Bergara: “Es inconcebible que en el Uruguay de hoy haya ollas populares”

EN PANINI’S

Mario Bergara, senador del Frente Amplio (FA)


Para el expresidente del Banco Central (BCU), la política monetaria es errónea y la decisión de seguir elevando las tasas de interés parte de un diagnóstico equivocado. Además, aseguró que hoy no existe una agenda de crecimiento y que el gobierno podría haber evitado que miles de uruguayos cayeran en la pobreza. Por otro lado, se refirió al rol de Convocatoria Seregnista en la interna frenteamplista y el potencial de diálogo que tiene el sector con aquellos desencantados con la coalición multicolor.


El menú En la cava de Panini’s, el legislador frenteamplista degustó la clásica lasaña, que acompañó con agua mineral con limón.


Por Oscar Cestau | @OCestau y Magdalena Raffo | @MaleRaffo

-¿Cómo evalúa el manejo económico del gobierno en términos generales?

-El gobierno debió volcar más recursos para evitar consecuencias sobre todo en terreno social. Hay 75-78 mil más pobres que en el 2019 y una mayor precariedad en el empleo. Eso ni siquiera hubiera implicado incumplir sus metas, porque en 2020 y 2021 sobrecumplió sus propios objetivos fiscales, haciendo un ahorro en el momento en que no debió ahorrarse. Además, este se explica por la baja de salarios y de jubilaciones y el récord en inversiones. Podrían haber evitado que decenas de miles de compatriotas cayeran en la pobreza.

No hay una agenda de crecimiento. El gobierno actúa en muchas cosas al golpe del balde, tapando agujeros, dejando que los malla oro desplieguen todo su potencial al punto tal de que tenemos una economía creciendo a tasas interesantes, con algunos sectores a los que les está yendo muy bien, con récord de exportaciones, pero la inmensa mayoría de la gente tiene jubilaciones y salarios más bajos.

-¿Qué opinión tiene sobre la política monetaria?

-La política monetaria viró hacia un terreno equivocado. Las políticas bancocentralistas no tienen como único objetivo la inflación, y eso lo demostró la propia política de este gobierno que durante la pandemia, con una inflación varios puntos por encima de la meta, no tomó medidas monetarias restrictivas sino expansivas, es decir, priorizando la necesidad de contribuir a que la economía no se estancara más. Era raro leer en el discurso que el objetivo único del BCU era la inflación, cuando la política monetaria no era antiinflacionaria, sino que tenía como principal preocupación el crecimiento económico. Eso era contradictorio con el discurso, pero correcto en las decisiones.

-En una entrevista con CRÓNICAS el año pasado, usted dijo que la estrategia era correcta y no tenía grandes variantes respecto a lo que se venía haciendo en los últimos años.

-Claro, el problema fue que después la economía empezó a crecer estrictamente por el lado externo, porque el crecimiento económico hoy se debe a las exportaciones, mientras que el mercado interno está deprimido. El BCU viró sus políticas, comenzó a subir drásticamente las tasas de interés, con una inflación que no cede.

-Ahí coincide con el director de la oposición del BCU que ha votado negativamente las sucesivas subas de tasa de interés.

-Exacto. ¿Por qué uno como medida de política monetaria sube las tasas de interés? Porque vos partís de un diagnóstico y es que el consumo está demasiado fuerte, entonces querés enfriarlo incidiendo en las tasas de interés de mercado para que el crédito se encarezca y disminuya. Pero no es el caso. Nadie puede decir que los uruguayos hoy estamos consumiendo a lo loco y que hay que enfriar el consumo doméstico.

-¿Y la inflación?

-Hoy la inflación tiene más una explicación importada, de precios altos a nivel internacional, y por lo tanto la suba de la tasa de interés restringe las capacidades de bienestar de la gente, cuando el consumo doméstico no es el factor que presiona al alza los precios de la economía. Hay un error en el diagnóstico y en llevar las tasas a niveles tan altos.

-Por lo que decía antes, ¿considera que después de la pandemia hay un sector de la población que ha quedado marginado?

-Sin duda, y se pudo ayudar más. Es inconcebible que en el Uruguay de hoy haya ollas populares, es algo que se resuelve con muy poco dinero, no financiando las ollas. A esta altura hay que financiarlas porque si no, hay decenas de miles de compatriotas que no comen. Eso debió hacerse con ayudas que, reitero, hubieran sido de montos infinitamente menores al sobreahorro.

-Que el crecimiento económico no se haya visto reflejado en la situación de la pobreza, que no bajó, ¿lo atribuye a una política errónea del gobierno entonces?

