La gestión de la seguridad pública dio un giro hace casi un año y medio, cuando cambió el gobierno, y los resultados están a la vista, según dijo a CRÓNICAS el especialista en seguridad, Edward Holfman. La disminución de los delitos se suma a una impronta diferente en la lucha contra el narcotráfico, que ha llevado a multiplicar los cierres de bocas de drogas y los operativos de incautaciones, aseguró, aunque aclaró que todavía queda mucho camino por recorrer en ese aspecto.
A mediados de julio, el ministro del Interior, Luis Alberto Heber, informó en conferencia de prensa sobre la baja de los delitos. Los datos presentados indican que en el primer semestre de 2021 los homicidios descendieron un 26%, los hurtos bajaron 10,2%, mientras que hubo un 17% menos de rapiñas. En tanto, la violencia doméstica disminuyó 12,5% y el abigeato, 43,3%.
Pese a ello, algunas voces, sobre todo provenientes de la oposición, han cuestionado estos números, por entender que no bajaron realmente debido a la política del gobierno, sino más bien como efecto de la pandemia, dado que durante algunos meses la movilidad disminuyó y había menos gente en la calle.
Consultado al respecto, Holfman argumentó que la emergencia sanitaria no influyó en la baja de crímenes, pues Uruguay no ha tenido los confinamientos ni las restricciones a la movilidad que experimentaron otros países. Además, sostuvo que, si bien pudo haber habido una influencia en los primeros meses, los delincuentes se adaptaron a la situación y se reinventaron.
De hecho, ha habido otros ilícitos que sí se incrementaron, como los ciberdelitos, las ciberestafas y los secuestros de información por parte de hackers a través de programas, por los cuales finalmente terminan exigiendo un rescate en dinero para su recuperación.
De todas formas, el experto opinó que “en un año no han parado de bajar los delitos, lo cual es una buena señal que indica que la política de seguridad que se está aplicando es la correcta”. Agregó que la gestión de las administraciones anteriores no era la adecuada, pero “no es que el gobierno actual sea un iluminado en la materia, sino que simplemente hizo lo que establece un manual: reprimir y prevenir el delito con determinadas acciones”.
Los resultados del manejo de la seguridad hasta el momento, en gran medida, fueron “gracias” al exministro del Interior (fallecido) Jorge Larrañaga, quien “se puso al hombro el respaldo a la policía, recorrió todas las seccionales y habló con la gente”, de acuerdo con el especialista.
“Hay otra sensación en materia de seguridad, pero también es cierto que la pandemia ha generado que se desplazara ese problema hacia el tercer lugar en las preocupaciones de la sociedad, cuando en años anteriores ocupaba el primer puesto en todas las encuestas de opinión pública. Hoy en día preocupan más otros asuntos, como la economía –vinculado a la falta de trabajo- y la salud”, explicó.
Combate al narcotráfico
El año pasado se cerraron 1.182 bocas de venta de droga, mientras que en 2019 se habían clausurado 562. “Eso demuestra que verdaderamente hay un combate al microtráfico. Sin embargo, desde hace dos años los organismos internacionales vienen diciendo que Uruguay es una ruta del tránsito de drogas hacia Europa y África, y las numerosas incautaciones nos llevan a pensar eso que ya sabíamos: las avionetas siguen aterrizando en pistas clandestinas”, advirtió Holfman.
Dijo también que “la lucha contra el narcotráfico tendría que ser algo global, aunque cada país lo maneja a su manera, más allá de la cooperación”. En ese sentido, mencionó que a Uruguay le falta cierta integración con otros países, por ejemplo, formar parte del Programa Global de Control de Contenedores de la Organización Mundial de Aduanas. Las naciones participantes del mismo deben llevar un registro en cada contenedor que indica dónde sale y controlar si tiene drogas o es de riesgo. “La Aduana (uruguaya) dijo que iba a empezar a cumplir con esos estándares que pide esta organización, que está integrada por 40 países del mundo”, comentó.
Entonces, “se está combatiendo algo global con herramientas locales, y no lo puede hacer de la misma manera un país donde la droga se produce, como Bolivia, Perú o Colombia, que un país que se usa para tránsito, como Uruguay, ni que un país de destino, como Francia, España o Rusia. Nosotros acá no producimos ni somos el consumidor final; el tema de la droga no es tan grave como en otros países, pero sí lo es para nosotros, porque genera muchos inconvenientes”, remarcó.
Apuesta por la rehabilitación
A este problema se le suma la “compleja” realidad de las cárceles. Muchas veces, aquellas personas que están cumpliendo condena por narcotráfico siguen haciendo sus operaciones desde la prisión, dado que el manejo del negocio queda en manos de familiares o allegados al recluso.
“No hemos entendido que las cárceles tienen que ser lugares de rehabilitación, porque en algún momento los presos van a salir y a veces lo hacen mucho antes de lo que nosotros pensamos. Si esa gente no se puede reinsertar, va a pasar lo que está pasando, que el 65% o más no se rehabilita, y vuelve a cometer ilícitos”, alertó.
Por el contrario, dijo que, si los reclusos recuperan la libertad teniendo un trabajo, un cambio de vida, o rehabilitados en el consumo de la droga, no vuelven a delinquir. En esa línea, destacó la política de rehabilitación que está llevando adelante el gobierno, nutrida por convenios con el Ministerio de Desarrollo Social, con el Ministerio de Educación y con organizaciones sociales que se dedican a “dignificar” la tarea en los establecimientos carcelarios.
En tanto, expresó que es necesario que haya una clasificación de los presos dentro de la cárcel, dado que “no puede haber gente primaria con otros delincuentes como homicidas o narcotraficantes”. El motivo es que “está estudiado en el mundo que las prisiones funcionan como universidades del delito; alguien que entra por una rapiña, capaz que sale sabiendo robar un banco o con conocimientos de narcotráfico y, al ver que las ganancias con el manejo de la droga son importantes, pasa a ese negocio, a otro nivel”, lamentó.