Texturas, tamaños, figuras. Cada pieza se distingue por algo en particular, pero todas comparten un lenguaje común. Inspiradas en la arquitectura, en las líneas y con el diseño como valor fundamental, las joyas de Lucía Rovira se distinguen por la simplicidad de sus diseños. Figuras geométricas como círculos, rombos y gotas son solo algunas de las formas que toman el oro y la plata luego de pasar por la mente y las manos de Lucía.
Por Federica Chiarino | @FedeChiarino
De marcada vocación artística, la emprendedora descubrió que la joyería podía volverse un oficio en los años 90. En 1997, comenzó a estudiar en la escuela Pedro Figari y, desde un principio, supo que quería hacer y vender sus propias joyas. Luego de tres años, al finalizar sus estudios, abrió su propio taller y comenzó a trabajar. Sus primeros acercamientos con los clientes fueron en la feria Ideas+, en el Parque Rodó. Estas primeras experiencias le sirvieron para evaluar el mercado y adaptar al mismo sus piezas, tener primeras devoluciones y percepciones.
Lucía Rovira Joyas surgió como una búsqueda de un lenguaje creativo, más que como un negocio. Hoy conjuga las dos cosas, además de un cuidadoso trabajo de comunicación y muestra de las piezas en la web y las redes sociales.
«He trabajado mucho con las texturas, con la forma. Es una línea que trato de mantener, no alejarme de ese camino y de esa búsqueda», dijo Lucía a Empresas & Negocios. Ella no desconoce las modas o tendencias del mercado, pero prefiere no estar pendiente de estas cosas al momento de trabajar en una pieza. Eso le genera seguridad y concentración para no perder su lenguaje y su estética diferencial.
Los centros de inspiración de Lucía están en las formas, el diseño y la arquitectura, mucho más que en la naturaleza. Pero también el propio proceso creativo de sus joyas despierta disparadores y nuevas ideas. De cada joya surgen ideas para la siguiente. «El proceso mismo es fuente de inspiración», explicó la emprendedora.
Anillo «nido», «infinito», «orgánico», colgante «arco», «caminos en flor»… Cada diseño lleva su nombre y se repiten, pero en series limitadas. Al ser trabajos 100% manuales, sin máquinas ni moldes, cada pieza es distinta dentro de su propio diseño.
Lucía nunca tuvo un local, ni está totalmente convencida de tenerlo en el futuro. Hasta el momento, el emprendimiento funciona como un atelier, donde cada cliente agenda una cita para conocer las joyas, a su creadora y su lugar de trabajo. Como ventajas, esta modalidad permite el diálogo entre la creadora y los interesados, conocer sus gustos, evaluar posibles cambios en las piezas, entre otras cosas.
Las clientas son, en su gran mayoría, mujeres de entre 30 y 50 años. Sin embargo, Lucía se ha visto sorprendida con el interés de sus joyas por algunas más jóvenes. La emprendedora tiene entre sus planes para este año, el desarrollo de una línea de joyas para hombres, proyecto que ya inició pero se encuentra en «stand by».
Para este 2017, Lucía apuesta también a continuar con el fortalecimiento de su marca y aportar más valor a la comunicación y el diseño. En algún momento del año le gustaría hacer su propia exposición, con un encare artístico que combine dos de sus pasiones: la joyería y la fotografía.
El proyecto de internacionalización está presente, pero no es una prioridad en este momento. La emprendedora apuesta y confía en el mercado local y opina que no se necesita salir al exterior para triunfar.