En una coyuntura determinada por una situación cambiaria con posiciones encontradas, el economista Ignacio Munyo conversó con CRÓNICAS. Resaltó que se debe trascender lo monetario y apuntó a una serie de reformas estructurales que a su entender pueden darle un vuelco al escenario de competitividad del país. Entre ellas, se detuvo en el desafío de la inserción internacional, y en ese sentido analizó el rol del Mercosur y la posibilidad de concretar el acuerdo con la Unión Europea (UE). También hizo foco en el capital humano y los problemas generados a la hora de la inserción laboral.
Por Matías Kapek | @matias_kb
-Ha dicho que el dólar está 25% más barato de lo que debería estar si se lo compara con los fundamentos. ¿Que se dé esta situación es determinante para que el gobierno pueda cumplir con la política macroeconómica que se ha propuesto?
-Reducir ese margen implicaría conflictos importantes en varios ámbitos, entre ellos, en la planificación macroeconómica del gobierno. Toda la estructura de presupuesto, los objetivos planteados y la dinámica de financiamiento a través de deuda pública están condicionados a que la inflación esté dentro del rango objetivo. Para que se mantenga es clave que el dólar no suba, ya que lamentablemente en Uruguay tenemos una relación muy cercana entre el dólar y el IPC. Si el dólar subiera de acá a fin de año a los valores que se esperaba hace un año, concretamente, a $ 42, la inflación estaría más cerca del 8,5% que de los valores actuales. Para que se mantenga dentro del techo del rango, el tipo de cambio debería estar cerca de los $ 38, esto es lo que muestran las relaciones históricas entre el dólar y la inflación.
-En este contexto y pensando en el desgaste del sector productivo exportador, ¿se puede esperar una intervención por parte del gobierno?
-El valor actual del dólar es funcional a la planificación macroeconómica, pero no lo es a las empresas exportadoras, no solo en el sector bienes, sino también en el de servicios. Se trata de un problema que sufre cualquiera que recibe ingresos desde el exterior y tiene costos internos. Pero no hay que caer en el simplismo de pensar de que esto se arregla desde el punto de vista monetario, que el Banco Central tiene la llave y entonces a partir de ahí arreglamos la competitividad. Se trata de un problema complejo que es recurrente, recuerdo tener esta misma discusión en 2012, en 2017, y siempre dije lo mismo: Uruguay necesita reformas para ser competitivo. Pasa el tiempo y esas reformas no se terminan de plantear, entre ellas, la inserción internacional. Si seguimos siendo el mismo país, vamos a seguir teniendo los mismos problemas. Si procesamos reformas vamos a poder convivir con un dólar más bajo y ser un país con un mayor nivel de ingresos. En el fondo, esto quiere decir que los salarios en dólares serán más elevados y los uruguayos podrán comprar más bienes en el exterior, podrán viajar, cambiar el auto, la moto, el celular. Si como país reconocemos que eso no es viable, reconocemos que no se puede sostener ese nivel de vida de la gente, estaríamos yendo hacia el subdesarrollo.
-Usted ha catalogado a la apertura comercial del país como “la madre de todas las reformas”. ¿Cómo evalúa el trabajo que ha realizado el actual gobierno en ese sentido? ¿Qué expectativas tiene a corto plazo?
-No podemos más que compartir la visión que tiene el gobierno y la orientación, lo que no nos gusta son los tiempos de los cambios y los avances. Nos gustaría que fueran mayores, hasta ahora no hemos logrado como país cambios significativos. Sin embargo, hay algo muy importante, que es el acceso de la producción de zonas francas hacia Brasil, diría que es el gran logro que se tiene en materia de inserción internacional durante todo este periodo. Ahí aparece el Mercosur, que es un gran problema para Uruguay. Sin embargo, esto no implica salir fácilmente, porque hay una gran parte de la producción que está en su marco. Uruguay está atrapado en el Mercosur y esta trampa lo está condicionando, por ejemplo, en el ingreso al Transpacífico.
-¿De qué forma puede condicionar el Mercosur el ingreso al Transpacífico y la concreción de los otros acuerdos que se encuentran en carpeta?
