Comenzado un nuevo año, es tiempo de barajar nuevamente las cartas para empezar a anticipar lo que se viene tanto a nivel de la economía nacional como internacional. El actual gobierno, encabezado por Luis Lacalle Pou, empieza el que es para muchos, a efectos prácticos, el último año real de gestión. Es por eso que en entrevista con CRÓNICAS el exasesor del Banco Central del Uruguay (BCU), Michele Santo, hizo un balance del desempeño del gobierno hasta el momento y analizó lo que será la dinámica del 2023 a nivel económico.
Por Matías Kapek | @matias_kb
-¿El gobierno ha logrado avances en las reformas que necesitaba el país antes del 2020?
-Algo se ha podido hacer, pero tenemos que tener en cuenta el contexto de prácticamente dos años o quizás un poco más, que fueron perdidos por la pandemia. A raíz de esto, el gobierno no ha podido avanzar mucho en reformas estructurales, más allá de que lo ha intentado. Durante 2022, en particular, empezó a tratar de llevar adelante dos que son importantes, como la reforma de la seguridad social y la de la educación. También intentó pisar el acelerador en la apertura externa, la búsqueda de nuevos mercados, generando algunas rispideces incluso con los socios del Mercosur. Sería deseable que en este 2023, un año que a todos los efectos prácticos es su último año operativo, se pudieran concretar las reformas que ya se han lanzado y algunas otras que tenía en carpeta. En definitiva, creo que, condicionado por el impacto de la pandemia, el gobierno hizo todo lo que pudo.
-¿Alcanza la reforma propuesta en la educación para cambiar los problemas de capacitación de recursos humanos que tiene el país?
-No sé si alcanza, no soy un experto en educación, pero la orientación de la reforma es la adecuada y todo el mundo está de acuerdo con que ese es el camino, salvo los sindicatos de la educación. Hay que aumentar fuertemente la inversión en el área, sobre todo en las ciencias duras. Tenemos que tener muchos más ingenieros, es una realidad que todo el sector dinámico de producción de software tiene una escasez de mano de obra brutal. Hay que educar para el mercado, para las habilidades que está demandando. Esto le permitirá después a la gente conseguir un trabajo que le dé un sustento decente y tener un buen nivel de vida, no hay que educar desde un punto de vista ideológico. Luego, si todo esto es suficiente o no, la realidad lo dirá.
-¿Cómo analiza el proyecto de reforma de la seguridad social? ¿Es una solución al problema?
-La seguridad social no tiene solución, ni en Uruguay ni en ningún lugar del mundo. La realidad demográfica ha superado al sistema, no hay forma de que sea sustentable con el aumento que se ha dado en la expectativa de vida y cómo se ha ido envejeciendo la población. Es imposible, no hay forma, y es un problema mundial. En Francia también están tratando de reformar el sistema, Macron está teniendo problemas importantes. Es un problema que sin duda tienen los sistemas de reparto, pero también los sistemas de capitalización. Cada 15 o 20 años va a haber que ponerle parches al sistema como está ocurriendo acá en Uruguay. Se está tratando de hacer lo único que se puede hacer, en la medida en que se quiera mantener el sistema dentro de los mismos lineamientos en los que está. Se trata de aumentar la fecha en la cual la gente se jubila y los años de aporte, procurando que el sistema no se desfinancie mucho más a futuro.
-¿Cómo analiza el manejo macroeconómico del gobierno hasta aquí? ¿Está de acuerdo con el manejo que se ha tenido de la inflación?
-Ya sea en el manejo de coyuntura o en el manejo macroeconómico, el gobierno fue muy prolijo, sobre todo en el frente fiscal. En este sentido, dio los recursos para la lucha contra la pandemia sin que esto significara un deterioro de las cuentas públicas. Estas han ido evolucionando positivamente, en cierta medida por la mejora en la actividad económica que tuvimos en el 2022, que se mantuvo por encima de lo previsto. En lo que respecta a la inflación, el gobierno ha tenido problemas como todo el mundo y además estos vienen de larga data. Hace muchos años que la inflación se encuentra por encima de la meta fijada por el BCU, el 2022 no fue la excepción. A lo mejor, uno podría tener algún matiz sobre la combinación de las políticas que se usaron, sobre todo con la restricción monetaria, la cual ha generado algunos problemas cambiarios, aunque el gobierno puede hacer poco a nivel cambiario si no hay reformas estructurales profundas que bajen el costo país.
