Óscar Bottinelli, politólogo, director de Factum
El Frente Amplio (FA) lidera la intención de voto con el 34%, según la última encuesta realizada por la consultora Factum. Igualmente, si la gente tuviera que definir hoy, “andaría con un piso de 41- 42%”, aseguró en diálogo con CRÓNICAS el politólogo Óscar Bottinelli. El especialista opinó que luego de cumplido el segundo mandato de la coalición “hubo un agotamiento de programa”, pero, de todas formas, vaticinó un cuarto gobierno de izquierda, aunque sin mayoría parlamentaria. Por otro lado, sobre esta tercera administración, dijo que a diferencia de los períodos anteriores no hubo innovación, sino que “más bien navegó, evitó crisis y no tuvo grandes iniciativas”.
Por Magdalena Raffo | @MaleRaffo
-Según la última encuesta de intención de voto que realizó Factum, si las elecciones fueran hoy, el FA encabezaría con un 34% de los votos. ¿Ese panorama podría cambiar cuando se conozcan todos los candidatos?
-La intención de voto declarada de la gente es el 34%, pero en realidad, si hoy la gente tuviera que definir, el FA andaría con un piso de 41-42%.
-O sea, una parte de los indecisos se volcaría hacia el Frente.
-Sí, porque cuando preguntás por candidatos, todos los que nombran [los indecisos] son del FA, votaron antes a la coalición, se sienten más cerca, o dicen que nunca votarían a los otros partidos.
-Por lo tanto, llegado el momento de la elección, es más probable que se decidan por el FA.
-Sí. No es muy real el 34% del FA, porque los frenteamplistas todavía están manifestando mucha disconformidad, que se fue alimentando sobre todo desde fines de 2015, hasta la salida de Sendic.
-¿Eso significa que independientemente del candidato que presente el partido de gobierno, seguiría con mayores probabilidades de ganar?
-En Uruguay, los candidatos influyen en un porcentaje menor del electorado, diría relativamente pequeño –lo pequeño puede ser decisivo, por supuesto-. Donde más influyen los candidatos a nivel de partidos es entre el Partido Nacional (PN) y el Partido Colorado (PC), porque hay mucha gente que los ve como parte de una misma gran opción.
Por ejemplo, [Pedro] Bordaberry creció con una caída de [Luis Alberto] Lacalle Herrera en 2009, donde el PC pasó al 17%, y sin embargo, [Luis] Lacalle Pou compitió mejor contra Bordaberry y el PC quedó en el 13%. En esos casos, el efecto del candidato se nota, pero en los sistemas de partidos de comportamiento electoral estable como Uruguay, los candidatos son mucho menos definitorios de lo que la gente puede creer.
-¿Qué chances de ganar tiene la oposición?
-De aquí al 2019 podrían cambiar algunas cosas, pero al día de hoy, uno ve al FA con las mayores probabilidades de obtener la Presidencia de la República y de no obtener la mayoría parlamentaria –son probabilidades, o sea que puede ocurrir igual-. El gran cambio con respecto a un año atrás es que hoy se notan mayores probabilidades para que el FA gane, y hace un año se veían probabilidades muy parejas.
-Si finalmente el FA no retiene la mayoría parlamentaria, ¿cómo visualiza el desarrollo de la actividad legislativa, considerando que desde que son gobierno –salvo durante el alejamiento de Gonzalo Mujica- siempre contaron con mayoría en ambas cámaras?
-Primero, cuando digo que el FA tiene pocas probabilidades de obtener la mayoría parlamentaria, no es que me esté imaginando 49 diputados, sino una distancia mayor. Ahí el FA tendría un gran desafío, que es, por primera vez, tener que plantearse qué hace para tener mayoría parlamentaria. Los caminos clásicos son dos: formar una coalición explícita formal, con presencia de otros partidos en el Consejo de Ministros, o conseguir algún partido o sector que deje gobernar, en el sentido de que no bloquee.
-Parte del FA cree que se necesita un candidato de recambio, pero por lo que usted decía, eso no sería tan definitorio.
-Puede ser importante. Cuando uno dice que los candidatos inciden poco, es en los grandes números. En la elección pasada el FA obtuvo la mayoría por 4.800 votos; en esa cantidad el candidato incide. No es tampoco aquello de que se pone cualquier cosa y es lo mismo. Incide de una forma relativamente menor, pero puede ser decisiva.
Ahora, lo que se habla sobre candidatos de recambio, por un lado es una preocupación teórica, y por otro es una línea que manejan los que quieren que haya recambio o catapultar su propia candidatura. Yo no estoy tan seguro de que el FA vaya a un recambio, todavía tengo muchas dudas de que no se presente Mujica. Él está sintiendo cierto cansancio, pero no es dueño de su decisión y puede estar obligado a aceptar la candidatura aunque piense que no debería hacerlo, porque puede no ser conveniente para él, pero sí ser necesario para su movimiento político.
-Los acuerdos programáticos que están impulsando los partidos tradicionales, ¿podrían acercarlos más al gobierno en 2019?
-Todo depende de qué llamemos acuerdos programáticos. En Uruguay hay un desarrollo cada vez mayor de programas que se enfocan en cosas secundarias o menores, y no en modelos de país. A la gente se le debe presentar una opción clara, un proyecto país, no 500 páginas que casi nadie lee. Yo creo que decir “hicimos un acuerdo programático” por el solo hecho de decirlo, no acerca demasiado. Sí es verdad que la gente que no quiere que continúe el FA, mayoritariamente quiere que haya un acercamiento programático o incluso electoral de los otros partidos.
