La profesión de sommelier, históricamente dominada por los hombres, está cambiando. Sin embargo, en los últimos años, la cantidad de mujeres que se dedican a esta profesión va en aumento, y ese espacio ellas se lo han ganado en base a perseverancia y capacidad. En el mundo, algunas profesionales uruguayas ya dejan su marca. En nuestro país, incluso, por primera, la Asociación Uruguaya de Sommeliers Profesionales cuenta con una presidenta.
Por Eduardo Lanza
La sommelería no ha alcanzado todavía su mayoría de edad y es una profesión nueva que se va desarrollando de a poco. Nació en Francia y de ahí que sigamos usando su nombre en francés. Durante mucho tiempo se rigió por normas muy estrictas, como la de tintos para las carnes rojas y blancos para peces y aves. Pero debemos admitir que los clientes de antes no son los de ahora. Hoy poseen unos conocimientos de vinos que obligan al sommelier a estar muy actualizado en regiones, variedades y añadas.
Hace muchas décadas las etiquetas que tallaban eran las europeas y las del resto del mundo no existían en las cartas de los mejores restaurantes. En sus comienzos, la carrera de sommelier se nutrió de varones. Eran tiempos en que ellos sabían de vinos y los consumían, en cambio las mujeres apenas se dejaban seducir por las burbujas. Pero esto cambió para bien, y muchas de ellas hoy prefieren los tintos a blancos o rosados.
A triunfar se ha dicho
En España, nuestra compatriota Andrea Alonso Castaño, ejerce con solvencia la sommelería y además concursa. En 2010 ganó el certamen Nariz de Oro, una competencia que selecciona a los participantes a través de varias semifinales en distintas ciudades de la Península Ibérica. Ella tiene clara su función cuando dice: “No estamos para dar cátedra, sino para informar y orientar al comensal. Debemos hacerlo de forma dinámica y divertida. Que sea fácil de entender y, sobre todo, que la gente se anime a dar su opinión sobre el vino. Eso siempre nos ayuda a crecer.” En Francia, Pascaline Lepeltier acaba de convertirse en la primera mujer mejor sommelier de su país. Con mucha humildad, la francesa agradecía el reconocimiento. “Es fantástico ser nombrada de esta manera, a mí que soy una modesta camarera”, reflexionó. Graduada en Filosofía, comenzó en el sector desde abajo hasta convertirse en una experta. Hoy practica su arte en el Racine Restó de Nueva York, donde maneja una bodega de 2.500 referencias. Por su lado, la argentina Paz Levinson, talla alto en Europa, después de haber sido elegida cuarta en el concurso Mejor Sommelier del Mundo. Nacida en Bariloche y con 40 años, fue contratada como sommelier ejecutiva de un grupo gastronómico, con restaurantes en París, Londres y Singapur. Al ser consultada respecto a las cualidades del buen sommelier, no duda en responder: “Debes tener ganas de aprender y de enseñar toda la vida. Ser humilde, puesto que a nadie le gusta un profesional sábelo todo. Pero también flexibilidad, porque los clientes y la gastronomía cambian cada día”.
En Uruguay
Por primera vez, la Asociación Uruguaya de Sommeliers Profesionales cuenta con una presidenta: Adriana Rossi. Cursó sus estudios en la Facultad de Química, pero después de un tiempo dedicada a los vinos, se sintió atraída por las cervezas. Buscando mayores conocimientos en esta bebida hizo un curso específico en la Academia Brabante de Brasil.
De nuestra realidad, tiene su propia opinión. “Este es un gremio donde no hay mucha discriminación entre varones o mujeres, y en general se puede comprobar que se nos dan iguales oportunidades. Si hablamos de inequidades salariales, no se puede decir que las haya, como sí se encuentran en otros sectores de la economía. Creo que tanto en la gastronomía como en el turismo de bodegas, hay mucho respeto por nuestro género. Incluso eso se puede ver en la igualdad de los números. En la actualidad, somos tantas mujeres egresadas como varones”, remarcó.
En suma, ser sommelier es una forma de vivir y disfrutar de la vida, que ofrece iguales oportunidades de género, tanto en el mundo como en nuestro país.