-En buena medida sí, porque el crecimiento económico se explica esencialmente por el lado externo, precios internacionales altos, demanda muy fuerte, pero las políticas hacia el consumo doméstico han sido todas restrictivas. Claramente hay políticas de gobierno que han incidido en que el consumo de las familias haya disminuido. Los frutos del crecimiento tendrían que ser apropiados de manera más equitativa por toda la sociedad. A nosotros nos duele ver que hay unos pocos que acumulan miles de millones en sus cuentas bancarias, mientras que hay decenas de miles de compatriotas que comen en una olla popular. Esa lógica nunca va a ser la de un gobierno del FA.

-Muchos países han aumentado sus tasas de interés.

-No sé cómo es el diagnóstico en otros países, yo razono lo que pasa acá. Si vamos a hacer la comparación con la mayoría de los países arranquemos diciendo que ellos durante la pandemia volcaron tres, cuatro, cinco veces más recursos que lo que volcó el gobierno uruguayo. Capaz que se sostuvo el consumo y el bienestar en esos países mucho más que en Uruguay.

-¿Preocupa que la inflación haya llegado casi a un 10%?

-Es un fenómeno de preocupación, pero es transitorio. No hay que enloquecerse por la suba. Nosotros hemos tenido períodos en que la inflación era de 9% o 10%, incluso superó un poquito el 10% dos o tres meses. Había un diagnóstico, una explicación global y se actuaba en consecuencia. Pero acá hay una sobrerreacción en materia de la suba de interés que no se corresponde con un diagnóstico adecuado y tiene efectos de restricción de demanda cuando la gente no está consumiendo a lo loco ni mucho menos.

-¿Los casos de Astesiano y Marset pueden perjudicar la imagen institucional al punto de afectar las inversiones?

-El gobierno no nos da respiro, es un escándalo atrás del otro. Esperemos que no, pero no se puede negar que hay una afectación de la imagen de Uruguay. La entrega del puerto es un escándalo, cada vez queda más claro que se hizo de manera inconstitucional, violando los procedimientos para favorecer a una empresa y perjudicar otras. Es un escándalo cuando el presidente confiesa que trabaja para intereses particulares (en referencia a Monte Paz). ¿Desde cuándo? En el gobierno del Frente no ocurría de esa manera, uno podría tener los vínculos y los diálogos con todas las empresas, pero después había reglas de adaptación. Ya está quedando un poco más claro lo ocurrido en el Ministerio de Turismo en los primeros tiempos de este gobierno: corrupción. Fue un escándalo lo de mandarle expresamente a un narco preso en el exterior un pasaporte por tener uno falso, y que el triste resultado sea que esa persona hoy está prófuga. Y esto de Astesiano… es difícil de creer que el jefe de la custodia presidencial sea parte de una banda criminal que hacía reuniones en Torre Ejecutiva.

Con todo esto también se erosiona la confianza de la ciudadanía. Nos llenamos la boca diciendo que Uruguay tiene una democracia plena con una institucionalidad sólida, eso hay que cuidarlo. Hasta la propia explicación que da el presidente: “No me acuerdo si me advirtieron, pero como yo le tenía confianza…”. No es que estás eligiendo la camioneta para que lleve a tus hijos a la escuela, estás eligiendo la custodia de la institución presidencial. Entonces, hay que cuidar la institucionalidad como parte de una imagen, de una reputación y una confianza que después se traduce en la capacidad que tiene el país de recibir inversiones, inmigrantes, turismo, todo lo que después significa crecimiento y desarrollo.

-¿Cómo ha sido hasta ahora el funcionamiento de Convocatoria Seregnista, la nueva corriente que integra? ¿Qué rol cumple dentro del FA?

-El espacio seregnista en el FA siempre ha sido importante y tiene que seguir siéndolo. Hubo tiempos de un poco de desintegración, que estamos recomponiendo con fortaleza, porque Convocatoria Seregnista nació el 5 de octubre (de 2021) y el 5 de diciembre, dos meses después, en la elección interna del Frente tuvo una muy buena votación. Nosotros tenemos que contribuir a que el FA lleve adelante lo que tiene planteado hacer que es volver a gobernar, porque es lo que el país necesita, pero sobre la base de ir al diálogo con la sociedad.

