiero no decir nada”, dije entre risas. “Touché”, me respondió.

Entré como visitador médico, y a los dos años y pico me ascendieron a jefe de Línea y jefe de Producto, después pasé a la Gerencia de Ventas, y luego decidí irme de la compañía. Renuncié con tres meses y pico de anticipación porque el gerente en ese momento era absolutamente insoportable. La gota que derramó el vaso fue en el año 86… El Casmu, que era el principal cliente, llamó a todos los gerentes de las empresas de las multinacionales farmacéuticas, que eran las que vendían en ese momento. El gerente de la compañía se había ido a una reunión en Venezuela y dejó en su lugar a una contadora que hacía dos meses había ingresado al laboratorio. Él tenía por obligación nombrar un sustituto, que naturalmente debería haber sido yo por una situación de cargo, pero él se manejaba de otra manera. Resulta que al otro día, a instancias de la persona que este gerente había dejado en su lugar, fui yo a la reunión del Casmu. Al otro día, cuando la gerente sustituta en forma telefónica le estaba dando un primer informe de la reunión, en un momento de la charla le dijo: “Esperá que te paso con Jorge que estuvo en la reunión representando a la empresa”. Cuando atiendo, lo primero que me preguntó fue: “¿Yo te dejé de gerente a ti? Porque a ti no te nombré”. Yo traté de bajarle el perfil al tema, le dije que mejor lo veíamos cuando retornara, pero él siguió. “Porque si yo te hubiese querido dejar de gerente lo habría hecho”. Y continuó. A la cuarta vez que me lo dijo, no aguanté más y le dije un montón de cosas, con todas las letras. Recuerdo que salí de la empresa, me subí al auto y me fui a patear piedras en Punta Carretas de la bronca que tenía. Después de tranquilizarme, tomé la decisión de irme, porque la situación era insostenible. Tenía contactos en la industria farmacéutica, en los medios de comunicación, en la industria automotriz, era presidente del Club Uruguayo de Rally… me sentía con mucha fuerza. Así que el lunes, cuando el señor vino, pedí una entrevista con él y recién se hizo un tiempo para verme a las 17 horas. “¿Querías hablar conmigo?”, cuestionó. “Sí, desde las 8 de la mañana”, le dije. “Bueno, recién ahora te puedo atender”, me contestó. “Mirá, te la hago corta: si hubiésemos estado frente a frente, hasta ahora estaríamos a las trompadas, pero como ya pasó y me enfrié, te vengo a decir hoy, 27 de setiembre, que el 30 de diciembre me retiro de la compañía, salvo que resuelvas lo contrario y entonces será un despido”, le expresé. “No, pero no te pongas así”, atinó a decirme, a lo que respondí: “Dejala ahí”. Más o menos así fue el dialogo ese día.

Le pedí que nombrara a alguien para que yo lo formara, porque le debía mucho a la compañía, no a él. A partir de ahí, entre algodones.

¿Cómo siguió la historia? Porque ahí se quedaba sin trabajo.

