El Banco de la República Oriental del Uruguay fue una de las consecuencias de la crisis de 1890. Este, representaba la concreción de las aspiraciones de numerosos grupos sociales que, hasta ese momento, no tenían acceso al crédito y al dinero o debían recurrir, en condiciones de usura, a los bancos privados y a diversos prestamistas. Hoy, 125 años después, la historia lo posiciona como el “banco país” y es, en esa línea, que el economista Luis Eduardo Larralde realizó un repaso detallado del camino de la institución financiera para inspirar confianza en generaciones de ciudadanos que lo sienten como propio.
Por: Ec. Luis Eduardo Larralde
Especial para Empresas & Negocios
Antecedentes de bancos en Uruguay: un pasado marcado por idas y vueltas
Durante el siglo XIX Uruguay vivió sus primeros años en un clima de frecuente inestabilidad política, levantamientos armados, crisis económicas. Paulatinamente, se fue integrando a la economía mundial como proveedor de materias primas y alimentos, en la era de la preeminencia del Imperio Británico, su libra esterlina y el oro, y las finanzas de la City londinense.
En la etapa previa a la fundación de los primeros bancos circulaban en el país diversas monedas extranjeras. Así, la Constitución de 1830, en su artículo 17, establecía que correspondía a la Asamblea General “justificar el peso, la ley y el valor de las monedas…” y “fijar el tipo y denominación de las mismas”, señalándose, de ese modo, la necesidad de crear una moneda nacional. Se distinguía la moneda acuñada en metales preciosos –oro o plata, cuyo valor intrínseco estaba determinado por el contenido de dicho metal- de la moneda fiduciaria –de bronce, níquel o cobre, a la que se asignaba un valor nominal- que era utilizada en el intercambio de bienes de menor cuantía.
Por otra parte, ante la escasez de moneda, llegaron a circular, como medio de pago, notas emitidas por comerciantes locales, principalmente en el Interior del país. En 1862 se estableció un patrón monetario nacional bimetalista, en base a equivalencias entre el doblón de oro y diez pesos de plata. En 1876 se declaró al oro como patrón monetario, reservándose a la plata un rol auxiliar. Sin embargo, la creación de un espacio monetario soberano en Uruguay, con moneda, crédito y canales de circulación de alcance nacional, debió esperar hasta la fundación del Banco de la República.
En 1857 se fundaron los dos primeros bancos en nuestro país. Así, el 2 de julio de ese año se aprobó la ley de creación del Banco Mauá y Cía. Su propietario y fundador fue el Barón de Mauá, financista brasileño que había llegado al país en el contexto de las negociaciones, al fin de la Guerra Grande, vinculadas a la deuda pública. El banco, emisor, de depósitos y descuentos, podía emitir billetes por hasta el doble de su fondo realizado, ampliable hasta el triple de su capital con autorización del gobierno.
Su accionar se vinculó desde el principio a las necesidades de financiación del Estado. Practicó una política de créditos expansiva, para lo que debía emitir billetes, que llegaron a ser la mayor parte de la emisión en circulación. Ello representó, por un lado, buenas oportunidades de crecimiento y expansión de negocios. No obstante, fue una vulnerabilidad fatal en momentos de crisis, en los que el gobierno debió rescatarlo con sucesivos decretos de curso forzoso, esto es, declarando por ley que, por un período, sus billetes eran inconvertibles en oro y debían ser aceptados como medio de pago. Quienes se inclinaban por este mecanismo, ante las necesidades de crédito y dinero, fueron llamados “cursistas” por la historiografía nacional.
A su vez, el 25 de julio de 1857 la ley autorizó el funcionamiento del Banco Comercial, también como banco emisor, de depósitos y descuentos. Su origen fue la Sociedad de Cambios de Montevideo, integrada por los más importantes comerciantes exportadores e importadores de Montevideo –el alto comercio– y algunos de los mayores hacendados –la alta clase rural-. Practicó una política de créditos restrictiva, dirigida a una clientela exclusiva entre dichos grupos. Su emisión de billetes fue muy limitada, apegado a mantener altas reservas en oro. Fue el buque insignia de la llamada banca “orista”.