-Me han comentado de parte de los países del Transpacífico que hay que chequear que Uruguay pueda entrar estando en el Mercosur, va a haber una discusión jurídica. Aparecerá lo que opina Brasil, lo que opina Argentina, y la situación no va a ser nada sencilla, más allá de lo que Uruguay quiera. Lo mismo pasará en el momento que Uruguay quiera avanzar hacia un TLC con el gobierno de los Estados Unidos, donde puede ser posible después de su elección en 2024. Quedó claro que cuando Uruguay quiso avanzar por su cuenta con China, el Mercosur terminó siendo un impedimento. El hecho de estar en el Mercosur puede ser lamentablemente una traba, pero creo que se debería hacer todo lo posible para tener un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. De todas formas, ya se puede mejorar mucho la relación comercial aprovechando los instrumentos disponibles dentro del Mercosur.
-La apertura comercial, más allá de lo estrictamente comercial, se encuentra enmarcada en un contexto geopolítico. Teniendo en cuenta el actual y considerando lo sucedido en el último tiempo, ¿se puede decir que está todo dado para cerrar el acuerdo Mercosur-UE?
-Estoy convencido de que sería muy importante y que Uruguay es el más beneficiado en este acuerdo. Sin embargo, es extremadamente complejo, estamos hablando de dos regiones ultra heterogéneas, las cuales a su vez se tienen que poner de acuerdo en el marco de liderazgos complejos. Lo que me hace tener cierta esperanza de que llegue es que a diferencia de otros momentos, hay fuerzas externas que vienen dadas por la situación en China y Rusia, específicamente por lo que es su relacionamiento con el mundo occidental y más concretamente con Europa. En Europa se quiere reducir la dependencia con China y con Rusia, tanto en materia de energía como en materia de mercado. Deberemos ver cómo se procesan estos meses que son claves mientras se mantenga la presidencia del Mercosur en Brasil y de la UE en España. El año que viene el problema no es que asuma Bélgica la presidencia, es que se inicia el proceso electoral del Parlamento Europeo y los nuevos parlamentarios asumen en abril. Entonces, si bien se habla de que la ventana es a diciembre, la ventana que es clave es la de abril. Perfectamente se podría dar un acuerdo político entre las partes, un apretón de manos, antes de fin de año, ya que no va a dar el tiempo probablemente para hacer la burocracia asociada al cierre formal del acuerdo. Pudiendo cerrar todo eso en abril, con Bélgica en principio dispuesta a llevar el acuerdo al Consejo Europeo, el cual hasta ahora no lo ha recibido.
-¿Ve la posibilidad de seguir mejorando la inserción internacional más allá de la concreción de Tratados de Libre Comercio (TLC)?
-Se puede hacer mucho para mejorar la inserción internacional en mercados que no exigen un TLC, por ejemplo, en el mundo árabe. Allí nosotros hemos trabajado mucho llevando misiones de empresarios a Dubái, reuniéndonos con el gobierno de Arabia Saudita, visitando distintas instituciones, viendo un mundo que para el país es muy desconocido, al que se le exporta muy poco y del que se reciben muy pocas inversiones. Sin embargo, está creciendo de una forma exponencial y tiene expectativas muy buenas de complementariedad en base al futuro. Lo mismo nos pasó en la India, donde estuvimos este año en foros comerciales y el relacionamiento comercial es casi inexistente. Por otra parte, hay que avanzar en Japón, ahora se viene una Expo Osaka, respecto de la que Uruguay todavía ni siquiera sabe con qué estrategia se va a presentar. Hay una agenda importante para poner el pie en el acelerador en el escenario internacional, independientemente del condicionamiento del Mercosur. Son las dos cosas, es exportar más e importar más, esa dinámica es la que obliga el proceso de cambio en las otras áreas y regulaciones para poder competir, es la que genera las presiones externas para que internamente se den los tiempos y las activaciones para que haya los cambios que se necesitan.
-¿Cuál es el momento del país en materia de inversiones? Dada la coyuntura, ¿es un país atractivo?
