Nicolás Cichevski, gerente de la práctica de análisis económico de CPA Ferrere
El economista Nicolás Cichevski tiene claro que Uruguay debe crecer en el entorno del 3%, porque las demandas de la población y los planes de gobierno “requieren un ritmo de mayor crecimiento de la economía”. Así lo detalló en entrevista con CRÓNICAS, en la que también especificó que el gran desafío que tiene el país es lograr transicionar de una economía que “mantiene regímenes especiales y a determinados sectores” hacia una economía más competitiva. Además, aclaró que el resultado fiscal que entregue este gobierno será “levemente mejor” que el de 2019, lo que plantea un “desafío” para el próximo mandato.
-¿Cómo evalúa la situación actual de la economía?
-Uruguay arrastra una década de bajo crecimiento, en parte por cierto agotamiento de sus fuentes de crecimiento genuinas. En este contexto, la necesidad de mejorar su capital humano es clave y se debe prestar atención a los niveles de inversión, que hasta 2014, en particular en el contexto del boom de los commodities, se habían mantenido elevados. Eso ya no ocurre, con excepción del período de construcción de la tercera planta de celulosa, y también es cierto que el escenario económico en los últimos 10 años no ha sido favorable, salvo excepciones. En el medio estuvo la pandemia, que generó una distorsión importante, y no hay que perder de vista que en los últimos años Argentina y Brasil crecieron muy poco. También, en estos dos últimos años, hemos convivido con tasas de interés en Estados Unidos elevadas en términos históricos, que complejizan el flujo de capitales en los países emergentes y encarecen el costo de la deuda de Uruguay. Pensando hacia adelante, está claro que Uruguay necesita crecer a tasas mayores, fundamentalmente, porque las demandas de la población y los planes de gobierno requieren de un ritmo de mayor crecimiento. Es difícil pensar que exista margen para incrementar las transferencias a la población más vulnerable y que exista la posibilidad de incrementar la inversión en vivienda y educación, como también es difícil pensar en la reducción de aranceles, si no crecemos. Para que estas cosas ocurran, se precisa que Uruguay crezca más, para que los recursos provengan de un Producto Interno Bruto (PIB) mayor. Y en ese sentido, no parece factible que el escenario global vaya a ser el que nos impulse desde el punto de vista del crecimiento.
-Hablaba de la importancia de los niveles de inversión. Muchas inversiones que llegan al país lo hacen mediante regímenes excepcionales. ¿Es posible que el país atraiga inversiones sin estos mecanismos?
-A este factor que menciona, se suma el tema del impuesto mínimo global y cómo ello puede afectar a estos regímenes. Dadas las características de Uruguay, estamos lejos del resto del mundo y de los centros de influencia global en materia económica, además de que somos un mercado chico y que no tiene escala. Esto hace que los inversores, tanto locales como del resto del mundo, sean muy selectivos a la hora de invertir en el país, porque las opciones para obtener rentabilidad son limitadas. Ahora, ¿por qué existen este tipo de regímenes? Para compensar algunos de estos aspectos, y también se puede pensar que existen y tienen lugar en un contexto donde la competitividad del país no es tan alta, y si a los inversores les resulta muy caro desplazar un camión desde el centro del país al puerto de Montevideo, por ejemplo, se necesita un incentivo fiscal que haga cerrar la ecuación. Creo que ambos partidos son conscientes de ello, estos regímenes han existido en los últimos 20 años y no está arriba de la mesa quitarlos. En todo caso, no me parece mal que se haga una evaluación de la rentabilidad de cada una de estas excepciones, pero sería cuidadoso al momento de plantear modificaciones, más allá de tener en cuenta los impactos del impuesto mínimo global.
-Algo importante en esta discusión, como usted mencionaba, es lo caro que es el país, tanto para empresarios como para el ciudadano de a pie. ¿Es una utopía pensar que el país se abarate en los próximos cinco años?