Cabe mencionar que en esta etapa se proyectaron, fundaron y cerraron, numerosos bancos, y se generaron múltiples iniciativas legislativas en materia bancaria y monetaria, la mayoría de las cuales no prosperó. Sin embargo, ello evidenciaba la necesidad de amplios sectores de la población, no hegemónicos, de contar con acceso a la moneda y el crédito, instrumentos fundamentales para su desarrollo.
En 1887, a iniciativa de Emilio Reus, comenzó a funcionar el Banco Nacional, como banco de emisión, depósitos y descuentos. Se organizó en una sección Comercial y otra de Habilitación e Hipotecaria (de cuya cartera de créditos surgiría, en 1892, el Banco Hipotecario del Uruguay). Recibiría depósitos judiciales, se encargaría del servicio de la Deuda Pública y abriría una cuenta corriente al gobierno, quien designaría al presidente, a la tercera parte de los miembros del directorio y al jefe de la Sección Emisión.
Tuvo una rápida expansión y abrió sucursales en el Interior del país. Contó con la oposición de la banca orista, lideradas por el Banco Comercial y el Banco de Londres, quienes le exigían, a diario, la conversión de sus billetes a oro, drenando así las reservas metálicas del Banco Nacional, tal como habían practicado con el Banco Mauá. El 5 de julio de 1890 el banco suspendió la conversión de sus billetes, al no poder realizar el canje en oro exigido por el Banco de Londres, y el gobierno decretó la inconversión. La llamada crisis de 1890 fue el fin del banco que, si bien se había prestado a maniobras especulativas, durante su breve existencia había contribuido a cambiar hábitos monetarios, fundamentalmente en el interior del país.
Los primeros pasos hacia la fundación del Banco de la República[1]
La desaparición del Banco Nacional y la crisis de 1890 evidenciaron la necesidad de un banco del Estado que promoviera el desarrollo económico y social del país. La fundación del Banco de la República, en 1896, respondió a la aspiración de amplios sectores sociales que reclamaban una institución oficial proveedora de moneda, crédito accesible y canales de circulación. Estos sectores, en su amplia mayoría, no eran atendidos por la banca orista tradicional vinculada al alto comercio exportador e importador.
Así, el Congreso Agrícola Ganadero de 1895 había propuesto la creación de un banco con una sección de crédito rural “para hacer préstamos a los agricultores y hacendados sobre letras renovables o amortizables a largo plazo y con moderado interés”[2] en condiciones que se adaptaran al ciclo productivo, bajo modalidad de hipoteca, prenda o crédito personal. De ese modo, las capas medias rurales, agricultores y ganaderos, buscaban independizarse de la onerosa intermediación de pulperos de campaña y barraqueros, pues la falta de crédito y moneda propiciaban las prácticas de usura.
Por su parte, la alta clase rural, única con acceso al crédito, también pretendía romper el voraz monopolio de la banca tradicional integrante del círculo orista. Integrantes de capas medias urbanas, como pequeños comerciantes e industriales, artesanos y asalariados sumaron su apoyo a la creación de una institución financiera estatal. El patriciado empobrecido, funcionarios públicos, pensionistas y dependientes del Estado reclamaban la creación de un instituto de crédito social o un Monte de Piedad para acceder a préstamos garantizados con sus sueldos u objetos personales de valor, pues, hasta ese momento, solo podían recurrir a los usureros vinculados al círculo orista.
Por otro lado, la fundación de un banco oficial contó con fuerte oposición de sectores conservadores vinculados al alto comercio exportador e importador de Montevideo, a la banca tradicional orista, algunos de los mayores estancieros y saladeristas, prestamistas, escribanos, abogados y asesores de compañías extranjeras. Algunos opositores asociaban la fundación de un banco del Estado a la implementación de moneda de curso forzoso y evocaban las malas experiencias de quiebra del Banco Nacional y del Banco Mauá.
