“La solución a los problemas de costos y producción es ajustar y no sé si Oddone tiene el apoyo para eso”

Ignacio de Posadas, exsenador y exministro de Economía y Finanzas

La gestión económica de la administración anterior, en términos generales, fue positiva, según la visión de quien fuera ministro de Economía del gobierno de Lacalle Herrera, Ignacio de Posadas. En entrevista con CRÓNICAS, destacó la estabilidad y el alto nivel de empleo, pero mencionó algunos problemas en materia de apertura comercial. También reflexionó sobre la derrota del Partido Nacional y criticó las regulaciones excesivas y la falta de reformas en el Estado. En otro orden, se refirió al liderazgo actual del Frente Amplio y al futuro de las políticas económicas, que podrían estar condicionadas por las diferencias internas.

Por Oscar Cestau | @OCestau

-¿Cómo evalúa el papel que jugó el Ministerio de Economía en la anterior administración? ¿Cuáles considera que fueron los mayores logros de la cartera?

-Fueron años de estabilidad, de inflación contenida, de niveles de empleo muy razonables. Hay otras cosas que a uno le hubiera gustado que ocurrieran, sobre todo la reforma del Estado, que no se abordó mucho. Después, hay toda una discusión de la apertura comercial, pero tampoco había mucha cosa arriba de la mesa. Quizá el error fue no haberse adherido al Transpacífico más temprano. Entonces, al final quedamos en patalear contra el Mercosur, que sabemos que eso no va a funcionar porque a Brasil no le conviene.

-Lacalle Pou terminó el gobierno con muy buena aprobación. ¿Cómo se explica entonces que la coalición no volviera a ganar las elecciones, y que perdiera por una ventaja importante, de 100.000 votos? ¿Qué ocurrió?

-Hay que hacer una introspección, pensando sobre todo en mi partido, el Partido Nacional. No sirve quedarse en las cosas más superficiales, las más inmediatas, las más típicas… el candidato, la candidata a vice, los dirigentes del interior que no sudaron la camiseta, la comunicación, todas esas cosas que se oyen, que capaz que ocurrieron, pero yo no creo que esté ahí la causa central. Nunca es unicausal.

-¿Y cuál fue el mayor error?

-Hubo un error de estimación de la realidad de parte del Partido Nacional que fue creer que lo que tenía que hacer era ir a competir con el Frente en el terreno del Frente, ser mejor frentista que el Frente Amplio y más orsista que Yamandú Orsi. Y eso no pegó porque no convence, porque no está en el ADN del Partido Nacional. Hubo un temor frente a un Uruguay que sigue culturalmente muy conservador, en una onda de segundo batllismo, igualdad, estatismo, derechos individuales, el pacto de la penillanura, pensando que no hay manera de ir contra eso y tratando de ir con la corriente. Y marchamos. Los problemas que tiene el Uruguay son básicamente culturales, no son políticos. Entonces, no dependen de una elección, ni de una organización, ni de una militancia, van mucho más a fondo. Y eso es un trabajo que lleva tiempo y hay que encararlo como partido. Hay que entrar en las redes tal como requieren los tiempos actuales y trabajar para reiterarle al Uruguay las cosas obvias que el país tiene que enfrentar.

-¿Puede haber coalición no siendo gobierno? ¿Usted cree que va a continuar?

-No lo sé. La política es muy fluida. La cosa cambió. Hay que ver qué pasa con Cabildo Abierto, con el Partido Independiente. Me parece que no es una buena idea tratar de armar una coalición de oposición, porque eso ya presagia que lo que vamos a hacer será salir a patear a las canillas.

-¿Por qué ganó el Frente?

-Yo creo que ganó en buena medida porque no hay una sensación de que se requieran grandes cambios. La gran bandera que muchos flameaban en estos tiempos es que acá no pasa nada, no importa quién gana, va a ser más o menos lo mismo, no tengan miedo. Esto tiene sus cosas buenas, pero también tiene sus cosas malas, porque si seguimos en las mismas, seguimos yendo para atrás, como el cangrejo. Y había una sensación de que no pasa mucho, no me compliquen mucho la vida. Y en ese sentido el Frente pinta mejor, porque promete más, el tema de la igualdad, que para los uruguayos es importante, y no me vienen con el cuento de que hay que reformar y hay que ajustar. Mire lo que le está pasando a Oddone, por un tema como la desindexación del salario le están dando como adentro de un gorro. No hay una sensación en Uruguay, como la vi en Argentina, de que acá hay cosas que hay que cambiar. Y, en realidad, sí hay cosas que cambiar.

-¿Por ejemplo?

