Una vez que la pandemia de covid-19 dejó de estar en la palestra pública, las conclusiones a las que llega Gonzalo Moratorio apuntan a la importancia que tuvo el rol de la ciencia en la toma de decisiones en aquel complejo momento. Así lo narró en una entrevista que concedió a CRÓNICAS, donde además denunció la falta de apoyo a los científicos y reconoció que las condiciones que tiene Uruguay para ser un hub de biotecnología son “muy diferenciales frente a toda la región”.
Por Mateo Castells
Mientras se para frente a la cámara a un lado del cartel del Centro de Innovación en Vigilancia Epidemiológica (CIVE), ubicado en el subsuelo del Institut Pasteur de Montevideo, uno no se imaginaría que quien posa con soltura y humildad para la foto, fue el único latinoamericano que la reconocida revista británica Nature colocó dentro de sus 10 científicos destacados del año 2020. Tal galardón, en aquel distópico 2020 que quedará plasmado en los libros de historia, llegó para reconocer la labor de Gonzalo Moratorio, que tuvo una actuación fundamental en la elaboración de tests nacionales para la detección del virus de covid-19 que permitieron contener el impacto de una pandemia que a los ojos del mundo resultaba una novedad. Su imagen está resguardada ante el imaginario colectivo como aquel científico cuyas apariciones mediáticas en momentos decisivos sirvieron de sustento y faro para las autoridades y la sociedad.
-¿Qué cambios trajo la pandemia a nivel de la ciencia?
-A nivel de la ciencia, lo mejor que trajo fue el descubrimiento por parte de la sociedad uruguaya de que tiene científicos y que puede confiar en ellos. Básicamente, hubo un apoderamiento por parte de la sociedad, que creo que fue igual con el cuerpo médico, que sintió bastante seguridad y orgullo de profesionales que ni sabía que existían. Hubo un alineamiento muy grande durante gran parte de la pandemia entre los tomadores de decisiones y los científicos, que hizo que en un momento de emergencia las decisiones fueran tomadas enteramente en función de la evidencia científica. Esto generó que los recursos que provenían de fondos de emergencia fueran volcados para poder hacer la ciencia necesaria, entender lo que estaba pasando en nuestro país y qué diferencias existían con el resto de territorios, para tomar las mejores medidas para contener el brote pandémico.
-¿Cuál es la actualidad de la ciencia en Uruguay?
-La pandemia mostró lo que puede hacerse cuando le ponemos ciencia a las cosas. La capacidad de innovar y de hacer los procesos más eficientes y sustentables crece significativamente cuando ponemos innovación y ciencia. La ciencia en Uruguay sigue siendo una actividad que no tiene el apoyo que merece, pero tampoco se trata de apoyar o no a la ciencia, sino de apoyarse en la ciencia y utilizarla para apuntar al crecimiento. Y, si eso se hace, claramente el impacto es lineal en el corto y mediano plazo, y el resultado en diferentes economías es superlativo. En la actualidad somos uno de los países que menos invierte en ciencia, y cuando digo invertir no me refiero solo al sector público y al Estado, porque también son importantes las políticas que genere el Estado para poder hacer jugar a privados, porque esto es un trabajo de públicos y privados. Las certezas que nos da la inversión a nivel nacional del gobierno en planes de ciencia e innovación, es que la ciencia va a ser meramente guiada por curiosidad, y uno a veces puede estar detrás de aplicabilidades mucho más impensadas que cuando escribe un proyecto buscando la aplicación y su impacto económico. Por otro lado, estas políticas lo primero que pueden hacer por parte de cualquier gobierno de turno, es transformar a las ciencias en una política de Estado, que trascienda el color de bandera que está hoy y de la que venga mañana. También se debe pensar en políticas que permitan captar inversiones en biotecnología, dado que las condiciones que tenemos hoy en Uruguay para ser un hub de biotecnología son muy diferenciales frente a toda la región.
-¿Considera que pospandemia ha habido algún avance en materia de inversión?
-Hubo algunas señales. Hay que pensar que el motor principal de la investigación científica muchas veces son los estudiantes de maestría y doctorado. Hasta hace muy poco tiempo estos estudiantes tenían becas muy suprimidas, que fueron ajustadas muy poco y que además no tenían en cuenta su seguridad social. Y este es un punto que se lo quiero dar a la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), ya que claramente trabajó en esto. Por otro lado, hay otros buques insignia que las políticas del gobierno actual están intentando promover, que los veo con buenos ojos, como el desarrollo de la biotecnología en el país y el impulso de crear este centro estratégico en la región para el desarrollo en esta materia. Sin embargo, aún es muy insuficiente el presupuesto para hacer ciencia de calidad, donde una vez más resalta la capacidad del sistema científico uruguayo, siendo pequeño y muy humilde, con muy pocos recursos, de competir y entreverarse entre los mejores con desarrollos e inversiones que nos van a otorgar conocimientos, porque hoy la economía está basada en el conocimiento, y Uruguay tiene que dejar de ser un país meramente exportador de bienes, servicios y materias primas, que claramente es algo que hay que cuidar y consolidar, pero junto al desarrollo científico y la innovación se debe apuntar a mejorar y generar know how y patentes que permitan el día de mañana subirnos a este tren de la economía del conocimiento.
-¿Uruguay, además de exportar bienes y servicios, debería exportar su capacidad científica?
