La Oficina de Gestión de Deuda se ha destacado desde su creación por su profesionalismo, siendo un pilar en la reconstrucción de las finanzas del Uruguay y el aprovechamiento de circunstancias favorables para una paulatina y firme desdolarización de la economía Este año avanzó en una segunda etapa en este sentido con un éxito sin precedentes en la colocación de dos emisiones de deuda global denominados en pesos nominales. Esta estabilidad, la que da lugar al apetito por nuestros bonos, debería además dar lugar a seguir avanzando para poder soñar con que Uruguay pueda alcanzar el nivel de bienestar existente en los países desarrollados. Trabajar en un mercado de capitales mucho más desarrollado y en generar mayor facilidad para realizar negocios es imprescindible para ello.
Por Carlos Saccone | @carlossaccone
El hábito, la costumbre y la preferencia que el ahorrista y el inversor uruguayo tiene por los dólares americanos descansa en una serie de razones. La primera es una historia de inestabilidad macroeconómica local y estabilidad y aceptación global del dólar americano. A mediados del siglo pasado, la inflación comenzaría a volverse más elevada, erosionando el poder adquisitivo de nuestra moneda. Debemos mencionar que Uruguay atravesó períodos de inflación muy alta, aunque moderada en comparación con otros países de América Latina, en retirados períodos, alcanzando picos de 183% en 1968, 124% en 1973 y 134% en 1991. Este último año, 1991, fue el comienzo del fin para la inflación alta en Uruguay, registrándose el último “salto” en el año 2003, aunque significativamente inferior que registros anteriores, sin superar el 30%. La segunda razón es la libertad. Desde aquel año 1974 en que un audaz Alejandro Vegh Villegas comenzara a desmantelar la represión financiera existente, una de sus medidas fue liberalizar el mercado de cambios. Como consecuencia, Uruguay sería una economía bimonetaria hasta nuestros días. Tanto el peso uruguayo como el dólar americano circulan libremente, y compradores y vendedores también son libres de comprar o vender en dichas monedas. No son muchos los países que gozan de esta libertad. La lógica indica que con libertad y con economía inestable, tomaré la decisión de ahorrar o invertir en dólares. Y es eso lo que ha ocurrido, aunque perdiendo algo de vigor en los últimos años
A partir de aquel año 2003, recién saliendo de la crisis, comenzaría el conocido como “superciclo” de commodities, en el cual nuestros principales productos exportables -las materias primas-, aumentarían sus precios de forma espectacular gracias a la demanda desde China, principalmente. Como si fuera poco, a partir del año 2009 se desplomarían las tasas de interés internacionales, llegando a 0% en dólares americanos. Esta combinación de aumento en precios de nuestros productos exportables y derrumbe de tasas en dólares sería un factor clave en la construcción de las condiciones locales para una mejora significativa en las finanzas del país. El ingreso de dólares al país presionaría a la baja el tipo de cambio, y nuestra autoridad monetaria podría así iniciar el camino de reconstrucción financiera luego de la devastadora crisis de 2002.
No existe un solo país desarrollado sin un mercado de acciones fuerte al que pueden acudir sus empresas para financiar el crecimiento.
En la mejora del perfil financiero del Uruguay ha sido clave la Unidad de Gestión de Deuda (UGD) del Ministerio de Economía y Finanzas, quienes han aprovechado con un sentido de la oportunidad y profesionalismo, que coloca a esta repartición del gobierno, en nuestra opinión, en un lugar de destaque permanente durante los últimos 15 años. Que la UGD sea exitosa en su gestión ha reducido las vulnerabilidades del Uruguay
En una época era absolutamente imposible pensar en que Uruguay se pudiera financiar en los mercados globales en su propia moneda. Simplemente, era inviable. El apetito no estaba allí. Hoy los mercados emergentes, y entre ellos nosotros, han mejorado significativamente su condición financiera. Para aprovechar estas mejoras hay que tener visión de mercado, y vaya si parece tenerlo el equipo de la UGD.
