Expresidente del Banco Central del Uruguay (BCU)
En un contexto mundial de “extrema incertidumbre”, Uruguay está “bien posicionado”, aunque debe tomar una serie de decisiones pensando en su futuro. Así lo dijo a CRÓNICAS el Dr. en Sociedad de la Información y el Conocimiento, y agregó que para que mejore la productividad es necesario acudir en mayor medida a la ciencia y la tecnología, y de esa manera entrar en una economía del conocimiento. Por otro lado, destacó la importancia de la apertura comercial y enfatizó en la necesidad de reformar la seguridad social.
El menú En la cava de Panini’s, el economista degustó carpaccio de lomo, que acompañó con agua mineral. A la hora del postre, optó por crème brûlée, y para extender la sobremesa eligió café.
Por Magdalena Raffo | @MaleRaffo
-Estamos ante un escenario internacional de alta inflación y con riesgo de que lleve a una nueva recesión. ¿Cómo ve el futuro de Uruguay en estas aguas turbulentas?
-El mundo está muy complejo y ha entrado en un proceso de incertidumbre delicado. Uno de los países más importantes, Estados Unidos, ha entrado en una especie de ruptura institucional fuerte, donde la Suprema Corte de Justicia tiene muy baja popularidad; hoy, solo uno de cuatro americanos confía en la Justicia, que es uno de los poderes del Estado. Por tanto, se acerca peligrosamente a una fuerte destrucción de la confianza pública.
Si Estados Unidos entra en esa situación, con el contexto de una guerra en Ucrania, de China que crece y que también tiene sus problemas, tenemos que convenir que estamos en una extrema incertidumbre, donde hay problemas grandes administrados por pequeños líderes —no me refiero al Uruguay—. En este escenario se están afectando algunos aspectos vinculados a las cadenas de valor y de suministros, básicamente, de energía, de alimentos. Estos países pueden tener alguna ventaja eventualmente de lograr precios mejores para sus productos primarios: alimentos y materias primas vinculadas a la energía.
Uruguay está bien posicionado, ha tenido una conducta económica resaltable y todavía tenemos la fortuna de que irónicamente nos vamos a beneficiar con la desgracia ajena, como sucedió en guerras anteriores.
-¿En qué sentido considera que Uruguay está bien posicionado?
-Me refiero a que tiene un activo que es más que escaso, del cual tenemos que enorgullecernos, que es la confianza pública. Esta es la base de la economía, y la hemos mantenido más allá de banderías políticas y de partidos. Es la antítesis de lo que está pasando en Estados Unidos y en otros países —que no quiero mencionar—, donde la confianza pública está quebrada.
-En línea con lo que usted dice, siempre se destaca internacionalmente la solidez institucional de Uruguay y su calidad democrática. ¿Le preocupa la crispación política que a veces se constata? ¿Falta una visión más republicana de algunos actores de la política uruguaya? ¿Esta lógica de red social dificulta la concreción de consensos?
-A veces hay que distinguir lo que aparece dicho públicamente en ciertos contextos, de lo que se hace cuando uno llega a la función y tiene que bajar a la realidad, y ahí es donde prima una gran institucionalidad. Siempre hubo debate. Hoy las redes sociales son muy importantes, pero también sucede que la gente cree que está interviniendo simplemente porque puso algo en Twitter, cuando lo relevante es la realidad. Las redes juegan un papel y son parte de estos cambios muy potentes que está presenciando la humanidad, que derivan de cambios tecnológicos más grandes que nos hacen estar en una sociedad de una gran incertidumbre. Eso hace que se vea tanta crispación en los países y tanta ruptura y bifurcación, es decir, o es blanco o es negro, no hay grises.
Hay mucho descontento porque el ser humano se enfrenta a dos velocidades. Una es la de su cuerpo y su psiquis, y otra es la velocidad a la que va su contexto, por ejemplo, la tecnología, los grandes cambios, que bienvenidos sean, pero eso a veces produce una fuerte marginación de mucha gente y no hay políticas públicas para atender a esa población y reciclarla. Estamos avanzando en muchas cosas, por suerte, pero hay que tener cuidado de que esos avances sean acompañados por el ser humano. Si no, se produce disrupción y disfuncionalidad.
-Usted fue dos veces presidente del BCU, entidad que últimamente viene siendo criticada por parte de algunos economistas por la decisión de aumentar la tasa de interés en forma persistente, lo que no está dando los resultados esperados. ¿Cómo lo analiza?
-El BCU habrá hecho los estudios correspondientes para tomar una medida de esas. Por mi experiencia debo creer que así fue. No he accedido a ellos. A veces los resultados se dan más en el largo plazo.
-Dado el contexto actual y con la inflación fuera del rango meta, ¿es alcanzable el objetivo inflacionario del 3,7% para 2024?
-No solo depende de nuestro país. Estamos en un mundo muy incierto y muy interconectado. Creo que Uruguay está haciendo las cosas lo mejor que puede; ha tenido una gran conducta fiscal, que es muy importante para condicionar la política monetaria también. Domésticamente se están haciendo muchas cosas, pero no todo depende de nosotros. Está muy complicado el mundo y eso ha producido inflación en los distintos países, y es muy difícil que no haya una repercusión.
-Pasados los dos años más complejos de la pandemia, ¿cuáles cree que son las claves de la recuperación económica?
-Tenemos que aprovechar siempre estos episodios desgraciados y lamentables como la pandemia para lograr grandes cambios, y no tener solamente el costo que ello implicó y después seguir con lo mismo. Quedó demostrado que la ciencia y la tecnología son importantes para comenzar o profundizar un proceso de transformación yendo hacia una economía contemporánea mucho más basada en el conocimiento, en la ciencia, en la tecnología y en la innovación. Más allá de que ahora con la guerra hayamos mejorado un poquito los commodities, en algún momento el conflicto va a terminar.
