Por medio del ICIR (Impuesto a la Concentración de Inmuebles Rurales), el discurso del expresidente, José Mujica, abogaba por la no acumulación de tierra en Uruguay. Pero la ideología no se convirtió en realidad, ya que en 2013 el impuesto se declaró inconstitucional. En la actualidad, el país posee la mayor concentración de tierra de su historia con un tercio del territorio explotable en manos de capitales extranjeros. A pesar de que la voluntad política es la antítesis de la realidad, esa inversión extranjera es la que hoy genera, según el presidente de la ARU, Pablo Zerbino, el aumento del PBI. Los altos costos internos y la baja competitividad del agro ya se cobraron sus primeras víctimas -la compañía forestal Weyerhaeuser y la agrícola ganadera UAG-. Los referentes del sector reclaman al gobierno un golpe de timón para evitar que se haga carne su principal temor: la crisis.
Por María Noel Durán | @MNoelDuran
Se calcula que 5.700.000 hectáreas de campo uruguayo están en manos de 90 empresas. En su gran mayoría, dichas firmas están conformadas por capitales extranjeros. Esta premisa puede parecer desalentadora para aquellos creyentes del discurso que el ex presidente de la República (2010-2015), José Mujica, brindó al Movimiento de los Sin Tierra en Brasil en el pasado mes de mayo. Allí, el ex mandatario dijo: «La tierra no debe ser propiedad privada, debe ser de uso del pueblo. No tenemos la tierra, la tierra nos tiene a nosotros”.
A pesar de que intentó hacer realidad su proclama a través del Impuesto a la Concentración de Inmuebles Rurales (ICIR), hoy por hoy los operadores rurales aseguran que estos capitales son los que mantienen el campo en marcha.
El presidente de la Asociación Rural, Pablo Zerbino, explicó a CRÓNICAS, que la concentración o no de la tierra no es una voluntad sino una “consecuencia de las políticas que se están llevando adelante”.
En esta línea, sostuvo que cuando el valor de la tierra era menor, era preferible comprar una hectárea de campo más que trabajar las propias, porque “el negocio era vidrioso, los mercados eran volátiles y no había estabilidad”, por lo tanto, la mejor opción era tener un capital a resguardo y no procurar la rentabilidad.
“Eso cambió, se hizo muy claro el aumento del valor de la tierra que se ha multiplicado por seis, por siete y hasta por ocho y la tierra ya pasa a ser un bien importante; comprar una hectárea de campo dejó de ser fácil, lo que llevó a que hubiera una potenciación de la concentración”, explicó Zerbino.
El régimen de excepciones para explotaciones agropecuarias extranjeras aprobado en 2014 fue, según Zerbino, el gran potenciador de esa concentración de tierra.
“Son compañías muy importantes, forestales, agrícolas y ganaderas que dominan una gran parte del país; y son extranjeras lo que va en contra de la intención del Frente Amplio. Pero no es fácil ir en contra de esos emprendimientos que traen capitales y un bienestar para la población”, reafirmó.
Este bienestar del que habla Zerbino es el que tambalea cuando el negocio deja de ser atractivo y las grandes compañías empiezan a mirar a otros oferentes con menores costos y aranceles más bajos.
“Estamos viviendo un momento de dificultad y la inversión extranjera se está retirando, lo que nos afecta a todos”, indicó y subrayó: “La inversión extranjera directa lleva al incremento del PBI, cuando eso cambia se genera lo contrario; eso es un desánimo y es lo que ocurre en el Uruguay en los últimos tres años”.
Camino a la crisis
“A la larga esto va a llevar a una crisis”, lamentó el presidente de la ARU al analizar el problema de fondo que padece el agro: la falta de competitividad.
“Uruguay está saneado, tiene los mercados abiertos, los productos, y colocación extranjera pero no estamos logrando rentabilidad; alguien se nos está quedando con la ganancia y eso es por la cadena de costos”, remarcó a CRÓNICAS el empresario.
Según la visión del presidente de la Asociación Rural del Uruguay, el país ha mejorado mucho desde el punto de vista productivo a causa de la especialización y la incorporación de tecnología, algo que se ha reflejado en una mejor eficiencia en los cultivos, fundamentalmente de secano.
En lo que refiere a la competitividad, Zerbino asegura que Uruguay trabaja en la misma tónica en que lo ha hecho en los últimos 50 años, por lo que “no es algo que se le pueda achacar solo al último gobierno”.
“Desde el año 65 hay políticas específicas para procurar evitar el atraso cambiario, y de ahí en adelante se ha insistido con esa política macroeconómica y es el gran freno que estamos teniendo porque nos genera una pérdida de competitividad en la región, y más aún frente a otros competidores directos de Uruguay como Nueva Zelanda o Australia”, apuntó. Además, Zerbino resaltó que estos competidores directos poseen acuerdos con otros países fuera de la región con muy pocos aranceles, lo que les permite una ventaja comparativa muy fuerte.
“Uruguay no puede dejar de explorar cualquier alternativa para la exportación”, sostuvo, y agregó que por la característica de tener un mercado interno muy reducido es una necesidad para el país ser competitivo a todo nivel.
A pesar de los esfuerzos de los productores y el gobierno por lograr que Uruguay sea líder mundial en aspectos como la trazabilidad, el no uso de anabólicos ni hormonas, y el cumplimiento de las exigencias de los mercados extranjeros, no se vislumbra la ganancia. “Cuando pasamos raya, la rentabilidad no aparece”, aseguró Zerbino y arremetió contra los costos internos que imposibilitan que las inversiones se den con fluidez: “Nosotros debemos advertir con tiempo para no llegar a extremos graves, a crisis que después derivan en pobreza”, aseveró.
