En una entrevista con CRÓNICAS, el titular del CED, Agustín Iturralde, abordó los temas principales que se enmarcan dentro de la coyuntura económica. Al respecto del escenario internacional, declaró que “no es un mal contexto para Uruguay”. Además, puso especial énfasis en la afectación de la sequía en las exportaciones y se refirió a la reforma de seguridad social y el proyecto de reducción de la jornada laboral.
-¿Qué valoración hace sobre la situación general de la economía?
-Creo que estamos en un “pos-pospandemia”, con un 2021 y 2022 que fueron razonablemente buenos, considerando lo que había sido la caída. Claramente desde finales de 2022 tenemos un enfriamiento de la recuperación económica, y creo que este enfriamiento, que llega en el cierre del año pasado y se dilata hasta el inicio de 2023, tiene como principal causa la caída de las exportaciones, producto de la caída del mercado chino en el último semestre, lo que convive con otros factores que pueden parecer contradictorios, en un período donde los números macro y el crecimiento económico se frenó y se dio una recuperación del salario real y del ingreso de los hogares, lo cual puede generar sensaciones contradictorias en la economía y creo que las estamos viendo.
-¿Cómo evalúa el contexto internacional, todavía marcado por la guerra en Ucrania, el conflicto China-EEUU, la suba de tasas y la inflación?
-El contexto internacional está raro, pero no es un mal contexto para Uruguay. No es una maravilla ni es de los mejores contextos que hemos tenido, pero tampoco es particularmente malo en cuanto a los precios de la carne, de la soja y del arroz, por ejemplo. Sí es verdad que algunos productos cuentan con mayor volatilidad que otros, pero no es un contexto adverso.
La suba de tasas pega en las economías emergentes, pero también es cierto que Uruguay llegó bien preparado a este contexto. Todo el esfuerzo de consolidación fiscal que la sociedad uruguaya hizo en los últimos tres años, nos preparó de buena forma para este contexto adverso, lo que hace que, a pesar del aumento de tasas, Uruguay esté con niveles de colocación de deudas a tasas históricamente bajas y, por ende, con niveles de riesgo país muy bajos. Entonces, en este sentido, es más la incertidumbre de cómo va a seguir esto en los próximos años, que un mal contexto que tengamos hoy en día.
-¿Qué expectativas tiene con respecto a la economía nacional para este año? ¿La sequía puede afectar las proyecciones más de lo pensado?
-La sequía ya ha afectado las exportaciones fuertemente. Creo que este segundo trimestre que estamos transcurriendo va a tener nuevamente afectaciones importantes en este aspecto, así que es difícil terminar de calibrarlo. En este apartado puede haber alguna disonancia, sobre que la sequía afecta en las pasturas, en la reposición y su reproducción, pero en particular la gran afectación de esta falta de lluvias es en la agricultura, puntualmente en la cosecha de verano, que no se está haciendo y eso impacta en los números de este segundo trimestre. Hay que ver cómo sigue esto. En la medida en que tengamos una buena cosecha de invierno y que podamos entrar al invierno con las pasturas bien, puede terminar siendo determinante para revertir esta situación.
-¿Qué lectura hace de la política monetaria del Banco Central (BCU), que dio un giro al bajar la tasa de política monetaria (TPM)?
-No soy particularmente creyente de que estos giros de la tasa sean la explicación del valor del dólar. Tenemos un problema cambiario grande y es algo que nadie debería desconocer. No creo que la TPM sea la principal explicación, más bien creo que es una afectación marginal. El cambio en el sesgo de la tasa de interés lo que busca es más que nada hacer un gesto, algo que es entendible en un marco de presiones importantes que ha habido, en un contexto más expansivo en cuanto a lo fiscal, que teniendo en cuenta todo este panorama se entiende bastante. Lo que no suele ser bueno es tener una política monetaria restrictiva, en el marco de una política fiscal expansiva.
-¿Qué opina acerca de las políticas llevadas a cabo por el BCU y su intención de desdolarizar la economía uruguaya?