Unas semanas después de que tomara esa decisión me llamó un amigo con el que había trabajado en Gramón y que se había ido de gerente a Roemmers, para preguntarme si me servía un cargo de gerente de Línea. Le dije que sí. Tenía que ir a Buenos Aires a entrevistarme y fue muy peculiar. La entrevista la tuvimos con el principal de la compañía y el presidente del Directorio. Fuimos a almorzar a un restaurante italiano, en Plaza Roma. Recuerdo que fui corriendo desde la Avenida Corrientes hasta Plaza Roma, como ocho cuadras. En aquella época yo fumaba, y cuando llegué al restaurante no podía ni hablar de la agitación que tenía, y me recibe el tipo con una estampa bárbara. El presidente del Directorio, un austríaco, me dice: “Señor Tomasi, ¿usted gusta tomar vino?” Le dije que sí. “¿Qué vino prefiere?”, me preguntó. “Vino tinto”, le dije. “Pero el señor (refiriéndose al principal de la compañía) va a tomar blanco”, insistió. “Sí, pero a mí me gusta el vino tinto”, reafirmé. Y otra vez: “pero el señor va a tomar blanco”. Y otra vez lo mismo… Ahí le dije: “sí, lo escuché, si tengo que tomar vino blanco, tomo, pero que conste que a mí me gusta el vino tinto”. Enseguida pensé que ahí se terminaba todo. Pero el almuerzo duró tres horas. Me consultaron lo que no se imagina… Por supuesto que de la industria farmacéutica, de economía, de política, de geopolítica, de todo. Al final, me preguntaron si yo estaba de acuerdo en trabajar con ellos. Era 11 de noviembre. Yo les dije que sí, pero el 2 de febrero. “¿Cómo el 2 de febrero?”, me expresó el presidente. “Sí, el 2 de febrero. En la compañía en la que estoy trabajando me comprometí a hacerlo hasta el 30 de diciembre y voy a cumplir porque le debo mucho, independientemente de las razones por las que me voy. En 10 años que estuve allí, me formó como persona y como profesional. Así que voy a cumplir con mi palabra. Y después me quiero tomar un mes sabático para sacarme la camiseta, porque la tengo muy puesta, y entrar fresco el 2 de febrero a trabajar y ponerme la camiseta de Roemmers”. Y así fue. El 2 de febrero de 1987 empecé en Roemmers.

“Una empresa podrá tener las mejores instalaciones, los productos más exitosos, pero si no tiene la gente adecuada que lleve adelante el trabajo, y con motivación, no logra objetivos”.

Primero fui gerente de Línea Pharma Investi, hasta el año 94, donde me nombraron gerente de Marketing. Posteriormente, Roemmers compró Laboratorios Galien, y ahí me designaron también gerente de esa compañía.

Con esos dos cargos estuve hasta 1998, que fue cuando me eligieron gerente general. Quien estaba en ese cargo fue de director al área internacional, y a mí me nombraron gerente general de la compañía.

¿Cuáles son las fortalezas que le permitieron hacer su camino dentro de la industria?

Creo que son varias cosas… Capacidad de liderazgo, sentido común, obtención de buenos resultados en aquellas cosas que estaban en mis manos, empatía con lo más importante que tiene una compañía –que es la parte humana-, capacidad de motivar. Una empresa podrá tener las mejores instalaciones, los productos más exitosos, pero si no tiene la gente adecuada que lleve adelante el trabajo, y con motivación, no logra objetivos.

El 30 de diciembre de 2011 terminó su labor en Roemmers y fue a Laboratorio Clausen –compañía vinculada al grupo- como moderador. “En realidad hoy soy el presidente institucional, no ocupo un cargo operativo. Lo mismo en el Parque de las Ciencias. Así me dedico más al relacionamiento y a ese tipo de tareas”, explicó.

¿Qué características tiene hoy la industria farmacéutica? Con esos cambios que hablábamos, con épocas donde casi la totalidad eran multinacionales, y hoy, donde la presencia de laboratorios nacionales es muy importante.

En la década del 80, en los cursos que había de formación, de marketing, prácticamente el 80%-90% de la gente pertenecía a grupos multinacionales. En la década del 90 eso cambió sustancialmente; ya la presencia era de los propietarios de las empresas nacionales, sus gerentes o el personal superior. La industria nacional se empezó a calificar, aparecieron las inversiones. Esta es una industria que requiere de inversiones en forma permanente y de adecuaciones de las plantas farmacéuticas. Recuerdo que en la década del 70 entraba por la planta a la compañía; ahora para entrar por ahí te tenés que cambiar, vestirte especialmente, por una cuestión de contaminación. Las cosas cambiaron mucho, la industria nacional se tecnificó, invirtió, desarrolló productos de calidad a precios accesibles. La prueba está en que la industria nacional tiene el 90% del volumen físico actual y el 60% de los valores. O sea que las multinacionales tienen el 10% del volumen físico y el 40% de los valores. Ese desarrollo que tuvo la industria nacional permite, a nivel institucional, suplir medicamentos de calidad con precios realmente accesibles.

