Por Anahí Acevedo | @PapovAnahi
Se remonta a tiempos muy antiguos. Específicamente, desde cuando el hombre de las cavernas comenzó a proteger sus pies amarrando cueros con un cordel. Luego llegaron las técnicas, las máquinas, las tendencias. Más adelante, la producción en masa pareció pronosticar el fin de la profesión o, mejor dicho, de un arte, porque un zapatero es también un artista. Uno que crea, que imagina, que diseña, para luego plasmarlo en la realidad.
En nuestro país el calzado hecho a mano tuvo su momento de auge. Originalmente eran los artesanos quienes se dedicaban a su elaboración. Comenzaba, generalmente, con una empresa pequeña, familiar. Un proyecto de vida dentro de, a veces, el garaje de un hogar. Luego la demanda crecía, el negocio prosperaba. Pero el tiempo rueda, se moderniza. Las formas de consumo también.
En un mundo globalizado, con shopping y made in China, apostar por lo artesanal y exclusivo es realmente un desafío, uno al que un emprendimiento uruguayo decidió hacerle frente utilizando la reconversión como escudo.
Marcelo Mederos estuvo rodeado desde su infancia por cueros, hebillas, tacos, plantillas y suelas. Sus padres, Carlos Mederos y Milka Scavino, fundaron hace 35 años una empresa bautizada con el apellido de la familia, que elaboraba calzado artesanal para vender a zapaterías de renombre. Comenzó como un emprendimiento pequeño más, de los tantos que había por entonces, y que luego creció para, más tarde, comenzar a tambalearse a causa de las importaciones. Mientras que la venta se comprimía, los costos de producción se hacían cada vez más altos. Llegó un momento en que se hizo insostenible. Fue parar o cambiar el rumbo. Contra viento y marea, el emprendimiento buscó un lugar en el mercado para seguir fabricando.
En el año 2016, Mederos viró. Ingresó con tres marcas al mercado a través de las plataformas online y un showroom ubicado en el sitio mismo donde se elaboran los calzados: Gallinal 1969.
Primero fue Verónica Z la línea con que se inició este rumbo. Pensada para las damas, fue seguida por Oma Boots, ideado para ellos. Dominique L surgió más tarde para hacer un parentesco con el calzado: se trataba de carteras. Todos ellos con nombre propio. Todos creados a partir del cuero, donde cada elemento, ya sea una hebilla o un cierre, está producido en Uruguay. La venta, por su parte, sucede a través de la tienda que dispone Facebook, dentro del cual cada línea tiene una específica.
La propuesta de cada marca es, por sobre todo, la calidad. Con Oma Boots se apunta a un producto de valor agregado a través del diseño, la terminación y el cuidado de los materiales. “El sector hombre está poco atendido, no hay muchas marcas nacionales que hagan este producto”, comentó Marcelo Mederos –quien hoy está a la cabeza del emprendimiento- a Empresas & Negocios. Son zapatos contemporáneos que apuestan por el confort. Victoria Z sigue la misma línea. “La clienta que lo compra queda cautivada porque siente la diferencia del cuero y materiales que son suaves, aseguró.
Dominique L, por su parte, fue creado por Dominique Ledoux, una joven diseñadora uruguaya que comenzó a elaborar carteras en su casa y más tarde se sumó al emprendimiento Mederos. Su fabricación también es totalmente a mano. Cosida con tiento de cuero, una persona demora un día entero para poder elaborar tan solo dos de ellas. Se trata de un producto artesanal y refinado que se aleja de lo rústico.
“El proyecto es explotar estas tres líneas lo más posible y que la gente empiece a conocer que existe un producto uruguayo de calidad, con una fábrica que respalda y que da otro servicio y la posibilidad de tener siempre disponible el producto que desea”, explicó.
“Tenemos el potencial de poder desarrollar un producto distinto todos los días o hacerlo a la medida”.
Es que allí todo es a medida. La persona puede ver el producto a través de la plataforma o el showroom. Elige el color, el estilo, se le toman las medidas y se manda a fabricar. Detrás están quienes realizan la obra. Se trata de artesanos que elaboran el calzado a mano, dado que al ser partidas pequeñas no es necesario la utilización de demasiada maquinaria. Algunas de estas personas están en la compañía desde sus inicios, relató Mederos. Es que no es fácil de conseguir mano de obra calificada. Un armador que sepa armar, clavar tacos, poner hebillas, tirar con pinza, raspar, desvirar, pegar y cortar, compite directamente con una computadora que dispone un plano y solicita apretar un botón. Allí se trabaja a mano, como en los tiempos de antaño.
“El comercio tiene el potencial que es muy masivo y mucha gente lo ve porque está en los shopping. Nosotros tenemos el potencial de poder desarrollar un producto distinto todos los días o hacerlo a la medida. Si bien tiene una espera de un par de días, siempre tenemos disponible el producto en el color deseado en el talle demandado”, describió.
Para el futuro, el emprendimiento planea llegar al resto del país y agrandar su local. Mientras tanto, el camino de volver a los orígenes continuará siendo el bastión desde el cual batallar la despersonalización de un artículo que dejó de convertirse en un medio de protección para pasar a mostrar identidad, carácter e, incluso, estatus.