-Uruguay es un país muy caro, tiene serios problemas para desarrollarse, tiene serios problemas en la educación. Hay muchas cosas que hay que cambiar. Eso no quiere decir que tenemos que hacer una revolución y tirar todo por la ventana, pero sí que uno no puede sentarse en la playera en la vereda y chau. Volviendo al tema de la apertura, la famosa inserción internacional, hay que hacer esfuerzos, ver si podemos negociar con este y hacer acuerdos con el otro, pero hay una cantidad de cosas que el país tiene que hacer. No puede vivir en una maraña de reglamentaciones, de costos adicionales. No somos Europa, y Europa la está pasando horrible. Europa se está dando cuenta de que se le terminó ese modo. El Estado de bienestar europeo se acabó. Y nosotros, con más razón…

-Usted ha sido crítico con el tema de las regulaciones. ¿Hay un exceso de regulaciones?

-Total. Es una tendencia en la burocracia en todas partes del mundo. Otra vez, le pasa a Europa. El gobierno de Lacalle padre del 90 al 94 hizo un esfuerzo brutal. Muchas cosas no pudimos porque nos trancaron, pero se desreguló muchísimo el sector agropecuario, el sector industrial, la salud. Pero la tendencia de la burocracia, que es casi natural, es incrementar la regulación. Es mucho mejor para un burócrata tener que atender 40 regulaciones que estar sentado con un sello en la mano.

-“El aumento del salario real fue muy modesto y eso explica la derrota electoral de la coalición”, dijo la semana pasada en CRÓNICAS Marcelo Sibille, economista y gerente senior de asesoramiento económico y financiero de KPMG Uruguay. ¿Coincide en algo con esa apreciación?

-Pero no es un dato real. El salario real, si no estoy equivocado, está en los niveles más altos desde la primera presidencia de Vázquez. No pasa por ahí la cosa. Es cierto que el contrario juega. Hay un fenómeno político que se está dando en todas partes del mundo que es la construcción de un relato. Lo que hizo Trump en Estados Unidos y lo hizo la izquierda acá. “Se viene la inflación”, “el país está parado”, “el país se cae a pedazos”. Eso jugó.

-¿Y cuánto juega el tema del bolsillo de la gente? Porque hay algunos datos, por ejemplo, que pasan las administraciones y se mantienen. Uruguay tiene una masa salarial de 1.470.000 personas, hay 900.000 que están por debajo de los $ 35.000, y de esos, 600.000 por debajo de los $ 25.000, en el país más caro de Latinoamérica. ¿Cómo se empareja hacia arriba?

-Si el país es caro, hay una serie de inversiones que no van a venir, y cuanto más mano de obra, menos interesante va a ser. Uruguay va a seguir exportando básicamente materias primas, por los mismos motivos. Y las empresas no van a tener espacio para subir el salario si sus ingresos se los come en buena medida la seguridad social, costos laborales asociados al salario, regulaciones. Y hay sectores de baja producción que sobreviven gracias al Mercosur porque exportan a países que son ineficientes. No podemos seguir con actividades, sobre todo industriales intensivas en mano de obra, de baja productividad, técnicamente también, que no son de punta y que dependen de Brasil y Argentina. Si todavía estamos en la creencia, como se lo enchufaron a Oddone, de que eso no se toca y que tiene que haber una indexación automática, entonces, estamos liquidados, porque va a empujar la inflación para arriba y va a haber una guerra entre salario y empleo cada vez mayor. Ahora, no es cierto que en estos cinco años de gobierno haya habido un panorama laboral adverso, más allá de la pandemia, porque terminamos con un salario real a niveles comparativamente buenos y un empleo también muy bueno. Podría ser mejor.

-¿Cómo hacemos para cambiar esa realidad, es decir, emparejar hacia arriba?

-Lleva tiempo.

-Pero, ¿hay intenciones?

-En el nuevo gobierno, no lo sé. No los conozco.

-¿Y en los distintos gobiernos que han pasado?

-El caso del gobierno de Lacalle padre, lo tenía clarísimo. Por ahí arrancó. Le costó, fue muy duro. En tres millones de habitantes tenemos 400-500.000 cédulas de pasividad y 250.000 funcionarios públicos, o sea que estamos en 700.000 que dependen del Estado. Eso ya es un peso muy grande. Tenemos un Estado contrario a lo que la izquierda dice, de que estamos en el mercado salvaje. Estamos en un Estado que interviene en la educación, en la salud, en la construcción, en el transporte, en la telecomunicación, en las finanzas, en la energía… Y no es un Estado eficiente. Y no lo hace eficiente una administración por voluntad propia en 15 días. Es ineficiente porque desde Max Weber se sabe que la burocracia tiene sus propias dinámicas, sus propias reglas, que no son las del que manda, son las del que sobrevive ahí adentro. Eso es un peso enorme. Tenemos una educación que no termina de despegar y adaptarse a la realidad. Uruguay tiene un sector agropecuario que se ha transformado muchísimo, que tiene todavía espacio para seguir creciendo, pero que no puede crecer ilimitadamente. Tiene un sector industrial con todos esos problemas que hemos visto, que no tiene vocación de expansión porque no tiene para dónde irse. Y además tiene sectores bastante ineficientes. Ahora, tiene un sector terciario que crece, que cuando puede correr la carrera se ha probado que es muy eficiente, pero está teniendo trabas. La mayor traba es la formación. Está bien exportar soja, pero tenemos que empezar a exportar conocimiento. Para eso hay que terminar con algunos tabús. Para mí, una de las áreas donde este gobierno desgraciadamente va a ir para atrás es la educación. Le van a volver a dar entrada a los sindicatos, y está probado en el mundo entero que los intereses de los sindicatos no son los intereses de los educandos. Y no podemos salir de eso. Cada vez que se toca una cosa es un drama espantoso. Para cambiar una bombita hay que ir al Codicen. ¿Cómo se le puede ocurrir a un sindicato hacer un paro el primer día de un gobierno de izquierda? Tienen viruta en la cabeza.

