La economista argentina dijo a CRÓNICAS que Uruguay está bien posicionado en materia política si se lo compara con la región, e interpreta que el país logró aprovechar “la desgracia ajena” para favorecerse internamente. En cuanto al Mercosur, evaluó que en una primera etapa fue “razonablemente exitoso”, pero luego “no hubo convicción para hacerlo crecer incorporando más tratados”.
-¿Cómo definiría la realidad política y económica hoy? ¿Cuál es el escenario?
-Los cambios en el mundo son vertiginosos. El sistema de producción, logística, transporte y, por supuesto, la comercialización, se han modificado notablemente. Esto genera oportunidades y desafíos de todo tipo. Además, los dos últimos años -con las restricciones impuestas originadas por el covid-19- han acentuado las diferencias entre diversos espectros políticos. En realidad, eso es lo mismo que decir que es más difícil lograr consensos. No sé si tengo claro cómo interpretar la nueva realidad política y económica, pero de lo que sí estoy segura es que nada es como hace cinco años. Ni volverá a serlo.
-¿Cómo ve a Uruguay, y su economía, inserto en la región?
-Uruguay está convirtiendo sus debilidades en fortalezas. Es más estable políticamente que otros países de la región, está abriendo su economía y está recibiendo un flujo de inversiones importante de sus vecinos. Ha logrado despegarse en algunos problemas y darse cuenta -y aprovechar- que la desgracia ajena favorece a Uruguay.
-¿Cuáles son los grandes desafíos que tiene la economía uruguaya, y cuáles las amenazas, teniendo en cuenta las inestabilidades políticas y económicas tanto en Argentina como en Brasil?
-Uruguay tiene todavía una economía muy centralizada, y tiene oportunidades de crecimiento importantes si disminuye la carga regulatoria en varios sectores. Asimismo, puede crecer en comercio exterior con el agro y con la llamada economía del conocimiento. Por supuesto, disponer de energía limpia será una ventaja por varios años que espero se pueda aprovechar y no caigan en la tentación de derrocharla.
Los desafíos y amenazas siempre son muchos, especialmente si no se está atento a los grandes cambios tecnológicos. La estabilidad política y jurídica ayuda mucho, pero sin innovación no se puede crecer. Debe ser una sociedad que abrace las oportunidades, y que -manteniendo su estilo de vida- esté dispuesta a competir. Por ejemplo, mantener gran parte de la economía atendida por empresas públicas no necesariamente le permitirá seguir el ritmo necesario. Por otra parte, las necesidades de infraestructura más inversiones en salud y educación son siempre enormes en todos los países, y Uruguay no es una excepción.
-¿Qué opinión tiene del Mercosur hoy y cómo vislumbra el futuro del bloque?
-El Mercosur tiene tensiones comerciales, pero, mucho más importante, tiene tensiones políticas. No hay un consenso sobre la necesidad de comercializar con el mundo. Todavía se espera poder comprar o vender a los vecinos en condiciones favorables, pero así por definición hay una posibilidad de crecimiento menor que si fuera con el resto del mundo. El Mercosur fue razonablemente exitoso en una primera etapa, sin embargo, no hubo convicción para hacerlo crecer incorporando más tratados. Ahora pareciera que ni siquiera hay mucha voluntad de mantenerlo, en algunos casos, por creer erróneamente en la autosuficiencia y en otros por buscar oportunidades adicionales.
-Uruguay se acerca a China –avanza en un estudio de factibilidad de un TLC con el gigante asiático-, y todo indica que puede haber acuerdo. ¿Cómo observa esta movida por parte de Uruguay?
-Me parece muy inteligente. Como mínimo ayuda a entender qué necesita el gigantesco mercado chino. Adicionalmente, otros países pueden querer participar del mismo a través de Uruguay.
Destaco que en los tratados de libre comercio las personas y empresas deben involucrarse, ya que, por eficiente que fuera el Estado, solo puede saber lo que las empresas están haciendo, pero no lo que pueden llegar a hacer. Si las empresas que aspiren a crecer no se involucran, el tratado será mediocre o hasta peligroso. Al mismo tiempo, las empresas que quieran proteger su situación actual deben intentar evitar cláusulas que les perjudiquen.
Seguramente habrá tensiones porque el Estado intente llevar a cabo una estrategia de apertura de Uruguay al mundo y haya algunas empresas que prefieran el statu quo. Cada uno defiende algo diferente, y es el rol del Estado hacer lo mejor para Uruguay y sus ciudadanos, nunca para un sector. Dicho en otros términos, es indispensable que haya la mayor participación privada posible en la definición de qué abrir, y la mayor participación estatal posible para asegurar el éxito de la apertura.
-En la última reunión de presidentes del Mercosur Uruguay pateó el tablero y bloqueó un acuerdo para rebajar los aranceles externos. En contrapartida, reiteró su demanda de mayor “libertad” para avanzar por su propia cuenta hacia acuerdos comerciales, como el que negocia con China, como hablamos antes. ¿Qué interpretación hace de esta decisión y cómo imagina puede ser la movida del bloque de aquí en más?
-Creo que las visiones políticas han tenido más importancia que consideraciones económicas. La estructura política de un país cambia lentamente, pero las alianzas políticas son frágiles y breves. El Mercosur es un bloque con elementos que hoy no son muy compatibles. Está lejos de ser como un lego, donde todas las piezas encajan.
-¿Algo más que quiera agregar?
-Los países pequeños con población tienen históricamente mejor calidad de vida cuando se integran al mundo. Es algo lógico, ya que no pueden ser eficientes en todos los sectores. El nivel y distribución del ingreso mejoran a medida que hay más oportunidades de trabajo y se reduce el costo del capital. Uruguay ya tiene un costo de capital bajo comparado con otros países de la región. Si adicionalmente logra reducir sus costos -privatizando empresas, desregulando, entre otras- es muy probable que pueda tener un salto muy importante en el salario real. Al fin y al cabo, una mejor calidad de vida es lo que todos queremos.