Una moderada recuperación de algunos precios internacionales mejoró las expectativas de los productores que se tradujo en un leve aumento de inversiones agrícolas en la última zafra. No obstante, en el largo plazo se requiere de mejoras en la competitividad y en la capacidad de innovación de los productores.
Por Darío Andrioli | @carle_andrioli
En todas las actividades productivas son clave las decisiones de inversión para la sustentabilidad de las empresas. En particular, en el agro, el productor debe invertir en activos biológicos y bienes de uso para obtener ingresos, que dependerán de la cantidad producida (factor clima y gestión) y del precio obtenido (mercado).
Con esos ingresos operativos debe atender los costos de producir, pagar las deudas que pueda tener e implementar las inversiones requeridas. Esta necesidad de invertir del agro está dada por diferentes razones: para incrementar el área explotada, aumentar los rendimientos productivos o incorporar inversión tecnológica, así como para la diversificación productiva o la sustitución de arrendamientos de activos o servicios.
La posibilidad de implementar esas inversiones requeridas va a estar determinada, principalmente, por la rentabilidad esperada y las condiciones del financiamiento bancario, incidiendo también los incentivos a las inversiones o la nueva oferta tecnológica existente.
La trayectoria de las inversiones agrícolas
En el período 2008-2014, el dinamismo de las inversiones determinó que se alcanzaran valores máximos históricos en el índice de inversión en maquinarias agrícolas que nuestro Estudio elabora, mientras que en la zafra 2015 tuvo una fuerte caída de 34%, que se repitió en la zafra del año pasado, cuando disminuyó 58%.
La tendencia a la baja del indicador se interrumpió en esta campaña agrícola cerrada en junio 2017 con un moderado incremento. En la última zafra, las importaciones de maquinaria agrícola fueron de 92 millones de dólares, lo que representa un incremento en la evolución del indicador de 9%.
Debido al desempeño de las inversiones agrícolas antes indicado, también en el período 2008-2014 se alcanzaron valores máximos de inversión anual de máquinas y equipos agrícolas por hectárea cultivada. Descendió de manera importante en las campañas finalizadas a junio 2015 y 2016, para crecer algo en esta última zafra.
El dinamismo de la inversión por hectárea de 2008 a 2014 incide en el aumento de la productividad agrícola, que en ese período fue de 2.5% anual de acuerdo al Índice de Productividad Ponderada Agrícola que elaboramos en base a los rendimientos de los principales cultivos del país.
Rentabilidad de la actividad agropecuaria
Hasta la zafra 2013 los precios récord determinaron altos beneficios en la actividad agrícola que impulsaron las inversiones en máquinas y equipos, mientras que los menores precios de 2014, 2015 y 2016 cambiaron las expectativas y las decisiones de inversión de los productores. En la última zafra, un contexto de leve recuperación de los precios agrícolas influye en los resultados económicos esperados y en la política de inversiones.
Por su parte, por el lado de los costos de producción, si bien descendieron los precios de arrendamientos e insumos, fueron afectados por un descenso de la cotización del dólar de 7% en la zafra y por incrementos salariales y de energía.
La trayectoria de los precios internos y de la cotización del dólar de nuestro país determina una importante pérdida de competitividad macroeconómica. La información del Banco Central muestra una pérdida efectiva global en el tipo de cambio real de 23% en el último quinquenio y de 43% en la última década.
En particular, en la zafra agrícola 2016-17, la evolución descendente de la cotización del dólar incidió en la pérdida global del tipo de cambio real de 9%, que impactó en los agronegocios.
Además, el agro presenta las dificultades que señalan diferentes estudios sobre las oportunidades de mejora en la capacidad de competir de las empresas productivas uruguayas: infraestructura, inserción externa, altos costos de energía y regulación laboral, entre otros.
Presión del endeudamiento
Otro de los factores que inciden en las posibilidades de invertir está dado por el acceso y condiciones del financiamiento. De acuerdo a información del Banco Central, los créditos bancarios al sector agropecuario a junio de 2017 se ubican en US$ 2.407 millones, con un descenso de 3% en los últimos 12 meses.
