Desde su rol de docente, las preocupaciones del economista Germán Deagosto respecto de la actualidad del país y del mundo derivan en los mismos puntos: la no cooperación, el incentivo individual y cortoplacista de los políticos y la falta de visión de largo plazo. Así lo explicó a CRÓNICAS en un tendido intercambio, donde además resaltó que en Uruguay, si no se ataca el problema de la pobreza infantil, la perspectiva de desarrollo se complejiza, dado que el 20% de los niños nacen con la vida “condicionada”.
-¿Cómo ve la discusión económica actual desde su rol docente? ¿Considera que enriquece?
-Veo que lo que es racional desde el punto de vista individual, es irracional desde el punto de vista colectivo. Esto es lo que ocurre con la «Tragedia de los comunes» o el «Dilema de los prisioneros». Es como si tuviéramos un pastizal público donde todos llevamos a pastar a nuestras vacas para obtener un beneficio, pero sin preocuparnos por el costo que tiene en términos de cómo se va a agotando ese pastizal. Si todos actuamos guiados por ese incentivo individual y llevamos la mayor cantidad de vacas a pastar, naturalmente vamos a maximizar en el corto plazo nuestro beneficio, pero en el mediano y largo plazo nos vamos a quedar sin ese pastizal. Entonces, me parece interesante verlo en un año electoral y a la luz de todo lo que está pasando a nivel mundial y local, y comparar esta tendencia. Esto, de cierta manera, es lo que está pasando con la discusión económica, con la institucionalidad de nuestro país y con la credibilidad del sector político.
-¿Y cómo dialoga esto con el año electoral?
-A nivel político, hoy hay un conjunto de acciones que apuntan a la no cooperación. La persecución de un interés individual y cortoplacista termina conduciendo a lo irracional colectivamente hablando. Si los políticos en esta campaña lo único que hacen es atacar a sus oponentes sin una motivación propositiva y afincarse en lo que el otro hizo mal, se vuelve aún más turbio esto que yo planteo. Entonces, el incentivo individual del corto plazo de los políticos es ganar las elecciones, pero sin darse cuenta que esa conducta termina erosionando el bien público, la institucionalidad del país, la convivencia y la credibilidad de los políticos. Esto en campaña ya se está viendo y hace un tiempo que es una tendencia marcada. En la actualidad se hace política apelando a las diferencias antes que a los lugares donde se pueden encontrar puntos en común y relativos consensos. Hay que cuidar las cosas que en el largo plazo importan y me preocupa que muchas veces se prioriza el incentivo de corto plazo y se opaca la importancia que tiene todo lo que puede pasar después. Por eso, en este año electoral, tenemos el riesgo de caer en la «Tragedia de los comunes», lo que deriva en el surgimiento de outsiders que terminan capitalizando y aprovechando esto, asentando que el hecho de hacer política termina apostando más a la destrucción que a la construcción.
-Estimo que dentro de esto hay que tener en cuenta la revolución tecnológica.
-Sin dudas, además de que este año ha tomado un curso más vertiginoso que antes. Hay que ver cómo estas nuevas herramientas son usadas para promover discursos radicalizados y fake news. No solamente hay que tener en cuenta el apartado vinculado al sector del trabajo y a la economía, sino que también hay que ver los aspectos que hacen a la convivencia democrática. Si nos posicionamos en el nivel laboral, creo que es importante cómo se arbitra la transición entre el mundo anterior y el mundo actual y del futuro, porque habrá mucha gente que no se va a adaptar a las nuevas tendencias debido a las habilidades que posee y las que se van a demandar. Entonces, los métodos, las acciones, las políticas y las transformaciones que se implementen para contemplar a todos, pero sin restringir el avance que puedan generar estas nuevas tecnologías en la productividad, son el desafío más importante de cara al futuro. Una pregunta que le haría a los políticos en esta campaña es qué tipo de planes y programas en materia educativa se están evaluando para que en los próximos cinco años pueda capitalizar los beneficios que tiene e incorporar más tecnología, pero partiendo de la base de que hay una gran disociación en materia de habilidades y una polarización entre perdedores y ganadores de este proceso.
