Marcos Soto: “La situación económica demandará una maniobra acotada de cara a los próximos cinco años”

Marcos Soto, decano de la UCU Business School

En entrevista con CRÓNICAS, Soto argumentó que Uruguay debe “sacudir” la estructura de su gasto en los años venideros para atender las nuevas demandas sociales que estarán presentes en el próximo período de gobierno, y aseguró que el país no ha logrado escapar de la trampa de entender la competitividad más allá del tipo de cambio. A su vez, el entrevistado hizo énfasis en que la baja inflación está “asistida” por un tipo de cambio “muy bajo” y agregó que, si este en algún momento se despega, “es probable” que haya mayores niveles de inflación.

-¿Qué escenario presenta el país, desde el punto de vista económico, de cara a los próximos cinco años?

-La situación económica del país presenta distintas señales, con algunas luces y sombras. Tenemos una situación económica que demandará una maniobra acotada de cara a los próximos cinco años. No esperamos un gran crecimiento o un boom de la economía uruguaya en este período y esto es un problema, porque del crecimiento surge la generación de riqueza. Uruguay es un país que camina hacia el desarrollo, pero está caminando muy lento y la previsión es que siga así, y esto puede generar un problema por un divorcio entre esa velocidad y las expectativas de la ciudadanía. Entonces, este margen acotado, producto de un crecimiento lento, puede generar márgenes rígidos a la hora de gobernar y de generar política económica.

-¿Qué lugar tiene el déficit fiscal en ese margen acotado que usted menciona?

-Uruguay tiene un problema de déficit fiscal elevado que no logra solucionar y reestructurar, tiene una deuda pública creciente que, si bien está muy bien calificada por una buena posición en términos relativos y un buen historial en comparación con otros países de la región, puede generar problemas en el futuro. Además, Uruguay también tiene márgenes acotados porque está teniendo problemas de competitividad. El país se ha vuelto cada vez más caro, tanto para producir como para competir y exportar. Y esto es un problema muy importante para un país que depende notoriamente de cómo logra colocar sus productos en el exterior y cómo logra reconvertir su aparato productivo. No hemos logrado escapar de la trampa de entender a la competitividad básicamente por el tipo de cambio.

Uruguay necesita innovar, generar nuevos modos productivos, investigar y desarrollar nuevos procesos por dos razones. Primero, porque la moneda fuerte es un factor deseable, cualquier país desearía tener una moneda fuerte, pero el costo es producir caro, y para no producir caro hay que ser productivo. Hay que tener capacidad productiva y hay que ser eficiente, y para ser eficiente y productivo, hay que modificar los procesos e innovar, y pedirles a los factores como la tierra, el capital y el trabajo, que produzcan más con la misma cantidad. Esto se logra con investigación, desarrollo y avance tecnológico. Acá tenemos el gran problema de no entender a la competitividad más allá del tipo de cambio, aunque este puede ser un paliativo de corto plazo.

En segundo lugar, precisamos innovar, avanzar y desarrollar nuevos modos productivos, porque cada vez más nuestra producción estará bajo la lupa de los estándares internacionales. Esto quiere decir que debemos empezar a entender qué impacto tiene nuestra producción en el medio ambiente y en la vida social del ser humano, que es algo que muchas veces lo vemos alejado, pero la normativa en los países desarrollados avanza a pasos agigantados y basta ver que de la noche a la mañana Europa le puso 48% de aranceles a vehículos eléctricos chinos. Entonces, no entender que ese mundo está llegando, nos puede condenar a tener un comercio pobre. En este apartado tenemos, de cara a los próximos años, un gran margen acotado de recursos escasos, donde Uruguay necesita repensarse e incorporar modos productivos nuevos.

-¿Y qué desafíos ve en este contexto?

-Creo que hay varios. El primero se deriva de las problemáticas macroeconómicas que acabo de mencionar. La creciente informalidad que hay en el mercado laboral, pese a que tengamos guarismos muy buenos, es un desafío. También hay problemas vinculados con la pobreza infantil y la pobreza general, que condena a las nuevas generaciones y al futuro, y por ende al desarrollo del país. Y tenemos el desafío fundamental de reestructurar el gasto público. Uruguay tiene que sacudir en los próximos años la estructura de su gasto. Posiblemente no se pueda reducir el gasto, en términos reales, de forma fuerte, pero por las exigencias y nuevas demandas sociales, Uruguay posiblemente deba reestructurar su gasto, reasignando gasto de partidas que deben perder relevancia en pro de otras necesidades. Es una discusión que debe estar abierta como sociedad y como país, para entender en qué estamos gastando y cómo estamos recaudando. Esta es una discusión que el próximo gobierno debería dar para entretejer y sostener el contrato social vigente, que de algún modo garantiza la convivencia en un mismo país.

-Habló de competitividad, productividad, innovación y crecimiento. Teniendo en cuenta que estamos en año electoral, ¿cree que son temas que deberían estar más en las propuestas y programas?

