El camino trazado por un gobierno uruguayo que busca profundizar los acuerdos comerciales, ha encontrado en el cambio de gobierno de Brasil lo que parece ser un nuevo aliado. Lula da Silva asumió su tercera presidencia con incontables desafíos internos, pero, a pesar de eso, no ha dudado en atender el escenario internacional y más específicamente la posición tomada por el hermano menor de la región, Uruguay. En un momento histórico en el que el comercio bilateral entre ambos países es sumamente auspicioso y se piensa en un Mercosur que avance en acuerdos como bloque, Guillermo Valles, embajador uruguayo en Brasil y diplomático de gran experiencia, conversó con CRÓNICAS.
Por Matías Kapek | @matias_kb
-A algo más de tres meses de la asunción de Lula da Silva en Brasil, ¿cómo analiza la realidad del país?
-Lula asumió el 1º de enero y el 8 se dieron los ya conocidos ataques a los tres poderes, lo que generó una polarización de la opinión pública. Es por eso que creo que hoy hay un elemento importante a destacar: la paz social. Según lo que se advierte, se ha normalizado totalmente la vida aquí en Brasilia y en los principales centros urbanos del país. Esto no es menor. Además, se ha canalizado un buen diálogo con las fuerzas armadas. En definitiva, se advierte un funcionamiento normal de la vida política y social del país. Esto no quiere decir que no existan corrientes de opinión diferentes, posiciones políticas adversarias, pero ahora, paralelamente a eso, la paz social y la tranquilidad se han retomado, la normalidad productiva y social se han retomado. Es un hecho que no puede pasar inadvertido, ya que no se comenzó bien en ese sentido.
-Se presentan otros desafíos vinculados más bien a lo institucional: es necesario articular con otros poderes y otros partidos. En ese sentido, ¿también se ha logrado apaciguar las aguas?
-El Poder Ejecutivo ha ido tratando de tejer una relación de buen funcionamiento con el resto de los poderes, con el Congreso y con el Supremo Tribunal Federal, una corte constitucional que participa mucho en la vida política del país. En lo que tiene que ver específicamente con el Congreso, la nueva legislatura asumió en febrero con una composición donde la oposición tiene un fuerte poder. En ese sentido, para el gobierno tratar de tener una buena relación con los múltiples partidos del centro es una tarea muy exigente. Se puede decir que, por el momento, la coalición de gobierno y Lula han sabido sortear los diferentes desafíos en esa materia.
-Teniendo en cuenta las aspiraciones de Uruguay en el ámbito internacional, ¿cómo valora los acercamientos que se han dado con Brasil desde la asunción de este nuevo gobierno?
-Ha habido tres grandes instancias que estimo como muy positivas. En primer lugar, debe tenerse en cuenta cuando asume Lula da Silva. En aquel momento, Uruguay, en un hecho que no es normal para el contexto actual, fue representado por Lacalle Pou, quien invitó y fue acompañado por los expresidentes Mujica y Sanguinetti. Ese fue un gesto extraordinario, fuimos el único país dando ese tipo de muestras. No siempre los países van a coincidir en sus tendencias políticas e ideológicas, aunque sí sus intereses continúan. Lo importante es dar señales de normalidad, de naturalidad republicana. Fue una señal muy bien recibida y muy comentada a la interna de Brasil, en los medios de prensa, en el medio diplomático y en el medio político. Representó no solo lo que es Uruguay, sino a lo que aspira en sus relaciones exteriores. Particularmente, fue muy bien recibida por Lula, significó un muy buen comienzo de las relaciones, y esto quedó demostrado con la reciprocidad inmediata que mostró con su visita.
Cuando decide ir a la cumbre de Celac en Buenos Aires, después va a Uruguay ya no por una reunión regional, sino por una reunión pura y exclusivamente bilateral. Se trató de un segundo momento en lo que comprende a la relación de ambos gobiernos y de una primera reunión bilateral de agradecimiento del gesto; eso va generando a nivel presidencial una buena sintonía. Todo estuvo pautado por un extremo respeto, comprensión de la posición uruguaya y una búsqueda de puntos de convergencia.