-Uruguay a nivel global se ha vuelto un país muy atractivo, es una imagen, una marca país, muy valorada. Cuando uno sale y participa de algún evento en el que están inversores e incluso académicos, en Asia, en América del Norte, en Europa, siempre pasa lo mismo, dicen que Uruguay les interesa, que quieren ver más. El problema es que a la hora de concretarse esas inversiones se enfrentan con un costo país muy elevado, con la limitación conocida de un mercado pequeño, poco integrado a otros mercados, por lo que no es tan fácil venir a producir acá, es como un embudo.
-Fue aprobada la reforma de la seguridad social, con la que se ha mostrado de acuerdo. Sin embargo, según las proyecciones demográficas, se trata de un problema que seguirá presente en el futuro. Mirando hacia adelante, ¿qué análisis hace a partir de este nuevo escenario?
-Lo primero que hay que tener claro es que había una necesidad financiera, así como estaba el sistema, no se podía financiar. Los que estaban en contra de la reforma creían que las jubilaciones en vez de pagarlas con mayor tiempo de trabajo de los activos, se deberían pagar con el aumento de impuestos. En ese caso, nos deberíamos preguntar qué impuestos, en un país que ya está con una carga tributaria demasiado elevada. Nosotros no pensamos que haya espacio como para aumentar impuestos ni aportes. Trascendiendo eso, no se puede pretender solucionar todos los problemas laborales y sociales que tenemos asociados con la automatización y la falta de capacitación en una reforma de la seguridad social que tiene como foco hacerla sostenible en el tiempo. Con ella arreglamos la parte financiera, ahora hay que seguir trabajando en la inserción laboral de las personas.
La regla fiscal y sus críticas: “No podemos ser más realistas que el rey”
-¿Cómo analiza el desempeño del instrumento de la regla fiscal? ¿Cree que se trata del fin al problema conocido como “carnaval electoral”?
-La regla fiscal ha sido un avance que es saludado muy favorablemente a nivel internacional desde lo que tiene que ver con los inversores y con los organismos e instituciones que miran las buenas prácticas fiscales. Ahora tiene de por sí un desafío natural que es enfrentarse a un ciclo electoral y creo que va a pasar esa prueba, hay margen como para aumentar los gastos. Otros podrán decir que da pocas restricciones, y es verdad, es poco restrictiva, se podrán ajustar esas cuestiones hacia adelante, con las demandas del sistema político y los inversores internacionales. Hay que entender que Uruguay tiene hoy el costo de crédito más bajo de América Latina, y que los mercados están confiando en esta política y le prestan recursos, no podemos ser más realistas que el rey. En el fondo no necesita una estructura de cambios reales para hacerla funcionar mejor, sino el proceso natural que la vaya mejorando con el uso a lo largo de los años.
“Hay que ver cómo se va a ayudar a todas las generaciones que no han tenido una formación adecuada”
-Usted ha identificado en el capital humano, en general, un gran desafío. ¿Qué diagnóstico hace de la situación del país en ese sentido?
-Es un desafío gigantesco, tenemos ahí un cuello de botella para el desarrollo, no solo para el económico, sino también para el social. Se trata de una decadencia de hace muchos años, en esta área el país se miró al espejo por primera vez a nivel internacional en el 2003, cuando se hizo la primera participación en las pruebas Pisa. Hasta el momento al país le va más o menos igual, y eso es muy malo porque muestra que no ha cambiado esta situación. Estamos hablando de que uno de cada dos que entra en el mercado de trabajo en el Uruguay, ya hace muchísimos años, lo hace con habilidades y capacidades muy limitadas para insertarse productivamente. Eso nos condiciona en las posibilidades de generar en el país polos de atracción de inversores que necesiten mano de obra calificada. Por otra parte, también nos condiciona la movilidad intergeneracional y la inserción social de las personas en los contextos más desfavorables. Por su parte, estas últimas se cruzan con tendencias desfavorables como el narcotráfico y demás actividades delictivas, dado que en su espectro de opciones no existen alternativas formales o legales que sean atractivas. Hay que ver cómo se va a ayudar a todas estas generaciones que no han tenido una formación adecuada y a las próximas también. Tenemos que repensar toda la protección social y ayudar con subsidios a las personas que tienen que estar capacitándose permanentemente para que puedan volver a ser empleables en las exigencias actuales. Muchos no tienen la capacidad propia de financiar la capacitación y a veces ni siquiera tienen la capacidad del esfuerzo para hacerlo.