El peso argentino sigue hundiéndose y el gobierno argentino no logra llevar tranquilidad a los mercados, pese a los anuncios y medidas adoptadas. En ese marco, economistas consultados por CRÓNICAS discrepan respecto a cómo está parado Uruguay para hacer frente a esta coyuntura. Algunos esperan el golpe, otros no ven riesgo de contagio.
Las turbulencias económicas en Argentina no parecen encontrar un final y su impacto en el mercado cambiario tampoco. La realidad económica de nuestros vecinos sigue mostrando duras complejidades, y el desplome de su moneda persistió durante toda esta última semana, pese a los vanos intentos de las autoridades de transmitir confianza a los mercados.
El dólar sube día tras día y parece no encontrar techo. Ayer se registró una jornada de mucha volatilidad y de fuertes incrementos del billete verde, al que los anuncios de aumentos de tasa de interés (que pasó de 45% a 60%) y de cinco puntos en los encajes bancarios parecieron no hacer mella. El dólar llegó a cotizar a 42 pesos argentinos durante el día de ayer, marcado un incremento de 21% respecto al cierre del día anterior. Finalmente, la intervención del Banco Central de la República Argentina (BCRA) que vendió US$ 330 millones en los últimos minutos de la rueda, logró moderar la suba de la divisa que de todas formas cerró cerca de los 40 pesos argentinos por unidad. Ello implica un aumento de 16% en relación al cierre del miércoles. En esta semana, el BCRA vendió US$ 1.040 millones. En lo que va del año, el dólar aumentó 115%. A comienzos de año cotizaba a 18,62 pesos argentinos.
Camino difícil
En diálogo con CRÓNICAS, el exministro de Economía y Finanzas en el período 1995-2000, Luis Mosca, opinó que lo que debe estar en la base de la inquietud de los agentes que conforman el mercado “es la viabilidad financiera del programa en curso”. El economista, recordó que el gobierno de Macri ya buscó apoyo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que implica que tiene una opción de ayuda menos.
Por su parte, el economista Jorge Caumont, mencionó dos problemas fundamentales a los que Argentina debe hacer frente: en primer lugar, el déficit fiscal de 5%, que “difícilmente” llegue a la meta acordada con el FMI; en segundo lugar, que hay vencimientos de letras del Banco Central (Lebacs) e incluso de deuda que requieren de una renovación, pero, debido a la baja confianza que hay en la economía argentina, nadie cree que esto vaya a suceder con la tasa de interés actual.
Caumont dijo que es muy difícil aventurar lo que pueda llegar a ocurrir. “Tal vez esto siga o pueda estacionarse, eso nadie lo puede decir”. Su incertidumbre, como la de muchos argentinos, se debe principalmente a la baja confianza en la economía.
Pablo Moya, economista de la consultora Oikos, pensó incluso algunas posibles salidas para esta realidad que azota a Argentina. “Desde el punto de vista estrictamente económico o cambiario, lo único que puede hacer es dejar que el mercado acomode el valor del dólar y que seguramente esté pasando por una etapa de sobrerreacciones”, señaló. Es decir, que el mercado está experimentando un valor más alto del que debería determinar.
Añadió también que esta es la “única opción que queda” porque con las reservas internacionales tan limitadas que tiene no es capaz de mantenerlo, ya que cualquier movimiento para reducirlo correría el riesgo de agotar sus reservas.
Esperando el impacto
A la hora de analizar los posibles efectos que esta realidad pueda tener para Uruguay, los economistas difirieron entre sí.
Moya valoró que los fundamentos que llevan a la fuerte depreciación del dólar que tiene la moneda en Argentina son variados, y no ocurre lo mismo de este lado del río. Si bien ambos países presentan un déficit fiscal alto, Uruguay lo ha financiado en menores cantidades que Argentina, otorgándole una depreciación menor. Sin embargo, sí consideró que se pueda dar un riesgo de contagio, ya que “en Uruguay la gente compraría dólares, uno entiende que están más baratos que en Argentina y los cambia para evitar ese arbitraje”.
Caumont coincidió en cuanto al riesgo de contagio, pero para él no es una posibilidad: “el riesgo ya está”, aseguró. “Hoy nos contagian por el lado de la cuenta corriente de la balanza de pagos, tanto por el lado de los bienes como por el de los servicios, y desde el punto de vista del resto de la balanza de pagos también”, añadió.
En este sentido, contradijo a quienes opinan que la economía uruguaya ya no depende en gran medida de la argentina (como sí lo hacía en la crisis de 2002): “claramente hoy vemos que estamos muy vinculados a Argentina”, aseveró.
Se propuso también a hacerle un diagnóstico a Uruguay, indicando que “cuando ocurre una situación de este tipo” va a causar problemas en el nivel de actividad, en el sector externo de la economía y en la inflación. Para solucionarlo, el gobierno de Vázquez debería aplicar políticas fiscal, monetaria, cambiaria y salarial: respecto a la primera, dijo que es puramente contractiva (“aumentar los impuestos y todo lo demás”) por lo que no se puede llevar a cabo. En materia monetaria, se debería subir la tasa de interés pero con ello “jorobo el nivel de actividad para no devaluar la moneda y también jorobo la cuenta corriente de la balanza de pagos”. La política cambiaria flota, “así que no hago nada”. Por último, en materia salarial, indicó que se debería tratar de mitigar las subas en el medio de los Consejos de Salarios, porque “si los aumentos salariales son muy altos y están desalineados con la competitividad yo estoy frito”. En líneas generales, señaló que “es muy difícil” lo que se puede hacer para mitigar esta situación en el corto plazo, porque lleva “meses o tal vez años”. “Y en año electoral el año que viene va a ser extremadamente difícil”, apuntó.
Mosca, por su parte, fue el único en afirmar que Uruguay no corre riesgo de contagio, reforzándose en la decisión “atinada” del gobierno en dejar que gradualmente el tipo de cambio vaya subiendo a la espera de que se resuelvan el conflicto político en Brasil y “esta crisis de expectativa en Argentina”.
De esta manera, señaló que, dado este contexto, “es muy difícil navegar de otra manera” que no sea dejar que las cosas sucedan, sin caer en algo más vertiginoso.