¿Cuán importante es la actitud, el temple, la concentración para jugar un deporte de alta competencia? Muchas veces, tanto como el estado físico, la habilidad y el juego en equipo. Si un jugador no está concentrado y motivado, se nota; se nubla su proceso de toma de decisiones y su rendimiento cae. También influye el entorno, el contexto, el pasado y lo que piensa del futuro. Algo de esto también ocurre en las finanzas. Aquellos quienes proponen que los mercados funcionan “eficientemente” y que toda la información disponible ya está incorporada en los precios, mantienen una posición a esta altura claramente rebatible, dado que no aplica en todos las situaciones. Si todos siguen comprando lo mismo… ¿no será un mejor momento de venta que de compra? ¿Es o no posible aprovechar supuestas “ineficiencias” del mercado? Creemos que sí, porque al final, al mercado lo hacen humanos. Los que se conozcan mejor, tienen más chances de triunfar.
Por Carlos Saccone | @carlossaccone
Más allá de técnicas o estrategias, las personas toman decisiones bajo algún estado emocional y/o sus procesos cognitivos, y para llegar a una decisión determinada, está “contaminado” con imperfecciones. Del estudio de estos estados, procesos y decisiones, se ocupan las “Finanzas Comportamentales”, disciplina cuyos precursores -los doctores Daniel Khaneman y Amos Tversky-, fueron los únicos sicólogos en ganar un premio Nobel de Economía. En inversiones se asume que los agentes son racionales y adoptan sus decisiones en función de su “aversión al riesgo”. Esto quiere decir que ante dos opciones con igual riesgo, optarán por la de mayor retorno esperado; y ante dos inversiones con igual retorno esperado, se inclinarán por la de menor riesgo. Sin embargo, en la realidad, esto no siempre es así. Tversky y Khaneman observaron que las personas no siempre son perfectamente “aversas al riesgo”. Lo que es más, optan por alternativas riesgosas en dos tipos de situaciones:
1) Las personas a menudo prefieren pequeñas chances de ganar un gran premio por sobre su valor esperado. Por ejemplo, entre las dos opciones, a continuación la mayor parte se inclina por la opción (a), a pesar de que el valor esperado es igual: (0.1% x 10.000 = 100% x 10)
(a). 0.1% de probabilidades de ganar US$ 10.000
(b). 100% de probabilidad de ganar US$ 10
2) Las personas también prefieren el riesgo cuando las opciones son: una pérdida segura o una alta probabilidad de una pérdida sustancialmente mayor. Una de las conclusiones de sus estudios fue que las personas son “aversos a las pérdidas” y no “aversos al riesgo”. Esto quiere decir, que la satisfacción que produce ganar US$ 10.000 es menor a la infelicidad que produce perder US$ 10.000. Lo que también está lejos de ser una conducta que responda a la perfecta racionalidad. En definitiva, que las pérdidas “duelen” más de lo que “reconfortan” las ganancias.
Otro de los experimentos fue el siguiente: usted se prepara para ir al teatro a ver una obra donde la entrada cuesta 200 pesos. Cuando está entrando, se da cuenta que perdió la entrada ¿Cuál sería su reacción? En la muestra, 46% sacaría una nueva entrada, mientras que el 54% no lo haría.
Ahora, un leve cambio: no ha comprado la entrada aún, y cuando está entrando al teatro, se da cuenta que perdió un billete de 200 pesos. ¿Sacaría la entrada de todas formas? El resultado fue que el 12% no lo haría y el 88% se dirigiría hacia la boletería.
