Este lugar, que fue declarado patrimonio de la humanidad en 1984 por la Unesco, está más cerca de lo que uno cree. A unas pocas horas de vuelo y con la conexión Montevideo-Puerto Iguazú que recientemente inauguró JetSmart, es posible visitar un entorno majestuoso como las cataratas del Iguazú y disfrutar de los atractivos que la ciudad tiene para ofrecer. En esta crónica de viaje te contamos los detalles.
Por Mateo Castells | @teocastells
La Garganta del Diablo es un lugar donde la naturaleza da un golpe sobre la mesa y grita “acá estoy”, mientras la masa de agua que fluye en caída libre hacia el abismo le ruge a los visitantes, que la observan desde el rack de madera y se empapan por el agua que en forma de llovizna viene desde abajo.
Quien la mire, apoyado sobre la ligera baranda de metal del rack, que está a escasos metros del abismo, percibirá eso; sentirá como la naturaleza le entra por sus sentidos, como el ruido que hace el agua al caer lo ensordece, como la llovizna lo empapa, como su piel se eriza y como ese monstruo, que cae en masa, lo hipnotiza. Y parado allí, embelesado, no querrá irse, se olvidará del paso del tiempo y se abstraerá por completo de la gente que, como en todo atractivo turístico, se agolpa y se aglutina en busca de un hueco donde poder posar para sacarse una foto.
Tal vez esa sea la razón por la que los visitantes acuden en tropel a las cataratas del Iguazú. Puede ser la búsqueda de eso que no se encuentra en la gran mayoría de atractivos turísticos del mundo: la conexión con el lugar, lo hipnótico. Machu Picchu otorga un asombro distinto e invita a reflexionar, el salar de Uyuni te transporta a otra dimensión y la selva amazónica te engulle en su complejidad, pero ninguno logra lo que Iguazú. No en vano es considerada patrimonio de la humanidad y una de las siete maravillas naturales del mundo. Con sus 275 saltos de agua, que van desde la Garganta del Diablo, ama y señora del lugar, los saltos Mitre, Belgrano, Rivadavia y San Martín -los más cercanos al atractivo principal y con una fuerza un poco menor-, hasta los saltos Bernabé Méndez o Adán y Eva, de las caídas más sutiles.
Estos pequeños saltos se asimilan a largas serpentinas blancas que caen al vacío cuyo spray de agua, en un día soleado y con un golpe de suerte, producen tibios arcoiris con la vista a más cataratas de fondo. Y a todos ellos, el Parque Nacional Iguazú, en la provincia argentina de Misiones, otorga un entorno a la altura del majestuoso escenario.
Un entorno acorde a la principal atracción
Donde Argentina se roza y se saca chispas con Brasil y la tierra es de color rojo, está el Parque Nacional Iguazú. Solamente en 2023 recibió 1.600.000 visitantes y cuenta con una extensión de 67.620 hectáreas, donde la naturaleza le abre las puertas a los visitantes.
A 17 kilómetros del centro de la ciudad está la entrada al parque, rodeada del denso verde característico de la selva nativa. La gente se aglomera para poder ingresar; la entrada al parque tiene un costo de 35.000 pesos argentinos (alrededor de US$ 37) para extranjeros y de 10.000 (alrededor de US$ 11) para los locatarios, y el ticket puede ser adquirido vía online o presencial en las boleterías del recinto.
Más allá de los molinetes del ingreso, la naturaleza espera. Un entorno detalladamente cuidado y pensado para preservar los recursos naturales invita a sumergirse en una experiencia donde se podrá conocer el lugar, disfrutar de la amplia oferta de pasarelas del parque y tener un contacto cercano con la fauna autóctona de Misiones.
Mientras el visitante camine por el lugar podrá ver monos Caí, coatíes, ardillas selepé y, con mucha suerte, tucanes. Eso sí, en este lugar la naturaleza es quien pone las condiciones, hasta tal punto de que, en la zona de restaurantes, uno de los locales gastronómicos situado cerca de la zona verde, en lugar de paredes o nylons cobertores tiene rejas que hacen las veces de jaula. Esto se hace para evitar que los animales acudan en busca de comida que los visitantes, para poder sacarles una foto o tener un momento pintoresco, les puedan proporcionar.