-¿Cómo evalúa la caída del dólar, que preocupa a muchos sectores que ven afectada su actividad y pierden competitividad?
-El tipo de cambio se mantiene en niveles que pueden no ayudar a la competitividad de algunos subsectores del sector exportador, pero insisto, más allá de que circunstancialmente pueda estar a esos niveles, tenemos que buscar que la productividad mejore y eso se logra a través de la ciencia y la tecnología, que es lo que nos va a salvar en el largo plazo. La salida va a estar siempre por el lado de ingresar en una economía mucho más basada en conocimiento, y ahí el tipo de cambio va a pesar menos.
-Usted afirma que Uruguay necesita más inversión en ciencia y tecnología, pero las prioridades siempre parecen estar en otros ámbitos. ¿Se podría decir que hay una mirada política cortoplacista al respecto?
-En general, Uruguay siempre ha tenido una mala relación con el futuro, en el sentido de que nunca pensó en eso y el corto plazo es el que domina, o sea, la tiranía del ahora hace que no se mire para adelante y que el futuro nos lo vayan determinando otros países. Tenemos que tomar un rumbo más basado en una sociedad del conocimiento, lo cual está lentamente haciendo carne en los distintos colectivos nacionales. De momento, los países que han funcionado, más allá de los regímenes políticos que tengan, son los que han entrado en esa economía, entonces, no podemos ir a contrapelo de eso. Uruguay es un país lento para tomar esas decisiones, lo importante es que lo haga cuanto antes.
-¿En qué colectivos está “haciendo carne” esa necesidad?
-Por ejemplo, durante la pandemia, por primera vez, se acudió a la ciencia. Eso fue una buena señal. Falta muchísimo, pero es una demostración de que empieza a haber una cercanía. Uno de los grandes problemas de Uruguay ha sido que nunca se acercó lo necesario la generación de conocimiento con aquellos que deben aplicar el conocimiento, entonces, siguió siempre una senda de una industria muy liviana, de media y baja tecnología, y productos de tipo commodities, con las excepciones honrosas que todos estos temas tienen, como es el caso de la informática.
Tenemos que comprender que estamos en la tercera década del siglo XXI y ya es tiempo de que se termine el drenaje permanente de cerebros. En definitiva, un país pobre genera profesionales con conocimientos para que sean usados por otros países. Tenemos una diáspora de más del 20% y los uruguayos que se están yendo ahora son de alta calidad. Son decisiones que el país tiene que tomar algún día, o no tomarlas, pero debe tener claro, si no se toman, cuáles son las derivaciones de eso.
Lo central es que los distintos colectivos comprendan que Uruguay tiene que tener un rumbo claro y que tiene condiciones óptimas para eso, que no las tienen otros países de América Latina. Este es un país de muy baja corrupción, bastante buena distribución de ingresos, una democracia plena, y tiene condiciones ideales para cambiar. Eso implica un cambio que va desde la educación hasta otros aspectos más de coyuntura. No puede ser que una persona se entere de que existe la palabra innovación a los 40 años, sino que eso debe abordarse desde la escuela.
-¿Qué importancia tiene para Uruguay en el contexto mundial actual la apertura comercial? ¿Por dónde cree que podrían verse resultados concretos?
-Yo creo que tenemos grandes oportunidades. La Academia de Economía recientemente emitió un comunicado en el que proponía que Uruguay se postulara para incorporarse al Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, y yo estoy de acuerdo. Uruguay necesita de manera impostergable avanzar en la apertura al mundo y eso implica que pueda negociar con una cantidad de países.
“Con la reforma de la seguridad social Uruguay se juega la solvencia fiscal de largo plazo”
-En el 95, cuando era presidente del BCU, participó de la reforma de la seguridad social. ¿Qué se juega el país con esta segunda transformación que se está proyectando?
-El país se juega nada más y nada menos que la solvencia fiscal de largo plazo, que determina un conjunto de variables y la viabilidad económica del Uruguay en una cantidad de aspectos. Incluso el mundo mira con atención eso —las calificadoras de riesgo—. Es un tema central que debería ser de consenso porque afecta a mucha gente, por lo tanto, conviene que todos los actores opinen. Es vital, como lo fue en aquella época donde yo participé.
-¿Cree que es posible concretarla en este período?
-Es como un paciente: debería atenderse lo antes posible.
“100+”: una obra para conmemorar el centenario del Club de Golf
-El mes pasado inauguró una escultura de gran tamaño en el Club de Golf por la celebración de su centenario. ¿Cómo se dio la convocatoria?
-Yo soy socio vitalicio y tuve el honor de haber sido convocado para hacer esta obra para los 100 años, que es un aniversario muy importante.
-¿Cómo fue el proceso de creación de la obra?
-Lo primero que tuve que mirar, como era una obra externa, fue el espacio que tenía que ocupar. Luego tuve que determinar la escala, para que no se perdiera en el espacio. Al analizar de qué tema la haría, llegué a la conclusión de que en el golf cambian todos los hoyos, las ondulaciones, los bosques, los palos del golfista, son todos distintos, y lo único que no cambia es la pelota, entonces opté por una esfera. Después tuve que elegir el color y rápidamente me decidí por el blanco. Yo quería que fuera una obra transparente, de forma tal que el paisaje se metiera dentro de la misma, respetando la cancha. El mayor trabajo es el pienso, no tanto la concreción posterior. El club me apoyó mucho y me siento muy satisfecho del resultado final. Creo que se cumplió el objetivo.