-Es un viejo anhelo que sería muy importante y positivo. La realidad es que el BCU no se encontró con el mejor contexto internacional para aplicarlo. La desdolarización de la economía uruguaya tiene varias puntas y creo que el contexto internacional pospandemia no fue el más amigable por varios motivos. Considero que el hecho de que el BCU enumere como su único objetivo el objetivo inflacionario, y que los otros objetivos sean correspondientes a las políticas económicas del gobierno y del Ministerio de Economía y Finanzas, pero no del BCU, es un paso importante en este sentido, pero obviamente es un camino muy largo. Los procesos de desdolarización como el de Perú tomaron muchos gobiernos, mucha consistencia monetaria y mucha credibilidad, lo que se construye durante un largo tiempo y se destruye en un instante. Creo que no hay que abandonarlo ni perderlo de vista, pero no parece un objetivo para el corto plazo, del que vayamos a ver resultados nítidos en los próximos meses o años.
-¿Qué opinión le merece la propuesta de reducir la jornada laboral? ¿Bajo qué parámetros es viable?
-Es interesante y una buena discusión, que va a tono con los cambios globales de productividad. Los datos muestran que en la mayoría de los países en los que hay información al respecto, nosotros trabajamos menos horas de las que trabajaban las generaciones anteriores. Esto es una novedad que va de la mano con la magia de los aumentos de productividad en las economías de mercado. Al respecto del contexto actual y el debate en Uruguay, considero que tiene que haber una discusión más amplia, sobre cómo modernizamos no solo la reducción de la jornada laboral, sino cómo se abordan otros aspectos de la regulación laboral. Tenemos algunas leyes laborales que son de la década del 40. Entonces, para poder discutir cómo modernizamos este apartado, hay que discutir cómo modernizamos muchas otras cosas de la regulación laboral. Esta es una parte muy importante y válida. Es claro que no es igual para todos y hay muchos aspectos a tener en cuenta, pero es válido hacerlo.
-¿Hay margen para la recuperación salarial en el actual contexto económico? ¿No se corre el riesgo de un ajuste por empleo?
-Esto es sector a sector. Creo que hay sectores que tienen margen y que ya lo están haciendo. En el segundo semestre del 2022 y el primer trimestre del 2023, los ajustes salariales le han ganado a la inflación moderadamente, pero es claro que se revirtió la tendencia que existía de caída salarial. Lo importante es hilar fino, porque hay sectores que tienen la capacidad, la recuperación económica y el nivel de actividad adecuado, lo que permite apretar y acelerar la recuperación salarial, pero también hay sectores que todavía están en dificultades importantes y es muy delicado en ese sentido presionar este tema, porque puede tener un costo en el empleo. En este escenario más expansivo, parece claro que se está privilegiando la recuperación salarial y creo que el hilado fino es clave.
“La reforma antes de los cambios garantizaba mucho más la sustentabilidad del sistema y era más justa”
-¿Qué piensa sobre el resultado final de la reforma de la seguridad social, luego de los cambios realizados por los socios de la coalición?
-Es una buena reforma, que sin duda está alineada con lo que Uruguay tenía que hacer. Era necesario unificar el sistema y homogeneizarlo y pactar criterios más equitativos, que son aspectos de los que poco se habla. El cálculo jubilatorio ahora, para todos, va a ser el mismo, se concentran los subsidios en los sectores más bajos y se eleva la edad jubilatoria, que es algo que indefectiblemente Uruguay tenía que hacer, porque las alternativas más allá de esta decisión eran mucho peores. Me gustaba mucho más la reforma antes de los cambios que se le introdujeron, creo que es notorio que garantizaba mucho más la sustentabilidad del sistema, era más justa y tenía varias virtudes. Pero las democracias y discusiones son así y quedó una reforma modificada. Lo que hicieron los cambios fue acortar la vida útil de esta misma reforma. También es algo que estabiliza el peso de las jubilaciones sobre el PBI, que es muy bueno y es infinitamente mejor que nada.