Grandes exportadores
El presidente de la ARU, Pablo Zerbino, reflexionó sobre el rol de Uruguay como exportador de bienes, servicios y recursos humanos: “Como dice el economista Robert Mundell, todas las economías pequeñas deben ser grandes exportadoras; algunas exportan bienes y servicios, y otras, gente. Uruguay es uno de esos ejemplos. Nuestra relación entre la exportación de bienes y servicios y el PBI es nada más que entre el 22 y el 24 por ciento, mientras que las economías exitosas tienen una relación que oscila entre el 52 y el 54 por ciento del PBI, por lo tanto, hay mucho margen para mejorar y también hay 600.000 uruguayos que viven en el exterior. Ese es un gran porcentaje de migración. Son males que vienen desde hace muchos años y es hora de cambiar la cabeza”, puntualizó.
Estado de situación
El director de Zambrano & Cía. y uno de los empresarios más importantes del sector, Gerardo Zambrano, explicó que hoy en día “no hay grupos inversores grandes que apuesten por Uruguay”.
El especialista en negocios agropecuarios detalló que actualmente la mayor cantidad de las transacciones se realizan por predios pequeños.
“Grupos que compraron tierras, como UAG, se están desprendiendo de ellas, El Tejar (de origen argentino) vino acá con una muy buena inversión y se desprendió de ella, los neocelandeses entraron en el rubro lechero y están muy complicados por eso”, puntualizó Zambrano.
“El caso de UAG es el de una empresa que trajo un fondo de inversión y que con capitales extranjeros han comprado tierras, han explotado y se han retirado por las dificultades de producción que tenemos, por el costo país”, explicó el empresario acerca de la firma que ahora enfrenta una baja de su calificación por riesgo crediticio.
La baja del precio de la hectárea que se dio de 2015 en adelante produjo, según el empresario, que el campo ya no sea un refugio de capital sino que su valor esté directamente atado con la rentabilidad que genere. “Hoy, sin una rentabilidad, nadie compra nada”, aseguró, en coincidencia con Zerbino, de que la rentabilidad es cada vez menor.
“La competitividad es un desastre”, lanzó Zambrano, sin anestesia. Para él, los costos son la principal ancla que mantienen al país en la baja competitividad. Ya sea la infraestructura, el gasoil o el precio de la energía, el peso de los impuestos se torna inaguantable y además los servicios no cumplen con las expectativas de los inversores.
“Si a eso le sumamos el tipo de cambio, estamos fuera de cualquier competencia frente a cualquier país”, apuntó Zambrano.
La fidelidad de Uruguay con el Mercosur representa, para él, un problema a la hora de pensar en los acuerdos bilaterales que, como apuntaba Zerbino, son la puerta abierta que tienen países como Nueva Zelanda o Australia y que para Uruguay permanecen aún cerradas a cal y canto. “El campo es capaz de tolerar un tipo de cambio bajo, de soportar impuestos caros, combustible y energía cara pero no es capaz de resistir todo eso junto que es lo que está pasando hoy”, concluyó el director de Zambrano & Cia.
El país de la diferenciación
El director general de Servicios Agrícolas del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, Federico Montes, reconoció el hecho de que capitales extranjeros estén dejando sus operaciones en Uruguay y aunque no se explayó sobre el tema apuntó que esto puede deberse a mejores ofertas en otras partes del mundo. “La producción no está tanto en áreas de productores sino en áreas de arrendamientos”, indicó el director. Asimismo indicó que Uruguay genera un marco para que sea atractivo invertir, aunque las decisiones dependen de los empresarios.
Acerca de la competitividad, Montes aseguró que “Uruguay es un país que mira al mundo” y que a pesar de ser 3.500.000 habitantes produce alimentos para casi 30.000.000. “Esa es una clave que hay que entender para comprender a Uruguay, otra clave es que nosotros no somos operadores de volumen sino que nuestro camino es la diferenciación”. La diferenciación se refleja, por ejemplo, en la trazabilidad y el plan de uso y manejo de suelos. “Esas claves son las que deben tener en cuenta los inversores a la hora de ver si les conviene invertir aquí o en otra área del mundo por volumen”, explicó el jerarca de la Dirección General de Servicios Agrícolas (DGSA).
Acerca de los acuerdos bilaterales que tienen los competidores directos con mercados a los que Uruguay no accede, Montes señaló: “es un camino que Uruguay debe transitar”. “Todo lo que sean habilitaciones desde el punto de vista fitosanitario, aspectos de inocuidad y temas arancelarios se debe trabajar para generar la competitividad”, detalló y agregó que “lo peor que se puede hacer” es ocultar la situación. “Entiendo la preocupación y es un tema que se debe tratar para lograr acuerdos que permitan estar en igualdad de condiciones con los principales competidores.
“Acá la tierra jamás va a volver a valer US$300 la hectárea”, prometió Montes acerca de la tendencia a la baja de precios que se ha dado en los últimos dos años.
En lo que refiere a una posible rebaja de los costos de la energía y el combustible para el agro, Montes aseguró que a la larga los costos pesan en algunos sectores más que en otros y señaló: “Cuando estás al máximo de tu productividad, llegaste al tope, estos puntos te pueden comenzar a pesar”.