Read: «No todos los sindicalistas piensan de una manera, ni los empresarios de otra, hay que respetar la pluralidad»

Referente sindical de la Federación de Obreros y Empleados de la Bebida (FOEB)

El líder sindical, y actual panelista radial, entrevistado por CRÓNICAS, dijo estar convencido que durante el gobierno de Yamandú Orsi primará la gestión ética. Añadió que, a su entender, a la campaña le faltó profundidad en las propuestas, y destacó el papel de la actual administración, donde, explicó, hubo un Ministerio de Trabajo abierto y el gobierno no fue represor. En otra parte de la charla manifestó que cuando hay una huelga o un conflicto entre el sindicato y la patronal es porque lo que fracasó fue la negociación, y reivindicó el tripartismo en los Consejos de Salarios. 

Por Mateo Castells


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El entrevistado degustó ensalada de salmón ahumado, que acompañó con agua con gas. Cerró la charla con un café.


-El FA gobernará los próximos cinco años. ¿Qué espera de la nueva administración?

-Mi expectativa es que sea el mejor gobierno de los cuatro del FA. Entramos en la etapa del club de los “Orsistas”, que es un nuevo período y una vuelta de página con la expectativa de que será un muy buen gobierno. Lo económico es coyuntural, porque depende de factores no propios, pero primará la gestión ética, por lo que apuesto mucho a Yamandú Orsi.

-Tiempo atrás, en entrevista con CRÓNICAS, usted dijo que el FA “iba para cualquier lado” y que era necesario cambiar la conducción. ¿Cómo ve el liderazgo de esta fuerza política hoy?

-El FA está muy bien liderado por Fernando Pereira y yo me siento muy representado por él. Ha tenido una actitud de sumatoria en las distintas vertientes y opiniones que  me generaron entusiasmo en el instrumento y en la herramienta.

-¿Qué responsabilidad le atribuye a Fernando Pereira en el triunfo del FA?

-Las ecuaciones son todas subjetivas. Sí creo que tuvo un rol importante.

-Meses atrás dijo que la FOEB, sindicato que usted lideró mucho tiempo, tuvo éxito gracias a que no había política partidaria, entre otros aspectos. ¿La política partidaria es un problema que tienen hoy los sindicatos?

-Sí, y para las gremiales empresariales también. Todas las organizaciones son permeables a una inclinación política. Sería un error, porque ni todo el movimiento sindical piensa de una manera ni todos los integrantes de las cámaras empresariales piensan de otra, por lo que hay que ser respetuoso de la pluralidad. No hay dos cámaras de industria y no hay dos movimientos sindicales, y eso indica que conviven distintas formas de pensar.

-¿Esa inclinación política repercute en el buen funcionamiento de la organización?

-Conceptualmente, creo que las organizaciones que nuclean a todas las formas de pensar, como son los sindicatos, no pueden estar alineadas a un lineamiento político partidario. Es conceptual.

-Desde el oficialismo se ha acuñado el término «Fapit» al FA. ¿Qué reflexión le merece ese mote?

-El término Fapit es una grosería y una ordinariez que utilizó Graciela Bianchi. Descalifica a una senadora de la República, que seguramente debe tener muchas posturas contrarias al movimiento sindical. Es legítimo que piense distinto, pero sería muy sano para el sistema y la sociedad que argumente en qué está en contra, en lugar de utilizar epítetos y descalificativos, que es muy bajo. 

-¿Le preocupa de cara al futuro el nivel que tuvo la campaña?

-Es una campaña distinta a las otras. El mundo cambió, hoy priman las redes e internet. Antes se usaban los muros, los volantes y el megáfono, y hay que adecuarse a esta nueva realidad. Cuando ganó Barack Obama todos decían que era por el Blackberry y Twitter, y que nosotros todavía estábamos lejos. A mi entender, a esta campaña le faltó profundidad en las propuestas, pero la gente se expidió, y si hubiera sido adverso, votaba la mitad. 

-¿Cree posible una interferencia de los sindicatos en el gobierno del FA?

-Los sindicatos siempre tratan de interferir con consignas, ideas y movilizaciones, porque la política es eso. En todos los gobiernos, los sindicatos quieren incidir y ser parte de, y siempre se hace política, porque pedir aumentos salariales es generar un hecho político, lo que me parece muy sano y saludable. Esto también lo hacen las cámaras empresariales.

