Luis Mosca, economista, exministro de Economía y Finanzas e integrante del consejo editorial de Empresas & Negocios.
El economista opinó que el Mercosur ha sufrido un retroceso en términos de libre circulación y de armonización normativa, pero que el acuerdo lo pone en ruta para enfrentar los desafíos de la modernidad. Sin dejar de lado que, a nivel local, se prevén grandes plazos de adaptación según la sensibilidad de la producción nacional.
¿Qué desafíos enfrenta Uruguay, en su estructura interna –productiva, laboral, competitividad, entre otros-, ante el anunciado acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea?
Para mí el acuerdo con la Unión Europea actúa como un desfibrilador para un Mercosur que languidecía. Lo revivió nuevamente. Y no tengo ninguna duda que estamos ante un hito muy trascendente en la mentada inserción internacional de nuestro país. Por un lado, según se ha adelantado, el acuerdo incluye aquellos parámetros utilizados en los TLC más modernos suscriptos recientemente, que implican una actualización de las disciplinas comerciales. No sólo alcanza al comercio de bienes; también naturalmente a los servicios, tan importantes en el mundo moderno. E incluye a las inversiones, las pymes, el medio ambiente, la cooperación, la propiedad intelectual, los derechos de autor y las patentes, las compras públicas.
Por otro lado, el acuerdo con la UE actuará como un acicate para impulsar la agenda interna del Mercosur que, como sabemos, ha sufrido un retroceso en términos de libre circulación y de armonización normativa, carente de la institucionalidad suficiente que pudiera atemperar el impacto de ese deterioro. El acuerdo, en definitiva, creo que nos pone en ruta para enfrentar los desafíos de la modernidad.
A la vez, ¿cuáles son los riesgos que vislumbra tanto para las empresas como para la producción local?
Primero veamos los riesgos que ya teníamos planteados. ¿Qué nos dejó aquel Mercosur ideológico, el de los gobernantes progresistas amigos? Nos trajo puentes bloqueados por cinco viejas echadas en reposeras en los accesos con Argentina, perforaciones permanentes al AEC, trabas al libre acceso, facturas incobrables en operaciones comerciales digitadas con la asfixiada Venezuela y ningún acuerdo relevante con terceros países.
O sea, un Mercosur cerrado, varado, inmovilizado por trabas ideológicas. Mientras tanto, aquellos países con producciones competitivas con las nuestras, desde hace años suscribieron TLC que les otorgaron condiciones de acceso preferente en los principales mercados, en particular con Europa. Ese es un gran déficit que tenemos. Ahora los igualaríamos; inclusive se obtendría un acceso preferencial. Digámoslo claramente; ahora tenemos el reto propio de la inserción que tanto reclamábamos.
Y allí, como sabemos, siempre habrá ganadores y algunos perdedores; pero el saldo para el país debe ser sí o sí positivo. Un gran punto es que un acuerdo normalmente garantiza estabilidad en las reglas de juego, en las condiciones de acceso. Y ello es fundamental en tiempos en los que se asiste a un creciente proteccionismo.
El acuerdo transmite previsibilidad, hay un marco institucional común; un Consejo de Asociación, un Comité de Asociación y subcomités, cuyo principal propósito sería velar por el cumplimiento de los objetivos. Y un punto medular es el acceso a un enorme mercado: 500 millones de personas, que representa aproximadamente el 20% de la economía mundial y que moviliza más del 30% de las inversiones globales.
¿El acuerdo puede traer aparejado que en Uruguay se produzca una transformación productiva?
Buena parte de nuestra transformación fue llevada a cabo en un largo proceso de adecuación al Mercosur. De todas formas, se prevé plazos de adaptación según la sensibilidad de la producción nacional. La UE eliminará más rápido sus aranceles a la importación que el Mercosur. La desgravación inmediata del Mercosur sólo alcanzaría al 13% del comercio y el resto se reparte en plazos de cuatro, ocho, 10 y 15 años. O sea, se dispondría de un plazo de hasta 15 años para liberalizar el comercio de aquellos sectores más sensibles.
Los sectores productivos accederían al abastecimiento de insumos a menor costo desde la UE, insumos que en muchos casos se producen con las últimas tecnologías disponibles y que sin duda implican un auxilio en nuestra competitividad. Igualmente, se mantienen los regímenes de Zonas Francas y los mecanismos de adquisición de insumos en admisión temporaria o en drawback.
De todas formas, el problema de la competitividad de nuestros sectores productivos lo tenemos planteado con o sin acuerdo con la UE. Si tenemos deficiencias en el plano laboral, si las tarifas de energía están fuera de precios de competencia, son aspectos que están presentes y que pueden inhibir los logros de acuerdos de este tipo si no son corregidas.
¿Qué otras puertas abre el acuerdo, más allá del comercio entre los bloques?
Es sabido que se están llevando a cabo otras negociaciones. Un entendimiento ambicioso, como lo es un TLC con la UE, es un buen pasaporte para acceder a otros acuerdos. El presidente Mauricio Macri ha insistido mucho en cerrar negociaciones rápidamente con Canadá, Singapur, Corea del Sur y ETFA -asociación comercial donde están Suiza y Noruega, entre otros países menores-.
¿Considera que el acuerdo puede ser la llave para algún tipo de alianza similar con países del continente asiático? Algunos analistas consideran que el anuncio del acuerdo de la UE-Mercosur podría acelerar el interés de países asiáticos por establecer lazos comerciales más directos con nuestra región.
Una agenda en procura de mejorar nuestra competitividad es esencial en cualquier escenario, para abatir el déficit fiscal, para bajar el gasto público, dadas sus derivaciones en el tipo de cambio real, para mejorar el costo de acceso a los servicios públicos. Sólo así es pensable en acceder a la relocalización de proyectos en las cadenas de valor y a capturar aquellas inversiones que deberían producirse.
Hay un gran aspecto que entiendo no ha tenido el merecido destaque. La UE es el primer importador de servicios del mundo, por más de 800 mil millones por año y según se indica se están removiendo casi todas las barreras existentes. Ello refuerza la necesidad de calibrar nuestro accionar en cuanto a la capacitación de nuestra gente.