Ante la tendencia de los discursos agresivos y la confrontación desmedida en el contexto de la campaña por las elecciones nacionales, crece en los analistas una preocupación por la integridad de la democracia. Los dirigentes políticos, medios de comunicación, publicistas y la propia ciudadanía, desempeñan un papel en el círculo vicioso de la polarización. Sobre este tema, expertos consultados por CRÓNICAS consideran que se corre el riesgo de que el debate se vuelva cada vez más confrontativo y superficial, llevando a una pérdida de la “cultura cívica”.
Por: Catalina Misson
Álvaro Ahunchain, reconocido publicista uruguayo, percibe una cierta «argentinización» de la comunicación política, un visible aumento de la agresividad en los discursos y las posturas polarizadas en nuestro país. Martín D’Alessandro, politólogo argentino y docente en la Universidad de Buenos Aires (UBA), cree que la caracterización es acertada. “Si a eso se le llama argentinización, que el debate sea cada vez más confrontativo y superficial, sí, es así”, aseguró.
La “argentinización” de la política uruguaya puede tener su causa en «la influencia directa de la retórica de las redes sociales”, opinó Ahunchain. La lógica algorítmica del engagement y las reacciones es lo único que interesa, por lo que se refuerzan mensajes confrontativos para incrementar las interacciones entre usuarios. El fenómeno de los candidatos que exprimen los beneficios de las redes sociales no es invento argentino. “Le funcionó en su momento a Barack Obama, a Donald Trump, a Jair Bolsonaro, y después a ‘Lula’ da Silva”, recordó el publicista. A su entender, se trata de un problema que se replica mundialmente y que produce «un proceso de deterioro y fortalecimiento de los extremismos en las sociedades». No obstante, el mencionado fenómeno es impropio de Uruguay -país reconocido por su tradición cívica – pero aún así, «se está viviendo en la comunicación política y se vivirá intensamente en esta campaña».
Divide y conquistarás
D’Alessandro coincidió con Ahunchain en que el mundo de las redes se mueve en la inmediatez, lo que “genera incentivos para la declaración rápida y el golpe de efecto discursivo”, y desestimula “la argumentación razonada” sobre determinada decisión política. Más allá de la tradición política e histórica del país hermano, entiende que “hace 20 años que Argentina sufre del populismo”. Este concepto es discutido, pero para él no significa más que una estrategia política “para conservar el poder y generar sentimientos de identidad” -que además de confrontativa- genera una lógica binaria de “pueblo contra la élite”, usada tanto desde los sectores de izquierda como los de derecha. “Milei lo está recontra potenciando”, ejemplificó. Para el politólogo, esta estrategia tiene la peligrosidad de que “es muy fácil entrar en ella, pero muy difícil salir».
El resultado de esta suma de elementos “erosiona la democracia, el respeto por el otro y la deliberación pública”, por lo que “sería una tragedia que Uruguay tropiece también con esa trampa”. Si bien «la confrontación y la competencia es central en la política», el no poder medir el grado de intensidad con el oponente «tiene consecuencias». La responsabilidad de poner el límite «es siempre de los dirigentes» por encima de la ciudadanía, porque “son los que lideran las corrientes de opinión», manifestó D’Alessandro.
La responsabilidad del publicista no es menor. “Una cosa es la creatividad y la originalidad, que es deseable en toda campaña persuasiva, pero otra muy distinta es que la originalidad se lleve puesta a la ética”, complementó Ahunchain. El publicista ejemplificó con el caso de la campaña de Juan Sartori en las internas de las pasadas elecciones, donde «se recurrió a mecanismos de comunicación muy espurios que no se habían utilizado en Uruguay antes», que “pueden ser muy redituables en votos pero no en ética”. Si bien cree que puede tratarse de un caso aislado, “ahí es donde los partidos políticos tienen que acordar parar la mano”, porque dichos mecanismos “sepultan la calidad del sistema”, y “ameritan el descrédito de la democracia”.
Dicho descrédito tiene que ver con la pérdida de confianza en las instituciones «que fueron diseñadas hace uno o dos siglos y están teniendo problemas para mantenerse en pie», explicó el D’Alessandro. Se trata de un «desgaste» en un mundo de la inmediatez, donde las sociedades «son mucho más impacientes y demandan resultados más rápidos de lo que la arquitectura lo permite». Las telecomunicaciones «van a la velocidad de la luz», mientras que las acciones democráticas «van en carreta».
La perla latinoamericana
Ahunchain entiende que Uruguay «está perdiendo su cultura cívica». A su juicio, hoy crece una «cultura populista» que desemboca en una de carácter «narco». La desculturización avanza «a pasos agigantados», al mismo tiempo que se naturalizan los discursos polarizadores. “Ha habido gente que trabajó para ir en contra de esa cultura cívica, y se está logrando. Hay mucho discurso hueco, dirigentes de primera línea que apuntan por debajo de la línea de flotación sin ningún prurito, y un público que también demanda esa lucha en el barro. Los medios responden a esa demanda porque lo necesitan para su prosperidad, entonces se genera todo un círculo vicioso”, puntualizó.
Hace años que en Latinoamérica Uruguay lidera los informes del Índice de Democracia elaborados por The Economist Intelligence Unit. La aceptación al sistema democrático es la más alta en la región. Ahunchain destacó al batllismo y el herrerismo como dos corrientes históricas fundamentales del Uruguay del siglo XXI, que “consolidaron la sociedad amortiguadora”. A pesar de las circunstancias y los “enormes desafíos educativos”, el publicista tiene fe en que nuestro país es capaz de mantener esa tradición.
La excesiva confrontación puede lograr un efecto contrario al deseado. En el caso particular de Uruguay, la polarización “fortalece a los convencidos pero ahuyenta a los apáticos”. La falta de prioridad en persuadir al público despolitizado es peligrosa si se tiene en cuenta que “son quienes definen las elecciones cada año”, razonó el publicista.
La única vía para frenar la bola de nieve, es “apelar a la responsabilidad de los asesores de comunicación de los políticos”. Ahunchain aseguró que entre sus colegas se está «trabajando duro» en el asunto, por un sentimiento de «responsabilidad sobre los valores que le dan vida a la estabilidad democrática». El objetivo es incidir en el ciudadano, para que por sus propios medios “descarte el discurso violento y la deshonestidad intelectual”. Frente al problema de la polarización, «hace falta una retórica de carácter propositivo», en donde «se bajen los decibeles a los insultos» para lograr una diferenciación comunicacional que logré un mensaje «más limpio» hacia la ciudadanía.