En 2019 fue la última vez que estuvo en el país, cuando presentó en el Teatro Solís La Revoltosa y gracias a la grata impresión que se llevó, en diciembre estará presentando, del 23 al 30, La Gran Vía, en el mismo escenario. En entrevista con CRÓNICAS, dio sus perspectivas acerca de la realidad actual del teatro y sobre Uruguay, y adelantó que la versión que presentará en Montevideo hace alusión, a través de pequeños detalles, a los 300 años de la ciudad.
-¿Qué opinión tiene del teatro uruguayo?
-La primera vez que vine a Uruguay y fui al teatro, me quedé gratamente sorprendida de la cantidad de profesionales que había y de su altísimo nivel. A partir de ese momento, mediante amistades que he hecho en el transcurso, he logrado conocer a grandes dramaturgos uruguayos y creo que hay un nivel importante. Se necesita seguir en este camino y también medios que lo respalden.
-La crítica teatral es algo que en la actualidad ha quedado relegada a un segundo plano. Como directora, ¿considera que es algo que hace falta?
-En España se defiende como puede, pero no es lo que era, y yo realmente lo echo de menos, porque siempre me ha parecido muy interesante tener profesionales dedicados al análisis de lo que se presenta en los escenarios. La crítica teatral es muy importante porque es un insumo de referencia para el director, pero se está devaluando. Es una voz que a lo largo de toda mi carrera estuvo presente y recuerdo que cuando se estrenaban los espectáculos había varios escritores de referencia que evaluaban al espectáculo, y su visión siempre me pareció interesante. Me parece que siempre ha sido muy enriquecedor tener ese análisis desde fuera, e incluso algunas críticas podían cambiar una gira. Una buena crítica te podía ayudar a trabajar y una mala crítica te podía perjudicar, pero siempre al existir cuatro o cinco voces, las visiones se equilibraban. Aun no acabo de entender por qué en otras facetas sigue vigente y en el teatro no.
-En una actualidad donde predominan las pantallas y los estímulos fugaces a través de las redes sociales, donde el consumo de contenidos de streaming predomina por sobre el resto en la oferta cultural, ¿cómo ve al teatro?
-El teatro vive en una crisis permanente, pero yo soy bastante optimista. Después del confinamiento, por lo menos en España, la vuelta a los escenarios y del público al espectáculo en vivo, que no es comparable con ninguna pantalla, demostró que es algo único e incomparable con el resto de consumos culturales. El cine, por ejemplo, es similar en cuanto a la sala y al tamaño, pero el espectáculo en vivo, sea danza, teatro o música, no es comparable a nada, y esta distinción es algo que ha llegado para quedarse, porque el número de espectadores ha crecido y la gente ha demostrado que tiene ganas de ver arte en vivo. Yo auguro un buen futuro para el teatro, por supuesto que siempre hay piedras en el camino, pero siempre viene gente nueva con ideas renovadoras y cosas que aportar.
-Es llamativa la distinción que realiza sobre la cualidad de reproductibilidad que no tiene el teatro, que sí la tiene una película o una serie.
-Esa comunión y convención que se da cuando el espectador se sienta en la sala y se dispone a la obra para creer que lo que le van a contar desde el otro lado es real, algo que de por sí es mágico, hace que el teatro sea diferente. Ese rato que estamos viéndonos a nosotros mismos, que a fin de cuentas es de lo que habla el teatro, es inigualable. Pasará por momentos buenos y malos, tendrá momentos más impactantes que otros y padecerá los embates de distintas épocas, pero la emoción de ver en directo a alguien actuar, cantar o bailar, no se compara.
-¿Qué impresión tiene de Uruguay?
-La primera vez que vine fue en 2014, para representar Lucido. Me quedé gratamente sorprendida por lo que viví y volví en 2019 a dirigir La Revoltosa, que fue una experiencia maravillosa. Dirigir el género lírico español no es una tarea fácil, porque los actores cantan, interpretan, hay orquesta en vivo y entran en juego muchos aspectos. Es un género complejo y aquí también es complejo, porque son pocos los profesionales disponibles para algo tan grande y tienen otras obligaciones, pero me fui muy contenta con mi última experiencia y aquí estoy de nuevo.
-A Uruguay, por cuestiones geográficas y culturales se lo suele comparar con Argentina, y una de las comparaciones más distinguidas a nivel artístico es en lo que refiere al público, dado que el espectador argentino es más efusivo y demostrativo y el uruguayo es más frío. ¿Cómo percibe este aspecto?
-Personalmente no le doy importancia a estos aspectos, para mí el público siempre es igual. Otra cosa es que su forma de mostrar lo que le gusta o no le gusta sea más o menos efusiva, pero dentro de la forma, en el fondo siempre se nota en cómo lo recibe y lo devuelve el espectador. Yo pienso que hay distintos tipos de aplausos. Hay uno que es de agradecimiento, otro de respeto y otro de reconocimiento. Mi maestro me decía que durante lo que dura el espectáculo es el momento de los que están en el escenario, pero una vez que culmina es el momento del público para aplaudir y agradecer, de patear si lo desea, de levantarse y gritar bravo o de aplaudir 10 minutos seguidos. Es su momento y hay que respetarlo.
-Usted estará presentando una versión renovada de La Gran Vía en el Teatro Solís. ¿Cuáles son los principales cambios de esta nueva versión?
-Sin querer adelantar mucho pero sí las bases, es una nueva versión que respeta gran parte del original. La función estaba muy pegada a la realidad y de hecho se escribe a raíz de un acontecimiento que ocurre en Madrid, a través de la noticia de la construcción de una gran calle que atraviesa una zona céntrica de la capital. Yo quería seguir en este camino de la cercanía con la realidad, entonces cree el personaje de La Gran Vía del siglo XXI, que nos cuenta sus inicios, sus problemas actuales y sus recuerdos de cuando nació. Las canciones se respetan, pero el texto que va entre la música y la estructura gramática, es algo nuevo. Por otro lado, al sentirme tan comprometida con el presente y para seguir pegada a la esencia del original, pensé que tenía que introducir de alguna manera al país y a la ciudad donde estoy, y producto de eso y de algunas conversaciones con Martín Jorge, director de la Banda Sinfónica, a raíz de los 300 años de Montevideo, creamos el personaje de la capital uruguaya, que dialogará con La Gran Vía.