En junio de este año, Uruguay emitió un bono en el mercado internacional a cinco años de plazo por 35.271 millones de pesos nominales a una tasa de 9.875%, con una demanda internacional que superó varias veces a su oferta. Este título cotiza tres meses después alrededor de 108% de su valor par. La operación se repitió a principios de setiembre a través de una iniciativa de manejo de pasivos y emitiendo 31.603 millones de pesos en un nuevo bono con tasa 8.50% y vencimiento en el año 2028. ¿Qué significa esto, más allá de la inversión? Significa que el mercado internacional está convencido que la estabilidad macro en Uruguay llegó para quedarse. Ningún inversor, y mucho menos uno profesional, invertiría en Uruguay a 10 años con la promesa de intereses de 8.50% anual, si pensara que la inflación se fuera a disparar. Los meses siguientes están por ahora dándole la razón al mercado. La inflación sigue contenida dentro del rango meta del BCU y el dólar está estable. Esto, de mantenerse como esperamos, probablemente dispare un círculo virtuoso de mediano y largo plazo. Que Uruguay emita exitosamente toda esa plata a 10 años a 8.50% implica que la inflación debería adoptar una trayectoria bien por debajo, para que represente una ganancia real para el inversor. Esta baja en expectativas de inflación ya se venía infiriendo por la evolución de los títulos en UI. Una baja en la inflación de forma sostenida es clave para la estabilidad macro. Debería llevar también a que bajaran las tasas de interés en pesos, lo que estimularía el crédito. Menor inflación y más estabilidad debería traer también algo que ya ha estado ocurriendo: un incremento de las preferencias por pesos en lugar de dólares. Si estuviéramos acostumbrados a una inflación de 2% en lugar de 10%, ¿cuál sería la razón para no mantener pesos? La clave está en la estabilidad presente y las expectativas de estabilidad hacia el futuro. Ni que hablar que la estabilidad macroeconómica redunda en beneficios para toda la sociedad en su conjunto, comenzando por aquellos que tenemos ingresos fijos.
En la mejora del perfil financiero del Uruguay ha sido clave la Unidad de Gestión de Deuda del Ministerio de Economía y Finanzas, con un lugar de destaque permanente durante los últimos 15 años.
Otra razón puede tener que ver con que nuestra economía aún presenta debilidades económicas estructurales, que parecen estar lejos de empezar a resolverse. Por ejemplo, la inexistencia de un mercado de capitales que funcione como puente entre aquellos individuos e instituciones con capacidad y voluntad de inversión y aquellas empresas con voluntad de expansión y necesidad de financiamiento. ¿Qué pasaría si a la estabilidad le sumáramos un mercado de capitales dinámico donde las empresas pudieran acudir? Esto daría alternativas locales de inversión y los agentes podrían comenzar a construir verdaderos “portafolios uruguayos”. Sin embargo, para que ello ocurra, alguien debe dar el primer paso. Alguien con la legitimidad suficiente como para que inspire a otras compañías también hacia la alternativa de emisión de acciones para financiar crecimiento. Alguien como las empresas públicas.
Días atrás, el presidente de la Bolsa de Valores ponía el ejemplo de Ancap y los beneficios en el gobierno de la empresa que podría implicar una cotización pública de sus acciones, lo que representaría una genuina propiedad pública de la empresa. No existe un solo país desarrollado sin un mercado de acciones fuerte al que pueden acudir sus empresas para financiar el crecimiento.
Otra de las debilidades tiene que ver con la facilidad para hacer negocios que existe en el Uruguay. De acuerdo al ranking del Banco Mundial,Uruguay está en la posición 90 de 190 países analizados. Obviamente, las primeras posiciones ocupadas por los “exitosos de siempre”, con mucho más ingreso per cápita y mejor o igual distribución del ingreso que el Uruguay. En este último caso nos referimos, por ejemplo, a algunos países escandinavos, como Dinamarca, que nos cuadruplica en ingreso y tiene mejor distribución del ingreso de forma simultánea.
Casualmente, los países en que es fácil hacer negocios cuentan con un mercado de acciones fuerte y tienen un PBI per cápita “de país desarrollado”; todos ellos son estables desde el punto de vista macroeconómico (inflación baja) y la preferencia de los ahorristas es por la moneda local.
Por último, y como se desprende de la tabla a continuación, que haya mayor libertad y facilidad para hacer negocios y que exista un buen mercado de acciones, profundo, fuerte y desarrollado, está muy lejos de impedir el desarrollo y la igualdad, sino que en realidad contribuye con tales metas de forma significativa.