El tercer momento fue el encuentro del 7 de marzo de algunos de los ministros de los dos países. En ese caso se llevó adelante una reunión de trabajo para ir llevando a tierra parte de la agenda bilateral.
En definitiva, son tres tiempos donde hubo gestos importantes, simbólicos y muy bien recibidos por unos y otros.
-Algunos actores importantes de nuestro país han cuestionado la función que hoy cumple el Mercosur. ¿Cómo analiza el momento de este instrumento regional?
-Es una pregunta muy amplia. En primer lugar, depende del observador. En términos generales, en Uruguay no hay una posición crítica con respecto al Mercosur en sí mismo. Lacalle Pou se ha marcado claramente integracionista y defensor del Mercosur, jamás pensó en otra cosa que defenderlo, aunque tampoco dudó en marcar las restricciones que tiene con respecto a poder acceder a nuevos mercados. En la discusión y en la crítica algunos actores pueden opinar que el Mercosur no sirve para nada, pero en la discusión seria y pausada de los gobiernos no ha habido nada de eso. Más bien ha habido un reconocimiento de los hechos: el Mercosur y los países que lo integramos hemos perdido la condición de nación más favorecida en el trato comercial con nuestros principales mercados. Lacalle ha dicho que esa es una situación que tenemos que corregir lo antes posible y que no podemos dejar pasar 20 o 30 años, porque en términos de competitividad, si nos quedamos parados, el resto del mundo no nos espera, sigue. Es una situación incuestionable, Lula lo ha reconocido como desafío, y plantea al respecto avanzar juntos, sobre todo con China. Lacalle ha dicho que de parte de Uruguay también se prefiere ir juntos, particularmente con estos socios que presentan una gran asimetría con Uruguay, pero también ha resaltado que, si tenemos una mayor facilidad de hacerlo bilateralmente, continuemos por esa vía. Ha habido una comprensión de lo que Uruguay plantea. El primer punto de encuentro en todo esto es querer acelerar la aprobación del acuerdo Mercosur-Unión Europea. Brasil va a hacer el mayor de los esfuerzos durante la presidencia del Mercosur, en el segundo semestre, aprovechando la presidencia española de la Unión Europea.
-Más allá de la iniciativa que muestra Brasil como líder del bloque, está claro que es Uruguay el que considera a la apertura como una cuestión de urgencia. ¿A qué factores le atribuye que los países tengan un diferente sentido de la necesidad?
-Lo que advierto desde una visión más personal es que si uno analiza la composición, en términos generales, de las exportaciones uruguayas, un altísimo porcentaje son productos agropecuarios. Y estos son, por otra parte, los productos que más protección tienen a nivel internacional. Brasil, obviamente, es uno de los principales exportadores mundiales de alimentos, pero en su perfil exportador pesan más, por ejemplo, las exportaciones de petróleo, de mineral de hierro y de algunos insumos industriales. Es por esto que las exportaciones de Uruguay enfrentan aranceles y medidas no arancelarias muy altas que solo se negocian a través de Tratados de Libre Comercio (TLC). En cambio, Brasil tiene un perfil exportador en el que sus productos principales tienen aranceles muy bajos en el mundo. Es por eso que Uruguay maneja tal urgencia por recuperar esa condición de nación más favorecida que es el leitmotiv de su política comercial.
-Trascendiendo la influencia de los principales productos exportables, ¿hay otros factores políticos o históricos que determinan una postura, en principio, más cautelosa de parte de Brasil?
-Trascendiendo el perfil exportador de cada uno de los países, aparece como segundo factor lo que se vincula a los intereses defensivos de Uruguay y el hecho de que estos son diferentes a los de Brasil. Esto se explica con que Uruguay se abrió al Mercosur en un proceso que fue paulatino desde 1991. Abrirse a Brasil y a Argentina para nuestra escala representa casi como abrirse al mundo, por eso los costos económicos, sociales y políticos de reconversión industrial, Uruguay ya los pagó. Para Brasil, abrirse al Mercosur representa muy poco en su economía, es básicamente abrirse a Argentina. El significado de una apertura comercial a través de un acuerdo comercial es una experiencia por la que Uruguay ya pasó. En cambio, en el caso de Brasil nunca ha tenido un proceso de apertura anclado en un acuerdo comercial, más allá de Mercosur, donde representa una porción mayoritaria de la economía. En conclusión, las experiencias son diferentes, los objetivos ofensivos son diferentes y los defensivos también.