-Como se ha logrado en la industria de las tecnologías de la información, donde se exporta el desarrollo en ese campo, es algo que se puede aplicar en la ciencia si tenemos una economía que soporta la investigación básica y guiada por curiosidad, que va a dar lugar a startups de base científico-tecnológicas, y que a su vez van a poder volver a volcar la inversión en más academia, donde se generaría un círculo de retroalimentación para producir patentes, fármacos y pensar en que los primeros involucrados en resolver los problemas que tenemos vamos a ser nosotros. Todo esto lo pienso partiendo de la base de que Uruguay tiene lo más difícil de conseguir, que son los recursos humanos altamente calificados y que están mostrando el potencial que tiene el sistema científico.
-Justamente, Ricardo Pascale, en su libro “Del freno al impulso”, habla sobre la importancia de invertir en ciencia e innovación para entrar en una economía del conocimiento. ¿Qué opina al respecto?
-Estoy totalmente alineado con la visión de Pascale. Habla de forma muy bien detallada sobre los casos puntuales de Corea del Sur e Israel, que son casos que claramente explican cómo el Producto Interno Bruto (PIB) puede ser ampliamente potenciado por el desarrollo científico en 15 o 20 años y cómo se pueden dar cambios radicales de matrices. Esto lo estamos viendo acá, con los cambios en la matriz energética. Creo que Uruguay tiene que superar esa tendencia de apoyar a la ciencia y a la investigación preso de una coyuntura como fue la pandemia, para poder entender que esa es una visión a mediano y largo plazo y que es el camino para seguir produciendo transformaciones que a la larga van a impactar, no solo en el crecimiento económico, sino también en lo medioambiental y en la calidad de vida. Al final del día, lo que busca la ciencia es justicia, mejorando la calidad de vida e impactando en las sociedades para que puedan ser más justas. Al final del día, todo lo otro es corolario para justificar nuestras inversiones, pero el fin último es vivir mejor, dañar menos el ambiente y ser más sustentables. Acá entran otros elementos importantes que se han visto reflejados por la pandemia, como los fenómenos globales que no podemos impedir.
-¿Cómo evalúa el diálogo entre el Estado y la academia? ¿Considera que en este último tiempo ha habido un avance?
-El primer gobierno del Frente Amplio hizo un acercamiento sin igual y logró mucho, pero en los siguientes dos gobiernos eso fue decreciendo hasta que prácticamente llegamos a niveles como los anteriores. Inclusive, en el actual gobierno hubo una gran avidez y potenciamiento de ambos sectores por la pandemia. Hay temas que para la psiquis del tomador de decisiones pueden esperar o no son tan urgentes como otros que tal vez les pueden dar más votos a corto plazo, pero a largo plazo no pueden ser tan relevantes como el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Este gobierno hizo avances significativos durante la pandemia, pero luego el tema volvió a no ser tenido en cuenta como debería. Sí creo que en los últimos tiempos la clase política ha percibido la necesidad de impactar en este terreno, pero cuando uno hace las cuentas queda de lado todo esto frente a otras metas. En la última Rendición de Cuentas se estaba más pendiente de si se iba o se quedaba Spotify, antes de prestarle atención a temas como la pobreza infantil o el hacinamiento en cárceles.
“Uruguay necesita mejorar mucho todo su sistema de vigilancia”
-En el marco de las Jornadas Interacademias Medicina-Veterinaria de Argentina y Uruguay, usted expuso sobre el virus de influenza aviar y la salud humana. ¿Cree que Uruguay tiene la vigilancia epidemiológica adecuada para abordar zoonosis como esta?
-Uruguay necesita mejorar mucho todo su sistema de vigilancia. Hace el máximo esfuerzo, pero yo no comparto al 100% el abordaje que le han dado el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) y el Ministerio de Ambiente al tema. Existen usinas generadoras de información muy valiosas y que están en la academia, como en el Institut Pasteur de Montevideo, en la Universidad de la República, y se está usando muy poco del poder de esas usinas. Por supuesto, existen relaciones entre ministerios y otros actores, pero este trabajo puede ser llevado a cabo con un enfoque mucho más multidisciplinario, sentando en la mesa a distintos actores de diferentes universos disciplinarios para hacer frente a todo esto, generando la evidencia necesaria para tomar decisiones. Si empiezan a aumentar los números de lobos marinos muertos, quiere decir que el virus está llegando a los mamíferos marinos, lo que significa que está un paso más cerca de los seres humanos. Más allá de los esfuerzos que se están haciendo, yo le hubiera dado un enfoque más amplio, generando espacios de discusión, planes de acción, grupos de respuesta rápida, no solo mediante enterrar a los lobos, donde creo que también puede haber intereses de cara a la temporada turística. No estoy diciendo que haya que cerrar ninguna playa, pero noto que un enfoque más incisivo puede poner en jaque otros intereses que van al corto plazo de los tomadores de decisiones. Espero que tengamos una excelente temporada, los casos de influenza aviar son muy raros en seres humanos, pero tenemos que estar cerca porque estos virus son complejos.
“Se pueden hacer muchas cosas para construir una ciudad biointeligente”
-¿Qué piensa que tiene para aportar el sistema científico para la futura prevención de enfermedades zoonóticas?
-Herramientas de última generación, recursos humanos altamente calificados para monitorizar en tiempo real qué estirpes circulan, dónde circulan, cuáles son los hospederos, si es un ave salvaje y diversos aspectos que hacen al asunto. Además, tenemos la capacidad de tener todos estos datos, subirlos a la nube y geolocalizarlos para que no solo las autoridades puedan contar con esta información, sino para que también pueda estar en una aplicación de celular para aportar datos a la población. Se pueden hacer muchas cosas para construir una ciudad biointeligente.