-No es una utopía. Una computadora o un papel higiénico son caros en Uruguay por los aranceles y una forma de abaratar los productos es bajándolos. Hay otra discusión en torno a los niveles de competitividad de alguno de estos rubros en materia de importaciones, pero hay que tener en cuenta el entramado de costos que son internos de Uruguay. Hay sectores que no son tan eficientes como nos gustaría, como el transporte, que recibe un subsidio al gasoil, que ahora será un subsidio a la electrificación a la flota, pero cuya fuente de financiamiento es el precio del gasoil que paga el resto del sector productivo. Es difícil plantear que ese encarecimiento del gasoil para el sector productivo no encarece la producción de los productos de aquellos sectores que utilizan el gasoil como insumo. Ese tipo de ineficiencias en algunos sectores traslada costos hacia otros sectores, volviéndolos menos competitivos. Otro ejemplo podría ser la necesidad, en algunos casos, de subsidiar actividades no tan rentables, como el portland de Ancap, que, en definitiva, para dar ese subsidio hay que sacar recursos de otro lado. El gran desafío de Uruguay es lograr transicionar de una economía que mantiene regímenes especiales y a determinados sectores, hacia una economía más competitiva, cuidando la economía política de estos cambios, que es compleja.
-¿Se refiere a una transición hacia una economía más liberal?
-Probablemente, sí, pero esto no quiere decir que haya que retraer el Estado. Lo que quiere decir es que hay que reducir las distorsiones que generan la existencia de regulaciones y subsidios cruzados, que hacen que haya sectores que sobrevivan pero que trasladan sus ineficiencias hacia otros sectores de la economía.
-Al respecto de la situación actual del déficit fiscal, que se encuentra en el 4,2%, surge en este contexto electoral una comparación entre el guarismo actual y el de 2019. ¿En qué puntos se diferencia el déficit de este año con el de hace cinco años?
-Cuando se analiza la situación fiscal y de las cuentas públicas, no solamente se tiene en cuenta el dato actual y el déficit de los últimos meses, sino que se analiza hacia adelante cuál es la trayectoria del déficit fiscal, en ausencia de cambios significativos, que eventualmente permite deducir la trayectoria de la deuda. En ese sentido, no es solo relevante lo que pasa con el gasto en el último año, sino qué es lo que pasa con la trayectoria fiscal de acá a 10 o 20 años, y por eso es que la reforma de la seguridad social fue clave para, en cierta forma, contener la evolución del gasto a mediano y largo plazo. La reforma de la seguridad social es el factor clave detrás de que Uruguay tenga el riesgo país más bajo de la región y uno de los niveles de riesgo más bajos de su historia. Pero, aun así, está claro que la mejora en la situación fiscal va a ser bastante menor que la que el gobierno proyectó en junio de 2022, cuando se esperaba que el resultado fiscal estructural terminara el 2024 en el 2,4%, un nivel que casi permite estabilizar la deuda en el mediano y largo plazo, y vamos a terminar con un déficit fiscal que estará más de un punto por encima de las estimaciones, con un déficit fiscal estructural en el entorno del 3,5%. En definitiva, el resultado fiscal que entregue este gobierno será levemente mejor que el de 2019 cuando se mira estructuralmente, lo que plantea un desafío para el próximo gobierno.
“Reducir el déficit fiscal y tener fondos para destinar a transferencias, es posible creciendo en el entorno del 3%”
-¿Cómo el próximo gobierno debe afrontar los compromisos que se le presentarán, como el de la pobreza infantil, teniendo en cuenta el margen de gasto público acotado y los niveles de déficit fiscal?
-El gobierno que asuma tendrá que elaborar la Ley de Presupuesto con la necesidad de proyectar hacia 2030 una trayectoria fiscal que implique reducir el déficit en un punto. Entonces, reducir el déficit fiscal y al mismo tiempo tener fondos para destinar a las transferencias, es posible creciendo en el entorno del 3% y es factible sin afectar y reducir en términos reales el gasto que ya realiza el Estado. Pero la pregunta ahora es cómo crecer al 3%, y un escenario posible sería un buen contexto externo que nos impulse a crecer por encima del potencial estimado que tiene el país, que ronda el 2%, pero ese contexto internacional no parece ser lo más factible.
Solamente en base a un impulso del exterior no vamos lograr crecer al 3% y eso plantea el desafío de qué hacer para crecer a esos niveles. Y si vamos a crecer menos, tal vez en el entorno del 2%, en ese escenario probablemente sea necesario redireccionar recursos dentro del Estado y acá es donde se debe evaluar qué gastos de los que realiza hoy el gobierno puede que tengan una mejor rentabilidad social. Y, al mismo tiempo, es necesario incrementar el crecimiento potencial de Uruguay. Si necesitamos crecer más para destinar más recursos a los distintos compromisos que están arriba de la mesa, será necesario mejorar el crecimiento potencial.