-A nivel estrictamente comercial, ¿cómo analiza la relación que tienen Uruguay y Brasil? ¿Cree que es posible profundizarla?
-Estamos con una relación, si uno se atiene a los números, muy buena. Las cifras cerradas a marzo son récord total, no hay un período de enero-marzo tan alto en casi todos los rubros como el que tuvimos ahora. Los años anteriores y hasta comienzos del año pasado exportamos mucha energía eléctrica como consecuencia de la seca en Brasil y eso abultó las cifras. Este año eso no cuenta y seguimos teniendo cifras récord. Entiendo inclusive que estamos en un nivel igual o superior a nuestras exportaciones a China. Ejemplos de esto puede ser que exportamos a Brasil, prácticamente, un poquito menos que todo lo que exportamos a Europa, incluyendo Rusia. Por otro lado, se puede decir que lo que se vende en Río Grande del Sur equivale a casi el doble de lo que exportamos a México. Algunas producciones de Uruguay exportan el 80% de sus productos a Brasil, la cebada malteada, por ejemplo. En los volúmenes y el tipo de productos que se exportan, Brasil y China son una categoría aparte. Estoy hablando que se exportan algunos productos con valor agregado, no diría que exclusivamente, pero es un mercado muy privilegiado en ese sentido. Todo eso tiene que ser considerado al momento de evaluar las relaciones bilaterales.
El papel de China y su vínculo con la región
-Ha hecho mención al consenso al que se ha llegado dentro del Mercosur, principalmente a través de la posición de Brasil, en avanzar juntos hacia los distintos acuerdos comerciales con otras partes del mundo. Dada su experiencia, es inevitable preguntarle por las relaciones comerciales con China. ¿Cómo analiza la actualidad del país asiático y qué tanto puede influir en las decisiones que se tomen a nivel regional?
-Estamos viviendo un momento histórico en las relaciones internacionales, China es incuestionablemente una potencia no solo económica, sino militar. Hay una tensión a nivel internacional por todo lo que esto representa, ha habido un rápido cambio. Lo que antes llevaba muchos decenios, en poco más de 20 años ocurrió, China es potencia a nivel internacional. Eso tiene desafíos estructurales, representa el cambio del eje económico, ya que antes este estaba básicamente en el Atlántico Norte. Eso tiene todo tipo de consecuencias, se trata del primer telón de fondo que tenemos que entender para analizar estas cosas. En paralelo, a partir del 2008, la gran crisis bancaria, financiera, económica y social en Estados Unidos nos trajo como consecuencia un retorno del nacionalismo económico. Inclusive de parte de países occidentales, se dio una tendencia al intervencionismo económico, al rescate de empresas, a la compra de títulos, ese es el segundo telón. El cambio del nivel mundial del poder económico, un traslado del eje del mundo a Asia y una mayor intervención de los Estados con el retorno de las políticas económicas nacionales, en su conjunto, han llevado a un debilitamiento de las instituciones internacionales multilaterales, particularmente de la OMC. En suma, todo hace que exista un escenario de tensión, por eso hay que andar con extremo cuidado en cómo nos relacionamos todos, incluyendo Brasil, con los principales actores. Ese es el panorama que hay que tener presente, no todo es TLC o acuerdos, hay que tener en cuenta también cómo es el escenario. Los intereses económicos son los intereses económicos, pero uno no puede extraerse sin consecuencias del mundo en el que vive. Brasil está intentando asumir cierto protagonismo internacional, habrá que ver qué resultados tiene. Parte de eso es el interés de ir a China de Lula para hablar de cómo pueden contribuir a una distensión internacional.