-Usted plantea un panorama complejo, donde a su vez se debe tener en cuenta la transición entre potencias, con China emergiendo y generando tensiones con Estados Unidos. ¿Cómo cree que esto influye?
-Esto es algo que no ocurre con frecuencia. La última transición entre potencias fue en el período de entreguerras, entre Estados Unidos y Reino Unido. Hoy hay una nueva disputa, con una potencia emergente que es China, que parece que no mantendrá una relación de cooperación, sino que tendrá una relación confrontativa con Estados Unidos y la guerra comercial surge de eso, que es algo que no ha cambiado por más que haya salido Donald Trump y haya asumido Joe Biden. A su vez, la novedad es que tenemos a oriente y occidente enfrentados. Antes ese cambio de hegemonía se daba sólo entre occidente, lo que genera un antecedente complejo. Entonces, hoy tenemos un conjunto de transformaciones que están confluyendo al mismo tiempo y que son disruptivas, tanto en el plano ambiental, como tecnológico y geopolítico. Tengo que hacer un esfuerzo optimista para imaginarme que el mundo en la próxima década va a estar mejor de lo que está hoy. Los políticos hoy en día no están haciendo lo suficiente a la luz de los inmensos desafíos que en la actualidad existen, porque si frente a este nuevo mundo complejo y todas las transformaciones que confluyen, su respuesta es promover actitudes de no cooperación, en definitiva, las perspectivas no son alentadoras. Y dentro de todo esto, Milei capturó el descontento legítimo de los ciudadanos que no han encontrado su lugar en esta sociedad. Entonces, el fin de la política se ha transformado en perpetuarse en el poder, porque ya no se usa como un medio para cambiar las cosas.
-En esta lógica de fines y medios, ¿cómo ve la discusión actual al respecto del déficit fiscal?
-En este plano siempre van a existir discrepancias, porque está la intención de ganar las elecciones de por medio, pero en la economía, los actores que están en ese debate no están en el barro absoluto. Los énfasis varían y siempre se apunta a lo que hizo mal el otro y lo que uno hizo bien. El problema es cuando eso tiende hacia el barro y hacia lo deshonesto intelectualmente hablando. Ambas posturas tienen de donde agarrarse y las conclusiones dependen de cómo se mire. Ahora, hay que pensar con la misma lógica y cuestionar si esta discusión es un fin o un medio. ¿Para qué es la mejora del resultado fiscal? Si es un fin en sí mismo, se necesitan recursos públicos para todos los desafíos que naturalmente apuntan al desarrollo del país en las próximas décadas, donde se inserta el problema de la pobreza infantil. El 20% de los niños en Uruguay nace con la vida condicionada y con una trayectoria de bienestar perjudicada por un evento arbitrario como lo es el lugar de nacimiento. Si no se ataca el problema de la pobreza infantil, la perspectiva de desarrollo se complejiza y creo que es una discusión importante a dar en el año electoral. Entiendo que hay que tener una macroeconomía ordenada, evitar que la deuda crezca y controlar el déficit, pero en el medio siguen naciendo niños con la vida condicionada. En este mundo complejo, los desafíos de desarrollo que tiene el país son altos y creo que las discusiones que se dan a nivel político no tienen la calidad que deberían.
“Mi preocupación es que las discusiones se terminan enfrascando en el corto plazo, cuando hay muchas vidas que se están torciendo”
-Pese a los altos índices de pobreza y desempleo, si se toman como punto de comparación los números de hace 20 años, el panorama actual es mejor. ¿Cómo lo ve usted?
-Hay muchos indicadores macroeconómicos que mejoraron. Hoy hablamos de 20% de pobreza infantil y a principios del siglo era aproximadamente el doble. Lo mismo ocurre con el desempleo. Muchas dimensiones están tendiendo hacia un estadio mayor de desarrollo. Pero después, en aspectos como las cárceles y las personas en situación de calle no ocurre lo mismo, debido a una fragmentación y un pacto social que funciona cada vez para menos personas, que margina individuos que no son atraídos nuevamente con el ciclo económico. Hay que tener una perspectiva intertemporal y separar los desafíos y acciones para el corto plazo de las que son para el mediano y largo plazo. Mi preocupación es que las discusiones se terminan enfrascando en el corto plazo, cuando hay muchas vidas que se están torciendo.