Pero, ¿cuál es la diferencia si en ambos casos el resultado financiero es el mismo? Evidentemente, es un tema a nivel no consciente, sobre cómo percibimos la situación, que viene a destacar los límites de nuestra razón, quedando en evidencia que está lejos de ser perfecta. Estos ejemplos son solo una pequeña muestra de las decenas de experimentos que realizaron Khaneman y Tversky,
Si usted realiza sus inversiones a través de una institución financiera, probablemente lo hayan invitado a realizar un test de “perfil de riesgo”. Es un análisis a través del cual se detectan cuáles son los objetivos que tiene como inversor y cuánto riesgo está dispuesto a tolerar para alcanzar sus objetivos. Esto es fundamental para determinar cuáles inversiones pueden integrar su portafolio y cuáles no, o cuál es su horizonte temporal, entre otros aspectos.
Es imprescindible, pero no considera al rol de sus emociones y de los procesos que lo llevan a tomar una u otra decisión. ¿Qué siento cuando veo que todo sube y me lo estoy perdiendo, o cuándo veo que todo baja y acabo de construir mi portafolio? Es por esto que hoy ya existen algunas instituciones que para complementar la prueba de aversión al riesgo incluyen un test de personalidad, como forma de obtener un perfil más completo sobre cuáles son las inversiones que alguien puede “soportar”. El banco Barclays ha desarrollado un departamento de Finanzas Comportamentales, con el objetivo de evaluar de una forma más realista y precisa el apetito o la aversión al riesgo de sus clientes. El sitio de Barclays www.investmentphilosophy.com invita a realizarse un “test de personalidad financiera” a estos efectos. Un veterano operador de Wall Street siempre decía: “El miedo y la ambición matan al largo plazo…” Y esto es verdad. Es probable que en un momento de pánico generalizado malvenda, o que en épocas de euforia compre tarde y caro. Las investigaciones de Khaneman y Tversky dieron lugar a la creación de figuras como el “ciclo psicológico del inversor”, intentando describir la manera en que la mayor parte de la gente se comporta a través de los ciclos de precios de los activos financieros, identificando al comportamiento de “horda”, según el cual hay que hacerlo que todos hacen. El problema radica en que la mayoría ya lo hizo antes. Ahora bien, muy interesante, pero, ¿para qué sirve todo esto?
En el campo de las finanzas personales, es trascendente para reconocerse e identificar las falencias que uno tiene como tomador de decisiones. A veces es necesario que alguien le diga lo obvio para darse cuenta. Cuando hay dinero de por medio -quizás los ahorros de toda una vida-, ninguna precaución es excesiva. La importancia de disciplinas como las Finanzas Comportamentales o la Neuroeconomía radica precisamente en explicarnos cuáles son, o pueden ser, nuestras vulnerabilidades cuando estamos tomando una decisión de esta naturaleza. Entonces, ¿qué hacer ante tantas restricciones y condicionantes? El único camino confiable y probado es el de destinar una porción importante del disponible para construir uno o varios portafolios diversificados, entendiendo por tal una combinación de activos eficientemente distribuida. Efectivo, bonos, acciones, son los activos más utilizados, pero también commodities y propiedades pueden integrar un portafolio de inversiones. Afortunadamente, desde Uruguay no necesitamos una gran suma de dinero para construir un portafolio global y diversificado. Hoy existen alternativas muy accesibles, incluso para aquel que aún disponiendo de medios para hacerlo, prefiere experimentar en primer lugar con un monto relativamente bajo como US$ 5.000. Por “eficiencia” entendemos que los activos deben tener una historia de relación de precios inversa entre sí, a efectos de que cuando uno baje, el otro suba. Es el caso típico de bonos soberanos de la más alta calidad y los mercados de acciones, históricamente con correlación negativa. La clave estará en qué proporción le asignemos a cada uno de los activos, en función de las expectativas de retorno, la tolerancia al riesgo, y el factor fundamental de la personalidad, como hemos visto hasta este momento. “No poner todos los huevos en la misma canasta”, sigue siendo una máxima irrebatible. Ser consciente que nuestra racionalidad está acotada es vital para tener mayores chances de eludir errores en la toma de decisiones. En el caso específico de las finanzas personales, se observan actitudes, sesgos comportamentales típicos que, a menudo, afectan las decisiones de inversión. A continuación, algunas de las más difundidas:
