Artesana brinda la experiencia de realizar vino, a orilla del arroyo Las Brujas y a través de cuatro jornadas donde se incluye la vendimia.
Por Eduardo Lanza
Nuestros abuelos lo hacían en sus casas del Prado, de Reducto o la Unión, comprando la uva a un viticultor que gustoso se las arrimaba; eran épocas en las que el tiempo sobraba y en el que un jardín o un patio daban el espacio necesario.
Con seguridad también había un sótano donde guardar las botellas del “caserito”. Un tanque de fibrocemento era lo más común para fermentar las uvas y, como el volumen era pequeño, no se acostumbraba pisarlas, simplemente se estrujaban a mano y, a menudo, los racimos iban enteros a la cuba, con lo cual quedaba asegurada la aspereza de aquellos tintos. Un poco de azúcar al comenzar la fermentación daba un grado alcohólico más que suficiente.
Hoy las condiciones de vida han cambiado. El tiempo y el espacio no abundan, pero el anhelo de hacer el vino propio se mantiene intacto en muchos de nosotros.
Analía Lazaneo y Valentina Gatti, de Artesana Winery, captaron esa vivencia y decidieron ofrecer el lugar y los medios para satisfacerla. No queda lejos la bodega, sólo unos 40 kilómetros del centro de Montevideo, sobre Ruta 48 y a orillas del arroyo Las Brujas. El curso comenzó el sábado 11 de marzo y abarca un total de cuatro jornadas, a cargo del ingeniero y enólogo Ignacio González.
Son cuatro horas de práctica -desde las 8 a las 12 horas- y los que quieren almorzar pueden hacerlo en la bodega. En la primera clase los participantes comenzaron limpiando las tarrinas de plástico donde se hizo la fermentación. Más tarde, se recogieron los racimos. Cada vendimiador debió cortar media fila, luego llevó la carga a la bodega donde separó las uvas de los cabos o escobajo y las estrujó para que liberen su jugo.
Con el proceso en marcha, una semana después el grupo debió realizar el seguimiento de la fermentación, y densímetro en mano, midió la correcta evolución, y se dedicó a separar restos sólidos para depurar el mosto.
Un grupo variopinto
Durante este recorrido, un conglomerado de 27 entusiastas abrazó a la Merlot como cepa mientras otro con 22 integrantes optó por la Tannat. Se trató de contadores, informáticos, sommeliers y otros que formaron un grupo variopinto.
Franco Machado es fernandino y trabaja como mozo en el Conrad de Punta del Este. Hizo el curso de sommelier en Vinos del Mundo, tiene 37 años, y dos hijas. El primer día llegó en ómnibus a Tres Cruces, se tomó otro hasta Las Piedras y desde allí un taxi que le costó $900 para llegar a Las Brujas.
“Ese día me levanté a las cuatro de la mañana para llegar en hora a la bodega, volví a casa a las 15:30 horas y entré a trabajar una hora y media más tarde. Pero no me importa, estoy muy contento de participar. Ya había hecho vino con un amigo, pero a la buena de Dios. Sin poder seguir el proceso, porque no sabíamos controlarlo. Ahora el curso me da las herramientas, me enseñó a usar el densímetro y me abrió un panorama con las levaduras y el uso del sulfito como antiséptico. Ya tengo 100 kilos de uvas reservadas para hacer esta semana unos 60 litros de mi tinto 2018, que será mucho mejor que los anteriores”, expresó.
El profe
Ignacio González se recibió de Agrónomo en la Universidad de la República y después de residir durante 15 años en España y trabajar en el sector del vino, se entusiasmó tanto que decidió a hacer un Master en Viticultura y Enología en el Instituto Avena de Navarra.
Volvió al país y quiso seguir en el rubro. “Sentí la necesidad de contar con el título local e hice el curso en UTU Las Piedras, porque si bien había hecho vinos a pequeña escala en España, entendí que para trabajar aquí debía ser un par con los enólogos del sector. Ahora soy colega de ellos”, comentó. Respecto al curso en Artesana, manifestó: “Lo encaro apuntando a lo práctico, al uso correcto de los insumos y a la teoría la incluyo solo para aclarar las preguntas de los participantes. No quiero exagerar en este sentido, porque sé que no es lo que ellos vienen a buscar”.
La visión del sommelier
Adriana Bidegain ejerce su profesión desde hace años y sintió la necesidad de hacer el curso. “Nos pasa a muchos sommeliers que hacer nuestro propio vino es un desafío pendiente, porque podemos hablar de vinos pero no estamos capacitados para hacerlo. Así fue que decidí participar en el Taller de Elaboración de Vino Casero de Bodega Artesana. Nos guía el enólogo Ignacio González que sabe mucho y tiene la extraordinaria capacidad de transmitir sus conocimientos de forma amena e interactiva. Este Taller es muy serio: no nos dejaron beber más que agua mientras trabajábamos en la elaboración de nuestro vino. Ahora sí, el desafío comenzó y no pararé hasta elaborar mi propio vino”, dijo.