-El gobierno creó una nueva institucionalidad fiscal. ¿Es suficiente con eso? ¿No persiste el riesgo de que las necesidades políticas generen incumplimientos?
-El riesgo siempre existe y sobre todo cuando hay acontecimientos tan imprevistos como la pandemia. Le pasó a Brasil, que tenía una regla para acotar el gasto y la tuvo que levantar. En nuestro país el intento está, el problema de fondo es de estructura y tamaño de gasto. No hay regla que lo solucione, salvo que haya una voluntad política muy grande de recortar el gasto público. Se trata de recortar el número de unidades ejecutoras, recortar la cantidad de programas que se financian a través del gasto público, cuestión que es muy difícil por las demandas de la sociedad y la realidad política. La nueva institucionalidad fiscal es mejor que nada, pero si no hay voluntad política para recortar el presupuesto, cuando entremos en la fase baja del ciclo económico y los ingresos empiecen a flaquear, es probable que haya problemas de todas formas. No preveo esto para el resto del actual período de gobierno por el énfasis que se le ha puesto a mantener las cuentas fiscales en orden.
-¿Qué pasa con la reapertura de China? ¿Cuál puede ser su influencia en el funcionamiento de la economía mundial?
-China ha abandonado hace dos o tres semanas la política de “covid cero”, lo que está generando grandes esperanzas de que se pueda reactivar su economía y con eso ayude a la economía mundial. Es difícil pensar en que esto va a ser algo lineal y no va a tener retrocesos en función de lo que puede ser la expansión del covid-19 por el propio proceso de reapertura. Hay que pensar que la economía china va a estar en un proceso de frenado y aceleración, por lo menos en la primera mitad del año. En la medida que no haya un deterioro significativo de la situación sanitaria, puede llegar a ser algo positivo para el crecimiento de la economía mundial.
-¿Y a nivel internacional? ¿Cómo ve a Estados Unidos y Europa?
-A nivel internacional, en estos últimos días, todos los organismos internacionales, Fondo Monetario, Banco Mundial, han estado regulando fuertemente a la baja las condiciones de crecimiento de la economía mundial. Esto es fundamentalmente por la desaceleración que han mostrado China, Estados Unidos y Europa, lo cual golpeó en los precios de las materias primas en la segunda mitad del 2022. Algo parecido a lo que ocurre en China, ocurre con respecto a Estados Unidos y Europa. En el caso de Estados Unidos, hay que ver el impacto de la suba de las tasas de interés que la Reserva Federal implementó a lo largo del 2022 para tratar de combatir la aceleración de la inflación y el impacto que eso pueda llegar a tener en el nivel de actividad. En el caso de Europa, hay que ver cómo sigue la historia de la guerra entre Rusia y Ucrania.
-Y en general, ¿cómo ve el escenario económico para 2023 en Uruguay, considerando un menor empuje por la finalización de las obras de UPM y una eventual menor demanda internacional de los commodities que Uruguay exporta?
-En general, diría que el sesgo del escenario externo que uno puede prever para el 2023 es negativo. En definitiva, la esperanza es que la reapertura de la economía china en la segunda mitad del año ayude, teniendo en cuenta cómo sigue la inflación en Estados Unidos. Los últimos datos han sido favorables y eso permite que la Reserva Federal ponga fin al proceso de suba de tasas de interés. Eso en la segunda mitad del año también puede ayudar.
Es bastante claro que en la primera mitad del año los vientos externos van a ser desfavorables para la economía uruguaya, lo cual junto con la finalización de las obras de UPM 2 va a tener un impacto negativo en el nivel de actividad. Ya hay algunos indicios de que el nivel de actividad ha llegado a un freno, a un estancamiento en la parte final de 2022. El crecimiento en la primera parte del año va a ser bastante reducido y en la segunda parte va a depender de que China se reactive e impulse de nuevo al alza los precios de las materias primas y, además, que la situación regional no se desestabilice mucho más.