-Respecto de ello, en el programa de gobierno del FA, dice que buscará instalar nuevamente el Congreso Nacional de Educación y que deberá ser «políticamente vinculante». ¿Eso no da pie a pensar que sindicatos puedan influir en las decisiones parlamentarias?

-Sinceramente no estoy al tanto de esta situación, pero sí creo que hay que hacer una reforma educativa a fondo. Este gobierno saliente tuvo la valentía de plantear una reforma educativa. Identificó un problema y trató de traer una solución con una reforma.

-¿Y tuvo la misma valentía con la seguridad social?

-Sí, es la misma valentía. En ambas, se quedó corto. Yo no comparto el contenido de una ni de la otra, pero no dejo de reconocer la valentía de identificar un problema y buscar traer una solución.

-¿Es una valentía que no tuvo el FA?

-La reforma educativa y la de seguridad social es una valentía que no tuvo el FA. Con el tema del BPS, en gobiernos del FA había viento en la camiseta y crecimiento económico, y había de donde sacar plata, pero todos sabíamos que era un hecho que, a la corta o a la larga, había que meterle el diente. Porque se generó un déficit enorme y un despropósito de equidad para el propio trabajador, por las otras cajas circundantes.

-¿Cómo evalúa el trato que tuvo este gobierno con los sindicatos?

-Evaluar a este gobierno, haciendo abstracción de la pandemia, es difícil. Hay que incluir la pandemia. Este gobierno podría haber tenido expectativas, en la campaña electoral, de ser más liberal y más de mano cerrada en su gestión. Y no fue tan así. Tampoco podemos desconocer que tuvimos 18 meses de pandemia, donde la economía se frenó y el mundo se paralizó, y por lo tanto no es tabla rasa la evaluación que haría. Creo que, efectivamente, este gobierno podría haber tenido un pretexto para sacar los Consejos de Salarios, que en la década de los 90 los barrieron, y no lo hicieron. Entonces, desde el punto de vista de la relación, hubo un Ministerio de Trabajo abierto y no fue un gobierno represor.

-¿Qué postura tiene del artículo 392 de la Ley de Urgente Consideración (LUC)?

-Creo que el texto propuesto, que luego la ciudadanía convalidó, es el equivocado. Protege al rompehuelga y genera un hecho de desigualdad. Si yo hago 30 días de huelga y hay un empleado que va a trabajar esos 30 días, que tiene el derecho y la libertad, pero luego de esos 30 días yo gano la huelga y obtengo un 20% de aumento en los salarios, ¿esa persona que fue a trabajar mientras yo hacía huelga va a cobrar ese aumento? No debería de cobrarlo, pero va a ser el primero en la ventanilla, por lo que se da una desigualdad. No es justo el artículo 392 de la LUC, por eso estoy en contra.

-¿Cuál es la alternativa, a su entender, para este artículo?

-La ocupación es una extensión del derecho de huelga. Una ocupación tampoco es tomar por la fuerza algo. Lo que ocurre es que cuando se llega a una ocupación es porque fracasó la negociación. Y puede ser por impericia del gobierno, que no sabe convocar, auditar y sumar, o por radicalidad de las partes. Cuando hay huelga o conflicto entre sindicato y patrón, lo que fracasó fue la negociación. 

-Dentro de las recomendaciones que la OIT ha hecho a Uruguay, aún queda pendiente aquella que apunta a que la negociación de salarios se desarrolle de forma bipartita. ¿Cree que es algo acorde a la realidad del país?

