Aunque la innovación es un factor clave para el crecimiento de la productividad y reducir la brecha con los países desarrollados, también implica un gran desafío para el mercado laboral y las políticas de protección social. Por ese motivo, se debe apuntar a adaptar la fuerza laboral a las nuevas demandas, minimizar los costos de transición y buscar arreglos institucionales para que la sociedad se beneficie de las ventajas del cambio tecnológico.
Por Ricardo Delgado | @ricardo_dl
El mercado laboral afronta importantes desafíos. Se podría pensar que son amenazas de un futuro lejano, de largo plazo, pero no, son alertas que ya se están encendiendo y que requieren de acciones para maximizar sus impactos positivos y minimizar los negativos.
Pese al crecimiento que ha registrado la economía uruguaya desde la segunda mitad de 2016, superando las estimaciones oficiales y de analistas privados, la evolución del empleo no ha acompañado esa tendencia. Eso ha llevado al gobierno a reconocer a la falta de creación de empleos como uno de los desafíos más importantes para el país.
Así lo reconoció en su reciente disertación en la Cámara Oficial Española de Comercio y Navegación, el ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori, explicando que en los últimos dos años se han perdido unos 40.000 puestos de trabajo “lo que para un país como Uruguay es una cifra preocupante, alta, que exige dedicación para intentar superarla”.
La tasa de desempleo mostró en junio un descenso, pero este no se explicó por la creación de puestos de trabajo, sino en que un menor número de personas salió al mercado en busca de un trabajo.
En aquella oportunidad, Astori explicó brevemente que el desfasaje entre la evolución general de la economía y del mercado laboral tiene su explicación –al menos en parte- en que los sectores de actividad que se han mostrado más dinámicos en los últimos años son aquellos que tienen una menor participación en la creación de empleo.
Vinculada a esta evaluación, uno de los grandes desafíos que enfrenta el país, pero también la región y el mundo, es la automatización del trabajo.
En ese sentido, es sumamente relevante analizar el contenido del artículo “Innovación y Habilidades en América Latina” de los economistas del Cinve, Diego Aboal y Gonzalo Zunino, que fue publicado en la revista Integración y Comercio del BID (que se denominó en esta oportunidad “Robot-lución: el futuro del trabajo en la integración 4.0 de América Latina”*). Allí, se destaca que si bien la innovación juega un papel clave para el crecimiento de la productividad de los países y tiene efectos positivos sobre el empleo, también se observa que hay un requerimiento cada vez mayor de mano de obra calificada, lo que implica un gran desafío para buena parte de la población y para la protección social que brindan los estados.
Efectos contrapuestos
El artículo explica que el crecimiento de la productividad multifactorial vinculada a la innovación explica buena parte de la disparidad que existe entre las economías avanzadas y las emergentes, lo que implica que “la innovación es clave para reducir la brecha de productividad entre estos dos tipos de economías”. De esa forma, “los países latinoamericanos ven cada vez más a la innovación como una forma de aumentar la competitividad, diversificar sus economías y pasar a actividades de mayor valor agregado”.
Sin embargo, los autores advierten que no se deben descuidar los “impactos importantes en términos de empleo” que puede tener esa transformación, que van en dos direcciones contrapuestas. Entre los impactos positivos, se menciona el posible desplazamiento de puestos de trabajo desde empresas de bajo nivel de intensidad innovativa hacia empresas muy innovadoras. También se indica que podría darle “muerte” a firmas que no innovan y la creación de nuevas empresas y puestos de trabajo a partir de ideas innovadoras. Por último, la innovación puede conducir a una mejora global de la competitividad de la economía a través de, por ejemplo, proveedores más eficientes y de mayor calidad, lo que podría redundar en mayor capacidad de competencia en mercados externos y mayor empleo.
Sin embargo, del lado negativo, también se menciona que “el cambio tecnológico y particularmente los avances en materia de robótica podrían sustituir muchos de los puestos de trabajo existentes en la actualidad, con lo que se genera el fenómeno comúnmente conocido como ‘desempleo tecnológico’”.