En este entorno, donde el ser humano está en casa ajena, el Parque Nacional Iguazú tiene para ofrecer distintos caminos y recorridos, cada uno con sus particularidades. La joya del lugar, como ya adelanté en esta crónica, es la Garganta del Diablo. Su circuito tiene una distancia de un kilómetro solamente de ida y se llega al inicio de la pasarela mediante el tren que recorre el parque, una locomotora que avanza a paso tímido y traquetea como el tictac del reloj, que brinda la posibilidad al visitante de apreciar lo inmenso del verde que lo rodea.
Además de la Garganta, el parque tiene los circuitos Inferior y Superior, a los que también se llega mediante el tren y brindan la posibilidad de apreciar más saltos de agua y las cataratas desde otros puntos de vista.
Tanto el circuito de Garganta del Diablo como el circuito Superior son completamente accesibles y cuentan con sillas de ruedas para que las personas con movilidad reducida puedan acceder a estas zonas de interés, mientras que el circuito Inferior, por tener escaleras en su recorrido, no es accesible.
El parque se puede recorrer en un día, pero es recomendable, para una mejor experiencia y poder aprovechar al máximo todo lo que brinda, recorrerlo en dos. Para eso, el visitante podrá, al finalizar su primer día de visita, revalidar su entrada para obtener un descuento del 50% en la tarifa de ingreso al siguiente día. A su vez, para una visita completa y con todos los condimentos, dentro del parque se encuentra el centro gastronómico El Fortín, que ofrece un variado buffet y parrilla libre en un espacio climatizado y ameno.
Pero allí no hay solo cataratas, recorridos y observación. También es posible darle un shock de adrenalina al cuerpo y poner a bailar al corazón con “La Gran Aventura”, un “paseo” en bote que lleva a los visitantes a darse un baño de cataratas y a pasear por el agitado río Iguazú.
El nombre de esta atracción no es una exageración. Al subirse a uno de los botes que sortean la corriente del río dando saltos con bruscos movimientos uno podrá experimentar, como preámbulo de lo que se viene, ese shock de gran aventura. Pero el plato fuerte está al final, cuando ese bote pasea a los visitantes bajo los chorros de agua que caen desde arriba y los empapa, entre gritos y carcajadas.
Sin dudas el Parque Nacional Iguazú es el destino principal de la zona más al noreste que tiene Argentina, en una provincia de Misiones que conglomera el 80% de la selva nativa del país y donde las cataratas son el buque insignia de una localidad abocada a ellas. Pero hay más.
En Iguazú no todo es cataratas
Quién piense que venir a Puerto Iguazú es bajarse del avión, subirse a una camioneta, ir a ver las cataratas, sacarse una foto con la inmensa caída de agua de fondo y volverse a su hogar con un imán para la heladera, está equivocado.
Puerto Iguazú es un destino que va más allá de su principal atractivo, al que vale la pena dedicarle unas vacaciones de al menos cuatro días para poder disfrutar de todo lo que tiene para ofrecer.
Lo que nadie debe dejar de disfrutar al momento de visitarla es su gastronomía. Con una influencia marcada por las costumbres de los países vecinos, las cartas de los restaurantes y establecimientos gastronómicos tienen un abanico interesante.
Diversos cortes de carne, empanadas con repulgues característicos y platos tradicionales del paladar rioplatense son el denominador común de las cartas. Pero preparaciones características de la zona, como croquetas de surubí, mandioca frita, chipá guazú, el mbeyú, el reviro misionero o el mamón con queso, son oportunidades para sumergirse en la cultura del lugar, que se nutre mucho de tradiciones guaraníes, que nadie puede dejar pasar.
Prestarse a probar platos característicos del lugar que uno visita es irse un poco más permeado de ese lugar, de sus costumbres, de su historia, de su esencia.
Para esta experiencia, el centro de la ciudad, que recientemente se transformó con la llegada de nuevas propuestas gastronómicas, es el lugar perfecto. Lugares como Te Amaré Maitena, al borde de una peatonal adornada con guirnaldas por la que camina la noche de la ciudad, es una buena opción para degustar platos de alto nivel, con una carta donde destacan los pescados y las pastas.
Otras buenas opciones para salir a comer son La parrillada Pizza Color, un establecimiento cuidado al detalle y con una amplia variedad de platos y propuestas de parrilla y el Mercadito de la Selva Yabuticaba, un complejo con una propuesta polifuncional que cuenta con un restaurante, una amplia cava de vinos y una plataforma para que productores locales puedan exhibir sus productos, con una mención especial por el entorno natural en el que se encuentra.