-Son temas que no han dominado la campaña y eso se ve y se percibe. Tal vez estén en los programas y se hayan mencionado al pasar, pero no son temas que estén sobre la mesa y se estén discutiendo, en parte porque es normal y esperable, porque no son temas seductores. Se trata de temas estratégicos y que están muy alejados del día a día de la gente, pero no por eso dejan de ser importantes. También hay que entender que los candidatos le hablan a un público y a un electorado que tiene otras urgencias. Si un candidato se abraza a la bandera de que hay que gastar en innovación y desarrollo, quizás quede lejos de la gente que hoy está con temas vinculados a su trabajo, a su vivienda u otras problemáticas que espera que el gobierno resuelva. Pero aun así se espera que esto esté muy marcado en los programas de gobierno y que, en algunos momentos, en determinados destellos de la campaña, se esboce un compromiso de por dónde Uruguay va a modificar sus modos productivos.

-Siguiendo esta línea, considerando que este gobierno ha apuntado al control macroeconómico, ¿qué abordaje entiende que debe tener lo microeconómico, que es lo que al final termina llegando al bolsillo del ciudadano, en los próximos cinco años?

-Hay varios elementos a tener en cuenta. El principal problema microeconómico que tiene el país es el alto nivel de precios y lo caro que es la vida. A partir de este problema micro es que se desencadenan otros problemas, como la presión sobre los salarios, los precios y sobre otros eslabones de la cadena productiva. Entonces, hay que entender por qué Uruguay, en la formación de precios, termina siendo caro. Y ahí hay algunas líneas de trabajo. Hay limitantes que son naturales, como por ejemplo el tamaño y la dimensión del mercado interno que difícilmente se pueda cambiar. A veces nos quedamos en esa explicación única y creemos que no podemos hacer nada. Pero creo que hay otros elementos que deben trabajarse, como facilitar las importaciones, dado que la inmensa mayoría de los productos de las góndolas son importados y tenemos tributos distorsivos e indirectos que terminan grabando esos productos. Esto se trata de decisiones políticas, de mantener la tasa consular al 5% y reducir otros impuestos o, en definitiva, cumplir el compromiso de la tasa consular y renunciar a reducir otros impuestos. Estos son los dilemas de la decisión de política monetaria. Hay que entender a toda la cadena y ver aquellos tributos que terminan siendo distorsivos y que están presentes en la formación de precios. Tenemos temas regulatorios y propios en la formación de precios de combustibles, tenemos temas vinculados a productos que están prohibidos en la importación y que podrían levantarse, como el caso de algunas frutas, verduras y carnes. Hay un paquete de trabajo que debemos tener en cuenta a nivel microeconómico y que puede tener impacto en eso que nosotros llamamos el Uruguay caro.

-Cambiando de tema, podríamos decir que el país ha tenido dos grandes avances a nivel económico, como el control de la inflación y la recuperación de empleos. Aun así, estos dos grandes avances tienen su contracara, con el atraso cambiario por un lado y los niveles de informalidad y el aumento de las personas que perciben un sueldo por debajo de los $ 25.000 por otro. ¿Qué lectura hace de esto?

-Son datos de la realidad y hay que entenderlos. Gran parte del descenso de los niveles de inflación ha sido producto de lo que llamamos la inflación transable, que son los precios más sensibles a la cotización del dólar, porque son transados en un mercado internacional. Entonces, hoy tenemos una inflación baja asistida por un tipo de cambio muy bajo. Es muy probable que, si el tipo de cambio en algún momento se despega, tengamos mayores niveles de inflación, pero también es verdad que puede servir para desanclar expectativas. Esto es algo que todavía no se ha logrado, todavía tenemos expectativas en el entorno del 6%, pero en la medida que los agentes empiecen a incorporar que tenemos una inflación baja, tanto en la decisión de precios como en la lucha por salarios podrá incorporarse este desanclaje de expectativas. Ya sabemos que la inflación tiene un componente racional, que es el propio funcionamiento de la economía y la formación de precios, que es el componente de las expectativas.


“En un universo acotado de recursos, la decisión de en qué se gasta es muy importante”

-Hoy en día el país tiene problemas como la pobreza infantil, el abordaje de la salud mental y el combate a la inseguridad, que para atenderlos será necesario destinar recursos a estas problemáticas, pero también, diversos economistas han apuntado a que no hay margen para aumentar el gasto público. ¿Cuál es a su entender el camino que queda para abordar esto?

-Tenemos que entender rubro a rubro en qué se está gastando en Uruguay para entender si esas son las prioridades que tenemos, porque por ahí pasa lo definitivamente disruptivo, que es modificar la estructura y las partidas del gasto. Hay que entender si efectivamente estamos destinando dinero a asistir a un determinado sector de la población que por ahí ya no se debería asistir o si seguir asistiendo o no a determinadas cajas paraestatales de jubilaciones. Hay que cuestionarse todas estas cosas, porque en un universo acotado de recursos, la elección y la decisión de en qué se gasta es muy importante.