Yo creo que el promedio de un medicamento hoy en día en el sector institucional está en el entorno de los 60 pesos. La industria nacional tiene hoy un gran potencial y muchas empresas están exportando.

En este momento de la charla, su pasaje por la industria farmacéutica deja lugar a una de sus grandes pasiones: los autos, y todo lo que rodea a esta actividad, incluso su trayectoria en el ACU.  

 ¿Cómo se dio su arribo a la Presidencia del ACU? ¿Cómo fue el camino hasta hoy?

Es una larga historia… Primero le voy a contar cómo me vinculé al automovilismo. Yo tenía 18 años. Un amigo iba a competir en rally, y a mí no me gustaba el copiloto con el cual iba a ir él. En ese momento podían ir tres en el auto. De una fui y le dije que con ese copiloto no iba a llegar a nada y que yo me subía. Corrimos una primera carrera, donde yo fui de navegante, y la verdad es que lo primero que noté es que faltaban elementos para quien quería capacitarse en esa actividad. Entonces me fui al Club de Rally y agarré a los copilotos que habían ganado el rally de las 24 horas, los senté un montón de tiempo y terminé haciendo un manual de cómo navegar en rally. Ahí empecé, primero en el Club de Rally. Al poco tiempo de estar ahí, con un grupo de personas vimos algunas cosas que no nos gustaron, entonces surgió la idea de hacer una lista. Terminamos armando una, en el año 74, llevando a Diego Lamas a la Presidencia; yo era el secretario. Fueron dos años de realizaciones, se comenzó a proyectar el rally de otra manera. Lamas se fue a los dos años y quedó al frente el vicepresidente, Jaques Burgeois. Posteriormente, en el año 79, me propusieron a mí a la Presidencia. Estuve casi 12 años en el cargo.

¿Ahí se dio su vinculación con el ACU?

Podría decirse que sí. No nos entendíamos mucho con el ACU, y terminamos haciendo una lista con Julio César Maglione a la Presidencia. Trabajando tres personas, sacamos la mitad de los votos que los que obtuvo la directiva oficial con todo el aparataje que le daba la organización. Ni bien asumieron dijeron “vamos a traerlos a estos” y nos invitaron a la Comisión Fiscal. En el 89, entonces, ingresamos con Maglione a dicha Comisión, y en el 91 a la directiva.

“El empresariado uruguayo tiene absolutamente claro que debe, por un lado, capacitarse, y por otro, tecnificarse si quiere subsistir en su actividad”.

Después vino todo lo conocido en la década del 90: una serie de deslealtades importantes de algunas personas. El club estaba manejado de una manera muy peculiar, era impenetrable, había muchos dirigentes alineados en esa dirección, entonces con Maglione y dos directivos más –José Arijón y Guillermo Bausero- en virtud de un hecho puntual entendimos que era el momento de hacer algo más. Nos reunimos un fin de semana con el Dr. Leonardo Guzmán delineando una estrategia y separamos del cargo al director general. Ahí empezamos a blanquear al ACU.

En su momento, casi toda la directiva se enojó mucho con lo que hicimos, pero metimos para adelante y se empezó a trabajar fuerte para revitalizar los valores éticos en el club. Así, a fines del 99 Maglione alcanzó la Presidencia, y estuvo hasta el 2007, y yo asumí posteriormente. Voy por el tercer período.

¿Qué es el ACU en números?