También, el centro está rodeado de propuestas para la noche, con cervecerías, pequeños boliches, establecimientos bailables y propuestas para el ocio nocturno, un fuerte que toda ciudad turística debe tener. Pero hay más.
De piedras preciosas y paseos en catamarán
Hace más de 150 millones de años, producto de una fisura en las placas tectónicas y la emergencia de lava a la superficie, en el noreste de Argentina, el norte de Uruguay y el suroeste de Brasil, se crearon yacimientos de piedras preciosas a través de globos de aire circulares, repletos de gases que emergieron entre el magma líquido, provenientes del centro de la tierra.
De esta forma se originó en esta zona lo que Amalia Bogado, madre de una familia campesina, descubrió en el siglo XX accidentalmente mientras lavaba la ropa en un arroyo de la zona. Esa anécdota llevó a que, años después, esa zona se transformara en las minas de Wanda.
Las minas de Wanda son un atractivo único, que transformará a todo escéptico que dude y cuestione la pertinencia y la credibilidad de las piedras preciosas y sus propiedades energéticas. Creer o reventar, les dirán al hablarles de como el jaspe aporta tranquilidad a quien la use o decore su hogar con ella o como la amatista ayuda a reducir el estrés. Y una vez culminado el recorrido, confíe en mí, señor lector, los escépticos creerán y de seguro se llevarán de la tienda de souvenirs un cuarzo blanco o una piedra para colocar en su hogar y aprovechar sus cualidades energéticas.
Porque justamente eso aporta la visita a las minas de Wanda: instrucción, aprendizaje e inmersión en el mundo de las piedras preciosas, que suele ser subestimado y cuestionado. Solo basta ver el proceso por el cual se obtienen, la rareza de sus yacimientos, la complejidad de sus composiciones y experimentar, en carne propia, como un cuarzo blanco se oscurece al ser tocado por varias manos.
Un día perfecto en Iguazú podría empezar con una visita a las minas en la mañana, un almuerzo reponedor de energías en el centro de la ciudad y un paseo en catamarán por el río Iguazú al atardecer.
El navío Victoria Austral, de la empresa Cruceros de Iguazú, ofrece salidas diarias y la posibilidad de recorrer el río Iguazú y Paraná, en el preciso límite de los tres países, y disfrutar del momento del ocaso en la terraza del barco, para luego presenciar un show de música en vivo y una carta de tragos y cafetería variada.
Las posibilidades y ofertas son variadas, donde la naturaleza es la principal atracción y se muestra, en todos sus rincones, rebosante y única. Quien visite Puerto Iguazú se llevará su esencia y el recuerdo de un lugar especial, y se irá asombrado por todo lo que verá y disfrutará en su estadía en este lugar.
Algunos tips para venir a Puerto Iguazú
Cómo llegar y las opciones para hacerlo, es la primera incógnita a resolver cuando se planifica un viaje. La aerolínea low cost JetSmart recientemente inauguró la conexión Montevideo-Puerto Iguazú, con una breve escala en Aeroparque, que a un bajo costo permite planificar unas vacaciones sin necesidad de una gran inversión. La empresa, al igual que lo hace la industria turística en Iguazú, vela por el cuidado del medioambiente. En todos los aviones de la aerolínea están presentes animales de Sudamérica, en su gran mayoría en peligro de extinción y, entre otras medidas, la compañía decidió suspender hace ya tres años los arcos de agua en los vuelos inaugurales de las nuevas flotas, una tradición aeronáutica que implica un gasto de 11.000 litros de agua.
Con el transporte solucionado, tan solo resta ocuparse de la estadía. Puerto Iguazú posee una amplia y variada oferta hotelera, donde se destacan el Guaminí Misón, un establecimiento no tan céntrico pero con unas instalaciones de primer nivel y una piscina infinita que mira al río Paraná y ofrece un lugar de descanso prestigioso; el Iguazú Jungle Lodge, un amplio complejo hotelero que aprovecha la variedad natural del lugar; y el hotel Saint George, ubicado en el corazón de la ciudad, con un servicio de primer nivel.
Por último, algo importante a tener en cuenta es que el clima en Puerto Iguazú es húmedo y caluroso, y la mejor época para visitarlo es de marzo a junio, donde no hace tanto calor y las lluvias son moderadas. Ropa ligera, cómoda y poco abrigo para las noches es lo ideal para armar la valija.