De esta manera, se confirma el estancamiento de los préstamos al sector de las últimas tres zafras, luego de presentar hasta 2014 un quinquenio de importante crecimiento.
La mitad de los préstamos del agro corresponden a los subsectores ganadería y agrícola-ganadero. Se aprecia, además, el endeudamiento de los productores lecheros y arroceros, con una participación de 14% y 7% respectivamente, y además con saldos a pagar por los nuevos fondos lecheros y arroceros implementados en la zafra.
Por su parte, se observa un importante incremento de los créditos vencidos, con una tasa de morosidad del 4% de los préstamos. En la campaña, el endeudamiento consolidado representa casi 80% del PIB agropecuario, mientras que a nivel de cada productor la presión del endeudamiento está dada por el nivel de sus préstamos y su capacidad de generar fondos.
Inciden en la oferta de crédito factores como políticas de riesgo de los bancos respecto al sector y expectativas sobre el repago de los productores agropecuarios, ya que en la última zafra se dieron mayor morosidad, solicitudes de concursos y baja de calificación de algunas empresas relevantes del sector. Por el lado de la demanda de crédito del agro, inciden los flujos de fondos esperados y las decisiones de inversión y endeudamiento más prudentes.
Inversiones en innovación
Frente a perspectivas de altos costos de producción en dólares y precios internacionales sin incrementos significativos, una alternativa para los productores puede ser mejorar la capacidad interna con inversión tecnológica e innovación.
En el actual escenario, el agro requiere de innovación en el sentido que OCDE lo define
“cambios en productos, procesos, comercialización u organización con el propósito de mejorar resultados, mediante nuevas tecnologías, sistemas o técnicas”. Varios ejemplos dan cuenta del proceso innovador que está intentando recorrer el agro uruguayo, con agricultura y ganadería de precisión, equipos agrícolas con tecnología de la información y plataformas digitales para la compra de bienes y servicios agropecuarios.
Según un estudio presentado por INIA, el productor rural uruguayo es abierto al cambio tecnológico y requiere que la innovación logre mayor productividad y rentabilidad. Solicita poder incorporar robótica y automatización, genética y tecnologías sustentables e identifica falta de tecnología de proceso y de incentivos macro y microeconómicos.
El productor agropecuario podrá usar incentivos a la innovación como el “Fondo Innovagro” de ANII, fondo sectorial para el agro y la agroindustria que promueve la investigación e innovación en temáticas como tecnologías ambientales, biotecnología, logística, mecanización y TI. Los proyectos deben tener mérito innovativo y desarrollo tecnológico, viabilidad técnica y económica, así como impactos sociales y ambientales positivos.
Sin duda que la inversión en innovación productiva es clave para la competitividad y sustentabilidad de los agronegocios de nuestro país. En este sentido, además de monitorear el ambiente tecnológico, los productores deben considerar los estímulos existentes para potenciar la innovación.
Algunas consideraciones finales
Con el marco que referíamos, la superficie sembrada en la campaña 2016-17 presentó un leve descenso de 3% y algunos cambios en su composición por aumento significativo de superficie de cebada y baja importante de trigo. Se destacaron los rendimientos productivos de los cultivos de verano, en particular de la soja que de 1.940 kilogramos por hectárea en la zafra anterior pasó a 3.000 kilogramos y mejoró sus resultados económicos.
Este comportamiento productivo impacta, además, en las exportaciones y en el producto agropecuario. Según datos disponibles de cuentas nacionales, el PIB agropecuario creció 4% en los nueve meses -julio 2016-marzo 2017-, respecto a igual período anterior, debido a aumentos en rendimientos productivos agrícolas, faena vacuna y remisión de leche.
En el actual contexto, la mejora de gestión de los productores agropecuarios es condición necesaria pero no suficiente; requiere de mejora de competitividad. En el largo plazo, el Sistema Nacional de Competitividad podrá aportar para la transformación productiva e incremento de productividad. También pueden contribuir a una mayor capacidad de competir el proyecto de Ley de Riego y el presentado por el Instituto Nacional de la Leche, basado en transferencia tecnológica, seguros de clima y precios, financiamiento a mayor plazo y trazabilidad del producto.