El ACU emplea a 380 personas y tiene más de 70 mil miembros afiliados. Estamos un poco agredidos por el servicio de auxilio gratuito que prestan algunas compañías de seguros, sobre todo cuando el BSE empezó a hacerlo en forma más importante, pero tenemos varias estrategias para enfrentar esa situación. El ACU está cumpliendo 100 años, una fecha muy trascendente. Estamos por inaugurar una nueva sede en el este de Montevideo, frente al Parque Rivera, en un predio con tres plantas, con muchos servicios, con escuela de conducción, servicio mecánico, alineación, gomería, agencia de turismo, seguros, atención al socio, consultorios médicos, control oftalmológico, dietista para consejos a los socios y socias, entre otros.

¿Qué representa para usted estar al frente del ACU cuando la institución cumple 100 años?

Estoy cumpliendo casi 30 años en el ACU, entonces se podrá imaginar que se me ha ido metiendo en la piel. Somos dirigentes honorarios, porque somos una asociación civil sin fines de lucro. La verdad es que al ACU lo siento en el alma, y más cuando veo la buena labor que hace para la sociedad, porque no solamente es brindar el servicio de auxilio para los miembros, sino que cumple un rol social. Asistimos en forma gratuita a muchas situaciones de empresas públicas o asociaciones. En el tema de educación vial jugamos un papel importante, en coordinación con las autoridades en la materia. Por tanto, es un honor ser presidente del ACU, y más en esta fecha.

¿Qué actividades están previstas para el festejo de esta fecha tan importante?

Ya hemos realizado algunas… Hemos tenido el Gran Premio del Uruguay, la 15ª Edición del 19 Capitales Histórico, la entrega de Premios de la Confederación Sudamericana de Automovilismo Deportivo, que en homenaje al ACU se hizo en Uruguay en febrero. Ahora viene la gala en el Teatro Solís, el sello conmemorativo en conjunto con el Correo, con cuatro ediciones en conmemoración del centenario. Hay actividades previstas en la Rural del Prado, y en el Aeropuerto Internacional en la terraza superior, muy orientadas a la seguridad y educación vial; esto en el mes de setiembre. Pero antes, en julio hay tres reuniones internacionales en Uruguay de la Federación Internacional del Automóvil (FIA). Por el centenario del ACU nos dieron la responsabilidad de organizar la Conferencia Mundial de Movilidad, que es una de las reuniones más importantes que hace la FIA en el mundo, con participación de delegados de más de 100 países. Antes va a estar el Congreso Americano, con presencia de más de 30 países de Latinoamérica y el Caribe y, a su vez, la entrega de premios de todos los campeones nacionales de automovilismo y karting de las Américas, así como la distinción a empresas públicas y privadas que hayan hecho buenas cosas por la seguridad vial y el medio ambiente también en países de las Américas.

Todos esos eventos contarán con la presencia del presidente de la FIA, Jean Todt. Él viene el 21 de julio y se queda hasta el 28. A su vez, en el medio se desarrollará el Salón de la Movilidad Eléctrica y Ciudades Inteligentes, junto con UTE, el gobierno de Montevideo y el MIEM.

¿Qué visión tiene sobre el tema de la movilidad y el manejo en Uruguay?

Es un tema complejo no solo en Uruguay, sino en toda Latinoamérica. Tenemos un problema cultural, somos transgresores por naturaleza. Hace unos días participé de la presentación de un trabajo de siniestros en el tránsito realizado por la Intendencia de Canelones, y en ese departamento el 66 % de los siniestrados son motociclistas, el 14% conductores de autos, el 20% restante se reparte en peatones y ciclistas, y prácticamente no hay cifras importantes ni de ómnibus ni de camiones. El de las motos es un problema muy serio que tenemos. Si uno va de noche por algunas zonas del sur del país, de diez motos que pasan, ocho no tienen luces atrás y circulan en lugares oscuros. Entonces es muy fácil que ocurran siniestros con birrodados. Uno ve motos que son un desastre, con las ruedas traseras haciendo vaivenes, o ruedas muy angostas en algunas que van a 60-70 kilómetros por hora, muchas veces sin freno y con conductores sin casco.