-Hablaba del “relato” de Trump. ¿Cómo ve lo que está pasando?

-Es un delirio peligroso lo de este hombre. Las cosas que está diciendo, si se hubieran dicho cuando yo era estudiante de Derecho, estaríamos en la calle prendiéndole fuego a la embajada americana. ¿Qué es lo que va a provocar? Nadie lo sabe. Yo quiero creer que una de las cosas que va a provocar es una reacción en Europa, que les dé a los gobiernos europeos, por lo menos a algunos, la argumentación de decir: vamos a parar la mano acá, dejemos un poquito de lado el Estado de bienestar, porque esto es serio; no solo la guerra de Ucrania, sino que hay que empezar a competir con Estados Unidos, hay que empezar a alivianar las cosas y hacerse más eficientes. Yo tengo esperanza de que eso ocurra.

-A nivel económico, o de reformas, ¿qué considera urgente para el país?

-Son conocidas las cosas que el país precisa, pero los trancazos son, otra vez, adentro. Son culturales. Oddone, que es un hombre muy capaz, yo sé las ideas que tiene, pero, ¿cómo las pretende implementar? Encara un país con serios problemas de costos y de producción, y no hay otra solución que ajustando. Yo no sé si él tiene el apoyo como para eso. Y no va a haber ningún UPM ni lo que fuera que nos vaya a cambiar la vida.


“Si el ministro de Economía no tiene el respaldo total del presidente, no funciona”

-¿Cómo ve a Oddone al frente de Economía?

-Yo tengo muy buena opinión de él y tengo una buena relación con él. Es un tipo capaz, es buena gente, tiene ganas, pero no conozco la interna. Hay algunas cosas que han cambiado a raíz de esta elección que yo no sé si la gente percibe. La primera cosa es que es la primera vez en la historia de Uruguay, por lo menos, desde el retorno de la democracia, que la persona que llega a la presidencia de la República no tiene un sector político propio. Todos tenían por lo menos una base que era de ellos sobre la cual estaban seguros y la controlaban. Orsi no la tiene, integra el MPP, pero no maneja el MPP. La segunda es que por primera vez desde que se creó el Frente, está dominado por un sector. Eso no había ocurrido nunca. Siempre había equilibrios. Yo no sé si Orsi va a poder liderar al MPP y a través del liderazgo del MPP conducir al resto del Frente. No lo sé. Y la suerte de Oddone está atada a eso, porque el tipo que aguanta la trinchera es el presidente de la República. Si el ministro de Economía no tiene el respaldo total del presidente de la República, no funciona. Y espero que lo tenga, pero no lo sé.


“Lacalle Pou fue un dirigente político más hábil que el padre”

-¿Gobernó el Partido Nacional o la coalición?

-La línea general la dio el presidente. Además, fue un presidente que marcó muchas cosas. Hay estilos y estilos. Tabaré Vázquez fue un presidente más bien a distancia. Los dos Lacalle eran tipos arremangados y en el medio de la cancha. Son estilos distintos.

-¿Qué tuvo Lacalle Pou que no tuvo su padre? ¿Y qué tuvo Lacalle Herrera que sí tuvo el hijo?

-Son personas distintas. Son tiempos diferentes. Y las comparaciones son fuleras. Para mí, Lacalle Herrera hizo una gran presidencia. Fue la presidencia más transformadora que tuvo Uruguay en los últimos 70-80 años. Tenía otra visión. Las intensidades en sus ideas y sus metas eran diferentes. Lacalle Pou fue un dirigente político más hábil que el padre, combinó bien la simpatía con la autoridad en una manera que el padre no llegó a hacerlo. Y por ahí está esa popularidad fantástica que el muchacho dejó cuando se fue, que no es fácil. Además, con gran habilidad, le pinchó el globo a mucha gente desde el primer día del nene del British y La Tahona, y lo hizo fantásticamente bien. Era el tipo que salía a caminar por la calle y la gente lo venía a saludar. Todo el mundo. Tiene un carisma muy especial. Después, llevar adelante un gobierno depende de muchas cosas.