El capital inicial del Banco de la República, de $5 millones de pesos, se obtuvo a través de un empréstito concedido en Londres. Para la amortización y el pago de intereses de esta deuda se afectaron parte de las rentas de Aduana provenientes principalmente de impuestos a la importación de artículos de consumo. Fueron entonces los consumidores, particularmente las clases populares, quienes financiaron el capital inicial del Banco de la República.
La ley del 4 de agosto de 1896, que contenía las bases de la primera Carta Orgánica del Banco[3], reflejó la correlación de fuerzas entre grupos sociales a la hora de contemplar sus respectivas aspiraciones. Así, autorizó al Poder Ejecutivo a instituir un banco privilegiado de emisión, depósitos y descuentos, bajo la forma de sociedad anónima por acciones al portador. Tenía un capital autorizado de $12 millones, y un capital efectivo de $10 millones, dividido en dos series. La primera serie sería suscripta por el Estado –producto del empréstito mencionado– y la segunda se abriría, en el futuro, al capital privado. Es así que, el banco fue concebido como empresa mixta, aunque el capital privado nunca se integró.
Se le adjudicó el privilegio exclusivo de la emisión menor de moneda. Se estableció también el privilegio de la emisión mayor –constituida por los billetes de 10 pesos o más– pero a partir del vencimiento de los permisos de emisión vigentes otorgados a los bancos privados, a saber, al Banco de Londres y Río de la Plata en 1905 y al Banco Italiano en 1908. El banco debía mantener en reserva un elevado encaje en oro igual o superior al 40% de los depósitos a la vista y de la emisión mayor en circulación.
El banco abriría al gobierno una cuenta corriente con intereses recíprocos, y otorgaría al Estado y a las juntas departamentales los empréstitos autorizados por el Poder Legislativo. Se adjudicaba al banco el privilegio de ser el depositario de todos los fondos que recaudasen las oficinas del Estado, recibiría los depósitos judiciales y asumiría el servicio de la Deuda Pública.
El banco debía abrir sucursales en todas las capitales de los departamentos en el plazo de un año a partir del día de su instalación, hecho particularmente relevante a la hora de crear los canales de distribución de crédito y moneda. Para ello, debía aplicar, al menos el 40 % de su capital. Se le facultó para establecer dependencias en otras localidades. La rápida expansión de la red física fue una de sus características más salientes, contribuyendo así a la consolidación del Uruguay como Estado.
Se autorizó al banco a otorgar pequeños créditos garantizados en hipotecas sobre predios de pastoreo y labranza, a operar sobre warrants o depósitos en garantía de mercaderías. Por otra parte, se cometió al República la creación de un Monte de Piedad Nacional, destinado a asistir a las clases menos favorecidas al ofrecer una alternativa a las prácticas usurarias de prestamistas y casas de empeño.
El camino hacia la confianza
La fundación del Banco de la República significó, para el país, la creación de una formidable herramienta de desarrollo. Como se mencionó, desde hacía décadas las autoridades habían vislumbrado la necesidad de un espacio monetario soberano. Esto es, moneda, crédito y canales de circulación. Es así que la ley cometió al banco a extender, rápidamente, su red física a todas las capitales departamentales, facultándolo a llegar a todo el país, aplicando buena parte de sus recursos.
El Estado, a su vez, contó en lo inmediato con un agente financiero eficiente a quien confiar sus recursos, preservándose de ese modo de prácticas especulativas. Los roles del banco irían ampliándose en función de las necesidades. Pasaría a ser uno de los asesores fundamentales en materia económica, contribuiría al control y estabilidad monetaria y cambiaria. Con el tiempo, iría asumiendo algunas funciones que, a la postre derivaron en la creación del Banco Central del Uruguay.
Por otro parte, el banco manifestó, desde el inicio, una vocación por la promoción del crédito social, con la creación de Monte de Piedad Nacional. Posteriormente, en el ámbito del banco se fueron creando otros instrumentos afines a dichos objetivos.
Durante los primeros años, la creación de mecanismos de crédito especializado o de habilitación fue limitada. Es así que, sea por el peso de la alta clase rural, por la necesidad de abrirse camino y ganarse la confianza de los sectores conservadores o por cuestiones de riesgo, la política del República fue calificada como conservadora, o prudente, al focalizarse en el crédito a hacendados pertenecientes a la alta clase rural. Con el tiempo se irían desarrollando instrumentos de crédito especializado.