La falacia del apostador
El 18 de agosto de 1913, en el Casino de Monte Carlo, la bola cayó en “negro” veintiséis veces seguidas. Un evento extremadamente improbable. Los apostadores perdieron millones al apostar a “rojo”, al razonar incorrectamente y olvidar que cada uno de los eventos son independientes. La creencia errónea fue que los eventos futuros están condicionados por acontecimientos pasados, incluso cuando no existe relación. Luego de lanzar al aire una moneda varias veces con “cara” como resultado en la mayoría de ellas, un apostador asumirá que es más probable que salga “ceca” en un nuevo lanzamiento. La realidad es que el próximo resultado es totalmente independiente del anterior, y las probabilidades
La falacia lúdica
Término acuñado por Nassim Taleb en su libro del año 2007 “El Cisne Negro”. Se puede explicar como el uso erróneo de los juegos para modelar situaciones de la vida real. Taleb lo explica como “basar los estudios de probabilidades en el pequeño mundo de los juegos y los dados”. Es argumento central de su libro y una potente refutación de los modelos utilizados para predecir el futuro. De acuerdo al autor, la estadística funciona solo cuando las probabilidades son visibles y definidas, como los casinos o la lotería. Las teorías basadas en evidencia empírica tienen una falla intrínseca. No pueden predecir eventos extremos que nunca antes sucedieron; por ejemplo, los ataques a las Torres Gemelas, o la invención de internet. Para el inversor, la aleatoriedad es una realidad difícil de aceptar. Como ha dicho Eugenio Xavier de Mello en una columna del diario El País, “no confíe irreflexivamente en los analistas”. Utilice esa información, estudie, y compleméntela con asesoramiento profesional, pero no se descanse sólo en pronósticos. ¡No hay pitonisos!
Ilusión de control
La tendencia que tenemos a sobreestimar nuestra habilidad para controlar eventos, por ejemplo, al sentir que se controlan resultados sobre los que no existe absolutamente ninguna influencia posible.
La ilusión de control se relaciona con el sesgo hacia el optimismo y el exceso de confianza, y representa uno de los mayores obstáculos para lograr una apropiada diversificación en un portafolio de inversiones. Recuerde, además, que la “esperanza” no es una buena estrategia.
Sesgo hacia la confirmación
Tendencia que tienen las personas a favorecer información que confirma sus creencias previas, en lugar de los hechos objetivos que gobiernan una situación.
Exhibimos este sesgo cuando recordamos la información selectivamente o cuando la interpretan de una forma sesgada. El efecto se hace más fuerte con temas que tienen una elevada carga emocional. Este sesgo puede conducir a un inversor al “exceso de confianza” e ignorar evidencia que indica que su estrategia tiene altas oportunidades de fracasar.
Exceso de confianza
Investigaciones de psicólogos demuestran que en ciertas áreas como en las finanzas personales e inversiones, los hombres exhiben un mayor exceso de confianza que las mujeres.
El profesor Terrance Odean, de la Universidad de Berkeley, investigó este tema y demostró, luego de utilizar datos de 35.000 familias en una conocida firma de inversiones entre 1991 y 1997, que cuando se trata de acciones (el instrumento financiero), los hombres operan un 45% más que las mujeres. Este exceso de operativa reduce los retornos de las inversiones de los hombres en 2.65 puntos porcentuales, mientras que el retorno de las mujeres cae 1.75 puntos por año. Como dice Odean, “los inversores racionales operan solo si las ganancias esperadas superan a los costos esperados. Los inversores con exceso de confianza sobreestiman la precisión de la información que poseen y, por lo tanto, las ganancias esperadas de su operativa”. En este campo, los hombres claramente corren con desventaja ante las mujeres.
¿La causa? El exceso de confianza por sobreestimación de habilidades y/o conocimientos.