“El FA tiene pocas probabilidades de obtener la mayoría parlamentaria y no hablo de 49 diputados, sino de una distancia mayor”.
-El FA terminó mostrando una postura ejemplarizante con el exvicepresidente Raúl Sendic –aunque luego de un largo tiempo-, pero el PN no ha tenido la misma actitud con el intendente de Soriano, Agustín Bascou. ¿Esto puede repercutir de alguna forma en la imagen de los blancos?
-El Tribunal de Conducta Política le salvó la vida al FA, porque la respuesta contundente fue dada por ese órgano, no tanto por el Plenario, la Mesa o el Secretariado, y eso dejó sin otra salida que la renuncia de Sendic. A partir de ahí, el FA –independientemente que haya tardado dos años y que el Plenario no haya tenido una declaración tajante sobre el tema- salió bien y se sacó de encima un problema, y eso ayudó a que se fuera mucho enojo que había de parte de los propios frenteamplistas.
Y el PN se enredó, no solo con el tema Bascou, sino con el tema de los intendentes en general. Ese dedo índice acusador contra el FA le quedó debilitado, porque si uno no toma la misma medida [que el adversario] dentro del partido que integra, de alguna manera se debilita. Por otro lado, en la medida que todo el episodio fue un poco ruidoso, que tuvo repercusiones en San José, donde el grupo de Lacalle Pou se peleó con el de [Jorge] Larrañaga, y el intendente [José Luis Falero] sacó del gabinete a todos los del sector de Larrañaga, se demostró que a los blancos les cuesta no pelearse; creo que por ahí viene la erosión. Quizás haya una reacción. El recambio de la Presidencia del PN, por lo menos, puede ser una señal de frescura, también de que ha habido agotamiento de dirigentes o de que el partido no queda en manos de los principales conductores.
-El lunes se dio a conocer el pedido de procesamiento para Sendic. ¿Puede incidir en algún sentido dentro de la coalición?
-Yo creo que no, porque el tema Sendic desde el punto de vista electoral y político, de alguna manera quedó laudado. En última instancia puede repercutir internamente en la sobrevivencia del grupo de la 711, pero no más allá de eso.
“Hubo un agotamiento de programa después de cumplido el segundo gobierno del FA”
-Este mes se cumplieron tres años del segundo gobierno de Tabaré Vázquez. ¿Cómo evalúa el manejo que viene haciendo en esta administración?
-No ha sido un gobierno innovador.
-A diferencia de su primer gobierno.
-De su primer gobierno y del de Mujica; quizás en áreas distintas, pero fueron dos gobiernos muy innovadores. Este es un gobierno que más bien navegó, flotó, evitó crisis –en 2015 se creía que la situación del país iba a ser peor-, y no tuvo esas grandes iniciativas. Siguió desarrollando programas, algunos con más éxito, otros con menos, lo cual no generó grandes críticas, pero tampoco fenomenales aplausos.
-¿Qué pasó con esa impronta transformadora con la que el FA llegó por primera vez al gobierno?
-Hubo un agotamiento de programa después de cumplido el segundo mandato. El primer gobierno tuvo un énfasis muy grande en el combate a la pobreza –que con determinados criterios fue exitoso-, el mejoramiento de asalariados y de jubilados –que no hay duda que ha habido un incremento muy grande-. La baja de la desocupación fue importante, más allá de que eso podía ser más previsible porque siempre es muy alta en un pico de crisis y se venía saliendo de la misma. Fue muy exitoso en la lucha contra el tabaquismo, que para Vázquez era un tema crucial –aunque no para el FA-. Y la reforma tributaria fue muy importante y muy renovadora.
Y el segundo gobierno, el de Mujica, se destacó por lo que se llama la nueva agenda de derechos, que incluye la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario, el derecho de adopción por parte de los matrimonios del mismo sexo, entre otros; hubo avances muy grandes en los derechos civiles. Entonces, los dos gobiernos tuvieron cambios importantes.
-En el gobierno actual, entonces, ve una diferencia en ese sentido.
-Claro, en el sentido de que es un gobierno más administrador que renovador. No se han producido grandes transformaciones.
“La gente que no quiere que continúe el FA, mayoritariamente quiere que haya un acercamiento programático o incluso electoral de los otros partidos”.
-¿La gente esperaba eso?
-No estoy seguro si ya se esperaba más cambio o no. Más bien creo que hay un déficit que no tiene que ver con los gobiernos del FA, que es la inseguridad. Yo tengo la idea de que la seguridad, electoralmente, no mueve la aguja –como se dice vulgarmente-, porque la gente lo pone como el primer problema pero tiene una idea de que no hay nadie que pueda solucionarlo, de que no es un solo gobierno o partido el causante, y de que incluso, relativamente, Uruguay está mejor que los vecinos. Entonces hay una molestia muy grande, a todos les preocupa, pero no es un tema que dirima entre los partidos.
Y hay otros dos temas importantes. Uno que empieza a notarse es que hay un déficit grande en educación. Aunque ha habido algunos cambios, la reforma educativa que el FA tenía como su gran bandera y estaba planteada como un desafío nacional, evidentemente no fue por ese camino.
-¿Cree que va a terminar el período sin concretarlo?
-Aparentemente sí, no solo sin concretarlo, sino que tampoco parece haber un gran diseño de reforma educativa. Y está apareciendo ahora un tema que a nosotros nos sorprendía que no apareciera, porque es un tema social estructural del Uruguay, que es la vivienda. La demanda por insatisfacción de vivienda es grande porque es difícil acceder, y hay una gran cantidad de vivienda informal.