-El gobierno asumió el compromiso de recuperar los salarios al final del período. ¿Es posible hacerlo sin generar un espiral inflacionario?
-Dependerá de si la productividad de la economía mejora o no para justificar el aumento del nivel del salario real. En lo que respecta al sector público, dependerá del margen fiscal que el gobierno tenga. Creo que, si la economía mantuviera un ritmo de crecimiento en torno al 2,5 o 3% en el año 2023 y en el año 2024, se podría pensar en una recuperación del salario real. En esta misma línea, podría esperarse que a fines del 2024 el salario real esté algo por encima del nivel del fin de 2019.
-El BCU aumentó la tasa de interés en su última reunión, pero menos de lo esperado. ¿Cedió ante las presiones del sector exportador, o era lo necesario ante el enlentecimiento de la economía local?
-Hay una combinación de factores, el enlentecimiento de la economía es un hecho, los problemas que está habiendo en el mercado cambiario también son importantes, al igual que la pérdida de competitividad. La inflación ha dejado de acelerarse y eso le da un poco de margen al BCU para no ser tan agresivo, junto al hecho de que ya el nivel de tasas de intereses que ha fijado puso a las tasas de política monetaria positivas en términos reales. Es razonable que el BCU haya subido menos la tasa, es la misma discusión que se está planteando en Estados Unidos en estos momentos. Es razonable lo que está haciendo el BCU, quizás uno podría cuestionar un poco la combinación de políticas, si no hubiera sido mejor tener una política fiscal bastante más restrictiva, una política de desindexación salarial más fuerte y una política monetaria más expansiva que no hubiera pegado tanto en el tipo de cambio. Pero también en el mercado cambiario operan muchos otros factores que no son la política monetaria. Creo que fue adecuado lo que hizo el BCU y probablemente sea adecuado que de ahora en más no suba la tasa.
El fin de la globalización
-Se ha dicho en varias ocasiones que la guerra en Ucrania ha impactado en diferentes dinámicas económicas, principalmente en Europa, pero a partir de ahí también en el contexto internacional. ¿Qué escenario imagina usted posterior a ella? ¿Qué nuevas dinámicas cree que se establecerán? ¿Puede dar lugar a algún cambio en el funcionamiento comercial global?
-Sin dudas que más allá de la guerra entre Rusia y Ucrania, está la guerra implícita que se está llevando a cabo entre Estados Unidos y China, junto a esto también el impacto que generó la pandemia en la cadena de suministros globales. Estas tres cosas son un golpe, no sé si mortal, pero muy fuerte a la globalización que hemos tenido como norma durante prácticamente 40 años. La época de globalización ya terminó y ahora va a ser sustituida por una competencia estratégica entre Estados Unidos y China. Hay que ver qué rol y dónde se ubica Europa en ese sentido. Parece claro que el reinado de la globalización, que duró desde comienzos de la década de los 80, finalizó cuando irrumpió la pandemia; se trata de algo que ha cambiado para siempre.
La situación de los grandes de la región
-¿Cómo analiza la situación de Brasil y Argentina? ¿En qué medida influye su situación en el funcionamiento económico de Uruguay?
-El 2023 arranca con mucha incertidumbre tanto a nivel regional como internacional, la primera mitad del año va a ser bastante complicada. A nivel regional, la situación de Argentina es insostenible, la única duda que uno puede tener es si el actual gobierno va a llegar al final de su mandato sin que la bomba explote o le va a dejar la bomba para que explote al próximo gobierno. Es difícil pensar en el 2023 y el inicio de 2024 en efectos positivos por el lado de Argentina. Algo parecido ocurre por el lado de Brasil, donde el presidente Lula va a tener grandes dificultades para enderezar la economía, ya que tiene una base de sustento político mucho menor a la que tuvo en anteriores presidencias. La sociedad en Brasil está dividida como los acontecimientos recientes lo han demostrado. Además, para llegar al gobierno, el presidente electo ha tenido que hacer concesiones diversas en el armado de una coalición. Es difícil imaginar cómo esta se va a sostener en el tiempo en un contexto en el que la situación fiscal es bastante complicada y donde el país va a recibir el impacto negativo por el deterioro del escenario internacional.