De esa forma, los autores pronostican dos impactos principales de la innovación sobre el empleo en las empresas. Por un lado, una pérdida de empleo debido a la reducción de los requerimientos de mano de obra por unidad de producto. Por otro, un efecto de compensación positiva provocado por la expansión de las ventas y la producción (vinculado tanto a la reducción de los costos marginales -reducción de los precios genera un aumento de la demanda-, como a la creación de nuevos productos que requieren mano de obra adicional).
También puede haber efectos parciales sobre los sectores (reasignación de la producción y del empleo entre empresas más y menos innovadoras) y efectos de equilibrio general, cuando se considera la interacción entre diferentes mercados. Además, la innovación afecta no solo al número de empleos creados, sino también a su calidad.
El impacto del cambio
El informe elaborado por los expertos del Cinve muestra que aproximadamente dos tercios de las ocupaciones actualmente desarrolladas en Argentina y Uruguay estarían en riesgo de ser reemplazadas por el avance técnico. Ello implica un nivel notoriamente superior al de Estados Unidos, que tiene una probabilidad de reemplazo tecnológico del 47% de las ocupaciones, y de otras economías desarrolladas (35% en Finlandia, 59% en Alemania, y entre 40% y 60% para las economías de Europa del sur).
Esta mayor vulnerabilidad al cambio tecnológico de las economías de Uruguay y Argentina, respecto a estas economías desarrolladas puede explicarse por diversos factores: Por el lado de la demanda de mano de obra, puede explicarse en que el proceso de automatización de ciertas ocupaciones se encuentre en una etapa más avanzada en los países desarrollados, y, por lo tanto, ya no se estén demandando ocupaciones con alta probabilidad de reemplazo. A su vez, los mayores niveles salariales en este tipo de economías podría ser un mayor incentivo para avanzar en los procesos de automatización con respecto a las economías donde los salarios son más bajos (en países con salarios reducidos, aunque las tecnologías se encuentren disponibles, no son rentables algunas inversiones que permitan automatizar tareas). Por último, también puede deberse a que las economías de mayor desarrollo concentran su producción y empleo en sectores intensivos en empleos menos rutinarios y por lo tanto con mayores dificultades de robotización. Por el lado de la oferta, se interpreta que la mayor calificación promedio de la mano de obra en las economías desarrolladas respecto de las emergentes probablemente haya facilitado su inserción en ocupaciones de mayor complejidad, con un menor componente rutinario y, por lo tanto, con mayores dificultades para su automatización.
Lo que resta por hacer
En este complejo escenario que se presenta para el mundo del trabajo, los autores identifican tres grandes desafíos de política: Adaptar a la fuerza laboral a las nuevas demandas del Siglo XXI; minimizar los costos de la transición hacia el nuevo escenario laboral; y por último, buscar arreglos institucionales que permitan a la sociedad beneficiarse de las ventajas del cambio tecnológico.
El artículo remarca que el cambio tecnológico mejora en términos generales el bienestar social y brinda posibilidades de reducción de la pobreza, pero también alerta que “sin adecuadas soluciones políticas a los problemas señalados es posible asistir a un escenario de creciente desigualdad donde los beneficios tecnológicos no sean aprovechados por toda la sociedad”.
Respecto al primer desafío, se afirma que las “economías modernas requieren trabajadores con habilidades modernas”. “Los trabajadores del siglo XXI necesitarán de una mayor dotación de habilidades cognitivas, técnicas y socioemocionales para lograr una mejor inserción laboral”, señalan los autores, agregando que también se requerirá de procesos de formación continua. Se entiende que “los sistemas educativos están prestando cada vez menos atención a la capacidad de asimilar información, para concentrarse en la capacidad de comprenderla y procesarla, de modo de resolver problemas prácticos”. También destacan que “varios países han intentado que los sistemas educativos incorporen las nuevas tecnologías de la información de modo de reducir la brecha digital entre los estudiantes”. A modo de ejemplo, citan el caso del proyecto One Laptop per Child (para dar a cada estudiante una computadora portátil de bajo costo), del que destacan que “ha tenido una importante acogida en América Latina”.