“El tránsito ha ido congestionándose porque el parque automotor se ha multiplicado en los últimos diez o quince años, pero además no hay obras de infraestructura que hayan acompañado ese crecimiento, salvo algunas muy esporádicas”.

El tránsito ha ido congestionándose porque el parque automotor se ha multiplicado en los últimos diez o quince años, pero además no hay obras de infraestructura que hayan acompañado ese crecimiento, salvo algunas muy esporádicas. Acá el tema de la fiscalización es muy importante. En la presentación que le comenté, felizmente, sentí que se van a empezar a requisar las motos que no estén en condiciones de circulación. Ahí sí creo que habrá un impacto fuerte en la disminución de los siniestros.


El valor de la ética

¿Cuáles son sus preceptos empresariales?

Voy a referirme a una palabra que para mí es fundamental: ética. Yo creo que la ética tiene que estar presente en todas las actividades que uno lleva a cabo y, sobre todo, en el ámbito empresarial por el impacto en la sociedad.

El respeto por la gente es otro precepto fundamental.

Otro, es jugar a la anticipación. Siempre digo que hay que pararse en puntas de pie y mirar por encima del muro y ver qué es lo que se viene, anticiparse a los acontecimientos e irse preparando antes que lleguen los impactos. La medicina preventiva paga siempre.


Empresarios y trabajadores en el universo actual

¿Cómo ve al empresariado uruguayo inserto en un mundo donde los cambios son constantes?

El empresariado uruguayo se aggiorna en forma permanente, y está acorde con este mundo global de hoy, interconectado. A su vez, tiene absolutamente claro que debe, por un lado, capacitarse, y por otro, tecnificarse si quiere subsistir en su actividad. Y algo que el empresario debe tener siempre en cuenta es que el activo más importante que tiene es su gente.

¿Y a los trabajadores?

Creo que estamos asistiendo a una época en la cual, obviamente, el peso sindical es muy fuerte, muy importante. Acá, en el ACU, la respetamos al ciento por ciento. Mi discrepancia es cuando se pretende defender algo indefendible. No digo que pase en el ACU, pero en general, muchas veces vemos que hay defensas a ultranza de personas que no la tienen. Alguien roba en una empresa, y porque es dirigente gremial lo respaldan a muerte, paran, van a la huelga. Eso no puede ser. Hay muchas otras cosas importantes para defender. Al final, los verdaderos reclamos pierden fuerza ante este tipo de situaciones.


Hechos que hicieron historia

¿Qué tres o cuatro hitos destaca del ACU en este siglo de historia?

El primer hito fue en el año 1927, con la incorporación del primer móvil de auxilio. El club nació como una unión de selectas personas para fomentar el automovilismo y organizar carreras. Pero, rápidamente, se fue imbuyendo de las necesidades del incipiente mundo del automovilismo que iba sustituyendo a los coches tirados por caballos. Empezaron a surgir una serie de necesidades y de problemáticas y el Automóvil Club se vinculó con las autoridades en la conformación de las leyes, en la defensa de los derechos de los automovilistas, y ahí empezó a brindar el servicio de auxilio.

Otro gran hito fue el advenimiento del Dr. Eduardo Iglesias Montero a la Presidencia, que fue un gran benefactor del club. Le donó importantes activos a la institución, lo que dio un espaldarazo muy importante.

Si seguimos avanzando en el tiempo, otro hecho importante fue cuando el club empezó a desarrollar una flota importante de asistencia mecánica en ruta y en calles, con la incorporación de nuevos modelos.

El otro hito relevante fue cuando el Dr. Maglione se hizo cargo de la Presidencia porque le dio un giro trascendente a la forma ética de conducir al ACU. Veníamos de una década muy compleja, llena de desprolijidades, y él, con su calidad humana, su don de gente, empezó a transformar la dirección de este club.