Hay un tramo social con el que nosotros dialogamos de forma más fluida que otros sectores del FA. Hay compañeros que como el Frente ganó pensaron que había ganado para toda la vida, porque íbamos a hacer todo bien. Obviamente, no es así, y cuando el FA vuelva a ganar, que espero que sea en 2024, tampoco vamos a creer eso. De hecho, en la autocrítica nos planteamos que se habían debilitado fuentes de diálogo con la sociedad. Al pensar que habíamos ganado para toda la vida, nos tornamos más soberbios, más distantes, perdimos diálogo con la gente. La vida nos dio una bofetada y hemos ido aprendiendo, y sabemos que para la próxima campaña nos necesitamos todos. En ese contexto, es necesario que el espacio seregnista se fortalezca para, junto con el resto de los sectores, potenciar el diálogo del FA con la sociedad. Convocatoria puede contribuir a que el FA vuelva a gobernar.

Por otra parte, todo esto que yo decía de los escándalos ha generado un declive en la aprobación que tenía el gobierno, pero uno no ve que esa disconformidad se traduzca en apoyo al FA. Ahí está el potencial sin dudas, en el descontento con la gestión del gobierno, en ver que gobiernan para los malla oro, que se desentienden de la población. El Frente necesita ganar, transformar ese potencial en efectiva adhesión. Está claro que solo con el rol de oposición a las políticas regresivas del gobierno que necesariamente debemos tener, no alcanza. También hay que volver a mostrar al FA como una alternativa necesaria, y creo que de a poco lo estamos haciendo, con propuestas que son más estructurales que los proyectos del gobierno, que parece que se le agotó la iniciativa con la LUC.

-¿La salida de Talvi le puede jugar a favor al Frente?

-En el análisis de los politólogos al respecto de dónde perdió adhesión el FA, eso se ve. Hay un tramo de la sociedad que Talvi logró persuadir y justamente la disputa está con el ala seregnista del Frente. Vemos un potencial muy fuerte de diálogo con aquellos que quizás antes nos prestaron el voto, que después tomaron distancia y se vieron seducidos por la opción de Talvi, pero que ahora ven lo que es este gobierno y el fortalecimiento del espacio seregnista dentro del FA. Seguramente podamos tener un diálogo fluido con esos estamentos sociales y aspiramos a que se transforme en adhesión política.


“En la educación el diálogo nunca fue fácil, para los gobiernos del FA tampoco”

-¿Qué opinión tiene sobre la reforma educativa que está impulsando este gobierno?

-Hay resistencias por el hecho de cómo se está queriendo implementar, sin diálogo básicamente. En la educación el diálogo nunca fue fácil, para los gobiernos del FA tampoco, pero hubo cosas que se lograron, hubo buenos resultados, por más que a veces se dice que en 15 años no pasó nada. Hoy cuatro de cada 10 chiquilines salen del bachillerato, pero en el 2005 eran tres. El resultado es muy magro, incluso internacionalmente no nos deja bien parados, pero hubo un avance. Estuvo el Plan Ceibal. Hubo un crecimiento de la matrícula muy grande que implicó mejoras en la infraestructura.

También esto se ata con lo social: los problemas de la educación no son homogéneos en toda la sociedad, se concentran en los sectores más vulnerables. Hubo políticas en su momento de maestros comunitarios y cosas por el estilo que apuntaban a dar una contención mayor para evitar que los chiquilines desertaran del sistema educativo. Que fue insuficiente, sin dudas, que no hubo una reforma sustancial del sistema, también es cierto. Pero tampoco creo que lo que está planteado ahora sobre la mesa sea una mejora sustancial del sistema. Son aspectos que no van a la sustancia del asunto, las currículas no cambian demasiado.

-¿Esto no se lo compartió a la oposición?

-No hubo un llamado a la oposición política para discutir esto. Tampoco hubo ámbitos profundos de diálogos con quienes después tienen que implementar esto, con los docentes, con los padres de los chiquilines. Siempre hubo resistencias en el área educativa, pero también tiene que ver con la forma.

Desde el arranque del gobierno uno escuchaba al ministro de Educación y Cultura (Pablo da Silveira) denostando a los gremios docentes, diciendo que eran parte del problema, que eran los que ponían el palo en la rueda, que no eran representativos, y después hubo elecciones de consejeros de la ANEP y los gremios docentes llegaron al 74% de los votos. Entonces, ese talante de rispidez no ayuda nada si quieren implementar una reforma.

Nosotros hicimos reformas muy gruesas y llevaron tiempo. Nadie puede decir que no se discutió la reforma tributaria, estuvimos un año y medio con ese proceso, o con la reforma del sistema de salud. Son formas distintas de concebir cómo se llevan adelante este tipo de cambios en áreas delicadas.