Desde el punto de vista monetario, el banco concretó su monopolio exclusivo de moneda nacional en 1908. En 1905 había vencido la autorización de emisión otorgada al Banco de Londres, y en 1908 la del Banco Italiano. Entre ambas, sucedió un hecho por demás significativo, dado por un cambio de postura de quienes se habían opuesto, en general, a la fundación del República y, en particular, a su monopolio emisor.
El diario “El Siglo”, influyente “órgano de las clases conservadoras” se había transformado, en 1908, en defensor del BROU y su moneda. El último cuestionamiento al República y su moneda se dio en la crisis de 1913. La antigua banca orista propició una corrida contra el Banco República, obligándolo, como hiciera antes con el Banco Mauá y el Banco Nacional, a la conversión diaria a oro de grandes cantidades de billetes. En determinado momento, el Banco de Londres y el Banco Comercial cambiaron su actitud hostil al considerar que el pánico podría acabar con su propia existencia, y declararon su confianza en el Banco de la República. A partir de ese momento, atacar al BROU era hacerlo a todo el sistema bancario.
Apoyo en la prosperidad, sostén en la crisis
El banco fue una pieza fundamental para el desarrollo social y económico del Uruguay. Así, apoyó a los sectores dinámicos que lideraron los modelos de crecimiento en etapas de prosperidad, y fue sostén del aparato productivo en épocas de crisis. En tal sentido, instrumentó a lo largo de su historia diversos mecanismos de crédito especializado, como la Sección de Crédito Rural en 1912, o el Departamento de Crédito Rural e Industrial en 1925.
Los poderes públicos fueron confiando al banco diferentes cometidos a medida que el devenir histórico imponía problemas particulares, como la defensa de la moneda y las divisas durante los años de la crisis del 30, o los créditos a Inglaterra y Francia durante la primera guerra mundial. El banco cumplió también un rol de asesor del gobierno en materia económica y financiera.
Las formas institucionales fueron cambiando y, en 1967, el Departamento de Emisión del Banco de la República dio origen al Banco Central del Uruguay. Como corolario de la crisis de 1982, una vez recuperada la institucionalidad democrática en el país, a partir de 1985 el banco debió afrontar un esfuerzo patrimonial considerable para sostener refinanciaciones de sectores afectados. A su vez, contribuyó a la estabilidad del sistema financiero al intervenir y gestionar cuatro bancos privados nacionales.
La gestión del BROU refleja la peripecia de la historia del país, tanto en su prosperidad como en sus tiempos de estancamiento y crisis. En más de una oportunidad peligró la existencia del banco, al comprometerse seriamente su patrimonio, como en la última crisis de 2002. La superación de esos tiempos turbulentos contó con el apoyo del Estado y con un rasgo particular que hace a su fortaleza institucional, esto es, la confianza de generaciones de ciudadanos que sienten al Banco de la República como propio.
La fidelidad a los cometidos con los que se fundó la institución, su vocación de servir seriamente de instrumento al desarrollo social y económico del país, ha sido la base de esa confianza. La frase que lo caracteriza es por demás verdadera y evidente: el “banco país”.
[1] Esta sección toma parte del texto de Nahum, Benjamín y Larralde, Luis E. publicado en BROU, Memoria 2016, Capítulo Especial “Los primeros 120 años del Banco País”, disponible en web de BROU.
[2] Barrán, José Pedro y Nahum, Benjamín: “Historia Rural del Uruguay Moderno” Tomo III, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1973, pág. 353.
[3] Tomado de Nahum, Benjamín, Larralde, Luis E; Harriett, Silvana; Moreira, Cecilia; Rodríguez, Lucía; Bertoni, Florencia; Szarfman, Eva; “Memoria Histórica de los primeros 114 años de trayectoria institucional del Banco de la República. 1896 – 2010.” BROU – Tradinco S.A., Montevideo, 2015, p. 37 y siguientes.