Una vez más Argentina es noticia

Diagnóstico

Esta vez la situación tiene varias diferencias con otros momentos mucho más dramáticos de la historia argentina. Para Uruguay por su parte, la exposición también es significativamente menor que en otra época, y aunque no nos vuelve inmunes, ni mucho menos, sí reduce el potencial “contagio”. Repasemos los hechos.

Por Carlos Saccone | @CarlosSaccone

En diciembre de 2015, cuando asumió Mauricio Macri a la Presidencia de Argentina, una de sus medidas más significativas fue liberar el mercado cambiario, absolutamente reprimido hasta aquel momento, que había llevado a un tipo de cambio de $ 9 por dólar, y como todo mercado reprimido, sin libertad, había creado varios mercados paralelos. Recuerdo el dólar blue, el dólar tarjeta, el dólar Colonia, entre varias inéditas creaciones a las que nos tienen más o menos acostumbrados los hermanos argentinos. El 17 de diciembre de 2015 se anunció la liberalización del mercado cambiario, provocando una depreciación de la moneda de casi 40% en pocas horas y llevando a que el dólar cerrara el año a $ 14. Era el comienzo del fin para una época muy oscura de Argentina, que había sido disimulada por commodities altos y tasas bajas. Además se embarcaron las autoridades argentinas en otra importante tarea, en la que también tuvieron éxito: se “amigaron” con los mercados. El default quedó atrás y se llegó a un acuerdo con los mal llamados “fondos buitres” (cuyo pecado era querer cobrar una deuda). Estas acciones -no solamente pero sí muy relevantes-, le dieron “aire” al gobierno de Macri.

Hubo, entonces, un período de gracia para que el mandatario intentara resolver el desastre económico y financiero que habían dejado sus predecesores. Comenzó muy bien, incluyendo a personas con reconocido prestigio y trayectoria, como Carlos Melconian al frente del Banco Nación. Esto llevó a que en Argentina se comenzara a hablar, por ejemplo, de préstamos hipotecarios, un producto financiero altamente exótico debido su tenor, el cual tanto a tomador como otorgante, llena de incertidumbre. Pues en ese momento la incertidumbre parecía estar disminuyendo, al volver el país a insertarse al mundo. Pero claro, a la mesa le faltaba una “pata”. Seguramente tan compleja de implementar como imprescindible: la reducción del déficit fiscal.

Si Argentina logra estructuralmente volverse más previsible, no solo se beneficiará para sí, sino que favorecerá a toda la región. Pero el déficit no puede ser 8% del PBI, tampoco 4%… y la inflación no puede ser ni 30%, ni 20%, ni 10%.

El déficit fiscal de Argentina siguió exactamente igual. Gastando alrededor de ocho puntos porcentuales del PBI por encima de sus ingresos. ¿Cómo lo hicieron? Monetizando deuda… Rápidamente, aprovechando el contexto internacional de confianza que se le había dado, el gobierno aprovechó para emitir muchos bonos en dólares tanto a nivel soberano como provincial, y también en pesos. Infelizmente, esos flujos no fueron hacia obras de infraestructura, sino a gastos. Y así como entraban, salían, parte de los cuales los reabsorbía el Banco Central de la República Argentina (BCRA) a través de operaciones de colocación de deuda a corto plazo, a efectos de no inundar –tanto- el mercado de moneda. Entre otros efectos que tiene esta situación, que se ha dado aunque en mucho menor medida en Uruguay, es que hace bajar el tipo de cambio (confianza macro y entrada de dólares) y provoca, además, la suba de las tasas de interés locales por inflación aún alta y la necesidad de retirar muchos de los pesos que se inyectaban para pagar cuentas que no cerraban.

Uno de los problemas ha sido, una vez más, la subestimación de los flujos financieros globales. ¿Quiénes compraban los bonos que emitió Argentina? Grandes fondos de inversión, importantes inversores institucionales y otros operadores globales. En momentos que el “0 riesgo” de crédito empieza a rendir algo –tasa a dos años en 2.60, a 10 años pasando 3% y 30 años en 3.20%-, parece ser un excelente momento para empezar a salir de un crédito sobre el cual había muchas expectativas. Por ejemplo, expectativas de reformas que me aseguren el flujo y, eventualmente, hasta una mejora formal en la sálida del crédito por parte de las agencias calificadoras (lo que se manejó públicamente por parte de algún referente de opinión en Argentina en su momento). Expectativas que no se materializaron y, entonces, aplica una vez más otra máxima del mercado: “buy the rumor, sell the fact” (comprá el rumor, vendé el hecho).

