San Pablo, San Sebastián -en Cataluña- y Lima son los próximos destinos del 2019 que se incluye en el proyecto “Viajar para Comer”. Agosto, setiembre y octubre son los meses que corresponden a cada aventura. Omar Ichuste y Marcela Baruch, los encargados de la elaboración de los planes de viaje, invitan a los amantes de la gastronomía a conocer la cultura culinaria de los destinos en una escapada cargada pasión por el arte de la cocina.
Por Jessica Vázquez | @jessvazquezl
No se trata solo de viajes en los que se va a comer a los mejores sitios, ese no es el concepto. La idea es vivir una experiencia gastronómica pero a nivel cultural; es conocer la ciudad, el país, una cultura entera que lleva en sí misma sabores, procesos, reglas, que conforman un plato o una copa. “La gastronomía no es solo comer, engloba un mercado, un huerto, una viña, un cocinero, un mozo. La gastronomía está inmersa en todos”, reconoció a Empresas & Negocios, Omar Ichuste, director de la Sociedad de Catadores.
Ichuste y Marcela Baruch son colegas especialistas y curiosos de la gastronomía en general. Ella es periodista especializada en gastronomía, vinos y viajes. Él, además de su vínculo con la cata de vinos, es licenciado en negocios internacionales, siendo su pasión la vinicultura y el buen vivir. Ambos recorren el mundo buscando experiencias que complacen y nutren sus gustos y, a la vez, comparten sus vivencias culturales y detalles de culinarios en medios de comunicación.
Desde la Sociedad de Catadores se han realizado muchos viajes a bodegas de países de la región, pero para su director era necesario complementarlos con viajes gastronómicos, dejar atrás la vieja idea de que catadores solo está focalizado en vinos. Fue entonces que le propuso a Baruch la idea de “Viajar para Comer”. La especialista no se había animado a realizar algo así sola, pero debido al impulso de Ichuste supo que la respuesta debía ser un sí, recordó a Empresas & Negocios.
El concepto de estos viajes, en palabras de Baruch, es tratar de meterse en cada destino y entenderlo en sí mismo. Por ejemplo, el viaje realizado en 2018 a Lima tuvo que ver con las corrientes inmigratorias que llegaron al país, y de qué manera permearon en la gastronomía. Entonces se conoció la cocina que tiene que ver con la cultura japonesa-peruana, china-peruana, criolla y, de alguna manera, trataron de involucrarse en lo que la gente come.
Ichuste aseguró que Lima es un destino muy interesante desde el punto de vista gastronómico por todos los productos propios que además posee, los diferentes suelos y climas. Al tratarse de viajes muy intensos, suelen asimilarse más a una “escapada”, ya que en pocos días se vive el destino de manera muy intensa.
Abrirse camino
Para el acceso a alguno de los 50 mejores restaurantes del mundo no se puede simplemente hacer una reserva de un día a otro y solicitar una mesa para 10 comensales de manera ágil. Suelen ser sitios con una demanda inagotable, sin embargo, la carrera y experiencia de los organizadores lograron abrir las puertas para hacer posible un proyecto como este.
“Logramos llegar gracias a la experiencia que tenemos como profesionales del tema. También eso hace que podamos estar en lugares donde la gente normalmente no tiene la posibilidad de juntarlos en solo cuatro días. Siempre les dirán que vayan la semana siguiente y seguro esa persona ya no esté en el lugar”, explicó la entrevistada.
Además de dirigirse a sitios muy demandados, también recorren mercados para vivir de cerca y ver lo que las personas compran. “Nos levantamos un día a las 4:00 am para ir a una terminal pesquera y ver toda la pesca que llega. Es una experiencia única y que se va del circuito turístico normal. Así es como se arma este puzle, viendo todas las partes del sistema”, añadió Ichuste.
La protagonista de los viajes en la cultura culinaria del lugar, y son los participantes de los viajes por y para quienes se arma detenidamente cada plan. El viajero tiene que tener mucha afinidad con el tema, los grupos son muy exclusivos debido a que se espera generar un buen vínculo con cada uno, -además de que en algunos sitios sería imposible conseguir una reserva para más de 15 personas-. Dijo Ichuste que el fin de “Viajar para Comer” es que el viajero se nutra de la gastronomía del destino desde diferentes ángulos.
Por su parte, Baruch, indicó que se les deja experiencias, conocimientos y terminan entendiendo y pudiendo replicar lo que le gusta de esa cocina, sabiendo cómo funciona el país, quedándose con la vivencia de compartir esto con personas que tienen los mismos intereses.
