Florencia Carriquiry, economista y socia de Exante
Luego de una primera mitad de 2022 donde la actividad económica del país atravesó una senda favorable, escenario que dio lugar a terminar el año con cifras positivas en materia de crecimiento y exportación, el rumbo cambió y en este 2023 se han sumado algunas dificultades. A un contexto de atraso cambiario que ha echado raíces y peligra seguir desgastando cada vez a más actores de la economía, se ha sumado una sequía que se ha vuelto más pronunciada de lo esperado. La especialista Florencia Carriquiry analizó en una entrevista con CRÓNICAS este panorama y planteó sus expectativas de cara al segundo semestre del año.
Por Matías Kapek | @matias_kb
-Después de un segundo semestre de 2022 donde cayó sobre la economía uruguaya una suerte de recesión, ¿qué evaluación se puede hacer del desempeño de la economía en estos primeros meses de 2023?
-Las cifras del PBI de enero a marzo fueron algo mejores de lo esperado, marcaron cierto rebote de la actividad económica, con el PBI creciendo 0,9% frente al cierre de 2022. Se trató de un crecimiento bastante generalizado a nivel sectorial, con señales de mayor actividad en más de un sector. Vale recordar que en el comienzo del año hubo un impulso importante de las exportaciones de turismo y de que también hemos estado viendo más firmeza a nivel de la inversión. El consumo también viene recuperándose y probablemente se afirme en esa senda en la medida en que va a ser un año de recuperación de los salarios reales.
-¿En qué medida el atraso cambiario es un problema en la actualidad? ¿Cómo afecta la competitividad?
-Indudablemente estamos con un problema de competitividad que se ha ido agravando. Durante 2020 y 2021 el país venía tendiendo a mejorar con respecto a varias referencias, pero no con la región, porque acompasarse a ella y en particular a Argentina en las circunstancias actuales es muy difícil. En lo que respecta a Estados Unidos, Europa, China, Australia y Nueva Zelanda, hasta finales de 2021 veníamos tendiendo a mejorar nuestros precios relativos. Sin embargo, a partir de 2022 la situación se fue descarrilando y ahora estamos con muy malos precios relativos frente a prácticamente todas esas referencias. Uruguay puede seguir conviviendo con esta situación por algún tiempo más, pero probablemente los costos en materia de actividad económica se van a ir sintiendo de manera progresiva a través de algún rezago. No es un shock abrupto que cambie notoriamente el escenario, sino que convivir por un tiempo largo con bajos niveles de competitividad va dañando al sector productivo y a la actividad económica, lo que sí es un riesgo de mediano plazo.
-Las ventas de los negocios de departamentos fronterizos cayeron interanualmente en un 22% durante el primer trimestre, de acuerdo al Radar de Consumo de Scanntech. Más allá de lo que pasa en esas zonas del país, ¿esta situación afecta en términos generales el consumo interno?
-La situación de precios relativos con la región y en particular con Argentina está teniendo impactos de corto plazo muy directos en los negocios de frontera y también en alguna medida en el turismo. Tuvimos una mejor temporada turística, pero con turistas que gastaron menos de lo que gastaban previo a la pandemia. En ese sentido, sin duda que impacta en varios negocios de consumo masivo, porque más allá de que es muy directo el impacto en el litoral, es notorio que estamos con un turismo emisivo absolutamente extraordinario. En el primer trimestre del año hubo más de 1,1 millones de viajes de residentes uruguayos hacia el exterior, de los cuales más de 900.000 fueron viajes hacia Argentina. El gasto de uruguayos en el exterior probablemente aumente más de US$ 500 millones respecto a 2022. Y eso es consumo de los hogares, pero que se realiza fuera de fronteras, con lo cual no tracciona sobre la actividad económica local.
-Pensando en el impacto que puede tener la sequía en el sector agropecuario, más la influencia del escenario cambiario, ¿qué se puede prever de la dinámica económica posterior al primer trimestre? ¿Cómo son las expectativas de crecimiento?
-Probablemente vamos a ver un segundo trimestre pobre en materia actividad económica, el impacto de la sequía sobre el agro y la generación de energía eléctrica va a volver a estar concentrado. Como tendencia hacia adelante estamos previendo una actividad económica que mantenga una senda de crecimiento gradual y sostenida. Es esperable que en algún momento la sequía vaya quedando atrás y que eso permita sobre la segunda mitad del año una recuperación. Al mismo tiempo estamos teniendo el impulso de la nueva planta de celulosa, sin embargo, el mismo se va a ver desdibujado por el cierre de la refinería de Ancap que está planificado. También tendemos a prever que la actividad comercial, aunque con diferencias, se beneficie de un consumo privado que debería tender a recuperarse en este marco de mejora de los salarios reales.
-¿Qué aspiraciones hay sobre el desempeño del sector exportador en este 2023?
-A nivel del sector exportador y especialmente de lo que es bienes, este va a ser un año probablemente de caída, así como lo está siendo en lo que va de la primera mitad del año. El impacto de la sequía sobre las zafras de verano es muy fuerte; la soja, que es uno de nuestros principales rubros de exportación, tuvo una cosecha excepcionalmente mala, y solo eso nos va a restar más de US$ 1.000 millones de exportaciones respecto a un año normal. En ese sentido, la carne también viene con caídas importantes en sus ventas en un marco de menor demanda de China. Incluso con el impulso en la celulosa y aun considerando servicios, es probable que las exportaciones caigan en 2023.
-Apuntando a la consolidación del peso específico del sector exportador, teniendo en cuenta las principales líneas productivas y la emergencia de la economía del conocimiento, ¿cuáles son las posibilidades que tiene el país de apostar a crecer en materia de valor agregado?
-Si bien seguimos siendo un país agroexportador, cuando se miran las estadísticas de exportaciones de servicios globales, allí están las tecnologías de la información, servicios financieros, servicios de consultoría, entre otros. Estamos viendo mucho dinamismo exportador de esos rubros en los últimos dos años; si se observa de manera agregada, se identifica que se trata de una fuente de ingresos muy importante para el país. Es cierto que eso se enmarca en un contexto global de más comercio de servicios en general, donde también están creciendo las importaciones de ese tipo de servicios. En cualquier caso, es una muy buena noticia que se estén exportando servicios con más valor agregado y empleo de más calidad.
-¿Cuál es la situación del empleo en Uruguay? ¿Qué visualiza como los principales desafíos?
-Los datos del mercado de trabajo en estos últimos meses han sido positivos. Cuando uno los considera en términos de población ocupada, estamos prácticamente con las mayores cifras de la historia, superando ya los picos de 2014. Hay que decir que el desempleo está un poco más alto que los menores niveles del año pasado, sin embargo, eso responde a que se ha reactivado la búsqueda de empleo por parte de la población en edad de trabajar. Dentro de ese panorama hay desafíos de mediano plazo, y uno de ellos tiene que ver con que la creación de oportunidades laborales en este último tiempo ha estado concentrada en empleos de baja calidad. En años previos veníamos con crecimiento en el mundo de los servicios profesionales y de los servicios de tecnología de la información, hacia allí se debería apostar en el mediano plazo. El problema en ese sentido es la educación, que es clave para lograr capacitar y hacer empleable a un gran porcentaje de la población.