Pablo Abdala, diputado del Partido Nacional
“Nosotros vamos por el cambio”, afirma con énfasis Abdala al ser consultado sobre el “gobierno para evolucionar” que propone Luis Lacalle Pou, y marcando una distancia. Es que el país necesita “un golpe de timón”, como plantea Jorge Larrañaga, aclara. Además, dice que Juan Sartori no le genera ninguna simpatía, y expone sus razones. Por otro lado, explica la postura del Partido Nacional (PN) con respecto a lo que sucede en Venezuela, y opina que el presidente autoproclamado es Maduro.
El menú En la cava de Panini’s, el legislador degustó la pesca del día acompañada con arroz. Para beber eligió Coca Cola light, y para extender la sobremesa, optó por un café.
Por Magdalena Raffo | @MaleRaffo
-¿A qué adjudica que la oferta de opciones electorales dentro del PN se haya diversificado tanto con respecto a las elecciones anteriores?
-No tengo claro que haya una diferencia o una similitud con relación a lo que ha pasado en instancias electorales anteriores, porque no sería la primera vez que en el arranque son varios los que largan, y en la medida que nos vamos acercando a la instancia de las elecciones internas, algunas de esas candidaturas se van bajando y el escenario tiende a la polarización.
-¿Y usted cree que va a pasar eso?
-Con todo respeto por todas las opciones electorales, creo que en este caso vamos a repetir esa experiencia y advierto que esto va a ser un final entre dos: Lacalle Pou y Larrañaga.
-¿Qué piensa de que haya un precandidato como Sartori, que volvió a Uruguay luego de haber hecho su carrera empresarial en el exterior, con el objetivo de ser presidente por el PN?
-La figura de Sartori no me genera ninguna simpatía, y esto no lo digo desde el punto de vista personal porque no lo conozco, [pero] no me gusta lo que él representa. Yo no creo en proyectos políticos que se sustenten exclusivamente en el dinero. No se entiende que un ciudadano que durante los últimos 25 años estuvo fuera del país, venga para ser candidato a la Presidencia sin haber votado jamás. Además ha infringido la ley gastando muchísimo dinero en publicidad. A esta altura no tengo más que asumir que es un precandidato del PN. Aspiro a que no prevalezca en la interna partidaria. Si hipotéticamente –que sabemos que no hay chance- fuera el ganador, al PN le generaría un problema serio porque es vulnerable frente a nuestros adversarios políticos. También nos deberían preocupar sus antecedentes empresariales, que nunca terminó de explicarlos.
-Hoy Lacalle Pou es el nacionalista favorito en las encuestas. ¿Cree posible que esto se revierta en favor de Larrañaga en los meses que faltan para la elección?
-Completamente, y lo digo por una razón objetiva y también recurriendo a los antecedentes. Desde 1999 –cuando se estrenó la reforma electoral-, quien aparece al principio como favorito termina por no ganar la interna [del PN]. Me remito al antecedente más inmediato. Nosotros teníamos prácticamente la certeza de que Larrañaga iba a ser el ganador en el año 2014 porque todas las encuestas coincidían en eso, y sin embargo, le tocó perder.
-Si en 2014 tenía tantos apoyos que ya no tiene, como el grupo de los intendentes y el de Verónica Alonso, y aun así perdió, ¿es posible que gane en las condiciones actuales?
-La elección interna está abierta, no nos podemos guiar por lo que indican las encuestas porque la opinión pública es cambiante y en los cinco meses que tenemos por delante seguramente va a haber movimientos. Muchos ciudadanos van a focalizar su atención en la elección de junio cuando estemos más cerca, porque hoy están preocupados por sus problemas. Por eso tampoco creo que las deserciones que haya tenido Alianza Nacional necesariamente condicionen el resultado.
-¿Qué opina de la estrategia de llevar adelante un “gobierno para evolucionar” en caso de ganar las elecciones, como plantea Lacalle Pou?
-Todos los precandidatos escogen sus lemas, sus mensajes y la forma de comunicarlos, y es legítimo. Nosotros vamos por el cambio. Entendemos que lo que requiere el país y lo que las grandes mayorías nacionales están demandando es que en Uruguay haya un golpe de timón, una alternancia de los partidos como instancia previa a una transformación profunda en las grandes políticas públicas y en los temas principales. En materia de empleo y de seguridad, lo que la gente está demandando es que haya un cambio de concepto, de criterio, una nueva política, y por lo tanto una transformación en la gestión.
-¿Es decir que allí una “evolución” no sería lo más conveniente?
-Yo creo que ahí, más que hablar de evolución, deberíamos hablar de cambio.
-En esa línea se ha expresado Larrañaga, quien a diferencia de Lacalle Pou, quiere cambios radicales.
-Por supuesto, y nuestro planteo desde el punto de vista de la estrategia de la comunicación y la publicidad va a ir por el lado del cambio y de la firmeza en el ejercicio del liderazgo. Esas son las condiciones que Larrañaga ofrece, pero esto no implica cuestionar ni criticar las opciones que otros precandidatos eligen, que son todas legítimas.
-La campaña “Vivir sin miedo” ha tenido una importante adhesión de la gente, pero sigue recibiendo críticas, incluso desde la propia interna partidaria. ¿Por qué cree que no convence al partido?