-No estoy de acuerdo con esa recomendación. Reivindico, como uruguayo que soy –porque creo que todos somos algo batllistas-, ese país del año 43, donde se aprobó la ley de Consejos de Salarios, con un ámbito tripartito y un Estado convocante y moderador; un crisol donde dirimir las diferencias de clase y un lugar donde se instala la negociación como un elemento fundamental, estableciendo un mínimo por categoría. Reivindico el tripartismo con el Estado, porque además este garantiza un elemento superior. Si dejamos a David y a Goliat que negocien solos, es obvio que Goliat va a ganar. El Estado contempla al débil y brinda garantías. Pensemos en una empresa multinacional con 200 trabajadores, donde el sindicato nuclea a 50… Poner a negociar a esa empresa con ese sindicato, es un despropósito. El rol, en ese caso, debe ser el de moderar y modular, tratando de que no se lleven por delante al sindicato, que es algo que hemos visto muchas veces. Creo en el tripartismo, creo en los Consejos de Salarios y considero que hay que cambiar el contenido, manteniendo el envase. Hay que aggiornarlo al siglo XXI, pensando en productividad, capacitación y evaluando cada sector y cada grupo. El mundo del trabajo cambió, la Inteligencia Artificial (IA) está haciendo estragos y, por lo tanto, los Consejos de Salarios deben estar aggiornados a este nuevo mundo laboral.

-¿La reducción de la jornada laboral cree que es viable?

-El mundo va hacia allí. No lo dice Richard Read, lo dijo Carlos Slim, capitalista número uno de México y América Latina. Elon Musk también está hablando de dar una renta universal, porque ellos están previendo que la tecnología, la informática y la IA, reducirán 78 millones de puestos de trabajo en cinco años. Y el capitalismo no se puede dar el lujo ni el changüí de tener mil millones de desocupados en el mundo, porque se le genera una economía paralela que no pueden ordenar ni conducir. Entonces, a ese segmento se lo integra con una renta universal o, algo a lo que yo apuesto, a una reducción de la jornada laboral. No es un tema ideológico o filosófico, es por necesidad laboral. No puede quedar un cuarto del mundo fuera del mercado laboral. Chile discutió la reducción de la jornada laboral, y lo votó con más del 70% de aprobación, no solamente con la izquierda. Y lo hizo a la chilena, que es lo más parecido a nosotros. Y el Estado uruguayo debería tener un gesto tributario con las empresas que apliquen la reducción de la jornada laboral.

-¿El país está preparado para ir hacia ese camino?

-Si claro. Si uno ve que por año hay más de US$ 3.000 millones de exoneraciones tributarias, con una décima parte de ese gasto perfectamente se pueden solventar los costos en las pequeñas y medianas empresas.

-¿Cómo evalúa la actitud que tuvo el PIT-CNT al impulsar el plebiscito de la seguridad social?

-Se resolvió legítimamente en una mesa representativa y atípica, porque fue por tercios. Ganó el tercio mayor, había una propuesta de abstención y otra propuesta que era diferente, pero lo resolvieron democráticamente. 

-¿Apoyó la iniciativa?

-Ni lo firmé ni lo voté.

-¿Por qué?

-Porque creo que la alternativa tenía que ser política y aspiro a que el nuevo gobierno convoque a la sociedad para discutir este tema. Esto debe ser consensuado y convertirse en política de Estado. 


“A lo único que sí me niego es a algún organismo del Ejecutivo”

Se reunió recientemente con Yamandú Orsi. ¿El presidente electo le ofreció algún cargo?

Con Orsi tenemos un conocimiento desde hace mucho tiempo. La relación es personal, donde muchísimas veces nos hemos quedado horas conversando del país, del futuro, de la vida. Me considero un «Orsista», entonces, obviamente, festejé cuando él ganó, y me llamó para que fuera a visitarlo. Yo ya había estado antes del 24 de noviembre charlando un rato. Me preguntó dónde quería estar, o dónde le podía dar una mano, y yo le dije «olvidate de los ministerios». Sí le dije que podía ayudarlo en un comentario, en una charla, tomando un café. Podría usarse el término «asesor», de «consultas varias». Fue eso lo que se planteó. Obviamente, primero está la elección del gabinete. Generó chisporroteo porque yo aparecí públicamente, porque me vieron, sino no hubiera pasado nada. Acá la prioridad es la elección del gabinete, en la cual el presidente tiene que estar abocado de aquí hasta el último momento. Después se verá. Yo sé que él dijo públicamente que me quería en cualquier lugar. Puede ser como un asesor, estar en la vuelta con algunas consultas que yo pueda evacuar desde mi posición de hombre de trabajo y experiencia. Yo no me niego a eso; a lo único que sí me niego es a algún organismo del Ejecutivo.