El pasado miércoles 8 de febrero, se cumplieron 50 años del levantamiento del Ejército y la Fuerza Aérea contra el presidente Juan María Bordaberry, al desconocer el nombramiento del Gral. Francese como ministro de Defensa. El país completaba así un sinnúmero de eventos que condujeron, inexorablemente, a la ruptura definitiva de la democracia y sumergieron al Uruguay en la etapa más oscura de su existencia. Como recuerdo de esos agitados días, publicamos a continuación, un resumen de dos editoriales referidos al tema. Uno, escrito por Carlos Quijano desde su semanario Marcha, y el otro por el vocero del Partido Comunista, el diario El Popular.
La última dictadura cívico-militar por la que atravesó nuestro país inició el día 27 de junio de 1973, cuando Juan María Bordaberry resolvió disolver las Cámaras de Senadores y Representantes, con el apoyo de las Fuerzas Armadas. Pero desde principios de ese mismo año, el tema entraba en ebullición y diversos acontecimientos auguraban lo que, en junio, terminó por suceder.
A fines de 1972, tras la renuncia de los ministros Julio María Sanguinetti, Francisco Forteza y Walter Pintos Risso, solidarizándose con el Dr. Jorge Batlle -quien había sido acusado por la justicia militar de atacar a la moral de las Fuerzas Armadas a través de públicas declaraciones-, el senador Amílcar Vasconcellos denunció la existencia de un plan para quebrantar las instituciones legales y democráticas.
Posteriormente, el miércoles 7 de febrero de 1973 fue publicado un comunicado firmado por los comandantes de la Fuerza Aérea y del Ejército en el que manifestaron su postura respecto de las declaraciones de Vasconcellos, al que acusaron de ser «portavoz de una conjura de sectores partidarios en base a la posibilidad de ganar prestigios o caudal electoral”.
Tras estos hechos, renunció el ministro de Defensa Nacional, Armando Malet, y Bordaberry designó a Antonio Francese en su lugar, decisión que desencadenó un aluvión de renuncias y acuartelamientos. En la tarde del 8 de febrero, las instalaciones de Canal 5 fueron tomadas por efectivos del Ejército y emitieron, a la fuerza, un comunicado en el que desconocían la autoridad del recién designado ministro Francese por no compartir su línea de pensamiento.
Al día siguiente, la Armada Nacional colocó barricadas y clausuró la Ciudad Vieja, anunciando su lealtad a las instituciones. A la noche, el general Líber Seregni, en un acto del Frente Amplio en el barrio La Unión, pidió la renuncia de Bordaberry, argumentando que sería la condición necesaria para viabilizar un buen desenlace democrático.
Luego de que en el tablero las fichas hayan sido movidas y distintas piezas ya no se encontraran en juego, el diario del Partido Comunista, El Popular, no tardó en publicar un editorial, y el 11 de febrero esa misma nota estuvo en mano de todos los canillitas. Posteriormente, el 16 de febrero, la pluma de Carlos Quijano hizo lo propio y el semanario Marcha tuvo su nota editorial. A continuación, sus posturas.
De uno y otro lado
Ambos medios se manifestaron tras la reiteración de hechos que comenzaban a augurar que las bases democráticas del país podían encontrarse nuevamente amenazadas. El Popular reclamó cambios, manifestó su desacuerdo con las medidas anunciadas a través de los distintos comunicados publicados por las autoridades y encuadró como “conciencia nacional” al acostumbramiento y la tendencia de idealizar al país más allá de su realidad política, lo que terminó por confirmarse, según su escritor, en las medidas que esbozaron los comandantes del Ejército y la Fuerza Aérea, en sus comunicados.
“No consideramos que las Fuerzas Armadas se propusieran, en estos documentos, agotar el estudio de las soluciones a la actual realidad nacional, máxime que allí se expresa que “tomaron conciencia plena de la problemática que afecta al país, a través de su especial participación en el quehacer nacional ocurrida en el último año”, afirmaba la editorial del diario del Partido Comunista.
“Oligarquía o pueblo”, clamaba. Esta era, para ellos, la disyuntiva. Pero esta polarización se había trasladado hacia el poder civil o poder militar y denunciaban haber caído en la rosca oligárquica que solo buscaba sepultar los avances de un leninismo que, de cierta forma, se alineaba con determinados puntos planteados por las Fuerzas Armadas.
“Las Fuerzas Armadas deben reflexionar sobre este hecho: los marxistas-leninistas, los comunistas, integrantes de la gran corriente del Frente Amplio, estamos de acuerdo en lo esencial con las medidas expuestas por las Fuerzas Armadas”.
Esto se sedimentaba en el argumento de que el marxismo-leninismo era compatible con los ideales democráticos y republicanos, pero incompatible con aquellos ideales que defendía Jorge Pacheco Areco y el estilo de vida de la oligarquía y los “rosqueros”, término acuñado para referirse al sector de la población que gozaba de los beneficios en cuestión de su estrato social.
“Hoy, como siempre, creemos que para esta obra de auténtica recuperación nacional se necesita el esfuerzo de todos los orientales honestos, sin distinción de civiles y militares, con la única determinación de ser patriotas y creer en el PUEBLO”.
Con ese enunciado terminaba la nota. Su postura se abocaba a la unión y clamaba por democracia, en pos de defender sus ideales políticos.
Por su parte, lo publicado por el semanario Marcha invitaba a la reflexión. Cambiando deseos por realidades y arropándose por palabras vacías había sido, para ellos, lo que había hecho la población uruguaya a lo largo de los años previos a 1973.
Cuando el 8 de febrero los mandos militares declararon desconocer las órdenes del recién asignado general Francese, para Quijano, no solo estaba tambaleando la figura del prematuro ministro de Defensa y Justicia, sino que también comenzaba a oscilar sobre sus cimientos la figura del presidente Bordaberry.
“Al vacío de poder que venía de atrás, se sumó el vacío de opinión. ¿Dónde estaban los casi doscientos ochenta y un mil ciudadanos que votaron en Montevideo por el coloradismo en la elección de 1971? ¿Dónde, los ciento sesenta mil largos, que dentro del coloradismo, sufragaron por el pachequibordaberrismo?”
A diferencia del editorial publicado por El Popular, Marcha arremetió en contra de Bordaberry, cuestionando su capacidad para gobernar y encaminar al país hacia el rumbo que su situación demandaba.
Estas fueron las voces que sonaron, mientras que, tímidamente, la dictadura que inició ese año comenzaba a hacerse realidad.