En lo que refiere a gestionar la transición hacia las nuevas demandas del mercado laboral, los autores detallan que los trabajadores más afectados generalmente son aquellos de mediana edad cuyas habilidades se han depreciado de forma importante.
“Este tipo de trabajadores, en caso de perder el trabajo, podrían tener dificultades adicionales para conseguir una nueva inserción laboral”, sostienen. Esta situación, genera un importante desafío en materia de protección social y políticas laborales de oferta que eviten la consolidación de un grupo poblacional excluido del mercado laboral y, por lo tanto, expuesto a situaciones de vulnerabilidad económica.
En tal sentido, instan a implementar políticas laborales de oferta que faciliten a los trabajadores desplazados la incorporación de nuevas habilidades adaptadas a los modernos requerimientos, así como el fomento a emprendedores y nuevas modalidades independientes de empleo. “No se registran hasta el momento experiencias de significativas transformaciones en materia de los sistemas de seguridad social orientados a lidiar con el potencial fenómeno de un desempleo tecnológico masivo”.
Por último, Aboal y Zunino prácticamente descartan que esta nueva revolución tecnológica tenga como consecuencia un masivo desempleo tecnológico, pero advierten que de todas formas, podría darse un nuevo escenario con un menor nivel de demanda laboral. En ese sentido, interpretan que “hay que considerar que menor demanda de trabajo no necesariamente implica una reducción en el número de trabajadores demandados, sino que podría obtenerse una solución de equilibrio donde la cantidad de horas de trabajo por persona se reduzca”. “En efecto, la reducción de la jornada laboral, en un escenario de mayor productividad del trabajo, parece haber sido una solución adoptada en varios países europeos en las pasadas décadas ante este tipo de fenómenos”, concluyen los autores.
*Para ver el informe completo, se puede descargar aquí
Los grupos más expuestos
Al interior del mercado laboral los sectores más expuestos al “desempleo tecnológico” son el agropecuario, comercial y financiero; mientras que por nivel educativo el mayor diferencial lo da el haber culminado una carrera universitaria. También se advierte que por grupo de edades el problema de reemplazo por automatización es un problema generalizado.
Al diferenciar por ramas de actividad, no se observan grandes sectores donde la probabilidad de automatización de las ocupaciones sea reducida. Sin embargo, los autores advierten matices. En el caso de Uruguay, se aprecia que el sector de agricultura, caza, forestación, silvicultura y pesca presenta una probabilidad de reemplazo de sus ocupados superior al 80%. Una situación similar se observa en el sector de comercio al por mayor y por menor y reparaciones, y en las actividades financieras. Por el contrario, las ramas de actividad con menor probabilidad de reemplazo tecnológico de sus ocupaciones son comunicaciones y el agregado de otras actividades de servicios, donde la probabilidad promedio se aproxima al 50%.
Por su parte, respecto al nivel educativo, se advierte que si bien la relación negativa entre nivel educativo alcanzado y probabilidad de sustitución tecnológica de la ocupación se observa en todos los niveles, solo los ocupados con Universidad completa muestran una probabilidad de reemplazo tecnológico sensiblemente más baja que el resto de los ocupados. “Incluso los trabajadores con estudios universitarios incompletos se insertan en ocupaciones con muy altas probabilidades de ser automatizados en el mediano plazo”, se asegura en el artículo.
Por último, al analizar la vulnerabilidad ante el desempleo tecnológico por grupos de edades, se constata un punto de preocupación adicional, ya que los jóvenes –tanto de Uruguay como de Argentina- no se están insertando en ocupaciones más modernas y, por lo tanto, menos expuestas al desempleo tecnológico que las generaciones anteriores, sino que lo siguen haciendo en ocupaciones con alto riesgo de reemplazo. “Este fenómeno es particularmente preocupante, puesto que evidentemente el desafío en materia de seguridad social se reduce si las personas expuestas al desempleo tecnológico se encuentran en edades próximas a su retiro”, destacan los autores.