Los inversores se cansaron. Luego de dos años y medio empezaron a salir fuerte de Argentina y la inestabilidad volvió a sentirse, levemente, pero volvió. Seguramente fue mucho más grave el impacto en el mercado de bonos que el que hubo sobre el tipo de cambio, De hecho, vemos saludable la caída del peso argentino, que en realidad no fue tal. En términos reales, el peso argentino a 25 es el mismo que el de diciembre de 2015 a 14, teniendo en cuenta la inflación transcurrida en Argentina.

Así, hemos llegado a un momento que arriesga más inestabilidad en el largo plazo si no hace lo que tiene que hacer en el corto, esto es, bajar drásticamente el déficit fiscal. En este caso, seguramente, sea lo que le diga el FMI que tiene que hacer para otorgarle un crédito y así salir de esta compleja situación, donde las expectativas no se cumplieron.

Uno de los problemas ha sido, una vez más, la subestimación de los flujos financieros globales. ¿Quiénes compraban los bonos que emitió Argentina? Grandes fondos de inversión, importantes inversores institucionales y otros operadores globales.

En Uruguay el efecto también se hizo sentir, en particular en los bonos largos y en el tipo de cambio, aunque las variaciones fueron mucho más moderadas y, en todo caso, ajustaron precios a una realidad de tasas largas que hace tiempo se venía anunciando. El ajuste del tipo de cambio –si bien es una reacción más sicológica que otra cosa (“hay ruido en Argentina… compremos dólares”)- también es saludable pues se acerca así a niveles más próximos a sus fundamentos, luego de alcanzar al cierre del primer trimestre del año su menor nivel en términos reales desde el año 2000, de acuerdo a información que publica el Banco Central del Uruguay.

Los que aún permanecen, curiosamente –¿o no?- inmunes son los títulos globales en moneda nacional. Este detalle, que en general ha pasado desapercibido, habla de forma muy positiva sobre la percepción del riesgo de largo plazo que se tiene sobre el país por parte de inversores globales. El bono Uruguay 9.785% de tasa con vencimiento en 2022 denominado en pesos nominales tomó una pérdida inferior a los dos puntos porcentuales en estos días, de la misma forma que el bono 8.50% con vencimiento en 2028. En mi caso, hubiera previsto una caída nunca inferior al doble de lo que en realidad se produjo. Pero los inversores institucionales saben que, con una perspectiva de largo plazo, son estas excelentes oportunidades de inversión que no ocurren con frecuencia.

¿Qué esperar?

Lo primero es una resolución favorable del FMI en las próximas semanas con respecto a la solicitud de Argentina. Lo segundo, es el compromiso de nuestro país vecino a implementar las medidas necesarias para avanzar y salir de esta lógica perversa de expectativas no cumplidas y volatilidad. Por supuesto, tendrá Argentina que buscar un amplio consenso político –tal vez sea lo más complejo- para llevar a cabo estos cambios. De todas formas, es importante volver a lo primero: no subestimar la relevancia de los grandes flujos financieros que se mueven en base a las expectativas que existan sobre las tasas en dólares. Si Argentina logra estructuralmente volverse más previsible, no solo se beneficiará para sí, sino que favorecerá a toda la región. Pero el déficit no puede ser 8% del PBI, tampoco 4%… y la inflación no puede ser ni 30%, ni 20%, ni 10%. En el corto plazo, el tipo de cambio en Argentina parece haber tocado un techo, pero debe hacer reformas inevitables. Y aquí, estar atentos. Uruguay ha reducido sabiamente su dependencia a Argentina tanto en lo comercial como en lo financiero, lo que disminuye su vulnerabilidad. Pero no nos podemos mudar de barrio. Argentina siempre será un socio importante para nosotros, en particular por el turismo.

Simultáneamente, y en coincidencia con la volatilidad que venía desde la city porteña, la agencia Standard & Poor´s (S&P) reafirmó la perspectiva de “estable” para Uruguay. De acuerdo a S&P, la perspectiva de estable “refleja el view de la agencia del crecimiento sostenido y balanceado y de la sólida posición externa de la economía”, al tiempo que espera que el déficit fiscal alcance el 2.6% del PBI en 2019.

Estos datos, que no deben invitar a la complacencia sino a redoblar esfuerzos por ser más estables, por tener una inflación de la mitad de la actual, por volverse aún más previsibles y trabajar para mejorar las cuentas fiscales.

La estabilidad y la previsibilidad, siempre en un marco de libertad –y al confirmarse en el largo plazo-, sientan las bases para el desarrollo y el progreso de las naciones.

[1] El tipo de cambio real toma en consideración además del tipo de cambio, la inflación de cada uno de los países.