-Está claro que a nivel de los liderazgos ha sido solo Larrañaga quien ha impulsado esta iniciativa, pero no he advertido en la interna críticas muy altisonantes con relación a las propuestas. El plebiscito es un hecho, las firmas se reunieron, y por lo tanto vamos a ir a una elección donde habrá que definirse a favor o en contra de la reforma constitucional. Creo que hay una corriente de opinión muy favorable a las soluciones que nosotros estamos preconizando, que la integran ciudadanos de todos los partidos políticos. Importa poco, a esta altura, qué dirigentes estuvieron a favor y cuáles en contra; ya es una decisión que le corresponde a la gente.
-Uno de los grandes cuestionamientos hacia la iniciativa es que promueve la presencia de los militares en las calles.
-Todo parece indicar que la ciudadanía ha legitimado esa propuesta, y ha entendido que dada la realidad a la que nos enfrentamos, es un instrumento necesario. Creo que quienes se oponen actúan en base a preconceptos ideológicos y a prejuicios. Nosotros no hemos inventado nada, simplemente estamos proponiendo una solución que se ha probado y ha tenido éxito en todo el mundo. No estamos planteando militarizar la seguridad pública, sino conformar una Guardia Nacional que actúe como apoyo a la policía.
“No es que Maduro haya abandonado el cargo, lo está usurpando”
-¿Por qué el PN acompañó la decisión de apoyar a un presidente que se autoproclamó pero que no fue electo por los venezolanos, como Juan Guaidó?
-Por dos razones fundamentales. La primera es que esa proclamación o autoproclamación tiene sustento en la Constitución vigente en Venezuela. Segundo, reconocer a Guaidó no es tomar partido por uno de los bandos enfrentados, sino aceptar que esa es la única vía para que lo más pronto posible haya elecciones de verdad, libres, transparentes, con garantías, y no fraudulentas como las de mayo del año pasado, cuando Maduro, entre comillas, ganó un nuevo mandato.
-Según el artículo 233 de la Constitución de Venezuela, las faltas absolutas del presidente son: su muerte, su renuncia o su destitución decretada por el Tribunal Supremo de Justicia; su incapacidad física o mental permanente; el abandono del cargo declarado por la Asamblea Nacional, así como la revocación popular de su mandato. ¿Cuál de estos postulados se cumple según el PN?
-Tendríamos que analizar desde el punto de vista de la doctrina constitucional si esa enumeración es taxativa o enunciativa, pero lo que se argumenta es que hay una situación de acefalía. Lo que el constituyente estableció fue que frente al vacío en el Poder Ejecutivo, es el presidente de la Asamblea Nacional quien debe hacerse cargo. Podremos llegar a eso por la analogía o por la interpretación estricta. Mucho antes que analizar si Guaidó tiene las condiciones para ser presidente encargado, cuando es el camino que conduce al pronunciamiento popular –no es para que él gobierne durante todo el período o sustituya a Maduro-, hay que entender que eso es lo que vale frente a un presidente ilegítimo.
-¿Ustedes sostienen que Maduro abandonó el cargo?
-En realidad no es que haya abandonado el cargo, lo está usurpando. Eso es lo que argumentan los partidos de la oposición y el propio Guaidó. La dictadura cívico-militar, que se sostiene en la fuerza de las armas, está al margen de la Constitución, entonces se trata de salir de esa situación lo más rápido posible. Podríamos decir que Maduro es autoproclamado, porque en realidad no lo votaron los venezolanos en elecciones libres; fue una elección con candidatos presos, con partidos prohibidos, y eso es un fraude.
-¿Esta postura no choca con el principio que defiende el PN de no intervención?
-En absoluto. Nosotros estamos totalmente de acuerdo con el principio de no intervención y está en nuestro ADN. Reconocemos a Guaidó como la vía para que los venezolanos vuelvan a ser dueños de su destino, y rechazamos cualquier forma de violencia o de intervención extranjera. Pero no intervención no quiere decir indiferencia. Esto lo tienen que resolver los venezolanos, ahora, eso no significa que a nivel internacional los países no puedan ser solidarios con un pueblo que está siendo sometido a la represión y a la violación sistemática de sus derechos.
-En entrevista con CRÓNICAS, el secretario de Derechos Humanos, Nelson Villarreal, cuestionó la obsesión que a veces se tiene con Venezuela o Nicaragua, y no “con las 200 mil personas que murieron en México o las 40 mil que murieron en Colombia”.
-Ese es un viejo recurso de parte de quienes no tienen argumentos para explicar una realidad que rompe los ojos. Por supuesto que los derechos humanos no se violan solo en Venezuela, pero la realidad de ese país es muy compleja, tiende a agravarse y nos toca de cerca. No podemos ser indiferentes. Quienes argumentan de esa manera están tratando de enjuagar sus conciencias y de justificar su silencio y su falta de condena frente a realidades incontrastables. ¿Tenemos que hacer de cuenta que no pasa nada simplemente porque en otros lugares también se violan los derechos humanos? Es inaudito ese argumento y pretende esconder una realidad que es muy vergonzante para quien asume esas actitudes, que en el fondo termina siendo cómplice de la dictadura venezolana.