Después, cuando cambiamos la figura de director general por la de gerente general. Esa fue una propuesta mía. Primero hicimos un estudio de reingeniería, y después trajimos una persona idónea en el tema, que es el actual gerente general de la organización. Empezamos a trabajar con presupuestos y planes estratégicos.


Señas de identidad

Jorge Tomasi -70 años-, está casado, tiene dos hijas y siete nietos.  

Además de ser el titular del ACU, es presidente para Latinoamérica de la Región 4 de la FIA –abarca América del Sur y Central-, así como vicepresidente del Consejo Mundial de la Movilidad y Turismo, ocupando, a su vez, cargos en diversas áreas: miembro de la Comisión de Estatutos, de la Comisión de Programas, y forma parte del Panel de Alto Nivel en las Naciones Unidas de Seguridad Vial Mundial.

Como no podía ser de otra manera, entre sus hobbies están los autos. “Me gustan mucho los vehículos que han tenido historia dentro del automovilismo: Alfa Romeo, Saab… tengo autos de esas marcas. Alfa Romeo es un auto de una gama increíble y el Saab es un dechado de tecnología para la época. Me acuerdo que cuando trabajaba en la estación de servicio había un señor que paraba un Saab, en el año 66, y era un avión. Es un auto sueco, precisamente, de una fábrica de aviones”, explicó.

Otra de sus pasiones es poner su granito de arena en actividades de servicio. “Integro el Rotary; presido el Consejo de Unicef; encabezo una Fundación en Canelones que apunta al desarrollo de inversiones en el departamento, en conjunto con la agencia de promoción de inversiones de la intendencia; y además, presido la Fundación de la Academia Nacional de Medicina, que apoya las actividades de dicha academia. O sea, me surge la neta inclinación al trabajo en equipo en actividades de servicio. Tengo, quizás, una virtud y un defecto al mismo tiempo: vienen con algo relativo a actividades de servicio y ya me involucro, voy para adelante con eso, y de repente, a la vez, después me pregunto de dónde saco el tiempo. Me gusta formar parte y tomar acciones”, indicó.

La cocina es otro de sus hobbies. “El asado me encanta. Me gustan las pastas, por mi origen italiano, pero no soy muy pretencioso con la comida. Me gusta cocinar. Es un hobby que disfruto mucho. Me gusta inventar comidas. Hace unos días hice en mi casa pescado al horno, y empecé a mezclar cosas para elaborar una salsa y ponerle por encima. Le puse 12 ingredientes distintos a la salsa, y la verdad es que quedó impresionante. Disfruto cuando hago ese tipo de cosas. Cuando hago algo a la parrilla me gusta prepararlo, cortarlo adecuadamente, hacer brochettes… disfruto todo el proceso. Es como una especie de cable a tierra. Lo que no me gusta es limpiar”, contó entre risas.

¿Una bebida?

“Agua, es la mejor bebida. Y después me gusta mucho el aperol fritz”, relató. Y brindó su fórmula: “En una copa grande coloco un poco más de la mitad de aperol, un chorro de champagne, y después lo completo con Sprite o algo por el estilo, hielo, y un toque de una cascara de naranja. Queda espectacular. Y como no tomo más de una copa, no tiene ningún efecto que pueda causar inconvenientes”.

También le gusta el vino tinto, más precisamente la cepa Malbec.

 ¿Qué auto usa diariamente?

Un BMW 328i sport. Realmente estoy encantado con ese auto.

¿El último regalo que le hizo a su esposa?

Un viaje.

¿Qué tres características lo definen?

Me considero una persona justa, respetuosa, y con capacidad de comprensión… o trato de ser justo y respetuoso. Intento comprender, ponerme en los zapatos del otro. Pero también tengo mi temperamento, que muchas veces pasa justamente por lo que hablamos de la justicia en determinadas situaciones o hechos.