El gusto que los une
“La comida apasiona, congrega. Cuando vas a comer a un lugar, o recibís visitas en tu casa y te sentás a la mesa con algo que preparaste con tus amigos, si hay afinidad, si hay gusto y te apasiona, conversás sobre la comida, lugares, cocineros, recetas. La información fluye de una forma muy distendida, agradable, donde vas compartiendo experiencias”, describió Ichuste.
Es esta una de las razones por las cuales cualquiera puede participar de los viajes que organiza. “El que tenga gusto por esto puede ir con nosotros”, sumó Baruch. Expresó que los viajes son abiertos a todo el que disfrute de la gastronomía tanto como ellos.
Si bien los creadores de “Viajar para Comer” se apoyan en un servicio de logística en los viajes, todo lo que tiene que ver con el contenido, de a dónde se va, a qué hora, qué chef contactar, es todo trabajo propio, ya que “todo tiene un por qué”. Este año los destinos son San Pablo, Lima y San Sebastián, en Cataluña. “Este último es un destino que requiere muchos desafíos. Ya tenemos reserva en tres restoranes de tres estrellas Michelin y eso es casi imposible conseguirlo en cinco días”, remarcó el director de la Sociedad de Catadores.
Televisión, inmigración, conocimiento
El crecimiento del interés por la gastronomía por un público más bien general es un hecho innegable si se piensa en 20 años hacia atrás. Para Baruch, pasaron muchas cosas al mismo tiempo. “La televisión despertó el interés de la gente en la gastronomía, al mismo tiempo se da que las personas tienen más acceso a viajar, y se van permeando nuevas culturas de comida dentro de las ciudades. Por otro lado, se crearon los rankings internacionales que llegan a jerarquizar los restaurantes y se empieza a generar comunicación en los medios”, explicó.
La inmigración es otro de los factores que puede llegar a influir en la cultura culinaria de un país ya que trae diversidad. La entrevistada comentó que esto da la posibilidad de acercarse a culturas que no están; se trata de una consecuencia social, cultural y económica de países que están en situaciones complejas y salen por el mundo a trabajar, aprovechando, además, que quieren comer lo de su cultura.
De todas maneras, puede llegar a decirse que en nuestro mercado gastronómico existen ausencias, elementos que podrían estar presentes para diversificar más la cocina uruguaya. “Es muy difícil decir qué falta desde la mirada de personas que viajan y ven mucho y siempre quieren tener todo en su país. Pero hay una consecuencia social, por cómo es el uruguayo y qué le gusta. Han habido intentos de comidas más especiadas y picantes, de comidas más refinadas y no funcionan porque el mercado no las acepta”, sostuvo Baruch.
Entonces, según explicó, se podría decir que lo que falta es “un poco más de apertura por parte de la población, animarse a probar cosas que no siempre son las que tuvimos toda la vida”. Ichuste se sumó al pensamiento de su colega, y advirtió que no cree que falte algo, “quizás es una cuestión de potenciar lo que tenemos y coincido en lo del consumidor. Pasa que lleva mucho tiempo que cale en cada una el interés por probar, exigir y no quedarse solo con lo que le dan”.
Mirar hacia adentro
Para Baruch, hay otra cosa que sí puede faltar en la gastronomía nacional y es una consecuencia de cómo nos formamos como nación: “El orgullo por lo propio y la defensa de lo propio”. Afirmó que falta conocer más productos que no tienen que ver solo con Montevideo. “Somos muy centralistas y nos olvidamos de algunas cosas que están fuera de la capital. No salimos a explorar el país, estamos más pendientes de cruzar el charco que de mirar hacia adentro”, sentenció.
Un ejemplo de ello, y de cómo se puede comenzar a valorar lo que está en las tierras nacionales es la palta. Comentó la entrevistada que hace 10 años empezó el consumo del pan con palta; principalmente en Perú y Chile los viajeros lo vieron. “El consumo de palta en los últimos años tiene un crecimiento del 500% según los supermercados de Uruguay. No es que estamos aislados de la transformación, pero los procesos, a veces, son lentos”
“Lo que Marcela decía de mirar hacia adentro me parece que lleva un plus: mirar sí, y también hacer el esfuerzo por valorar. A veces miramos y valoramos al vino francés, pero no podemos compararnos ni pretender tener acá un vino como el francés. Hay que rescatar lo nuestro. Se necesita mucha difusión de lo propio y es importantísimo que los medios se sumen, así como políticas de Estado y que la industria gastronómica se una”, señaló Ichuste.